Adios Toni, querido amigo

Concha Roldán

24/09/2017

Querido Toni:

Cuando fui a despedirme de ti a Sant Gervasi el día 20 de septiembre no fui capaz de escribir ni de leer un texto bien trabado. Me sentía anonada con tu precipitada marcha, como todas/os las/os amigas/os que llenaban el auditorio a rebosar. Apenas pude hilvanar torpemente algunos de los recuerdos que se agolpaban en mi memoria, al ritmo de aldabonazos punzantes en un corazón necesitado de expresar con todo cariño al amigo el dolor de su pérdida… Esas  mismas pinceladas, acaso algo más elaboradas al trasladarlas al papel, son las que ahora le entrego a Daniel Raventós para que vayan a sumarse a las suyas y las de David Casassas en el primer número de Sin Permiso que ve la luz sin ti.  Tómalas como una carta que nunca llegó a su destino, como el último email que quedó en la bandeja de salida…

Hace ya casi siete años que murió mi padre. Entonces hablamos por teléfono. Te conté que habíamos hecho una ceremonia familiar en la que leí esos versos del Eclesiastés que a él tanto le gustaban: “Hay un tiempo para nacer, un tiempo para morir…” Hicimos una exégesis materialista de esas palabras, que en definitiva describen unos hechos, como quien dice que el agua se hiela a bajo cero o los árboles florecen en invierno… Porque no puede ser otro el sentido del tiempo que allí se relata. No puede ser un tiempo natural, ni un tiempo justo, ni siquiera un tiempo que mida el devenir y nos diga si alguien o algo llega temprano o tarde... La filosofía nos enseña que cuando la muerte llega, nosotros ya no estamos. Sólo nos queda la literatura, el arte, la poesía para expresar ese sentimiento subjetivo de la temprana muerte del amigo que aún tenía toda la vida por delante, del filósofo que entraba en el momento más productivo de la vida. “Se me ha muerto como del rayo… compañero del alma tan temprano”… apenas cinco días antes de cumplir los 65 años, que hubieras debido celebrar convenientemente con los tuyos. Eso, si hubiera un gran relato de las vidas, de los acontecimientos con sentido, con justicia.  Parece que no: las cosas pasan en un determinado momento, dejando a nuestras sensaciones y sentimientos con el paso cambiado, y punto pelota. “Tierra nada más, tierra nada menos…" ¡y qué te baste con eso!

Ese fue el primer recuerdo que me vino, porque por ese fenómeno de contigüidad de nuestros pensamientos, la muerte de un ser querido suele arrastrar los recuerdos de las demás muertes, ejerciendo además un efecto acumulativo de la experiencia del dolor. Hace más de dos años que la parca se llevó también a Rocío Orsi, ¡sin apenas llegar a cumplir cuarenta años! Tú conocías y valorabas sus trabajos.  Tras la repentina muerte de mi madre hace ya diecisiete años -¡cómo pasa el tiempo!- tomamos unas copas juntos para ayudar a pasar un trago que tardé en asimilar. Eran años en los que nos veíamos muy a menudo, en Barcelona o en Madrid. Luego vino una época de conversaciones telefónicas, antes de la égida del email que acabó –ahora lo veo así- con una parte fundamental de nuestra comunicación, siempre interrumpida por los muchos quehaceres y viajes de ambos. La última vez que fui a Barcelona con mi hija,  tú estabas en Argentina, en ese país que se había convertido en una prolongación de tu hábitat, y en el que eras tan feliz de la mano de María Julia Bertomeu, amiga entrañable.

Muchos otros recuerdos fueron llamando a mi puerta, confeccionando una especie de “retrato robot” de tu persona: lo primero que me llamó la atención de ti fue tu gran inteligencia, perspicacia y vitalidad. Hablabas mucho y bien, pero se diría que al lenguaje le costaba seguir la velocidad con que discurría tu pensamiento, analizando, planteando, argumentando, siempre queriendo llegar al fondo de las cosas, no sin antes hacer de abogado del diablo… Una teoría que no es crítica, no te parecía que mereciera el rango de tal. Una filosofía moral y política que no se refiriera a problemas reales -de las personas de carne y hueso-,  te parecía vacía. Por eso te gustaba el lema leibniziano “Theoria cum praxi” que da nombre al Grupo de Investigación y colección editorial que integro con Roberto R. Aramayo -¡con quien tantas conversaciones y buenos ratos también compartimos!- en el Instituto de Filosofía del CSIC. Por eso tu vida intelectual fue desarrollándose paulatinamente e in crescendo por la vía del compromiso e incluso del activismo político (no en vano fuiste miembro de la resistencia antifranquista como militante de PSC-PSUC) , y esto es algo que ha quedado patente en tu labor como editor general de Sin Permiso en la última década, que solo puede llevar a cabo alguien “de una pieza”.

No quiero decir con ello que fueras perfecto, que parece que es a lo que tendemos en los panegíricos que dedicamos a los que ya se han ido. Nadie es perfecto y tú lo sabías. También tenías un carácter empecinado, que a veces chocaba con otros empecinamientos… O a veces alguien te llegaba a aburrir, eso era peor…Y entonces los caminos se bifurcaban... Aunque, como recordaba el otro día con Jordi Mundó, y eso era algo que te honraba, nunca borraste de tu listado de felicitación de año nuevo a nadie que hubiera estado próximo a ti: el listado de correos aumentaba, pero nunca disminuía. Y todos esperábamos esa reflexión o ese poema con el que nos recordabas que seguíamos contando para ti.

Eras vitalista y optimista. Por eso no te rendiste a la enfermedad y seguimos haciendo planes de futuro, organizando una estancia de investigación para María Julia en el marco del proyecto europeo WORLDBRIDGES que coordino y en torno al que íbamos a organizar en el IFS un par de seminarios para discutir desde un punto de vista filosófico la idea de “federalismo” y de la “renta básica incondicional”. Quizá lleguemos a realizarlos –estoy segura de que te gustaría que lo hiciéramos-, pero no será lo mismo sin ti.

La aceleración de los últimos años nos privó del tiempo de calidad que pudimos disfrutar juntos durante la década de los 90 del pasado siglo. Te había conocido a finales de los ochenta en el Instituto de Filosofía del CSIC, donde –junto con Capella, Reyes Mate, Antonio Santesmases y algunos otros más jóvenes entonces, como Juan Morán y Francisco Colom- eras una pieza clave del Seminario de Filosofía política fundado por Fernando Quesada y dirigido por él allí durante bastantes años. No te había podido encontrar en Berlín en 1984 porque tú regresabas ya de tu estancia de investigación en la Freie Universität con Tugendhat a finales de 1984, cuando yo apenas iniciaba la mía, que se desarrolló durante dos años en la Technische Universität con Hans Poser, aunque no dejé de participar en los seminarios de ética de Tugendhadt en la FU. Compartíamos nuestra experiencia alemana y –en especial, berlinesa-, y me gusta ver aquél momento como un paso de testigo de alguien a quien yo consideraba como una especie de “hermano mayor filosófico”. Un paso de testigo que tenía filias comunes: el gusto por los Clásicos (ese es el nombre del Seminario permanente fundado por Roberto R. Aramayo en el IFS), la Revolución Francesa, la Ilustración… Más tarde también nos cruzamos en Marburgo, pero antes discutimos mucho de Leibniz: yo acababa de doctorarme con una tesis sobre este autor y te interesaba mucho mi opinión sobre el capítulo que le dedicabas en tu libro De la ética a la política. De la razón erótica a la razón inerte. (1989). Mi interés por el Leibniz ético-político se ha mantenido hasta hoy mismo y me congratula que siempre compartieras mi interpretación poco heterodoxa de él, postura que con los años ha ido ganando más y más adeptos. Fueron también años en que –codo con codo con Javier Muguerza- transmitiste y difundiste el pensamiento de tu gran maestro, Manuel Sacristán, animando por doquier a leer más su obra en lugar de “pasearlo como a un santón”.

Me alegré mucho de la obtención de tu cátedra de Filosofía Moral en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona allá por 1994. Recuerdo que cuando te fui a visitar la primera vez, te pregunté “Pero ¿qué hace un chico como tú en un sitio como éste?”. Ha quedado claro que tus años de enseñanza allí han abierto los ojos a muchas generaciones de economistas, que seguro que han aprendido contigo muchas más cosas que las ciencias sociales reducidas en las que nos quieren encasillar ahora al Área de Filosofía Moral. No nos dio mucho tiempo a hablar de esto, pero que sepas que daremos la batalla…

Pero otra de las cosas que más me gustaban de ti era tu faceta de “disfrutador”. Las conversaciones  filosóficas no eran lo mismo –incluso creo que no podían ser- sin una cerveza alemana, un buen vaso de vino o una buena comida… El sumum bonum era cuando esa comida la cocinabas tú mismo, en tu masía de Vulpellac, con tu gran delantal y lleno de parsimonia. Mejor aún, si antes habías podido pescar tú mismo el pez con que nos obsequiabas. Una de esas visitas fue especialmente memorable para mi, pues conocía tu hija Marta, entonces adolescente, y pasamos parte de la tarde jugando a diversos juegos de mesa, cantando y paseando por la playa. ¡Cómo te gustaba el mar! Poco después nació mi hija Andrea y ya hasta ahora quedó pendiente el hacerte otra visita más allí: disfrutabas mucho recibiendo a tus amigos y eras un gran anfitrión. A amigos y amigas, por supuesto, que tu espectacular artículo sobre la fraternidad, que publicaste en Isegoría, también se dolía de la falta de “sororidad” de los revolucionarios franceses, tanto que Olympe de Gouges tuvo que escribir los Derechos de la mujer y de la ciudadana para completar los Derechos del hombre y del ciudadano

De feminismo hablamos mucho y también de tu otro gran caballo de batalla, el republicanismo que tú veías doblado de socialismo.  Todas esas ideas se plasmaron en tu otro gran libro, El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista (2004). Pero de esto hablará más en profundidad David Casassas, a quien le paso el testigo. Ese testigo que tú nos has dejado para seguir avanzando, como te cantamos, ¡a galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!

¡Qué la tierra que tan firmemente pisaste te sea leve! ¡Hasta siempre, querido amigo!

Directora del Instituto de Filosofía del CSIC y Presidenta de la Asociación de ética y filosofía política. Autora de Entre Casandra y Clío. Una historia de la filosofia de la historia (2005) y de Leibniz. En el mejor de los mundos posibles (2016).
Fuente:
www.sinpermiso.info, 24 de septiembre 2017
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