Chéjov, Perón y la deuda sanitaria de la democracia argentina

Jorge Yabkowski

12/01/2014

Si alguien se preguntara cual es la deuda principal en salud de estos treinta años de democracia diría que es que no se ha plasmado como derecho de ciudadanía. El sanitarista José Carlos Escudero, convencional constituyente por el FREPASO en 1994, propuso incluir el derecho universal a la salud como responsabilidad primaria del estado, de manera taxativa, en el texto constitucional. No encontró eco. El derecho es reconocido hoy más por la adhesión a los pactos internacionales que por el texto reformado en sí. La negativa a la iniciativa de Escudero no era gratuita. En los partidos mayoritarios no existía (ni existe) voluntad alguna de encarar reformas progresivas de nuestro sistema.

Es una de las grandes diferencias con la reforma constitucional brasileña del 88, que fuera el preludio de la creación del Sistema único de Salud. Fácticamente en Argentina hay tres tipos de derecho a la salud: el de los que pueden pagar a través de sus ingresos comprando servicios o seguros privados, el de los que tienen trabajo en blanco y a través de su obra social acceden a prestaciones (en su gran mayoría en el sector privado) y el de los que no tienen nada (la mitad de la población argentina) y deben atenderse en un sector público que conserva el estigma ideológico y los bajos presupuestos del hospital de beneficencia.

Veamos: Argentina gasta el 10 por ciento de su PBI en salud. Casi la mitad de ese gasto lo ponen los habitantes de su bolsillo comprando medicamentos, pagando cuotas de medicina prepaga, coseguros y tratamientos privados.

El Estado sólo aporta la cuarta parte del total, sosteniendo con ello 1600 hospitales y 6000 unidades sanitarias. Esta red estatal atiende a 18 millones de habitantes sin cobertura formal y se hace cargo del 90% de las emergencias.

A su vez las obras sociales tienen 330 administraciones y atienden 15 millones de habitantes. Es el único país del mundo con este grado de fragmentación de la seguridad social.

Los seguros privados, asociados en buena medida con obras sociales sindicales, atienden al 10% de la población con mayor poder adquisitivo. Los resultados sanitarios de este gasto han sido pobres: la mortalidad materna no baja hace 20 años y la mortalidad infantil sigue superando los dos dígitos.

El sistema fragmentado es tan débil en lo sanitario como fuerte en lo político. Y esto es porque está vinculado desde 1945 al modelo sindical del unicato creado por Perón. Dice la investigadora Claudia Danani: “En octubre de 1945 –apenas dos semanas antes de la jornada del 17-, Perón dictó el Decreto N°23852, titulado Régimen legal de las asociaciones profesionales de trabajadores. En él se consagraban varios principios que posteriormente serian constitutivos del tipo de participación gremial en el sistema de atención de la salud de los trabajadores asalariados: a. Creación de un sistema de doble status de asociaciones profesionales: unas serían depositarias de una “simple inscripción” (con derecho a peticionar, fundar instituciones de previsión y asistencia social, de formación, cooperativas, etc.) y otras que obtendrían personería gremial, a las que se reconocía el derecho de representación ante el estado y empleadores y de participación en negociaciones colectivas. b. Monopolio de personería gremial a una sola organización por actividad. c. Atribución a la Secretaría de Trabajo y Previsión de la facultad de otorgamiento y revocación de la inscripción y personería. Se constituyó así una base de tres soportes: organización por rama de actividad, una sola organización por cada uno de los sectores y un órgano gubernamental especializado que se pronunciaba sobre la personería. Ese decreto puede ser considerado como acto fundacional de una matriz que combinó monopolio de representación con monopolio de atribuciones, a lo que debe agregarse el desconocimiento de las minorías (por el art.25, sólo se garantizaba el derecho a la representación de las mayorías). Matriz que, habiendo sobrevivido a lo largo de estos 60 años, es también la que tanto se recrea como se pone dramáticamente en cuestión en la actualidad.” Una de las claves del impacto sobre el sistema de salud del modelo sindical nos la da el propio Perón, en un discurso del año 1954, año que no por casualidad, es el del alejamiento de Ramón Carrillo como ministro. Al presidir la inauguración del Policlínico Ferroviario en Puerto Nuevo, dijo Perón: “...queremos que en este policlínico impere el mismo concepto que en los demás policlínicos sindicales que se están levantando... No queremos para nuestros trabajadores una asistencia en los hospitales públicos; queremos que tengan sus propios hospitales, porque no es lo mismo ir a pedir albergue a un hospital de beneficencia que atenderse en su propia casa”. Paradójicamente, diecinueve años después, en 1973, el mismo Perón apoya la iniciativa de Domingo Liotta, su Secretario de Salud en la tercera presidencia y crea el SNIS, Sistema Nacional Integrado de Salud. La iniciativa fracasa antes de empezar por la resistencia abierta de la CGT. Las sucesivas reformas, la de Onganía (Ley 18610) y de Menem (desregulación de las Obras Sociales) terminaron de imbricar al sector privado como prestador privilegiado de la salud de los trabajadores en blanco y a los seguros privados como socios de la dirigencia sindical. A su vez esta dirigencia, a partir del manejo de las Obras Sociales, adquirió definitivamente una condición empresarial que hoy trasciende el manejo del sistema de salud y se diversifica en negocios de todo tipo. La matriz del decreto 23852 sigue plenamente vigente en la ley 23551.Los fallos de la Corte encuentran una brutal resistencia a ser plasmados en una nueva ley. Y no solo por parte de la dirigencia sindical empresarial. También de la abrumadora mayoría de los legisladores y dirigentes peronistas, kirchneristas y opositores, el PRO y el radicalismo. Como vemos la historia argentina en materia de organización sanitaria se ha dado de tal manera que es IMPOSIBLE discutir la creación de un sistema universal, público y gratuito sin discutir al mismo tiempo EL MODELO DEL UNICATO SINDICAL. Durante la década kirchnerista el statu quo sanitario fue absoluto. El hospital público corrió la misma suerte del Ferrocarril Sarmiento. Viajas gratis, sí .Pero como ganado y con la vida en peligro.

A la dirigencia sindical democrática y progresista nos cabe nuestra cuota de responsabilidad. Más de una vez escuchamos decir que hay que mantener el statu quo en nuestros gremios porque los compañeros se enojan si pierden la obra social o abandonan los sindicatos simplemente inscriptos porque estos no le pueden garantizar la atención de su salud. Detrás de este argumento defensivo hay un acomodamiento de hecho no solo al statu quo sanitario sino al propio modelo del unicato. En el costado del sanitarismo progresista podemos observar omisiones simétricas: discutimos presupuesto estatal, mejora de la atención primaria, introducción de la interdisciplina, terminar con el hegemonismo médico, promover la participación comunitaria. Todo muy elogiable y necesario. Pero sin discutir el modelo, es decir el negocio capitalista de la salud realmente existente del cual la dirigencia sindical forma parte, terminamos discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Antón Chéjov, médico y escritor, escribía en Rusia alrededor de 1870 su maravilloso relato Pabellón número seis. Allí decía: ...el hospital estaba en un estado lamentable...para tranquilizar su conciencia, los vecinos decían que al fin y al cabo, en el hospital solo ingresaba gente de clase baja y mujiks, los cuales no podían sentirse insatisfechos ya que en sus casas vivían mucho peor. Otros argumentaban que una ciudad, sin ayuda de la provincia, no puede costearse un buen hospital y había que dar gracias a Dios por tener uno, aunque fuera malo. La ideología que subyace en el texto de Chejov y que Perón expresara en su discurso del 54 sigue vigente y domina el campo político y sanitario. Esa es la gran deuda de la democracia argentina. El debate abierto sobre el modelo sindical a partir del surgimiento de la CTA (Central de Trabajadores Argentinos) y luego con los fallos de la Corte es una ventana de oportunidad para una discusión integral que incluya el modelo de atención sanitaria. Es nuestra responsabilidad formular propuestas políticas de reforma que adquieran carnadura en la mayoría del pueblo argentino. Una reforma universalista, basada en el concepto de salud como derecho de ciudadanía, debe ser la gran bandera de los próximos años para todos los sectores progresistas.

Jorge Yabcowski, amigo y colaborador habitual de SinPermiso, es secretario de Salud Laboral de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y presidente de FESPROSA

Fuente:
FeSPRosa Boletin Nº1/2014

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