Corbyn: ¡Que no cunda el pánico!

Paul Demarty

27/09/2015

Ha sido una mala semana para la izquierda en el Partido Laborista.

Después de la fiesta viene la resaca. ¡Y que resaca! Ni siquiera la insinuación de que David Cameron había disfrutado carnalmente con un cadáver de animal ha sido suficiente para aligerar el ambiente.

Llamativa y significativa, la victoria de Jeremy Corbyn - y la humillación total de sus opositores de derecha - no era más que el pistoletazo de salida. Como era de esperar para todos aquellos capaces de contener la euforia por más de cinco minutos, el ataque en la prensa de derechas fue inmediato y cacofónico. Los francotiradores de Blair en los bancos traseros del Parlamento comenzó con esa especie de urgencia excesiva contra la que Peter Mandelson les había advertido contener.

No se puede decir que Corbyn y su canciller en la sombra John McDonnell se han tomado las cosas con el espíritu de lucha que nos hubiera gustado. Corbyn zigzagueó en relación a su silencio al entonarse el himno nacional. McDonnell, presionado por el Daily Mail, aprovechó su comparecencia en el programa Turno de preguntas para reciclar una excusa vieja y un tanto inverosímil por haber alabado al IRA (había sido solo para mantener el proceso de paz en marcha, al parecer). Coronó esta curiosa línea argumental con la disculpa típica del político clásico de que no había querido "ofender a nadie". Tom Watson exigió un "debate en el partido" sobre los Trident y la OTAN;  pero cualquier indicio de que el líder estuviese a favor de dejar la última y abandonar los primeros fue abandonado sin contemplaciones. Veremos si Watson sigue estando a favor de tal "debate": nosotros sin duda lo estamos.

Mala estrategia

La estrategia de Corbyn, McDonnell y sus asesores más cercanos parece ser la de apostar todo al mensaje contra la austeridad. En ese frente - la necesidad de un "estado estratégico" para fomentar un crecimiento sostenible, y todo lo que implica - parecen jugar en terreno seguro. Pueden citar (selectivamente, hay que reconocerlo) las opiniones de Paul Krugman, Joseph Stiglitz y la OCDE. Mientras tanto, los comentaristas capitalistas más conscientes de todo pelaje están preocupados por la creciente desigualdad, aunque no tan preocupados como para querer hacer nada al respecto. En este frente, eso dicen, George Osborne es el "extremista", al aplicar su agenda thatcherita guiado únicamente por su fanatismo ideológico.

Centrarse en este tema podría darles la victoria en 2020, o al menos eso creen; pero además es necesario desviar las atenciones difamatorias de la prensa de derecha de otras cuestiones, escapar de las trampas políticas en aquellos temas donde es demasiado evidente que Corbyn y McDonnell están "locos". La retirada de la OTAN ya ha pasado a la sordina de un segundo plano al final de la campaña de las primarias; ahora se ha desechado, al parecer. La 'lunática” idea que Gran Bretaña no debería despilfarrar miles de millones de libras en la renovación de sus armas de destrucción masiva, aparentemente ha seguido el mismo camino; etcétera.

He defendido anteriormente que su alternativa es económicamente poco convincente, pero vale la pena señalar también que es políticamente muy vulnerable. Esta estrategia no implica luchar contra Cameron y Osborne donde son débiles, sino donde son más fuertes; y su fuerza consiste en nada menos que estar actualmente a cargo de la tesorería. Si se acercan las elecciones de 2020 y amenaza un Partido laborsiata dirigido por Corbyn, ¿qué hace Osborne? Pues es muy probable que empiece a hacer concesiones. Que le “robe el programa” a los Laboristas, como ha hecho antes. ¿Se quejará realmente la clase capitalista dada la alternativa?

Por otro lado, hay no pocos políticos que podemos garantizar  que nunca se verán desbordados por un gobierno conservador: por ejemplo, la retirada de la OTAN, o la abolición de la monarquía. Corbyn realmente puede “decir lo indecible” sobre estos temas; ni los nacionalistas escoceses pueden representar a la izquierda en estos temas. (Alex Salmond utilizó el mismo programa Turno de preguntas para reprender a Corbyn por no cantar el himno nacional). Los conservadores y sus portavoces en la prensa dirán, por supuesto, que esta “loco”; pero tendrán que defender sus posiciones. Eso sería más perjudicial para sus planes; la monarquía y la alianza estratégica con los Estados Unidos tienen más sentido cuando se trata meramente de "sentido común", y no problemas políticos concretos y reales, objeto de una intensa controversia.

Por el contrario, existe un peligro real de que una marcha atrás tan abrupta, precisamente sobre los temas que hicieron a Corbyn una opción atractiva para su propia base - una oposición más o menos principista y consistente al imperialismo, y mucho más vagamente la sensación de que, rara avis entre sus pares, actua de acuerdo a sus creencias. Pero ahora está tratando de hacerse el escurridizo, y corre el riesgo de alienar a muchos de los que ya estaban alienados por la política a golpe de encuesta que definía las agendas de Blair y sus diversos sucesores, y vieron en Corbyn una alternativa realista a tal manipulación tecnocrática. ¿Ha cambiado de opinión sobre la OTAN o la Reina en el espacio de una semana? No podemos imaginar lo: ¿por qué, dirá la gente justificadamente, está mintiendo, si no es porque "todos los políticos son iguales"?

Comienzan las hostilidades

Nos consuela pensar algo bastante paradójico: consiste en la simple constatación de que esto no será suficiente para la derecha laborista. Uno o dos transfugas aparte, el momento no es propicio para una escisión tipo “banda de los cuatro”: el surgimiento de Corbyn, por un lado, y de Nigel Farage por el otro, indican que la tendencia en muchos países a la polarización política ha llegado finalmente a las costas británicas. Los que están en medio de la carretera, como dice el dicho, corren el peligro de ser atropellados: tal fue la experiencia de los demócratas liberales, partidos en dos entre los laboristas y los conservadores en mayo.

La derecha laborista tendrá que quedarse en casa y luchar. Hay mucho en juego: carteras ministeriales y, más tarde, lucrativos cargos directivos en el sector privado. Si bien la escasez de talento en la derecha del Partido Laborista se hizo vergonzosamente evidente en las primarias para la dirección del partido, este es un resultado del amiguismo de los años de Blair y Brown, cuando aquellos jóvenes tan brillantes salían directamente de Oxbridge para sentarse en un escaño seguro: en palabras de un ex ministro laborista anónimo, citado en Private Eye, - "sin suspirar ni oler un pedo". Las circunstancias han cambiado: rápidamente aprenderán las habilidades necesarias para luchar en una guerra sucia.

Ninguna de las retiradas a segunda fila de la semana pasada son del todo sorprendente. La conciliación con la derecha forma parte d el ADN de la izquierda laborista (la conciliación con la izquierda es una idea absurda, por supuesto, para la derecha laborista, lo que convierte todo este tema en un ejercicio bastante unilateral). Incluso Tony Benn declaró que el laborismo necesita dos alas para volar: un ala izquierda y un ala derecha. Si la guerra es inevitable, Corbyn al menos debe poder decir que hizo todo lo que estaba en su mano para evitarla; pero se puede garantizar de antemano que la prensa no lo verá así.

Para los comunistas, la cuestión principal no es conseguir que Corbyn sea elegido primer ministro, sino transformar el movimiento laborista. El Partido Laborista ha jugado durante toda su historia el papel de subordinar a clase obrera a la burguesía; los "altos mandos" del partido han estado monopolizados por arribistas políticos y burócratas sindicales y no es más que uno de los mecanismos de esa sumisión. No tenemos ninguna ilusión, del tipo de las que pregona el Partido Socialista de Inglaterra y Gales (SPEW) y la corriente Militant en el pasado, de que el laborismo haya sido alguna vez un auténtico partido obrero.

Queremos guerra

La cuestión es que, mientras Corbyn claramente no quiere una guerra (la izquierda laborista casi nunca la quiere), nosotros si queremos tenerla. El conflicto abierto con la derecha conducirá una derrota inmediata e ignominiosa de Corbyn y McDonnell, o a una radicalización imprescindible de sus posiciones. Reducirá la utilidad de la camarilla burocrática más cercana, cuyo papel es aconsejar prudencia en todo momento, y aumentará la importancia de la base de masas que ha generado la candidatura de Corbyn. Los jóvenes novatos que han acudido a cerrar filas bajo su bandera aprenderán con toda seguridad a “suspirar y a oler de un pedo”. Este proceso puede ser muy educativo para todos. Y si ganamos tendremos la oportunidad de transformar el Partido Laborista en un arma auténtica de la clase obrera.

Para ganar, sin embargo, tenemos que mantener la presión ahora: por la democratización profunda del partido, por el desarrollo de la organización de base, y para que se comprenda que hay cosas más importantes en la política que el “cortoplacismo  electoral” (que imponen, en el ausencia de cualquier alternativa, nuestros enemigos en los medios de comunicación burgueses), y de que lo más urgente es una oposición intransigente. Cuanto más se apoye Corbyn en el sabio consejo de los grandes visires laboristas como Simon Fletcher, más probable es que perdamos. Para ganar, tiene que confiar en las ganas de luchar de sus partidarios, no en la prudencia razonable de la derecha laborista (que nunca luchará por los intereses de la clase obrera) .

Su fuerza consiste en ser 210 parlamentarios, y nosotros somos 250.000 militantes.

filósofo y analista político, es miembro del comité de redacción del semanario Weekly Worker, cercano a la corriente Labour Party Marxist.
Fuente:
http://weeklyworker.co.uk/worker/1075/dont-panic/
Traducción:
G. Buster

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