Cuba: "El derecho al socialismo o un socialismo al derecho". Entrevista

Julio Antonio Fernández Estrada

27/09/2017

Carolina García Salas (CGS): Las experiencias (auto)denominadas socialistas se han caracterizado, al menos en sus inicios, por una amplia generación legal. ¿Cuál es el papel concreto de la ley en la construcción del socialismo?

Julio Antonio Fernández (JAF): Esa es una pregunta interesante. En lo primero que pienso es en los clásicos del marxismo. Hay una historia de pensamiento jurídico fuerte dentro de la tradición socialista. El propio Marx le dio una importancia grande al derecho. Además de comenzar su formación como jurista, cuando analizas su lucha política en los primeros años, sus reflexiones sobre el parlamentarismo y otros escritos, notas la importancia que le otorgó a la ley. Lenin también era jurista y escribió mucho sobre el derecho, el Estado.

En la historia del socialismo, sobre todo del llamado socialismo real, ha habido momentos de crisis muy grandes en las concepciones sobre el papel del derecho dentro de la sociedad. Uno de los principales problemas se asocia con puntos de vista muy esquemáticos, a partir de las peores interpretaciones del marxismo, de los manuales soviéticos, de la concepción reduccionista de que el derecho como elemento superestructural es solamente un reflejo de condiciones económicas y expresión de la voluntad de la clase dominante erigida en ley, lo cual es una pésima interpretación de un momento del Manifiesto comunista en el que Marx se está refiriendo específicamente al derecho de la burguesía, no como concepto general. Todo esto eliminó su posibilidad transformadora, de construir algo y de crear valores. Todo eso era considerado burgués, así rápidamente, sin ningún otro tipo de análisis.

Esas visiones tienden a limitar muchísimo el papel del derecho en la sociedad, aunque en algunas etapas se ha considerado determinante, ha habido hasta concepciones que fundamentan que debe ser superado, como el Estado.

Lo peor ha sido cuando se ha querido negar el papel del derecho o pasarle por encima sin tocar al Estado, y un Estado sin derecho es mucho más peligroso; en el mejor escenario posible este debe tener un papel edificante, mediador y constructivo dentro de la sociedad. También si se logran superar las grandes contradicciones de clase, si eso puede pasar, en ese escenario el derecho tiene un papel importante. Digo esto porque hay muchas nociones que defienden que son otras las prioridades, sobre todo en momentos en que la sociedad avanza hacia derroteros más concretos, más pragmáticos.

CGS: ¿Y en el caso cubano? Se ha escrito mucho sobre la influencia del socialismo real en la construcción de nuestro socialismo, ¿en qué medida calaron estas visiones dogmáticas que refiere en las concepciones sobre el derecho?

JAF: La propia Revolución cubana es una especie de síntesis de lo que ha pasado con la historia del pensamiento socialista o de los pensamientos socialistas sobre este tema. En los años 60, pero sobre todo en los 70, había una producción jurídica interesante, incluso se siguió creando derecho, sobre todo desde el punto de vista normativo, aunque también científico. No obstante, la prioridad no era esa y caímos en una especie de nihilismo jurídico muy fuerte donde se suponía que en el acercamiento de la sociedad cubana al comunismo, el derecho iba perdiendo importancia, y aparecieron concepciones muy ingenuas.

La revista Temas tiene un trabajo muy interesante sobre eso, Tras las pistas de la Revolución en cuarenta años de derecho, donde se explican algunas de estas cuestiones, como la idea de que el derecho ya no hacía falta, de que el propio derecho penal cada vez iba a tener menos importancia porque se iban a cometer menos delitos en la sociedad socialista cubana. Estamos hablando de los 70, en pleno "quinquenio gris", que no fue solamente para las artes, sino también para las ciencias y sobre todo para las sociales. También pasó con el derecho: se dejó de matricular la carrera un año, se eliminaron muchas asignaturas relacionadas con el perfil filosófico y teórico; decisiones que hicieron mucho daño a la formación jurídica.

Esta interpretación instrumental del derecho es consecuencia directa del menosprecio de la legalidad y específicamente del Estado de derecho, este último también condenado como concepto burgués. Por lo tanto, a lo más que llegamos fue a la “legalidad socialista”, que es una noción muy importante. Hoy nos toca defender ese principio constitucional, está en el Artículo 10 de la Constitución, casi nadie lo usa, pero sería un punto de partida para que el imperio de la ley sea lo que determine las relaciones sociales, las relaciones interpersonales y las relaciones entre el Estado y los ciudadanos.

Ahora bien, también en los años 70 y los 80 hubo mucha gente que creyó que la legalidad socialista era más que eso e interpretaron, muy optimistamente, que en Cuba era un método de dirección estatal, es decir, que el Estado mediante el cumplimiento de la ley debía realizar sus funciones.

Lo otro tiene que ver con el tratamiento que se le ha dado al Estado de derecho en Cuba. Cuando uno mira los pasos que se han dado en los últimos cincuenta años para sujetar al Estado con el derecho, nota que en todos aquel, y específicamente la burocracia, han logrado quedarse completamente desatados. Eso, en el mejor momento de la Revolución, pudo ser muy bueno, como por ejemplo, la producción legislativa del Consejo de Ministros en la etapa de la provisionalidad en Cuba. Del 59 al 76 no tuvimos Congreso. La Ley fundamental de 1959 le otorgó facultades legislativas al Consejo de Ministros. Entonces se podría haber pensado que iba a vulgarizarse la creación jurídica por el camino, que iba a perder profundidad, pero no pasó.

Si nosotros usamos como ejemplo los logros de Cuba en los últimos casi sesenta años, no hay manera de justificar que se haya hecho con un derecho debilitado. Todo eso que se ha logrado hubiera sido mucho mejor y estaría hoy más seguro y defendido si tuviéramos también un derecho duro, no petrificado e inamovible, sino fuerte, en el sentido de la legitimidad, de la participación popular, del impacto real en las relaciones sociales. Legitimidad creo que es la mejor palabra porque reconoce la participación de la gente, que se considere propio.

Ese uso instrumental indica que es urgente que el derecho juegue un rol central, ya no en la construcción del socialismo, sino en tratar que el socialismo sea una opción en el futuro de Cuba. Tengo que decirlo así porque de eso no se habla. Los próximos años van a ser de lucha política en Cuba, y el socialismo va a ser una opción como otras, habría que disputarlo y habría que ver entonces qué socialismo.

En cualquier opción socialista, democrática, pluralista, el derecho debe tener un papel importante, siempre que no se ponga en las manos incorrectas. No se trata de quitarle el derecho a la burocracia para dárselo a las transnacionales, ya el mundo es una muestra de lo que pasa cuando es manipulado por las grandes esferas de poder económico capitalista. Por eso hay tanto ataque a lo jurídico, a lo normativo y al derecho positivo en el pensamiento de izquierda más radical, que no entiende cómo nosotros desde Cuba, defendemos el derecho. Pero es que estamos en una realidad diferente, a nosotros nos hace falta un derecho fortalecido, porque es mejor que la arbitrariedad, que la ausencia. Lo que pasa es que no podemos confundir eso con el derecho creado por tres personas en una oficina, que dicten leyes para todo el pueblo.

CGS: ¿Qué condiciona el desarrollo de ese “derecho fortalecido” en Cuba hoy?

JAF: Cuando miras la producción legislativa, la ciencia jurídica cubana, notas que sigue siendo eminentemente positivista. No tenemos mucha influencia directa del pensamiento jurídico crítico. El pensamiento más revolucionario y progresista de América Latina está poco presente. Hay más presencia del pensamiento liberal y una distancia del que hace una lectura  no colonial del mundo. El derecho cubano desde el punto de vista científico se está pareciendo al pensamiento más reaccionario, conservador, de América Latina.

Entonces ahora hay un pensamiento mucho más pragmático, de más control sobre el futuro inmediato, se va entronizando el oportunismo, el utilitarismo. Ahí, evidentemente, hay quien pierde la ética y toda la vocación política de buscarse problemas se va cerrando y eso al final le hace mucho daño a la creatividad y a la creación jurídica.  

También hay que decir que, desde el punto de vista político, la universidad atraviesa momentos complejos. Su participación en las alternativas de cambio en Cuba es insuficiente. Eso es grave, porque hay mucha gente ahí que tiene la preparación, que vive para estudiar, que están en la cuna del pensamiento, al final ese es el papel de la universidad.

En los años noventa, la gente solía decir: “el derecho es el deporte del pueblo”. Esa no es más que una reacción a una mala práctica, porque se ha aprendido cómo cambia el derecho en dependencia del momento.

También es muy común la frase “aquí todo está prohibido”, sintomática de que se ha leído el derecho al revés, porque si no está prohibido expresamente está permitido, y es exactamente lo contrario. Esto tiene un costo para el socialismo cubano y le hace mucho daño a la seguridad jurídica, que es lo más importante, no la norma, sino la seguridad jurídica como valor, para que la gente no viva y se sienta desprovista, sin saber qué va a pasar.

La violación de algunos de los principios básicos que aseguran la seguridad jurídica hace mucho daño. Así pasa, por ejemplo, con el más viejo de todos, el de retroactividad. Que la gente sienta  que no sabe si lo que está haciendo hoy lo van a prohibir mañana, y no solo para los actos posteriores sino para el presente, acaba con dos mil años de seguridad jurídica. La irretroactividad implica que el derecho sólo va a regular las situaciones jurídicas que aparezcan después de que surja la norma. Eso es tan elemental como que todo el mundo sabe que lo que no está regulado hoy no es derecho, y en Cuba se está haciendo al revés. Esto pasa porque la incultura jurídica cubana es muy grande, la Constitución dice que el principio de aplicación del derecho en el tiempo en Cuba es la irretroactividad.

Hay una frase muy explicativa, un lugar común que se repite: “esto no es un problema jurídico, es un problema político”. Esa también es una interpretación muy interesante, basada en la idea de que puede existir política sin derecho, política perfecta por cierto, porque no tienes regulaciones.

En Cuba el delito de discriminación no se tipifica en los tribunales, y es delito. Nadie acusa a nadie por racismo ante la Fiscalía, sin embargo, cuando hablas de este tema la gente hace acusaciones y publica sus problemas. También te encuentras carteles que dicen que la administración se arroga el derecho de admisión, este derecho en Cuba es el de la Constitución, no puede haber ninguna administración que vaya por encima de la misma. Pero eso también lo hemos aprendido, la idea de que la administración –al nivel que sea– es más importante que todo. La gente no tiene cultura de estos procesos y se cree que poner una demanda a un funcionario es un problema político, todo se ha confundido.

Otro ejemplo, el habeas corpus pertenece a la tradición de lucha, de resistencia progresista de nuestro país. A través de la apelación al mismo fueron liberados muchos revolucionarios. Es que es una garantía del derecho a un proceso justo y a que no haya violación de la libertad, de la movilidad del ser humano, es importantísimo ¿Dónde está el habeas corpus en Cuba ahora? En la ley de procedimiento penal, y ningún abogado la presenta porque se considera feo, porque implica que hay una detención irregular.

El sentimiento de fragilidad de la gente, de estar totalmente expuesto, de no saber si estás protegido, la idea de que el derecho no rige igual para todo el mundo, de la arbitrariedad, de que la interpretación es muy abierta, se ha hecho bastante común. Nuestro sistema no se basa en normas secretas, tienen que ser públicas, de lo contrario, no es derecho. La costumbre no es fuente de derecho, lo era antes, pero es que incluso para que sea, tiene que ser pública. Todo esto va de la mano con la falta de transparencia, del uso instrumental del derecho.

El derecho no es el ombligo del mundo, sencillamente tiene que acompañar, no como un espejo. En algunos casos es aspiración, puede ser el ingrediente que agiliza procesos de resistencia, de transformación.

Algunas experiencias en América Latina en los últimos años muestran un uso muy interesante del derecho, positivista e instrumental como lo propone el sistema, pero a favor de la sociedad, del pueblo. Ha habido procesos para defender comunidades indígenas, derechos sociales, acceso al agua, y es verdad que esto no resuelve problemas estructurales, pero molesta a los poderes dominantes del capitalismo y puede ser que en algún caso gane. Es algo en ese sistema. 

El tema de los derechos humanos está siendo superado por el pensamiento progresista en el mundo, hacia zonas mucho más radicales de esta misma interpretación y nosotros, que hemos logrado aquí los más difíciles de realizar, todavía tenemos concepciones reduccionistas y tímidas sobre los derechos civiles y políticos.

Fernando Luis Rojas (FLR): Uno de los anuncios de la reforma en Cuba es la modificación de la Constitución. ¿Cuáles aspectos considera deberían renovarse con urgencia y cuáles serían fortalezas inamovibles?

JAF: Nosotros seguimos teniendo una Constitución extrañísima para el contexto actual, es lógico, tenemos una Constitución socialista, es la única en este hemisferio y tiene una historia. Pero en el 2017, nuestra Constitución no habla de derechos humanos, tiene un parrafito del medioambiente introducido en el año ‘92, tiene contemplados menos derechos de los que la propia Revolución logró por el camino. Es decir, es una Constitución que se ha quedado detrás de la propia Revolución. En otros aspectos no es así, más bien se quedó en aspiración, porque también son letra muerta algunas propuestas y declaraciones que hace.

La actualización del modelo económico en Cuba ha logrado que la gente vuelva a algunas zonas del derecho, aunque desde un punto de vista también instrumental. La gente está yendo más a normativas, es lógico, tienen que saber qué pasa con el trabajo por cuenta propia, tienen que pagar impuestos, etc.  Incluso la gente cree que va a encontrar cosas en la Constitución que no están y, como no la conocen, van allí. La Constitución de nosotros es muy esquemática, tiene aspectos muy importantes, que son las que no se mencionan, eso también es muy interesante, por ejemplo, nadie habla del capítulo de Igualdad o de lo referido al Poder Popular.

Nosotros tenemos un régimen de derechos anticuados, que no le hacen ningún favor a las transformaciones en curso en Cuba. El régimen de garantías de los derechos es inexistente, los mecanismos para regular transparencia de la gestión burocrática del Estado no existen, eso estaba fuera de la imaginación de los constitucionalistas socialistas de los años setenta, y por lo tanto tenemos una Constitución que no menciona eso.

Nuestra Constitución no tiene regulaciones sobre el control social de los servicios públicos, menos todavía habla del presupuesto participativo, ni del derecho a la imagen, a la intimidad, a los datos privados, al control de los datos personales que el Estado usa. El mundo anda por otro lado; miras la Constitución de Ecuador y de Bolivia y te preguntas por qué razón Cuba no puede tener derechos especiales para las personas enfermas con VIH, cuando llevamos años con importantes logros en ese sentido.

Es como si en el mundo del derecho tuviéramos cincuenta años de atraso, pero no se habla de eso, porque está la concepción de que el derecho ata las manos del Estado. Es decir, ha habido otras prioridades, y en esas son en las que se ha avanzado. Ahora mismo la prioridad sigue siendo económica, nadie habla de la Constitución nueva, es secreta una vez más.

Estamos en el 2017, América Latina ha pasado por grandes procesos constituyentes desde los años noventa para acá y nosotros ahora estamos haciendo una Constitución nueva que es decisiva para el futuro del país, donde puede haber unos sistemas económicos y políticos nuevos, un proyecto de nación nuevo. La gente tiene que darse cuenta de que si te pueden cambiar el país con un Código de Trabajo, imagínate con una Constitución. El tema del empleo privado y las formas económicas nuevas tiene una cola enorme desde el punto de vista jurídico; la Ley de Inversión Extranjera cambia el país, pero al menos con la Constitución tiene que haber un gran debate, y no debería ser posterior.

Sí, la gente va a votar, pero el tema aquí no es el voto, el tema es aprovechar el momento para hacer un pacto social nuevo, que la gente se monte en eso, diga qué proyecto quiere, que se relance todo hacia el futuro de una forma diferente. Podría salir enriquecida la idea del socialismo.

Si ha habido una persona que se ha ocupado de que el derecho no se olvide para el socialismo en Cuba, ese ha sido Armando Hart, lo ha escrito muchas veces: “no puede haber socialismo sin derecho, sin legalidad”, parecería una tontería porque es algo elemental, pero mirándolo de lejos ahora, era repetir y demandar algo que no se estaba incluyendo.

En la historia de la Revolución desde la guerra de independencia para acá -si se acepta la idea de la Revolución continuada-, el derecho ha sido fundamental. No se puede hablar, ya no de socialismo, sino de identidad nacional, de independencia, sin el derecho. Armando Hart decía una frase bonita, que trataba de sintetizar eso, algo así como que todas las revoluciones en Cuba se habían hecho para defender una constitución. Y es verdad históricamente hablando. Cuando empiezan las revoluciones de independencia, en vez de hacer un grito de guerra, armar una columna y empezar a dar machetazos, lo que hicieron fue la Constitución, una Constitución en la manigua. Cuando pierden la guerra hacen una Constitución, en el año 97 viene la de La Yaya. La República comienza con una Constitución; la revolución de los años treinta es contra la violación de la Constitución del 1901, que ahora puedes criticar muy fuerte por la Enmienda Platt y por todo lo demás, pero era la Constitución de la República, era la Constitución de la independencia de España, que todo el mundo sabía que era una independencia mediatizada, coja, pero los patriotas decían que era mejor eso a ser colonia. La revolución de los años cincuenta también es para defender la Constitución del 40, el Programa del Moncada lo dice claramente, “lo primero que vamos a hacer es poner la Constitución derrocada”.

Esa es una tradición del pensamiento revolucionario cubano. Cuando triunfa la Revolución del 59 y viene la Ley Fundamental, todo el mundo se da cuenta de que hay una continuidad, la legalidad fuerte, la presencia del derecho, pero eso se fue convirtiendo solamente en un instrumento. Todavía la reforma de los años noventa se hace desde una Constitución, viene el IV Congreso, la reforma constitucional, y los cambios. Ahora se ha hecho exactamente lo contrario, incluso cuando aquello demostró ser eficaz.

Actualmente se han hecho todas esas leyes de nuevo, con otro nombre: Ley Tributaria, Ley de Inversión Extranjera, Código del Trabajo, nueva organización empresarial. En aquel momento hubo ley de perfeccionamiento empresarial, nuevas normas de cooperativas, se crearon las UBPC, etc. La diferencia es que ahora todo eso se ha hecho con la Constitución igual.

FLR: Uno de los temas fundamentales en la construcción del socialismo es justamente el de la propiedad. ¿Cómo evalúa su discusión en un momento tan decisivo para Cuba? ¿Cuáles son los retos desde la ciencia jurídica?

  JAF: Creo que uno de los problemas más graves que tiene la discusión sobre la propiedad en Cuba es justamente lo que hablábamos de la incultura jurídica, la incultura política, la incultura democrática sobre el debate; porque la participación popular aquí es decisiva para encontrar que hay otras alternativas de regulación de la propiedad que no son solamente las tradicionales. Es muy interesante que en la tradición socialista, en la tradición más democrática y revolucionaria y también en la republicana, se hable tanto de propiedad social, comunal o comunitaria, y que de esas no se habla ahora. Estamos actualizando el modelo y la propiedad que va a entrar es la privada, y es verdad que esta si no es exclusiva y excluyente no es contraria al socialismo, pero me parece muy extraño que no se prioricen otras formas, como las cooperativas, que dice la Constitución que tienen que ser las priorizadas en el socialismo y son más difíciles de lograr en Cuba hoy que un negocio privado, si te detienes en los procesos, los trámites, el tiempo, ves que demora veinte veces más.

A mí me parece que la actualización del modelo socialista se ha hecho siguiendo un patrón muy simple, porque la ingeniería republicana y democrática es mucho más compleja que la capitalista, que la capitalista antidemocrática, por lo tanto es muy fácil de un día para otro articular la propiedad privada que crear los espacios de economía colectiva, de propiedad común.  Digo que es difícil desde el punto de vista del pensamiento burocrático.

Fíjate cómo aquí hasta ahora lo que tenemos es propiedad personal. Creo que esa es una de las cuestiones más sinceras del constitucionalismo cubano, por eso durante muchos años la gente se ha quejado de no ser verdaderos propietarios de las cosas, no podían venderlas o comprarlas libremente. La propiedad personal significa que está mediada por el estado. La diferencia entre la propiedad personal y la privada es que la última incluye dentro de las facultades del propietario la de la libre disposición, que no es libre nunca, desde hace más de dos mil años hay normas de orden público que limitan el ejercicio de la propiedad en todos los sentidos. Pero específicamente en el caso nuestro, la diferencia está en que de forma expresa el Estado interviene diciendo que hay derechos de tanteo y de retracto para la compraventa de viviendas o de las tierras de lo agricultores pequeños, por ejemplo. El tanteo y retracto de la vivienda no estaba en la Constitución, sí en la Ley General de la Vivienda y ha sido derogado hace un tiempo. Había grandes limitaciones a la disposición, al acto de última voluntad, al acto testamentario a favor de familiares y de terceras personas. Todo eso también se modificó hace poco, es típico de una regulación de propiedad personal, como le llamamos aquí, pero mejor de ausencia de propiedad privada.

Y lo otro que nunca se menciona, es que hay una regulación en la Constitución que para mí es la clave de la no existencia de la propiedad privada hasta ahora: la prohibición al embargo de la propiedad estatal. Si permites eso, en Cuba no hubiera empresas estatales, porque las deudas de ellas con las empresas mixtas son gigantescas, y esas empresas estatales dan un servicio social, entonces imagínate que el Combinado Lácteo sea embargado. La idea del carácter inembargable de la propiedad estatal socialista para mí era muy consecuente con la lógica del socialismo cubano. La gente lo interpretaba como una enorme intromisión estatal, pero para mí era muy consecuente esa parte.

La gran propiedad en Cuba es estatal, incluso ahora, cuando hay gran cantidad de nuevos dueños, de los trabajadores por cuenta propia, como se dice aquí. Este carácter inembargable de la propiedad estatal es una muestra de la presencia de la propiedad personal y no privada porque si hay propiedad privada tiene que haber un régimen de protección de la misma, un régimen civil de protección a la propiedad privada, lo que significa regulaciones, entre otras, del embargo de la propiedad de la persona que no cumple con sus deudas.

Es inconsecuente que ahora, con una Constitución que prohíbe la explotación del hombre por el hombre, permitamos un régimen completo de explotación del hombre, la mujer, y no haya ningún análisis público sobre cómo evitarla con la presencia de la pequeña y mediana empresa. El tema no es quitar el trabajo por cuenta propia, es limitar la explotación. La discusión que más he oído es sobre si existe la propiedad privada en Cuba, existe económicamente, existe entre comillas porque se mantienen las prohibiciones, es decir, el extremo de la propiedad privada -que es llegar a ejecutar la propiedad del deudor-, no existe en Cuba. La gente cree que porque puede vender las cosas hay propiedad privada, pero yo creo que eso es sólo una pequeña expresión de la misma. Lo que sí está clarísimo es que si tú no proteges, no regulas jurídicamente entonces esa propiedad crece, igual que sus posibilidades de actuar y en este caso crece la explotación. Aquí hay una muestra más de cómo un prejuicio jurídico lo que hace es dejar más expuesto al pueblo que defendido, -por el hecho de no llamarle por su nombre a las pequeñas y medianas empresas, con las consecuencias jurídicas que esto significa- por el hecho de considerar personas naturales con trabajos por cuenta propia a empresarios que deberían tener responsabilidades económicas, financieras y sociales como personas jurídicas colectivas.

Imagínate que por no aceptar esto de la pequeña y mediana empresa, estamos hablando de personas naturales, que tienen una respuesta ante el fisco y responsabilidades sociales como individuo, no como empresa.  A una empresa se le pueden imponer otros tipos de deberes, de obligaciones sociales y contribuciones, no pasa igual con las personas.  

FLR: Sobre ese mismo tema, ¿cómo y dónde han quedado los derechos de los trabajadores en la transformación de la sociedad cubana?

JAF: Están contemplados de manera genérica en el Código de Trabajo, pero este no distingue un régimen específico para los trabajadores por cuenta propia y debió tenerlo, debió especificar que en el caso del empleo privado es obligatorio el Convenio Colectivo de Trabajo, que los contratos no pueden ser verbales, establecer un salario mínimo, el pago de vacaciones, los tiempos de jornada laboral. Nada de eso existe, y por lo tanto, por no regularlo estás logrando que haya indefensión, además de otras aberraciones. ¿Cómo que explotado y explotador son la misma figura jurídica porque los dos son trabajadores por cuenta propia? ¿Cómo que desfilan en el mismo bloque el 1ro de mayo?

La Constitución cubana dice que la gente tiene derecho a entrar en los hoteles, en las playas, eso puede parecer ridículo para el que lo lea, para mí es importantísimo, significa, por ejemplo, que una playa no puede ser privatizada en Cuba, los inversores, los dueños, tienen derecho de explotación, derecho de superficie, pero la arena y la playa son comunes en Cuba, no pueden ser privatizadas por nadie. Ahora bien, pensemos: ¿cuántos espacios públicos están siendo privatizados en Cuba?, estamos viviendo su privatización por los privados y por el Estado, el Estado no está dando el ejemplo, lo está haciendo también. ¿Ustedes se han puesto a pensar por qué hay que pagar para entrar en Las Terrazas? ¿En qué otro pueblo de Cuba hay que pagar para entrar? No estoy en contra de que haya un dinero para que se mantenga el lugar, pero no lo puedes hacer de esa forma, tienes que cobrar la entrada al museo porque hay ahí un trabajo museológico, no sé cuál, el que sea, pero lo que no puedes hacer es cobrar la entrada a un río, eso es ilegal. Lo mismo sucede con la entrada a Tarará.

La gente no tiene cultura tampoco de cuáles son las cosas comunes, qué es lo público, cuáles son los derechos que tenemos sobre las cosas que nos pertenecen, y eso también tiene que ver mucho con esta idea de la confusión del sujeto estatal. Realmente la que crea el malentendido es la Constitución, con tres sujetos jurídicos dentro de la propiedad estatal, una regulación extrañísima, y eso creo que es un aporte de nosotros. La propiedad estatal se llama propiedad estatal socialista de todo el pueblo, el Estado y el pueblo es lo mismo, la sociedad es lo mismo que el pueblo y que el Estado, por lo tanto se puede usar de cualquier manera, pero sabemos que no lo son. Es decir, las tantas confusiones con esto tienen como base el diseño de la Constitución, que no ha cambiado desde el ‘76.

Otra inconsecuencia interesante: ¿por qué no ha habido derecho a la huelga en Cuba? Se manejó la idea de que no era necesario porque somos los dueños de los medios fundamentales de producción, entonces no vamos a hacer huelga contra nosotros mismos. Eso es un disparate tremendo porque tú puedes hacer una huelga contra la administración, porque la administración y el pueblo no son lo mismo.  Ya bastante confusión hay con el Estado y el pueblo, ¿pero la administración también?

Ya sabemos que no todo el empleo es estatal, ahora viene un problema nuevo, tenemos a una persona que tiene a su vez cincuenta trabajadores, y estos hacen una huelga de brazos caídos en la casa del dueño, porque la mayoría de los negocios están en casas particulares. Mira lo que puede pasar, esta es una hipótesis interesante, pintoresca por lo menos, pero que para mí ilustra la necesidad del derecho, un derecho cambiado, socialista, que es lo único que resuelve que no haya explotación y verdaderamente propiedad privada. Ante ese hecho el dueño les dice: “Ustedes no trabajan más conmigo”, llama a la policía y le dice que hay unas personas que están metidas en su casa, que antes eran trabajadores suyos, pero que ahora no y están violando su domicilio, por lo tanto deja de ser una huelga para convertirse en un delito. La policía está obligada a ponerse del lado del explotador, y eso es lo que ha pasado siempre en el capitalismo. Eso lo que te demuestra es que si tú no tienes un derecho socialista tu sociedad avanza hacia lo mismo que en todos los lugares ya existe, tú tienes que quitarte los prejuicios, porque la única manera de que realmente el socialismo no se destruya es que se regulen las cosas.

CGS: Otro tema por (re)definir tiene que ver con la propiedad sobre los medios y sus particularidades en el socialismo. ¿Cuáles son sus consideraciones al respecto?

JAF: Ahí hay varias complejidades. La Constitución dice claramente que los medios de difusión masiva no pueden ser privatizados en Cuba y creo que eso es importante siempre que esté acompañado de un régimen de garantías. El tema es que en Cuba la garantía de la libertad de prensa y de expresión se ha reducido a la no privatización de los medios, pero es que eso es solo una garantía de que no van a dejar de ser del Estado. En el concepto original nosotros somos los dueños de los medios de comunicación, pero la práctica demuestra que no es así, porque se subordinan a las organizaciones, al PCC, la UJC y  la CTC, y no se puede confundir eso con todo el pueblo. Hay que empezar por conocer qué es lo que está legislado y así identificar lo que se debe transformar y perfeccionar, pero no estamos ni en el primer punto todavía.

La gente se ha quedado muy impactada con la manera en que el pueblo venezolano habla y usa la Constitución, la media de Venezuela no tiene mejor formación, ni mayor instrucción que la media cubana, pero conocen la Constitución, que es, además, mucho más complicada que la nuestra. ¿Por qué la conocen? Porque la pueden usar.

En Cuba hubo una investigación de la Asamblea Nacional en el año ‘86 que arrojó unos resultados tremendos, se trataba de una gran encuesta nacional a dirigentes, a diez años de la institucionalidad, a diez años de la Constitución. Resultó que en la jerarquía normativa cubana la gente ponía a la Constitución de tercera y de cuarta, en aquel momento ya existían esos problemas, imagínate tú después de tanto tiempo cómo se ha ido agravando.

Creo que el tema de la propiedad tiene que ser alimentado con discusión pública, sobre y con los medios.  Hay que tratar de que de algunas zonas de la sociedad salgan los espacios, las otras opciones de propiedad, la propiedad privada no es la única manera, y si vamos a convivir con ella que sea con un régimen jurídico que permita que no sea exclusiva y excluyente y, por lo tanto, que no haya un retroceso a lo que ya superamos. Pero para eso falta un derecho que le llame a las cosas por su nombre y que use toda la tradición jurídica que existe en el mundo para perfeccionarse y hacerlo mejor.

FLR: Algunas circunstancias políticas han revitalizado en Cuba la discusión sobre la sociedad civil. ¿Cómo entiende la sociedad civil en el socialismo?

JAF: Hay una larga saga de conceptos y maneras de entender la sociedad civil, desde la modernidad, desde el siglo xvii, hasta el importante aporte marxista. Podemos, por ejemplo, usar la interpretación de que a una determinada forma de organización política le corresponde una determinada organización de la sociedad, de la familia, de las relaciones sociales, de producción, de distribución, y por lo tanto esta segunda parte sería la sociedad civil. En ese sentido, la sociedad civil sería correspondiente a una forma de organización política, o dicho de otra forma, la versión no política de la sociedad, y el sistema político sería entonces la versión política de la sociedad civil. Eso nos ayuda mucho a entender que no existe un lugar donde está la sociedad civil y no existe otro donde está la organización política. La institucionalidad como sistema político es un concepto mucho más reciente, sólo son maneras de describir y de analizar una realidad que es mucho más compleja, porque se entra y se sale de lo que llamamos sociedad civil con mucha facilidad. Si reduces la sociedad civil al asociacionismo, a organizaciones, entonces ya la discusión es otra.

Creo que hay que entender que la sociedad civil es algo mucho más amplio, donde hay relaciones sociales, en la producción, en la distribución de riqueza, en la organización de la estructura familiar, y sobre todo donde hay una comunicación directa -algunas veces más velada, otras menos-, con la organización política e institucional del Estado, el sistema político en general.

Hay otra expresión más perfilada, más acabada de la sociedad civil, cuando esta se organiza, se estructura para otro tipo de empeños, donde entronca o toca de forma más directa al sistema político, a las instituciones, a las organizaciones políticas. Se comunica directamente por su servicio, orientación o vocación social, o porque choca con él como represión inversa, es decir, como control, como fiscalización, y empiezan otro tipo de relaciones con la institucionalidad.

Todos conocen bien los prejuicios enormes que hay en Cuba sobre el concepto de sociedad civil, el daño que le hizo la interpretación del Carril II de la Ley Torricelli a este tema, la guerra intelectual, ganada afortunadamente por el pensamiento revolucionario democrático cubano a favor del uso de este concepto en el socialismo. Pero hubo que luchar duro, porque el discurso oficial en ese momento era que la sociedad civil era “gato por liebre”, una forma trampeada. Ese combate lo ganaron los intelectuales cubanos, que no lo dejaron pasar e hicieron valer su rol en la sociedad. También hay avances en la nueva interpretación historiográfica cubana, en la guerra teórica, intelectual, cultural, sobre la república, sobre la historia de la república neocolonial cubana. Cuando yo era un niño eso era pseudorrepública y todo lo que había pasado allá era corrupción. En este  punto hay una victoria interesante de los pensadores más progresistas, que han hecho una interpretación compleja de esta etapa, todavía hay muchas zonas de oscuridad, falta de conocimiento y de investigación, no obstante, se ha avanzado mucho.  Pero en otros aspectos todavía hay mucha fragilidad y las reacciones son limitadas.

Vuelvo a la sociedad civil, esa discusión de Panamá sobre quiénes somos, quiénes no somos, la gente que fue desde organizaciones representando a instituciones políticas cubanas y diciendo que son “la” sociedad civil, esa es una cosa que a mí me parece dantesca, lo mismo que decir que tú eres la sociedad civil cubana cuando tienes una organización con sede en Miami.

Por otra parte, hasta donde sí no se ha llegado aquí es a desbloquear el uso de la sociedad civil por la burocracia, ahí se sigue estando en los noventa.  Esto no es algo que se maneje públicamente, pero al interior del ejercicio de la burocracia cubana más dogmática, menos preparada, más reacia a los cambios, la sociedad civil sigue siendo un problema. Estos son los que proponen que se hable de sociedades, de pueblos, que son conceptos así muy desideologizados, porque todo el mundo tiene sociedad, todo el mundo tiene pueblo, pero sociedad civil es otra cosa. Y eso pasa por el simple hecho de que creen que sociedad civil hace referencia a todo tipo de organizaciones, incluidas las organizaciones de oposición política, tan sencillo como eso. Es la negación de la realidad.

La creatividad de la sociedad civil cubana se nota mucho menos porque, por un lado, está limitado el asociacionismo, su reconocimiento legal, la posibilidad de inscripción, y por el otro, hay una cultura de que donde está la imaginación y donde está la espontaneidad del pueblo es en los cuentos, en los chistes, en arreglar un carro americano con piezas de Lada, en hacer una chivichana con tres palos, pero que no trasciende al ámbito sociopolítico. Entonces eso hace que la sociedad civil aparente que no está y eso es completamente falso, la sociedad civil es tan objetiva como cualquier otra manifestación social, lo que pasa es que hay algunas que son notables, que son ágiles, que tienen movimiento.

CGS: ¿Qué pasa con otros conceptos como el de democracia? ¿Cuáles son los retos si tenemos en cuenta su reciente incorporación al discurso político y que hablamos ya de un socialismo próspero, sostenible y democrático?

JAF: Conceptos como el de democracia o derechos humanos no han tenido la misma trayectoria que el de sociedad civil. El prejuicio sobre la democracia existe y eso es penoso, significa que hay demasiado por hacer, mucho más de lo que imaginamos. Tú puedes discutir hasta el infinito qué significa, cuál es el contenido, cómo la entenderás, pero eliminar a la democracia de las variables es terrible.

Aquí la democracia es ley, la forma de organización y funcionamiento del Estado cubano es la democracia socialista. Ni los legisladores constitucionales cubanos cayeron en ese prejuicio con la democracia. Pero si en la agenda de las conversaciones Cuba-Estados Unidos está previsto hablar de derechos humanos y democracia, entonces aquí hablamos muy poco o nada sobre esos temas, así no se soluciona ningún problema. Eso significa que hemos reproducido también las formas de creación o de formación del pensamiento de la burocracia cubana, porque si no la gente nueva no pensara así.

Todo entra en una lógica que lo que demuestra es el estado de pobreza democrática en el que estamos, la gente no siente la necesidad de la claridad, de la discusión, de la participación, de la proyección, de la fiscalización, del control, de la ejecución de las cosas, no le importa, no le interesa. Estamos en el mismo lugar que todo el mundo cuando deberíamos estar en otro. Nosotros tenemos el mismo tipo de enfermedad de la modernidad que el resto del mundo, a la gente no le importa la política, no quiere participar, participa formalmente.  La diferencia está en que aquí la gente vota, el noventa por ciento, pero con qué conciencia y por qué fin vota. Eso demuestra que hay zonas en las que logramos muy poco, es decir, el agotamiento en la representación de la opinión.

Entonces tenemos esperanza en el cambio de mentalidad así, como una cosa metafísica. Cómo se hace eso si incluso en las mejores escuelas, la idea es más bancaria, más cerrada, más empobrecedora de la discusión, del análisis político. Los mejores maestros están atados de pies y manos en una metodología que no es creativa, no hay horizontalidad, no hay participación de los niños, las niñas y los padres. Tampoco se habla de educación popular, ¿por qué razón no se forma con educación popular en las aulas cubanas? Eso evidentemente daña mucho a la movilidad de la sociedad civil, a la riqueza de la imaginación, la inteligencia, las habilidades, la vitalidad del pueblo cubano.

CGS: Usted se refirió al discurso sobre el cambio de mentalidad; creo que en algunos casos ha servido para responsabilizar al individuo y sus malas prácticas antes de reconocer y cambiar las debilidades en el diseño estructural. En este sentido, ¿qué habría que transformar en el sistema político cubano? ¿Cuáles son los retos?

  JAF: El primer reto que tiene el sistema político cubano, a mi manera de ver, es que la gente sepa cuál es. Existe hace cuarenta años y la gente no lo conoce lo suficiente. El otro es que es un sistema político de una época que no existe hace mucho tiempo, es decir, el diseño es anterior a la caída del muro de Berlín, en función de un mundo que ya no existe. Esto hace que el cambio tenga que ser muy grande, porque no se están transformando sólo instituciones sino concepciones que lo acompañaron durante mucho tiempo y que nosotros mismos hemos ido sustituyendo en la marcha, sin cambiar los nombres. Esto último también ha hecho mucho daño porque solucionamos los problemas creando una institucionalidad fuera de la ley, es decir, hemos convivido con formas institucionales ad hoc que han sido las que han dirigido realmente el país. Por eso la obsesión de Raúl desde 2006 por el reforzamiento de la institucionalidad, que ha sido abandonado en los últimos cinco años, y ha ido perdiendo peso en el discurso. Esto demuestra que hay mucho que hacer. El Período especial, la Batalla de ideas, son claros ejemplos de que se gobernaba con una institucionalidad diferente a la de la ley. En 2002 cambiamos la Constitución para hacer irreversible el socialismo, ahora estamos transformando el país sin modificarla.

Entonces, se trata de una institucionalidad que ha sido dañada durante mucho tiempo y en el mismo sistema político, que hace cambios ya no solo del diseño original, sino de estructuras y formas de hacer política. Además de las diferencias en las concepciones, las prácticas, las mentalidades, y la gran guerra de modelos que hay entre los decisores de política en Cuba donde, por supuesto, también hay escuelas de pensamiento, vocaciones políticas diversas. Se cree que porque hay un solo partido hay una sola concepción política. Ese es otro gran problema, cómo vamos a lidiar en el futuro con la idea del monopartidismo: ¿va a haber monopartidismo?, ¿un partido que puede ser plural?, ¿es posible lograr pluralismo político con un solo partido? Son preguntas básicas de los próximos dos años.

Del mismo modo, la otra gran discusión el sistema político cubano sería: ¿va a haber poder popular? La forma del Estado cubano es el poder popular --que no es el poder local, aunque la gente lo cree. El poder popular es la Asamblea Nacional, el Consejo de Estado, el Consejo de Ministros, el Consejo de Defensa Nacional, las Asambleas Provinciales del Poder Popular, las Asambleas Municipales, los Consejos de la Administración Provinciales y Municipales, los Consejos Populares, los Consejos de Defensa Municipales y Provinciales. Todo eso es poder popular, y de lo único que se habla es del experimento gigantesco de Artemisa y Mayabeque, que cuando termine la legislatura tendrá siete años. Lo único que se está haciendo allí es modificar la relación entre la administración y Asamblea, es decir, dándole autonomía a la administración y dejando a las Asambleas el poder de decisión estatal. Pero ese experimento tiene un gran problema que no se menciona, que es la participación de la gente, eso no ha podido ser resuelto, y  demuestra que hay un daño de base en el sistema. El sistema político no se puede cambiar sin involucrar a las personas en la transformación, con tan insuficiente conexión con los verdaderos intereses de la gente.

Ahora se ha dado un paso de avance importante, se acaba de aprobar el cincuenta por ciento del uso de los impuestos territoriales para ser revertido en las localidades, y un diez por ciento de ese para las que ingresan menos por los mismos impuestos, es decir, se le asigna un por ciento a la provincia para que lo use de manera equitativa.

El tema está en qué sigue, falta en el contenido de esas reformas lo más nuevo del pensamiento democrático. Nosotros tenemos un estado institucionalizado hace cuarenta años, se demoró mucho, pero se cristalizó en esa Constitución que ahora va a cambiar y no hay ninguna señal que muestre que estamos mirando las experiencias de Ecuador, de Bolivia, de Venezuela. Son países con problemas y cada vez los tendrán más graves, pero tienen constituciones interesantes, muy importantes. No quiere decir que tengas que tomar de Bolivia el Estado plurinacional, pero su régimen de derechos y garantías sí nos hace falta. Nosotros estamos en harapos en cuestiones fundamentales que son resueltas en esas constituciones. Después nos quedaría el problema que tiene todo el mundo, que es ver si todo eso llega a ser Constitución material, si verdaderamente se cumple.

Creo que el sistema político cubano tiene un reto enorme de democratización, transparencia,  horizontalidad, de desprejuicio sobre la democracia, la participación, los derechos humanos, sobre el derecho en general, sobre el papel de la administración pública, sobre la regulación de los servicios públicos y de todo el funcionamiento estatal.

Es muy importante, es fundamental para el sistema político cubano la liberación del internet y de todo lo que viene con eso, con toda la complejidad, con todo el mundo de problemas que trae. Lo que nos ha enseñado la vida es que cada vez que nos hemos puesto de espaldas a la realidad lo que hemos hecho es atrasar el problema y eso no resuelve nada, solo repercute negativamente en las generaciones futuras, cosa que es lo más egoísta y más terrible que hay, porque la obligación es de nosotros. El gobierno electrónico ayudaría mucho con la transparencia, es decir, el funcionamiento del gobierno con acceso constante de la gente, que tengas acceso a la información, que puedas seguir hasta dónde van tus impuestos, dónde está lo que se discutió en una asamblea, y que se gobierne también electrónicamente, que no quiere decir desde una computadora, sino que facilites y te auxilies de los datos, la conexión con los demás organismos, las fuentes de información.

CGS: Volvamos al inicio, ¿cuáles serían los aportes concretos de la perspectiva marxista clásica al derecho como ciencia y al derecho cubano en particular?

JAF: Con eso hay un gran problema para los juristas marxistas, que es que Marx no hizo una filosofía del derecho. La primera filosofía del derecho con todas las letras es la de Hegel, por lo tanto siguiendo la lógica de la crítica hegeliana de Marx se suponía que se llegaría también a esto, pero su obra le llevó mucho tiempo.

Son muchas las aproximaciones a interpretaciones marxistas sobre el derecho y también muchos los marxismos. Si yo tuviera que decir hoy el aporte más grande del marxismo al derecho, diría que, como para cualquier otra ciencia social, más allá del método de investigación, del materialismo histórico, de la dialéctica…, es el pensamiento antidogmático, el pensamiento crítico, el pensamiento humanista. En este caso, poner al pueblo como sujeto fundamental de protección del derecho. La ciencia jurídica es mucho más vieja que el marxismo, y por lo tanto Marx recibió un derecho hecho por el camino, y evidentemente tenía mucha tela por donde cortar. La primera obra juvenil intelectual de Marx es jurídica, es la traducción del latín al alemán del libro I del Digesto de Justiniano. Evidentemente tenía un pensamiento romanista muy fuerte, que para mucha gente puede parecer una cosa anticuada, completamente primitiva, pero para el contexto cubano hoy es fundamental, porque la opción al derecho romano es el anglosajón, no hay otro, y hay que ver en la práctica al derecho anglosajón. Son muchas las diferencias éticas, científicas, sociales, políticas, del derecho romano con el anglosajón, este último es completamente extraño a nuestra realidad, por suerte hemos tenido una tradición de quinientos años de derecho romano.

El marxismo tiene que enseñarle otra cosa importante al derecho cubano específicamente, que es volver a tomar en cuenta la importancia de la lucha de clases para comprender los derroteros del derecho. Hemos vivido una era de prejuicios sobre el marxismo, su impopularidad después de la caída del Muro de Berlín, la terrible crisis de la enseñanza en Cuba por ese manualismo del manualismo, nuestro aporte de aburrimiento y de fuerte daño conceptual y esa traición de la esencia misma de la historia del marxismo, que es la enseñanza de la filosofía como si el marxismo fuera el inicio de todo, cuando lo mejor que tiene es haber sido el seguidor de una tradición de pensamiento enorme. Entonces, de pronto se puso de moda que nadie hablaba de marxismo, socialismo y menos de comunismo y la lucha de clases se convirtió en una especie de disparate. Si no hay lucha de clases tampoco, ya no hay casi nada que hacer en política para nosotros, porque con este prejuicio también se van las clases en sí mismas, y no puedes decir aquí que hay una clase machucando a otra, o de dónde salió este grupo social. Evidentemente sí la hay y tiene una gran importancia porque el derecho nunca es expresión de una clase, pero sí de una lucha de clases determinada. El derecho tiene que ser utilizado como instrumento de justicia, de equidad.  

El marxismo, el pensamiento jurídico crítico actual, el pensamiento republicano, humanista y anticolonial latinoamericano y europeo, la teología de la liberación, la educación popular, todas esas perspectivas son fundamentales para el derecho cubano, para las ciencias sociales. Pero creo que lo que necesita el marxismo es que se estudie el marxismo, no los manuales.
Doctor en Ciencias Jurídicas y Licenciado en Historia. Profesor Titular. Docente desde 1999. Ha impartido clases en universidades de América Latina y Europa. Sus publicaciones y ponencias en eventos han sido sobre todo de Derecho Público Romano y Derecho Constitucional cubano.
Fuente:
http://www.temas.cult.cu/catalejo/julio-fern-ndez-estrada-el-derecho-al-socialismo-o-un-socialismo-al-derecho

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