Desinformar a la mayoría: Una estrategia deliberada de los libertarios derechistas. Entrevista

Nancy MacLean

24/08/2017
Mucha de la gente que sigue la política, lo mismo que muchos periodistas, creen que el manual de instrucciones de la derecha se inició con los hermanos Koch [multimillonarios derechistas financiadores de causas extremistas]. Sin embargo, en un libro pionero, Democracy in Chains: The Deep History of the Radical Right´s Stealth plan for America [La democracia encadenada: Historia detallada del plan furtivo de la derecha radical para Norteamérica], Nancy MacLean remonta su estrategia política al economista del Sur que puso en los años 50 los cimientos de la oligarquía “libertaria” de hoy.  La entrevista Mark Karlin para la revista Truthout. 
Mark Karlin: ¿Podría resumir la importancia de James McGill Buchanan para el desarrollo de la extrema derecho moderna en los Estados Unidos?
Nancy MacLean: La extrema derecha moderna de la que hablo, sólo para que quede claro, es el movimiento libertario que hoy navega con pabellón republicano, sobre todo pero no solamente el Freedom Caucus [agrupación de miembros republicanos ultraconservadores de la Cámara de Representantes], aunque se remonta a los años 50 en ambos partidos. El presidente Eisenhower les llamó "idiotas" y modeló su propia actitud – denominándola republicanismo moderno – a modo de antídoto contra ellos. Goldwater fue su primer candidato a la presidencia. Y fracasó. Reagan, creían ellos, iba a llevar a la práctica su orden del día.  Pero a partir de los primeros años del 2000, se convirtieron en una fuerza con la que había que contar. ¿Qué es lo que había cambiado? El descubrimiento por parte de su principal proveedor de fondos,  Charles Koch, del enfoque desarrollado por James McGill Buchanan para desarmar el Estado progresista.
Buchanan estudió Economía en la Universidad de Chicago y pertenecía al mismo medio de F.A. Hayek, Milton Friedman y Ludwig von Mises, pero él utilizó su formación para analizar la vida pública. Y proporcionó lo que nadie había conseguido: una estrategia operativa para doblegar al modelo de gobierno que llevaban decenios criticando, e impedir que volviera a crearse. Fue Buchanan el que le enseñó a Koch que, para prospere el capitalismo, hace falta ponerle cadenas a la democracia.
Buchanan era un hombre muy inteligente, el único galardonado, de hecho, con el Premio Nobel de Economía procedente del Sur norteamericano. Pero la obra de su vida se vio moldeada para siempre por la decision del Tribunal Supremo de Brown contra la Junta Educativa [de Topeka, estado de Kansas, que eliminó la segregación racial en la educación en el Sur]. Llegó a Virginia en 1956, justo en el momento en que los dirigentes del Estado animaban al Sur blanco a luchar contra la decision del Supremo, una decisión que no contemplaba él a través del prisma de la protección igualitaria de la Ley a todos los ciudadanos sino más bien como una ola más parte de una marea creciente de interferencia federal arbitraria e ilegítima en los asuntos de los estados que empezó con el New Deal. Para él lo que estaba en juego era la santidad de los derechos de propiedad privada, con los liberales del Norte diciéndoles a los propietarios del Sur cómo tenían que gastarse el dinero y comportarse del modo correcto. Le pusieron a dirigir un instituto en el campus de la Universidad de Virginia, prometió dedicar su carrera académica a comprender cómo había llegado a ser tan poderoso el otro lado y en última instancia a imaginar una línea eficaz de ataque para demoler lo que habían creado y volver a lo que él y la élite de Virginia consideraban adecuado para Norteamérica. En resumidas cuentas, estudió el funcionamiento del proceso politico para descifrar qué es lo que era necesario para negar a la gente corriente – blancos y negros – la posibilidad de presentar exigencias al gobierno a expensas de los derechos de propiedad privada y los deseos de los capitalistas. Y luego identificó de qué modo reajustar ese proceso politico, no sólo darle la vuelta a lo conseguido sino también impedir que el sistema volviera alguna vez atrás. Trató, según declaraciones propias, de "encadenar a Leviatán", razón por la cual titulé el libro Democracy in Chains.
¿Por qué, hasta la publicación de su libro se ha pasado en buena medida por alto su importancia para la extrema derecha?
Hay una serie de razones por las que se ha pasado a Buchanan por alto. Una es que la causa de los Koch no hace publicidad de su trabajo y prefiere promocionar los manuales, más luminosos, de Hayek, Friedman, y hasta Ayn Rand, cuando van de recluta. Buchanan es el curso avanzado, como si dijéramos, de los ya comprometidos. Otra razón es que Buchanan no buscaba estar en el candelero como Friedman, de manera que hay poca gente en la izquierda que haya oído hablar de él. Yo mismo supe de su existencia por pura casualidad, en una nota a pie de página acerca de la lucha de los colegios de Virginia.
Su importancia para la derecha solo podría identificarse trabajando en las fuentes de archivo que ofrecen el contexto de su obra publicada. Eso es lo que hice cuando descubrí que Buchanan había apremiado a la plena privatización de las escuelas públicas de Virginia en 1959 y me enteré después de que aconsejó al régimen de Pinochet sobre una constitución que protegiera al capital y pudiera sobrevivir al final de la dictadura. Aun con estos puntos de referencia, no creo que hubiese podido atisbar la importancia plena de este proyecto de no haberme mudado a Carolina del Norte en 2010, donde se había aplicado con saña una estrategia informada por ese pensamiento a manos de la mayoría legislativa republicana, y a prueba de vetos, que llegó al poder en las elecciones de mitad de mandato de ese año. Después de la muerte de Buchanan en 2013, tuve acceso a sus papeles privados en la Universidad George Mason, donde la documentación resulta incontrovertible.
De hecho, los registros de Buchanan suministran una visión amplia de la colaboración entre la Universidad empresarial y los donantes de de derechas que al menos yo nunca había visto antes, y eso que he llevado a cabo una gran cantidad de investigaciones en este terreno en las últimas dos décadas. 
¿Cómo trazaría la línea que conecta a Buchanan con los hermanos Koch?
Charles Koch suministraba el dinero, pero fue James Buchanan quien proporcionó las ideas que hacían eficaz el dinero. Koch, Ingeniero formado en el MIT, empezó a leer en los años 60 teoría económica-política basada en la noción de que el capitalismo sin ataduras (lo que otros podrían llamar capitalismo dickensiano) recompensaría de modo justo a los inteleigentes y a los que trabajan duro, y castigaría con razón a los que no supieran hacerse responsables de sí mismos o tuvieran menos capacidades. Creía él entonces y cree ahora que el mercado es la forma más sabia y justa de gobierno, y la que tras una amarga época de ajustes producirá una prosperidad inconmensurable y traerá incluso la paz. Pero tras varios fracasos, Koch vino a darse cuenta de que si la mayoría de los norteamericanos comprendía alguna vez de verdad las implicaciones plenas de su visión de la buena sociedad y llegaba a darse cuenta de lo que les esperaba a ellos, nunca la apoyarían. En realidad, se opondrían de modo activo a esto.  
De modo que Koch salió en busca de una estrategia operativa – lo que él llamó una  "tecnología" – de revolución que pudiera rodear ese obstáculo. La acechó durante treinta años hasta que descubrió esa tecnología en el pensamiento de Buchanan. De Buchanan aprendió Koch que, para tuviera éxito esa agenda, tenía que aplicarse a base de pasos progresivos, lo que Koch llama "juegos interrelacionados": muchos cambios distintos, pero que se refuerzan mutuamente, en las reglas que gobiernan nuestro país. El equipo de Koch recurrió a las ideas de Buchanan a fin de idear una hoja de ruta para una transformación radical que pudiera llevarse a cabo por debajo del radar de detección de la gente, pero de modo legal.. El plan consistía (y consiste) en actuar en tantos frentes ostensiblemente separados a la vez que quienes sean ajenos a la causa no se den cuenta de la revolución que está en marcha hasta que sea demasiado tarde como para anularla. Entre los ejemplos se cuentan las leyes para destruir los sindicatos sin confesar que ese es el verdadero propósito, suprimir el voto de quienes con mayor probabilidad vayan a apoyar un gobierno activo, utilizar la privatización para alterar las relaciones de podera y, para coronarlo todo, la recomendación última de Buchanan: una "revolución constitucional".
Hoy en día, los operativos financiados por la red de donantes de Koch operan a través de docenas y docenas de organizaciones (centenares, si se cuentan los grupos de los estados y los internacionales), lo que da la impresión de que no se encuentran relacionados cuando en realidad trabajan juntos: las de las estados están obligadas a compartir materiales como condición para recibir subvenciones. Por ejemplo, he aquí los nombres de quince de las organizaciones más importantes financiadas por Koch y con las mañas de Buchanan, cada una con su propia tarea en la división del trabajo: están Americans for Prosperity, el  Cato Institute, la Heritage Foundation, el American Legislative Exchange Council, el Mercatus Center, Americans for Tax Reform, Concerned Veterans of America, el Leadership Institute, Generation Opportunity, el Institute for Justice, el Independent Institute, el Club for Growth, el Donors Trust, Freedom Partners, Judicial Watch…guau, salen más de quince, y eso sin contar a las más de sesenta organizaciones de la State Policy Network [Red de Políticas de los Estados]. Esta causa opera a través de tantas organizaciones ostensiblemente separadas que sus arquitectos esperan que el resto de nosotros ignore todos los cambios pequeños pero extremadamente significativos que se se van añadiendo acumulativamente a esa revolucionaria transformación. En un gesto hacia ello, Tyler Cowen, sucesor de Buchanan en la Universidad George Mason, llegó incluso a titular su blog "Marginal Revolution" [“Revolución marginalista”].
¿De qué forma se vincula Buchanan al racismo oligárquico blanco?
Buchanan apareció con su enfoque en el crisol de la época de los derechos civiles, cuando la élite oligárquica de los estados del Sur se enfrentaba a la pérdida de su acostumbrado poder. Lo que es interesante es que casi nunca escribió de modo explícito acerca de cuestiones raciales, pero se identificaba con un “chico de campo” sureño y su centro prestó ayuda a los reaccionarios del Sur tanto en asuntos de clase como de raza. Sus herededores en la Universidad George Mason, su ultimo refugio, han advertido que la economía política de Buchanan tiene bastante semejanza con la de John C. Calhoun, senador por Carolina del Sur anterior a la Guerra Civil [y vicepresidente de los EE.UU. entre 1825 y 1832] que, hasta Buchanan, fue el teórico más original de Norteamérica en lo que se refiere a cómo constreñir la democracia con el fin de salvaguardar la riqueza y el poder de una minoría económica elitista (en el caso de Calhoun, grandes propietarios de esclavos). Buchanan llegó a Virginia justo cuando se intentaban aprovechar las ideas de Calhoun para detener la aplicación de la sentencia de Brown, de modo que la afinidad era más que una coincidencia. Su visión de la correcta constitución económica le debe mucho a Calhoun, cuyas ideas horrorizaban, entre otros, a James Madison [cuarto presidente de los EE.UU. entre 1809 y 1817].
Y a partir de ese tipo de pensamiento, ofrecía Buchanan consejo estratégico a las grandes empresas acerca de cómo luchar contra la clase de reformas e imposición fiscal que llegaba con una democracia más inclusiva. En la década de 1990, por ejemplo, a medida que Koch se iba implicando más en la George Mason, Buchanan reunía a líderes empresariales y de la derecha para enseñarles cómo utilizar lo que llamaba el "espectro de la secesión" para minar reformas laboriosamente conseguidas por medio de medidas que hoy se han convertido en centrales en la práctica de los republicanos: descentralización, devolución, federalismo, privatización, y desregulación. Tendemos a ver la carrera hacia abajo como un efecto colateral de la globalización, pero la labor de guía de Buchanan y la aplicación del equipo de Koch por medio del American Legislative Exchange Council y la State Policy Network revelan de qué manera se trata en realidad de una estrategia enormemente consciente para liberar al capital de cualquier restricción impuesta por la gente por medio de sus gobiernos.
Otra forma en la que todo esto se conecta, indirectamente, con el racismo oligárquico: queriendo mantener vivo el pensamiento secesionista por esta utilidad práctica, la derecha respaldada por multimillonarios conforta necesariamente a los supremacistas blancos. Un caso pertinente: los gobernadores de Virginia que apoyaron el empeño de Buchanan y Koch en la Universidad George Mason promovieron también un nuevo "Mes del Legado y la Historia Confederadas". De manera semejante, el Instituto Ludwig von Mises, que honra a uno de los filósofos austriacos favoritos de Koch, tiene su sede en Alabama y lo dirige Llewellyn Rockwell, Jr., un hombre que ha promovido durante mucho tiempo el pensamiento racista neoconfederado, pero al que se consideró adecuado para gestionar el Center for Libertarian Studies financiado por Koch. Supone por tanto un error imaginar que Koch y las causas de la llamada “alt-right” son algo completamente separado; hay una suerte de refuerzo mutuo si se entiende lo que Koch aprendió de Buchanan y de qué modo operaban.
Tal como concluyo en el libro, por brillantes que fueran algunos de los economistas libertarios, sus ideas lograron tener su público en el Sur porque, en lo esencial, sus posiciones resultaban muy familiares. Los sureños blancos que se oponían a la igualdad racial y a la justicia económica sabían por la larga historia de su region que la única manera en que podían proteger su deseado modo de vida consistía en mantener a raya al gobierno federal, de modo que la democracia de la mayoría no pudiera llegar hasta allí. Las causas de Calhoun, Buchanan y la libertad económica y supremacía blanca a la usanza de Koch estaban históricamente entrelazadas en sus raíces, lo que hace muy difícil separarlas, independientemente de las intenciones subjetivas de los libertarios de hoy.
¿Cómo sería una sociedad basada en los principios y metas de Buchanan?
Tyler Cowen, el economista que preside con Charles Koch el campamento base académico de la causa (sí, ese Tyler Cowen que acoge la más visitada de las bitácoras académicas digitales), lo ha explicado con detalle. Puede que quieran sentarse a escuchar lo que nos tiene preparado. Ha dejado escrito que con la "reescritura del contrato social" en marcha, “se ha de esperar que la gente se las arregle por sí misma mucho más de lo que lo hace ahora". Mientras que alguna gente prosperará, reconoce,   "otros se quedarán por el camino". Puesto que los "individuos de valía" lograrán abrirse camino y salir de la pobreza, "eso hará más fácil ignorar a los se quedan atrás". Y Cowen no se quedaba ahí. "Recortaremos el Medicaid de los pobres", preveía. Además,  "el deficit fiscal saldrá de los salarios reales a medida que la carga de diversos costes se haga recaer sobre los trabajadores", más allá de los patronos y de un gobierno que hace menos cosas. Para "compensar", aconseja este profesor con cátedra en el segundo condado más rico del país, "la gente cuyas prestaciones del Estado se hayan visto reducidas o recortadas" debería hacer las maletas y mudarse a estados de costes más reducidos, estados con servicios públicos deficientes, como Tejas.
De hecho, pronostica Cowen, "en conjunto los Estados Unidos acabarán pareciéndose más a Tejas". Su tono es objetivo, como si estuviese dando cuenta de lo inevitable. Pero cuando se leen sus observaciones sabiendo que ha sido quien ha dirigido académicamente un equipo que ha trabajado esforzadamente con Koch durante dos décadas ya para dar lugar a la sociedad que está describiendo, las palabras suenan más a premeditación. Así, por ejemplo, profetiza Cowen que habrá zonas de Norteamérica caracterizadas por sus bajos ingresos "que reproducirán un entorno semejante a Méxixo o Brasil", donde no faltarán "favelas" como las de Rio de Janeiro. Pudiera ser que la "calidad del agua" no sea aquella a la que están habituados los ciudadanos norteamericanos, reconoce, pero "barrios parciales de chabolas” satisfarán la necesidad de vivienda más barata a medida que crezca la "polarización salarial" y el Estado se reduzca. Cowen dice que "cierta versión de Tejas – y por tanto cierta – representa el futuro para muchos de nosotros" y aconseja: "Estén preparados".
Concluye usted su libro irónicamente con una máxima de Koch: "andarse con cuidado es un suicidio lento". ¿Cómo se aplica eso a quienes apoyan una sociedad robusta, no plutocrática?
Terminé el libro de esa manera porque comprendo las muchas presiones que llevan a la gente a no hacer nada en lo que respecta a su inquietud por lo que ven que se desarrolla en Washington y en tantos estados. Los dirigentes de la Unión tienen responsabilidades fiduciarias que hacen arriesgada la audacia en la acción. Las ONGs tienen juntas directivas ante las que han de responder. Los profesores jóvenes tienen que ganarse la permanencia en la Universidad. La gente que está en las instituciones públicas se preocupa por las próximas asignaciones de fondos. Los padres tienen que presupuestar su tiempo. Y así sucesivamente. Nos decimos: "Bueno, si fuera tan grave, seguro que los demás estarían hacienda algo al respecto". De modo que lo que yo quería era alertar a la gente de lo que está sucediendo ahora es algo radicalmente nuevo: que está diseñado para que sea permanente. Puede que no tengamos otra oportunidad de pararlo. 
Dicho esto, sin embargo, creo también que lo último que nos hace falta es tener pánico. Se puede hallar gran fortaleza en la sencilla verdad de que a Buchanan y Koch se les ocurrió ese tipo de estrategia que ahora funciona precisamente porque sabían que la mayoría, de estar plenamente informada, nunca apoyaría lo que ellos pretenden. De manera que lo mejor que pueden hacer quienes aspoyan una sociedad robusta, no plutocráica, es centrarse en informar de modo paciente y movilizar a esa mayoría. Y recordar a todos los norteamericanos que la democracia no es algo que puedes dar por hecho que va a sobrevivir. Hay que luchar por ella una y otra vez. Este es uno de esos momentos. 
es profesora de Historia y Políticas Públicas en la Universidad de Duke (Carolina del Norte), especializada en Historia norteamericana del siglo XX, con particular atención al Sur de los Estados Unidos. Entre sus libros destaca Behind the Mask of Chivalry (1994), un estudio sobre el renacimiento del Ku Klux Klan en el siglo XX y Freedom Is Not Enough: The Opening of the American Workplace (2006), sobre las conquistas laborales como derechos civiles.
Fuente:
Truthout, 9 de julio de 2017
Traducción:
Lucas Antón

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