Colombia: Esperar lo mejor, pero estar preparado para lo peor

Fernando Dorado

19/05/2018

“La realidad siempre supera la ficción”.

Después del 11 de marzo/2018 la campaña electoral que lidera Gustavo Petro, candidato de la Colombia Humana, ha tomado la delantera en Colombia. Suma preferencias, llega a nuevas audiencias y rompe los techos de resistencia que pronosticaban los medios. Aunque las encuestas lo ubican detrás de Duque –el que señaló Uribe– el ex alcalde de Bogotá es el candidato con mayor poder de convocatoria y el que aglutina las miradas y expectativas de la opinión pública.

En el último mes y medio ha llenado –una tras otra– numerosas plazas de ciudades intermedias y capitales de departamentos en una especie de “campaña admirable”; multitudinarias y festivas concentraciones ciudadanas muestran el entusiasmo desbordado de sus seguidores. Es el fenómeno político del momento. En los debates televisivos con otros aspirantes, ha mostrado su preparación académica, excelente capacidad comunicacional y gran consistencia conceptual.

En las siguientes tesis intento demostrar que no estamos frente a cualquier evento electoral; hoy la situación de Colombia es inédita y algo especial. Lo que ocurre no se había visto desde las épocas de Gaitán y supera –por la facilidad de las comunicaciones actuales– lo realizado por otras figuras de izquierda. Muchos analistas y estudiosos empiezan a reconocer que estamos presenciando algo más que una simple y rutinaria sucesión presidencial. ¡Puede ser histórico!

Es la irrupción de un proceso social y político con raigambre popular que cuenta con un movimiento, un líder y una propuesta. Aglutina acumulados de décadas de resistencia al modelo de desarrollo imperante que por la interferencia del conflicto armado no se habían expresado plenamente; tiene un candidato con calidades excepcionales y experiencia demostrada; y un programa parcialmente construido en el gobierno de la capital de la república que en su área metropolitana aglutina a la quinta parte de la población colombiana (10 millones de personas).

Petro y su gente enfrentan a la oligarquía más rancia, conservadora, experimentada y criminal de América Latina; arrodillada y servil a los intereses estadounidenses. Esa casta dominante ha logrado presentar ante el mundo su régimen político corrupto, excluyente e injusto, como si fuera un ejemplo de democracia. Petro aspira a gobernar uno de los países con mayor desigualdad del planeta, en medio de los esfuerzos por terminar una guerra de 70 años que fue –en verdad – una contrarreforma agraria violenta y armada que despojó de sus tierras y desplazó hacia centros urbanos a más de 6 millones de campesinos y habitantes rurales (indígenas, negros y mestizos).

Es un país que a pesar (¿o gracias a?) de la guerra y la presencia desde hace cuatro décadas de la economía del narcotráfico (coca, marihuana, amapola) ha logrado convertirse en la 4ª economía de la región latinoamericana después de Brasil, México y Argentina. Allí, han surgido conglomerados financieros que se lucran de la situación estratégica del territorio, la expoliación de sus inmensas riquezas naturales, la sobre-explotación de sus habitantes y la canalización de recursos de la narco-economía, y con base en ello, han construido alianzas con empresas transnacionales que les garantizan importantes inversiones en América Latina, EE.UU. y Europa.

A esa realidad se enfrenta un pueblo que va reviviendo legados y reconstruyendo esperanzas; en ese empeño están gentes sencillas que se apoyan en ese valiente dirigente; en ese tremendo reto está involucrado un líder que se ha hecho en medio de las contingencias de un país que sueña con salir de las tinieblas; en esa tarea está empeñada una ciudadanía que quiere superar las actitudes y costumbres coloniales impuestas a la fuerza y con engaños por unas clases dominantes obtusas y excluyentes. Y en el núcleo de ese movimiento están las nuevas generaciones que se niegan a soportar tanta calamidad e injusticia.

Ideas para el análisis de coyuntura (hipótesis, tesis y propuestas)

1. El imperio estadounidense y la oligarquía colombiana –en este instante de la vida global, regional y nacional– harán hasta lo imposible para impedir que Gustavo Petro sea el presidente de Colombia. Esta afirmación no se hace al estilo “neo-zapatista” (Sub-Comandante Galeano o Marcos, ver: https://bit.ly/2r6e26W) por cuanto no tiene la intención de desestimular el esfuerzo y el entusiasmo electoral que existe en Colombia. Al contrario, ¡hay que empujar con toda!

2. México y Colombia son las cabezas principales del más brutal colonialismo heredado desde siglos atrás (Alianza del Pacífico); la llegada de políticos progresistas a los gobiernos de esos países atenta contra los intereses del Imperio, mucho más frente a la guerra geo-económica que hoy libra con China y Rusia y la situación conflictiva con América Latina, especialmente en Venezuela y Brasil. Un triunfo electoral alternativo en esos países puede generar un ambiente de positivismo popular y progresista en todo el continente que no le conviene para nada al establecimiento estadounidense. Pero también, para la oligarquía colombiana tal eventualidad es una verdadera pesadilla dado que tiene tras de sí una enorme cadena de crímenes (asesinatos, corrupción, podredumbre) que quiere ocultar y enterrar. Ellos saben que Petro no es un político manejable y están seguros que es un peligro para sus intereses como lo afirmó el escritor Mario Vargas Llosa, connotada figura de las derechas iberoamericanas (https://bit.ly/2GyNK4s).

3. Antes que Petro empezara a crecer y a desencadenar la “ola” ciudadana y popular que está en desarrollo, el grueso de la casta dominante estaba convencida que al derrotar a las Farc, toda la izquierda y los sectores populares no iban a tener capacidad de reacción inmediata. Así, ellos parecían dispuestos a aceptar fórmulas de gobierno “moderadas” como las de Sergio Fajardo, aunque sospechaban (y temían) que un triunfo de él, a pesar de su “tibieza”, podría alentar en lo inmediato la aparición de nuevas fuerzas democráticas. Los ideólogos de las castas dominantes no previeron lo que hoy se está presentando pero tienen detrás asesores gringos (y a otros como J.J. Rendón) para diseñar estrategias “no convencionales” para este tipo de emergencias.

4. Hoy la situación es cualitativamente diferente. Lo que se puede dilucidar es que una buena parte del pueblo se había deslindado instintiva y espontáneamente de las Farc y en general de las guerrillas, y lo había hecho en contravía a las fuerzas de izquierda. Por ello, la derrota del SI en el Plebiscito (02.10.2016), no fue asimilada por esos amplios sectores populares como una derrota sino como un triunfo de los escépticos y críticos de esa falsa paz.

Tanto las “izquierdas” como las derechas leyeron mal esos resultados; en realidad lo que había por dentro, por debajo y subterráneo, era una justificada inconformidad y un rechazo a la demagogia pacifista de Santos, a la politiquería anti-pacifista de Uribe y al triunfalismo de las Farc y de la izquierda “fariana”. Ese inconformismo e indignación latente es la que se expresa y desencadena ahora y utiliza para ello la única “válvula de escape” que existe que es la candidatura y la campaña electoral de Petro.

5. Hay varios hechos que nos llevan a pensar, a prefigurar, que se está preparando un nuevo acontecimiento –un complot criminal– como los llevados a cabo en 1948 y 1970. Un fraude electoral monumental no solo para impedir un gobierno de Petro sino, principalmente, para provocar una situación excepcional y tratar de liquidar el “proceso de cambio” que en Colombia recién está en sus inicios (a pesar de todas las experiencias y fuerzas populares y “revolucionarias” que existen pero que están dispersas y desorganizadas). El magnicidio del candidato también debe estar en esa agenda pero es posible que no lo consideren necesario en una primera instancia, aunque uno no sabe a qué atenerse con personajes como Uribe y Santos para los cuales un enemigo puede ser “un buen muerto” (https://bit.ly/2r6gqdF).

6. Creemos que esa maquinación está siendo diseñada para usar fuerzas mercenarias pero, también, para tratar de estimular y utilizar a algunas bases despistadas “farianas” y sectores del lumpen para generar caos, saqueos, incendios y muertes indiscriminadas. En ese libreto, detrás del complot aparecerían las Farc que estarían “desesperadas”, un ELN y EPL “revitalizados”, y un gobierno venezolano enemigo. Incluso, es posible que involucren a supuestos “agentes rusos” que –de acuerdo a ese relato– estarían actuando en coordinación con las fuerzas de Petro. Es lo que han venido montando y orquestando en todo el mundo, incluyendo los EE.UU., y no es extraño que intenten hacerlo en Colombia. Todo puede suceder hasta que ocurre.

7. Los siguientes hechos que están en desarrollo son sustento de esa hipótesis: a) Descaradamente han violado los acuerdos y no les importa que los ex-combatientes de las Farc se regresen al monte (lo de Santrich hace parte de ese plan); b) No les interesa la pacificación del ELN, lo han dejado crecer militarmente como ocurre en Catatumbo, Chocó, Nariño y Cauca; c) Hicieron un experimento de cómo se pueden generar saqueos con el caso de las súper-tiendas que supuestamente eran propiedad de testaferros de las Farc (tuvieron que liberar a los dueños); d) Están deslegitimando a la JEP y a todas las Cortes Judiciales; e) Imponen la matriz de la existencia de una violencia generalizada y de una inseguridad sin control, como lo vemos en las fronteras, Medellín y numerosas ciudades y regiones; f) Todos los hechos y rumores que giran alrededor del Consejo Nacional Electoral CNE (entre ellos, las encuestas pagadas y manipuladas, la base ilegal de datos obtenida en las consultas electorales del 11 de marzo) apuntan a generar un clima de incertidumbre y desconfianza en la transparencia e idoneidad del órgano electoral (la verdad convertida en posverdad al servicio del complot para provocar reacciones intolerantes y masivas); g) Finalmente, la estigmatización de Gustavo Petro como un político “castro-chavista”, ahora con la ayuda de otros sectores políticos como los de la Coalición Colombia (y a veces, con la colaboración inconsciente del mismo candidato y de sus seguidores que en medio de su entusiasmo desmedido o desbordado les ayudan en ese propósito).

8. El triunfalismo de las Farc que las llevó a la situación actual es fruto también de oscuras manipulaciones. La infiltración de sus filas está saliendo a relucir actualmente (caso de Marlon Marín, sobrino de Iván Márquez). Una parte de los dirigentes y de sus mandos medios, con el argumento de impulsar la lucha civilista y electoral, se vienen acomodando al sistema y envían –tal vez sin querer– un mensaje negativo a sus bases. Los desmovilizados en las regiones, sometidos a los incumplimientos del gobierno se imaginan a sus dirigentes disfrutando de la gran vida y reaccionan negativamente ante ese hecho. La desbandada se generaliza y el gobierno la estimula. La minoría de los dirigentes, los más radicales e insatisfechos con los resultados del llamado “proceso de paz”, saben que cometieron muchos errores pero no saben qué hacer. Están frente a una trampa de dos cabezas: el acomodamiento o la muerte (o la cárcel, o volverse al monte, o la clandestinidad). Como dijo Márquez: “Hoy valemos huevo” para el establecimiento; después de la entrega de armas el Estado colombiano en su conjunto les ha incumplido en casi todo (https://bit.ly/2HqN8xp) “Han cumplido más las FARC que el gobierno” dijo Ingrid Betancurt (https://bit.ly/2vXJ1Yw

9. Ese triunfalismo también se nota en las filas de Petro. La mayoría de sus “dirigentes” creen ingenuamente –fruto del “cretinismo parlamentario” que se impuso desde 1991– que la oligarquía va a respetar su falsa democracia y no han asimilado los hechos de perfidia que denunció Jesús Santrich antes de ser encarcelado con pruebas prefabricadas por la DEA y violándole todos sus derechos jurídicos (https://bit.ly/2A6uhGW) Esos dirigentes no son conscientes de la gravedad de lo hecho con las Farc; no lo relacionan con lo que acaba de pasar con ex presidente Lula y Cristina Kirchner; menos lo identifican con los golpes de Estado que sufrieron los presidentes Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay en donde acaban de repetir un fraude; y ni siquiera están enterados de los intentos desestabilizadores contra Correa y Evo pero que no lograron coronar. Pero tampoco han evaluado en toda su dimensión lo que hicieron con el mismo Petro en la Alcaldía de Bogotá, que no fue poca cosa (persecución, destitución ilegal y guerra psicológica con Procurador a bordo, terrorismo mediático, acoso financiero, cerco y engaños del gobierno nacional, etc., etc.). ¿Para qué más evidencias?

10. Todo lo anterior ha estado traspasado por la campaña de desprestigio de la necesidad de una verdadera organización de los pueblos y de los trabajadores para lograr sus metas. Impusieron a nivel mundial la matriz ideológica de que el “partido leninista” es el germen del autoritarismo ortodoxo de izquierda y, con ello, han logrado hacer creer que no hay necesidad de organización, que la multitud espontáneamente va a lograr o hacer los cambios sin más que su voluntad. Claro, ellos, los poderosos capitalistas sí están organizados al más alto nivel, cuentan con inteligencia especializada (tanques de pensamiento, centros de planeación estratégica, clubes y núcleos de poder plutocrático), tienen mandos militares estrictamente coordinados, usan omnipotentes medios de comunicación, y lo principal, saben el valor que tiene estar organizados y preparados para la guerra. Saben qué es una guerra y que la lucha política es una verdadera guerra.

11. La pregunta del millón es ¿Qué hacer? Si no se está preparado para enfrentar un complot de ese tamaño, si no se tiene claridad y si no existe aunque sea una mínima organización, se cae fácilmente en la trampa. Sin previsión la respuesta va a ser inducida. La principal tarea es ser consciente de esa posibilidad, tener presente la naturaleza de los enemigos, y por consiguiente, hacer todos los esfuerzos por desenmascarar y evitar la maquinación antes de que ocurra. El fraude electoral en Colombia es lo normal y rutinario como lo afirma Ariel Ávila en su última columna de la revista Semana titulada “Así se roban las elecciones en Colombia” (https://bit.ly/2HT6U8p). Para tratar de impedir el fraude y responder al reto hay que organizar una fortísima y especializada estructura electoral, en cada mesa y en cada rincón de Colombia y en el exterior. Pero para enfrentar la provocación, el complot para generar violencia e implicar a las fuerzas progresistas, hay que tener preparadas y listas unas orientaciones prácticas para aislar los núcleos de violencia. Sólo con máxima disciplina, paciencia democrática, templanza ante la provocación, una vertical actitud civilista y un diseño comunicacional autónomo, se podrá hacer evidente el fraude y neutralizar el complot terrorista-golpista orquestado por el mismo establecimiento. Solo la conciencia de que ello puede ocurrir, como ya ha pasado antes, nos puede preparar masivamente para diseñar la estrategia correcta.

12. Y no olvidar lo principal: El triunfalismo es resultado de no estar preparado para el triunfo o para la derrota. La confianza desmedida en las propias fuerzas y la insulsa subestimación de la capacidad del contrario, es una combinación letal que lleva al fracaso.

No podemos olvidar la historia. El pueblo colombiano está avanzando a pasos agigantados pero son los dirigentes los que debemos colocarnos a la altura de nuestras responsabilidades.

Veterano activista social y sindicalista colombiano.
Fuente:
https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com.es/

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