21-M-09 en el País Vasco Navarro. Balance de una huelga general atípica

Iñaqui Uribarri

07/06/2009

Valorar el resultado de una Huelga General siempre es una operación compleja porque son muchos los ángulos desde los que se puede hacer dicha valoración. Cuando además, como suele ser siempre en el caso en temas conflictivos y desde luego lo ha sido en este, la valoración va muy cargada por los intereses de parte, el producto valorativo puede ser algo completamente distorsionado. Espero que este artículo no caiga en ello.  

Desde la mayoría de medios de comunicación, instancias institucionales, partidos políticos con mayor peso institucional, organizaciones empresariales y desde CC.OO. y UGT, se ha certificado que la HG ha sido un fracaso porque: ha tenido un escaso seguimiento en el mundo laboral (en ningún caso superior al 10% de la población asalariada, en cómputo global) y no ha conseguido paralizar el funcionamiento normal de la vida ciudadana (transportes, comercios, bares, etc.). Según este potente frente opositor a la HG, de este fracaso se derivan otros: no ha servido para condicionar la política que tiene prevista realizar el nuevo Lendakari socialista Patxi López y ha perdido la partida frente a CC.OO. y UGT y su orientación de diálogo y pacto social. 

Es evidente que, echando mano de las cifras, la huelga general del 21 de mayo en la CAPV y la CFN, ha tenido un seguimiento escaso. Seguramente, sumando toda la gente que ha parado, no ha llegado al 16% de la población asalariada (tomo esta referencia porque es el porcentaje de afiliación que suponen los seis sindicatos convocantes -ELA, LAB, ESK, STEE/EILAS, EHNE e HIRU-, 170.000 personas, sobre la población asalariada ocupada de ambas comunidades). También está fuera de duda que la paralización ciudadana solo se ha producido en algunas ciudades y en horas determinadas, por regla general. Deducir de estos datos que la HG ha sido un fracaso es harina de otro costal. 

Va de suyo que no creo que existan valoraciones objetivas por mucho que los datos sobre los que se construyan sí los sean. O dicho de otra forma: yo, en este caso, no necesito contestar los datos de la huelga para pensar que en absoluto ha sido un fracaso. Desde que se convocó la HG a finales de abril, por parte de los seis sindicatos antes señalados, ha estado sometida a todo tipo de oposiciones. Se ha buscado, en todo momento, su desprestigio con base en los siguientes argumentos: era una HG política orquestada por el sindicalismo abertzale contra quien sería elegido nuevo Lendakari, el socialista Patxi López; era una HG frentista, porque marginaba de su convocatoria a CC.OO. y UGT; era una HG absurda e irracional porque en medio de una crisis económica como la que estamos padeciendo lo que menos sentido tiene es hacer este tipo de huelga; era, por último, una HG sin contenido pues carecía de reivindicaciones concretas. 

Todas estas objeciones han sido contraargumentadas por los sindicatos convocantes, si bien algunas de ellas, han tenido más dificultad que otras. Concretamente hay dos objeciones que han resultado más difíciles de afrontar porque la convocatoria de huelga partía con dos pecados originales. En primer lugar está el frentismo. El frentismo del que se habla es, por supuesto, el frentismo nacionalista o identitario. Según esta acusación, se margina de la convocatoria a CC.OO. y UGT por ser sindicatos "españoles". Partiendo de que yo considero un grave error no haber hablado antes de la convocatoria con CC.OO. y UGT, animándoles a apoyar la huelga, lo que diferencia a los sindicatos convocantes, de CC.OO. y UGT, en este caso y, normalmente en muchos otros de la acción sindical, es su orientación. Ambos sindicatos apoyan una línea de diálogo social y de búsqueda de acuerdos institucionales con la patronal y los gobiernos. Es bastante obvio que no iban a apoyar la HG. Lo han dicho por activa y por pasiva sus máximos dirigentes (ahora no toca, lo que toca, en estos momentos, es la búsqueda de acuerdos a través del diálogo social). Haber contado con CC.OO. y UGT no habría distorsionado nada en cuanto al proceso de lanzamiento de la convocatoria y habría evitado (solo en parte, porque es una acusación malintencionada) la patraña del frentismo y, sobre todo, el victimismo y la confusión que han manejado CC.OO. y UGT ante su afiliación y ante el conjunto de la gente trabajadora. 

En segundo lugar, la dificultad de dar contenido a una movilización potente como es una HG. Esta se presentaba como una huelga atípica. En los últimos 35 años, ha habido en Euskal Herria seis huelgas generales (1985, 1988, 1992, 1994, 1999 y 2002). Salvo la HG del 21 de mayo de 1999 por las 35 horas y el salario social, todas las demás, realizadas también en el resto del Estado Español, han sido huelgas defensivas, convocadas para intentar frenar reformas laborales destinadas a perjudicar derechos acuñados por la gente trabajadora a lo largo de los años. Era fácil para los/as opositores/as a la huelga, apoyándose en la tradición, y lo que es lo mismo, en el imaginario y liturgia sindicales, cargar contra la nueva huelga catalogándola de una huelga sin sentido. 

Además de lo dicho, la convocatoria tan sorpresiva de una HG, ha resultado desconcertante y  añade enteros a la calificación de huelga atípica. Normalmente estamos acostumbrados y acostumbradas en el movimiento obrero y en el mundo sindical a un ver venir las huelgas generales. Suelen ser la culminación de un proceso de movilizaciones unitarias in crescendo que finalmente terminan con esta fórmula de movilización más contundente. La realidad de división que recorre al conjunto del sindicalismo vasco-navarro (también y de forma muy contundente a ELA y LAB) ha obligado a que esta huelga general se convoque sin el calentamiento previo de otras movilizaciones. Este tránsito del cero al infinito probablemente ha restado efectividad al impacto de la movilización. 

La frase hecha dice uno se maravilla, pero en mi caso prefiero decir uno se espanta de que determinados argumentos, dichos desde instancias de poder y amplificados hasta la saciedad por los medios de comunicación, resulten prácticamente indestructibles, aunque estén construidos de mentira, falsedad y dobles intenciones. Es el caso de la calificación como huelga política con que Patxi López, CC.OO. y UGT, el mundo empresarial y otros componentes del frente opositor, han otorgado a la huelga. Lo han hecho para desprestigiarla desde todos los ángulos: 1) Porque como lo que tocaba era la elección del Lendakari, la política lo invadía todo y nada se podía hacer que no se reputara de político. Por lo visto, Patxi López y otros y otras pensaban que el mundo debía parase a la espera de su elección y también, a la espera de que él presentara sus alternativas para hacer frente a la crisis. 2) Porque calificar a una huelga como política es tildarla de algo malo, algo que el mundo sindical no debe hacer, aunque esta cuestión, a poco que se piense resulta una estupidez supina, ya que todas las huelgas generales que se han hecho en el pasado, como han ido contra medidas de gobiernos, se las podría haber catalogado de políticas. 

Aunque los argumentos de quienes se oponían a la HG del 21 M no fueran en sí mismos gran cosa, se han demostrado eficaces porque por las razones que se han comentado, a las que cabría añadir más (sobre todo razones objetivas referidas a como se está viviendo esta crisis en una población asalariada que ha sufrido cambios tan profundos en la última década y media) les prestaba un terreno abonado. La conclusión es que esta era una huelga a contracorriente, que como en tantas ocasiones para quienes estamos acostumbrados y acostumbradas a movernos en esa dirección, había que apechugar con ello y lanzarse a convocarla y que, a pesar de todo, ha sido un éxito. 

Decía al principio que todos los balances y todas las valoraciones tienen un componente de parte fundamental. Lo que cabe exigir, por tanto, a ese componente, no es objetividad sino coherencia. La coherencia que a mí me lleva a valorar la HG como un éxito descansa en la siguiente idea: gracias a esta convocatoria se ha podido expresar públicamente a través del proceso previo de preparación de la huelga y, sobre todo, en las multitudinarias manifestaciones de la mañana y la tarde de día 21 de mayo en muchas ciudades y pueblos de Euskal Herria, que existe una parte del mundo laboral, así como de otros mundos de movimientos sociales (estudiantiles, asociaciones de vecinos y vecinas, asociaciones de gente inmigrante, etc.), que quieren combatir esta crisis de forma autónoma. Que no les convence que haya que esperar a lo que venga de parte del nuevo Gobierno Vasco. Que no les mola nada la orientación de diálogo y pacto social. Que les revienta el apoyo que se está dando a la banca y al mundo empresarial. Etc., etc. 

Desde fuera del propio proceso que ha llevado a esta HG se puede pensar que este resultado es escasito y que no hay que echar las campanas al vuelo, más aún si para ello ha sido necesario tirar de la sacrosanta figura de la Huelga General. La realidad nos dice que desde que la crisis empezó a golpear de forma visible en nuestra tierra, a la vuelta de las vacaciones del pasado verano, la resistencia y la combatividad que se estaba desplegando era molecular, no salía del marco de las empresas, no alcanzaba a las ciudades salvo en algunas manifestaciones aisladas de cada sindicato que pagaba así su tributo de propaganda contra la crisis. Ha sido necesaria la realización de esta HG para que ahora estemos mejor de lo que estábamos la gente que queremos que esta crisis no termine siendo una apisonadora contra la gente trabajadora. 

Personalmente no soy optimista acerca de la unidad que se vaya a mantener en el futuro inmediato por parte de los sindicatos convocantes. Si esta unidad se entierra, el patrimonio acumulado con la HG se dilapidará en buena parte. Pero, sea como fuere, la contestación que ha supuesto la expresión de la movilización del 21 de mayo, habrá de ser tenida en cuenta por las instituciones y también por sindicatos como CC.OO. y UGT, cuyo mensaje es solo pedir paciencia hasta que su diálogo social dé frutos. Quienes predican que la HG ha sido un fracaso deberían estar contentos de que la HG se haya hecho y haya conducido a ese fracaso. ¿Piensan realmente esto? Me cuesta creerlo. Quienes defienden que la crisis debe ser solucionada con políticas interclasistas en las que todas las partes aporten sacrificios, prefieren que nadie les agite las aguas, que haya paz social y que no se levanten propuestas alternativas que defiendan planteamientos autónomos y desconfiados de los pactos sociales. 

Iñaqui Uribarri es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO 

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Fuente:
www.sinpermiso.info, 7 junio 2009

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