Después de las elecciones, ¿qué?

Guillermo Almeyra

03/07/2006

Las urnas hablarán (aunque a lo mejor con voz de ventrílocuo, dado el fraude masivo perpetrado por los dueños del vapor), de modo que ahora sólo queda pensar sobre cómo puede ser el peligroso lapso político que va desde el 2 de julio hasta los 100 primeros días del presidente electo, pasando por los meses que le restan al ectoplasma de Fox. Dejemos (más que todo por cábala) la posibilidad de que triunfe Calderón y nos ofrezca "uno, diez, cien, mil" Atencos contra los mineros, contra los movimientos sociales oaxaqueños, contra los que se oponen a La Parota e inclusive contra el EZLN. ¿Qué podría pasar, en cambio, si ganase López Obrador y se convirtiese en Pejepresidente? En primer lugar, en lo económico, el panorama está claro, ya que como dijo Fox, el que venga se encontrará con la "sorpresa" de las arcas vacías y el país saqueado, por un lado y, por el otro, con los límites de hierro que le impondrán los tratados entreguistas firmados en particular por el trío Salinas-Zedillo-Fox, esa Santísima Trinidad que es una sola persona y está al servicio de las trasnacionales. En segundo lugar, y aunque el dólar se debilita mundialmente, el peso, que está sobrevaluado, podría devaluarse frente a esa y otras divisas justo en el momento de la transición política, achacando esa maniobra a la "reacción de los mercados" ante el triunfo del "peligro para México". En tercer lugar, los que desde siempre han sido la cara política y oficial de la delincuencia de alto bordo (financiera) y del narcotráfico, podrían desatar una ola de delitos, incluso violentos, en todos los terrenos y en todo el país, para desestabilizar al gobierno tímidamente reformista y obligarlo a someterse a la férula de los que quieren seguir siendo amos de este país (las trasnacionales, el gobierno de Estados Unidos que las respalda, las empresas exportadoras e importadoras, el gran capital mexicano, racista y horrorizado ante un gobierno de los nacos). Porque es seguro que los llamados "poderes fácticos" (los terratenientes, los que regalan botellas a los góber preciosos, los señores feudales en las gobernaciones y los caciques, el gran capital financiero y tutti quanti) no se quedarán de brazos cruzados ni aceptarán democráticamente lo que digan las urnas. Como en Bolivia o en Venezuela saldrán a sabotear, a conspirar, a poner palos en las ruedas de la bicicleta del nuevo gobierno. Las cuales, dicho sea de paso, serán más bien cuadradas, dado que el ocupante de Los Pinos heredará la actual burocracia, los actuales compromisos con el imperialismo, el actual establishment y tendrá como personal político a los viejos lobos del PRI hoy con piel de oveja amarilla, y como aparato de seguridad una policía corrupta hasta la médula, con jefes que ordenaron matar, violar, desacatar las leyes y que está profundamente mezclada con el crimen organizado y por eso cada tanto sólo encarcela a un sicario de los narcos o decomisa un cargamento de mota, sin tocar ni con el pétalo de una ley las cuentas bancarias criminales, aquí e internacionalmente.

Además, López Obrador quizás obtenga la primera mayoría para Presidente, pero el PRI la tendrá en el Congreso. Y en éste se concretará la fusión entre el PAN y la mayoría del PRI, dando origen a una mayoría parlamentaria pripanista derechista y agresiva, mal contrarrestada por la unión entre el PRD y sus "primos" de la minoría nacionalista del PRI, que formarán una minoría liberal-centrista. Mientras tanto, en el país la izquierda social, que llevaría al gobierno al Peje, no tendría sino una exigua representación política (y no, por supuesto, en la otra campaña, que habrá perdido el bus por un buen tiempo y que carece de ideas y de la necesaria política de alianzas, sino en un honroso puñado de diputados y senadores marginales del sector social del PRD).

Este vacío, esta carencia de una izquierda no se debe solamente al sectarismo y a la pobreza intelectual y de propuestas de la otra campaña, que no tiene un proyecto alternativo de país, sino también a la deserción de la mayoría de los intelectuales comprometidos que (salvo honrosas excepciones) ni parten del Programa de Querétaro, ni elaboran ideas concretas y factibles que puedan servir de base en la discusión de un programa alternativo, ni toman la necesaria distancia de los errores de la otra campaña, precisamente para que ésta se recupere y sirva para aglutinar la inevitable diferenciación, por un lado, entre los sectores populares que votaron por un cambio y, por otro, el gobierno resultante de ese voto, pero que aceptará los límites que le pone el sistema social, al cual sólo quiere adaptar y maquillar. La izquierda política -que no hay- deberá formarse en ese periodo turbulento de reivindicaciones y movilizaciones, y de acciones saboteadoras y antidemocráticas de la derecha y del imperialismo, así como en la discusión de ideas que unan en la lucha por los grandes problemas que enfrenta el país y que den base a la generalización de la autonomía y la autogestión.

Estas elecciones se harán simultáneamente con las que instalarán en Bolivia la Asamblea Constituyente y con la lucha en Francia por un Frente Unico Político y Social alternativo para las elecciones generales. Es hora entonces no sólo de mirar atentamente lo que pasa en otras regiones del planeta sino también de hacer un balance de las carencias y errores de la otra campaña y de la izquierda política.

Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO

Fuente:
La Jornada, 2 julio 2006

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