Afganistán, en claro

Rossana Rossanda

09/07/2006

Empecemos por los hechos. La guerra de Afganistán, primer acto de la “Libertad Duradera”, pretendía castigar a al Qaeda por el ataque a los torres gemelas del 11 de septiembre de 2001. Duró pocos meses. Pero en los cinco años transcurridos, los muertos civiles suman cerca de 5.000, de acuerdo con el New York Times. Sobre el montañoso país se han vertido tantos explosivos como los lanzados por los aliados durante la II Guerra Mundial, siempre de acuerdo con el New York Times. No se ha descubierto, ni menos destruido, centro alguno de al Qaeda; los señores de la guerra y de la droga han reiniciado sus actividades en el norte; los talibanes han reaparecido en el sur; al presidente Karzai, nadie lo toma en serio; el tráfico internacional de opio prospera, y las mujeres, cautelosas, siguen moviéndose cubiertas con burka. Las denuncias del grupo feminista Rawa son desoídas; Emma Bonino sólo ve que algunos millares de niñas van a la escuela, lo que desde luego es importante, al menos hasta que lo permita una situación que ha vuelto a inflamarse. ¿No es así? Es así.

Pero en el programa del centroizquierda Afganistán ni siquiera figuraba. Lo serio habría sido que el gobierno lo tuviera en cuenta a la hora de proponer la financiación de las misiones. Y que admitiera que , en el rebrote de conflictividad que sacude al país, nuestro contingente quedará expuesto a los mismos peligros que en Irak. Y que contara qué parte de los gatos se destinarán a su mantenimiento y qué parte a la ayuda a la población: como en Irak, el balance, si no me equivoco, es de cuatro a uno. Se cree al gobierno cuando pide el voto, no porque estemos asistiendo a los afganos o minando las bases ideales y sociales de los talibanes, sino porque la expedición ha sido bendecida hace cinco años, no sin cierta tortuosidad, por las Naciones Unidas, y si ahora los EEUU la encargan a la OTAN es porque la OTAN ha pasado, sin mayor objeción de nuestra parte, de ser un frente de eventual defensa a ser un frente de ataque de la guerra preventiva. Puede ocurrir que a Prodi le resulte difícil en sus primeros pasos desvincularse de las opciones de la Administración Bush al no existir en Europa una política de recambio. Pero ¿no debería acaso abrir una discusión sobre el balance actual de la Libertad Duradera? Es desastroso. Sin ceder un ápice sobre el carácter inaceptable del modelo fundamentalista, es obligado preguntarse si con la guerra preventiva, no declarada, asimétrica, etcétera, se llega a algún sitio. El gobierno de centroizquierda está obligado a responder también al movimiento pacifista, porque debe su exigua victoria también al apoyo de ese movimiento, el cual no ha delegado nada a ninguna de las siglas que componen la coalición. Durante la campaña electoral no se hizo la advertencia: “Ya veremos si” podemos rechazar la participación en las guerras de ocupación. Se dijo que se repudiaban. ¿No puede hacerse de un día a otro? Que se diga. Pero que no se tome el pelo a la gente con la operación “policía internacional”. Como no es moco de pavo que ocho senadores de la izquierda hayan quedado fuera por decir no. Que prime la coherencia o el no poner en dificultades al frágil gobierno, es asunto de consciencia. Pero no se diga que si la UDC [restos de la democracia cristiana] acaba garantizando los votos que faltan de la izquierda será una “ampliación”. Será una substitución. Será el doroteismo de los dos hornos [una vieja idea de la política italiana de los tiempos de Andreotti y Craxi: poder fuerte y pensamiento débil]. Una parte de la Margarita no recata que le gustaría apear a la izquierda radical e incorporar a la UDC. ¿No lo ha pensado la Unión? Que lo piense.

Rossana Rossanda es una escritora y analista política italiana, cofundadora del cotidiano comunista italiano Il Manifesto. Acaban de aparecer en Italia sus muy recomendables memorias políticas: La  ragazza del secolo scorso [La muchacha del siglo pasado], Einaudi, Roma 2005. El lector interesado puede escuchar una entrevista radiofónica (25 de enero de 2006) a Rossanda sobre su libro de memorias en Radio Popolare: parte 1 : siglo XX; octubre de 1917, mayo 1968, Berlinguer, el imperdonable suicidio del PCI, movimiento antiglobalización, feminismo; una generación derrotada; y parte 2 : zapatismo; clase obrera de postguerra; el discurso político de la memoria; Castro y Trotsky; estalinismo; elogio de una generación que quiso cambiar el mundo.

Traducción para www.sinpermiso.info: Leonor Març

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Fuente:
Il manifesto, 4 julio 2006

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