Alemania: el voto del egoísmo nacional

Jean-Luc Mélenchon

29/09/2013

 

El resultado de las elecciones alemanas es un evento cuya onda se expandirá por toda la Unión Europea.  La política liberal más acérrima se hace fuerte. Se crece. Sus consecuencias sociales también aumentan. Los sueldos alemanes deben de suponer que la jubilación a los 70 es algo razonable, que un euro por hora trabajada es quizá demasiado, seguido de un largo etcétera. En toda Europa del Este, donde se fabrican las piezas que los alemanes ensamblan al final de la cadena, cada cual se dice a sí mismo: trabaja y calla. No se termina de comprender a los papagayos mediáticos que nos repiten la misma canción de “El modelo alemán”. Por su parte los griegos pueden prepararse para vender el mar que los rodea, así como los portugueses el aire que respiran. En cuanto a los franceses, tras dos mandatos presidenciales, ya tienen la muñeca hinchable preparada en el maletero, la cual menea gustosa la cabeza con cada embestida: sin nada que decir, ella siempre obedecerá.

Después de todo, si el pueblo lo ha querido, ¿qué más se puede decir? Pues lo siguiente: dicha política determina un desastre en la civilización europea; lo cual ayuda a los alemanes a creer que los millones de ciudadanos europeos, ya sometidos al taconazo de hierro de la política impuesta por su país, desean continuar sufriendo este maltrato a base de insultos con gratitud y reconocimiento. Es igual de posible como la creencia por parte de muchos germanos a creer que su voto es el de toda Europa. Evidentemente, esto no es así y buena falta les hace que alguien se lo vaya diciendo. La señora Merkel y sus fans de la tercera edad no son un modelo a seguir para nadie. El voto nos permite conocer la decisión de una mayoría envejecida, atemorizada, sin visión ni gusto de futuro, puesto que no tienen una juventud de la cual preocuparse. Es un voto egoísta. El “modelo alemán” de la señora Merkel, por definición, no es generalizable ya que descansa en el dumping social y en la exportación de ciertos productos que impide la fabricación de otros. El « modelo alemán » consiste, de esta manera, en asfixiar a los pueblos europeos, de suerte que la banca recaude grandes dividendos y así pagar las jubilaciones, debido a la capitalización de los viejos alemanes de la clase media – alta. El voto del pasado domingo no es, por lo tanto, un voto favorable para Europa. En primer lugar, porque acrecienta una política nacional que perjudica profundamente a los pueblos que la constituyen, con el único provecho de sólo uno de ellos. En segundo lugar, porque hincha la arrogancia nacional con la que persuaden a otros gobiernos: ellos son un patrón para el resto y albergan una verdad que o bien admiten admitir o bien serán fustigados. Los cabecillas alemanes de la derecha, que ya zaherían a los europeos, no se contienen. En último lugar, porque esta política conduce a la Unión Europea hacia la explosión social y política y, de aquí a poco, hacia una oleada nacionalista. O hacia nosotros.

Pero ¿existe Alemania sin Merkel? ¿Dónde ha quedado la oposición? ¿Se ha pronunciado? Es la otra cara del resultado. El gran SPD (Partido Social-Demócrata) y sus “modernas soluciones” han pasado a ser un lloriqueo agregado y socialmente digno de compasión por parte de la gran familia liberal. Uno recuerda que este partido había tomado el relevo del inepto Partido Laboralista inglés para conducir la mutación de la socialdemocracia mundial hacia el Partido Demócrata. Después de Blair, Gerhard Schöder se convirtió en “el amigo de los patrones”. En Europa publicaba los “manifiestos” políticos “modernistas” uno detrás de otro con su colega Tony y toda la recua de síndicos de quiebra de la socialdemocracia, como el fantasma italiano postcomunista D’Allema o su homólogo Papandreu del PASOK (Movimiento Socialista Panhelénico). Su política ferozmente neoliberal le costó la salida de Oskar Lafontaine del SPD y la fundación de Die Linke (La Izquierda). Los perros de guardia mediática denunciaron el conflicto antes de acribillar "al líder populista”. Los electores tienen la última palabra: el SPD pasa del 41% al 34%. Ésa fue la gran coalición entre la derecha y el SPD, pues éste rechazó la alianza con Die Linke. Resultado: en las siguientes elecciones el SPD sólo obtuvo un 23% de votos. Hoy, tras cuatro años “de oposición”, ha remontado hasta el 25%. Es su segundo peor resultado después de la guerra. El SPD es un astro muerto. Irá a parar dentro de una gran coalición, a menos que Los Verdes alemanes le quiten el puesto.

Porque ésta es la segunda señal negativa de la elección alemana. Sobre el papel hay una mayoría de escaños a repartir, mayoritariamente, entre Los Verdes, el SPD y Die Linke. Pero, ¿quién piensa en eso? No obstante, hay una mayoría absoluta de diputados SPD-Verdes-Die Linke en el Bundestag o Parlamento Alemán, y también hay una mayoría SPD-Verdes-Die Linke en el Bundesrat (o Consejo Federal, segunda cámara alemana, compuesta por los delegados del gobierno de los Länder o Estados federados). Igualmente, existen coaliciones regionales entre SPD y Die Linke, como la actual unión en el Estado de Brandemburgo, el más grande de la antigua Alemania del Este. Sin embargo, no habrá coalición. ¿Se imaginan ustedes que en Francia, la noche anterior a la primera vuelta para las presidenciales, Hollande no hubiese llamado al voto para dar caza a Sarkozy? ¡En Alemania, Hollande y sus amigos prefieren a Merkel antes que aliarse con nosotros! Por el contrario, Die Linke tiende una mano. Me parece correcto. De hecho, es más una demostración del espíritu alternativo que lo mueve, que una perspectiva que pueda parecer realizable hoy día. ¡En realidad, el contenido político de la plataforma de Los Verdes y del SPD no es un ardid comunicativo para tranquiliza al burgués! Es, de forma clara y evidente, el resumen de aquello en lo que se han convertido. Ninguno de estos dos partidos piensa ni en el desbordamiento del capitalismo, ¡ni en el de los propios cimientos del liberalismo! Su propia matriz los lleva a comer de la mano de la señora Merkel. Esto no quiere decir que el SPD “no sea capaz de unificar la izquierda alemana”: el caso es que no hace más que dividirla. O bien es que ni siquiera son escuchados. Los más pobres en Alemania han acudido a votar bastante menos que la clase media. Y esto forma parte del proyecto neoliberal que agravan los socio-liberales poniéndolo en práctica.

De este modo, no podemos disociar la fuerza de la derecha en Alemania de aquello en lo que se está convirtiendo el partido social-demócrata. Este resultado no se extrae únicamente a través de la “decepción” de no sé qué izquierda virtual respecto de los socio-demócratas y Los Verdes. El meollo del asunto está en que el comportamiento, los discursos, el programa, la doctrina del SPD hacen recular las ideas de la izquierda en Alemania. Porque, ¿en qué queda la izquierda cuando sólo es una variante digna de compasión por la política de derechas? Empezamos a ver los efectos en Francia con el rigor “justo” de Ayrault y Hollande, sus ñoñerías con el MEDEF (Movimiento de Empresas Francesas) y así un largo etcétera.  No sorprende que François Hollande haya ido a hacer la apología de Gerhard Schröder durante la campaña electoral alemana. ¿Cómo puede construirse una conciencia de izquierdas en un ambiente como ése? El SPD divide y destruye la izquierda destruyéndose a sí mismo. Por consiguiente, nuestra tesis es que la conciencia de la izquierda debe ser reconstruida por una propuesta política pedagógica claramente alternativa. Ella misma, para ser creíble, debe yuxtaponerse a una función tributaria claramente asumida, “pura y dura”.

Intuyo la gran dificultad de la campaña de Die Linke. Me basta con ver que, pese a que Die Linke adelanta a los liberales y se pone por delante de Los Verdes, ha sido perseguido por ciertas infografías que muestras los resultados en los medios de comunicación alemanes la misma tarde del escrutinio. En la campaña la discriminación mediática fue feroz: “Die Linke” tuvo derecho a entrevistas en los medios siete veces menos que el SPD, que fue, no obstante, sólo dos veces más fuerte en las pasadas elecciones de 2009. Se le concedieron entrevistas seis veces menos que a Los Verdes y cinco menos que a los liberales, quienes tienen, pese a ello, un peso equivalente o inferior en las urnas. Esto no transmite el mensaje tan claro como lo es en realidad. Por otro lado, debemos preguntarnos si la idea que tiene Die Linke de nombrar a ocho personas para la proposición del puesto de canciller no va en detrimento de las preocupaciones internas incomprensibles debido al gran número. Por mi parte, creo que esto desacredita la marcha, ya que los ciudadanos van a votar dentro de una realidad institucional, con todo lo que ella conlleva. En esta realidad hay un(a) canciller. ¡Ocho es tanto como decir “ninguno”! O lo que es igual, anunciar que no se cree en una victoria posible. Y resignarse a ello por adelantado.

El acontecimiento alemán de este fin de semana es una mala noticia para los sueldos europeos. Al igual que lo es para Francia, en adelante dominada por un vecino arrogante cuyo egoísmo nacional se ha convertido en la renta electoral de sus dirigentes. Es una mala noticia para la izquierda, que ha sido, una vez más, crucificada y queda impotente gracias a la cortina de humo del social-liberalismo.  La gente va a sufrir por anticipado. Para nada. Pues nada de todo esto irá más allá de las promesas. Es por ello que el resultado alemán me reafirma en la línea de acción que hemos escogido: la radicalidad concreta, el rechazo a los trapicheos políticos, la agrupación argumentada y consciente de nuestra parte de población, la cual podrá, a partir de ahora, acarrear la mayoría en el programa de la revolución ciudadana.

Jean-Luc Mélenchon fue el candidato del Frente de Izquierdas a las elecciones presidenciales francesas del 22 de abril de 2012 y es copresidente del Parti de Gauche

Traducción para www.sinpermiso.info: Judith de Diego

Fuente:
http://www.jean-luc-melenchon.fr/2013/09/23/allemagne-un-vote-degoisme-national/

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