Congoleño y sin papeles después de 20 años en Sudáfrica

Sabine Cessou

29/07/2018

Rodriguez Baguma Iragi, 38 años, emigrante de la República democrática del Congo (RDC), establecido en Ciudad del Cabo desde 1998. Podría ser el orgullo de Sudáfrica. Creador del sello Lucky Fish en 2011, se ha convertido en una de las figuras del mundo cultural de la ciudad. Vende camisetas “afro”en Long Sreet, una de sus arterias principales.

Su tienda ha empleado desde 2011 a siete sudafricanos para dar salida al stock de camisetas con mensaje, sea la efigie de Nelson Mandela o de Patrice Lumumba. En las gafas de éste último, héroe de la independencia del Congo, escribió “Nkala Katha” (me la suda la muerte en isixhosa, una de las doce lenguas nacionales de Sudáfrica). Un señal de su integración, así como el hecho de haber adoptado desde hace mucho tiempo las costumbres locales, empezando por el abrazo, ese “big hug” que se emplea como saludo a los amigos sudafricanos. También se le conoce por la pizarra, colocada delante de su tienda, en donde escribe con tiza máximas y otros pensamientos positivos desde hace siete años.

Largo camino hacia la libertad

Llegado como refugiado originario de Kivu, con 18 años, entró a pie en la tierra de la “nación arco iris” desde Mozambique. Se encontró con un primo en Durban y después siguió sólo el camino hasta Ciudad del Cabo. Siguió la carrera de obstáculos del inmigrante africano, sin contactos ni equipaje. Comenzó haciendo de vigilante de coches en la calle, durante año y medio. Después, buscó un empleo fijo para ayudar a su madre viuda en RDC, viuda con seis hijos a su cargo. Lo encontró en el control de seguridad de la entrada de una sinagoga.

Al margen de este empleo, durante cuatro años, se formó comprando libros y compartiendo vivienda con estudiantes sudáfricanos. Trabajó después durante seis años en una zapatería y de chanclas brasileñas en la galería comercial de Waterfront. Fue escalando peldaños, pasando de vendedor a gerente.

En paralelo, lanzó sus propias actividades de poeta, escritor y diseñador. Único problema: el rechazo de su petición de permiso de estancia permanente, aunque ha pasado por todas las etapas, con un permiso de estancia temporal y posteriormente un permiso de trabajo hasta 2015.

Sin permiso de estancia permanente

Desde 2016, presenta presenta un dossier atestiguando su vida marital con la que se convirtió en su compañera en 2010. En dos años, su petición la han rechazado cuatro veces, sin motivos. Supone que los funcionarios del Ministerio del Interior no creen en su vida en común con Sarah, quizás porque ella es blanca y británica. O bien, sufre la misma pesadilla que otras muchas parejas extranjeras que tienen problemas para lograr papeles.

Acabó por contratar un abogado, Este redactó un dossier de 67 páginas para defenderlo. En vano. Su última demanda también ha sido rechazada. Cogido en una trampa, no puede salir del país porque el visado de entrada en su pasaporte congoleño ha expirado hace mucho tiempo, cuando viajó a la RDC en 2014. Si sale, ya no podrá volver.

Sobornos e intermediarios sombríos

Me han propuesto pagar sobornos pasando por una sociedad a nombre del antiguo ministro del Interior en Linkedin, en torno a 20.000 rands (cerca de 1.200 Euros), nos cuenta. Es la cantidad que ya he perdido por mis cuatro peticiones sucesivas. No he querido hacerlo, pues obtener los papeles por vía poco clara no garantiza que exista un dossier correcto. También, me han pedido que utilice la sociedad VFS Global, vinculada a la familia Gupta de industriales indios, amigos del ex-presidente Jacob Zuma. Esta sociedad emplea su tiempo en rechazar las peticiones para extraer el dinero a los extranjeros. Ahí, aún confío menos. Se puede conseguir el papel, pero también ser rechazado al volver a Sudáfrica, ¡porque no existe un dossier!”

VFS Global cuenta entres sus accionistas a los Gupta y a un sobrino de Jacob Zuma, según la prensa sudafricana. Esta empresa intermediaria, con base en Dubai y especializada en “facilitar servicios de visado” no se considera un socio neutral en Sudáfrica.

Esperando la finalización del contrato de VSF Global en diciembre de 2018, y que se consoliden los cambios esperados del nuevo presidente Cyril Ramaphosa, Rodriguez Baguma Iragi ha montado un página en Facebook que retoma irónicamente el acrónimo de VSF, denominado Voice of South African Foreigners. Pero ya no sabe a qué santo encomendarse. “Es un tipo de situación que engendra criminalidad por parte de los extranjeros. Yo soy un clandestino y ni siquiera debería estar dispuesto a trabajar. Me siento preso. Después de veinte años aquí, no me siento bienvenido, ni dueño de mi vida”

El extranjero, chivo emisario si es negro

Emigrados de toda África, como él, son muchos intentando su oportunidad desde 1994 en el país de Nelson Mandela. Se han añadido a las oleadas más antiguas de inmigración provenientes de Mozambique, Lesotho o Zimbabwe. Continúan suministrando a menor coste las cohortes de mineros, obreros, jardineros y servidores domésticos.

¿Cuántos son? La cuestión es casi tabú, dado su deriva política. La opinión negra, abanderada en primer lugar por el ANC, en el poder, estima que está invadida por 2 a 5 millones de extranjeros. Una cifra puesta en cuestión por la página web África Checa, que recuerda que el último censo, realizado en 2011, ha señalado 2,2 millones de residentes nacidos fuera, de los que algunos han adquirido la nacionalidad sudafricana, lo que reduce el número de extranjeros a 1,7 millones de personas, el 3,3% de la población.

Únicamente los negros suponen un problema, ya que compiten con la mayoría negra, aún ampliamente excluida de la economía del país, una de las peores secuela del apartheid. Venidos de Portugal, Gracia, la ex Yugoslavia, los emigrantes blancos, no se ven con malos ojos, pese a su carácter antiguo; los más reciente son sobre todo los jubilados británicos y alemanes.

Empresarios vistos como gorrones

En resumen, a los inmigrantes africanos se les acusa de robar el trabajo de los sudafricanos, sometidos a una tasa de paro oficial del 27%, que se traduce para los negros en el 37% y sólo en el 7% para los blancos, y que está ampliamente subestimada, al no tomar en cuenta que casi 2 millones de personas declaran haber renunciado a buscar un empleo. Según el Centro de migraciones, sólo el 4% de los trabajadores son extranjeros.

Los estereotipos más comunes respecto a los migrantes derivan del discurso oficial “que los presenta como criminales, personas que transmiten enfermedades y tratan de casarse con sudafricanos para tener papeles” estima Marc Gbaffou, ingeniero de Costa de Marfil que ha fundado la asociación  Africa Diaspora Forum (ADF) en Johannesburgo después de las violencia xenófobas de 2008, que causaron 63 muertos. “La política del gobierno sudafricano viene marcada por una actitud negativa muy clara respecto a las violencias que pueden sufrir los migrantes, y también respecto a su aportación positiva a la economía sudafricana. Solo un estudio realizado por el Gauteng Observatory ha mostrado que cada migrante que abre un pequeño comercio emplea al menos un sudafricano”

Este estudio no lo han tomado en serio las autoridades que siguen acusando a los migrantes de robar el trabajo de los sudafricanos. “Las autoridades, que son incapaces de resolver los inmensos problemas sociales del país, rechazan la responsabilidad de su fracaso”, según la ADF. Esto no lo dice Rodriguez Baguma Iragi. Él está demasiado vinculado a su “beloved country”, su “bien amado país” cantado en 1948 por el novelista sudafricano Alan Paton.

periodista, ha sido corresponsal de Liberation en Johannesburgo /1998-2003), y co-autora de Winnie Mandela, l´âme Notre de L´Afrique du Sud, Johannesburg: la fin de l´apartheid y Afrique du Sud.
Fuente:
https://blog.mondediplo.net/congolais-et-sans-papiers-apres-20-ans-d-afrique
Traducción:
Ramón Sánchez Tabarés

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