Economía política de la hiperinflación: el manoseado caso de Zimbabue

Alejandro Nadal

28/07/2013

La hiperinflación en Zimbabue en el período 2003-2008 es un evento casi sin paralelo en la historia económica. Entre esos años la tasa de inflación pasó de 600% a más de 8921 por ciento (es decir, 89 seguido de veintiún ceros). Estos números carecen de sentido, de la misma manera que la emisión de billetes de más de un trillón de dólares de Zimbabue es un desafío a la imaginación.

El dólar de Zimbabue ha sido abandonado como moneda de curso legal y ha sido reemplazado el dólar estadounidense, el rand sudafricano y el pula de Botsuana. Zimbabue perdió su moneda y el control sobre la política monetaria. Peor aún, parece que ha perdido su potestad sobre su base de recursos naturales.

En el discurso del neoliberalismo, la hiperinflación evoca mal manejo de la política monetaria. Es la herencia del mito monetarista de que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario. Para el caso de Zimbabue este discurso es machacado una y otra vez. De hecho, la experiencia del país sudafricano ha fortalecido el discurso neoliberal en dos vertientes igualmente mal intencionadas. La primera dice que ese episodio de híper-inflación es otra muestra de la incapacidad de los estados africanos para manejar sus economías. Las insinuación racista conlleva el eco del neocolonialismo en la época neoliberal.  La segunda dice que este evento confirma la idea de que el mal manejo de la oferta monetaria por el banco central conduce a la híper-inflación.

La prensa internacional de negocios ha capitalizado la situación para enviar un mensaje en pro de la austeridad como arma para enfrentar la crisis global. La claridad de las señales enviadas por el aparato ideológico de las finanzas internacionales contrasta con la falta de sustento teórico y empírico a estas tesis: “eso es lo que nos puede pasar si Bernanke sigue con su programa de flexibilidad monetaria”. Y, por supuesto, se insiste en que la híper-inflación es lo que sucede cuando un gobierno tiene el control sobre el banco central. La conclusión del mensaje es evidente: ningún Estado debe tener la capacidad de tener su propio agente financiero y, al contrario, debe someterse a los dictados del mercado financiero internacional. Cualquiera que siga de cerca la evolución de la crisis en Europa puede reconocer tras este discurso ideológico sobre la inflación en Zimbabue los principales componentes de la agenda neoliberal.

Más allá de la mala fe que rodea este tipo de narrativas, es importante examinar las causas del problema de la híper-inflación en el país africano. Y para eso es preciso hacer un poco de historia. Sin un recorrido por las contradicciones del proceso de descolonización no es posible comprender la crisis en la que se enfrenta Zimbabue el día de hoy. Este análisis debe realizarse, además, tomando en cuenta el papel que desempeñó África en el proceso de acumulación de capital a escala mundial.

En 1965 la minoría blanca en la ex - Rodesia declara de manera unilateral su independencia. Es su manera de responder a la política de descolonización de Inglaterra que favorecía la idea de “no independencia sin gobierno de la mayoría”. Esto desencadena un proceso de lucha armada en el que participa de manera determinante el movimiento de liberación de Zimbabue y su Frente Patriótico (ZANU-PF) liderado por Robert Mugabe. Ese movimiento alcanza el poder con los acuerdos de Lancaster House en el año de 1979. Mugabe asciende a la presidencia en 1980.

Cuando el movimiento anticolonial sube al poder, lo hace con una pesada herencia de viejos problemas. La descolonización se llevó a cabo sobre la base de un acuerdo histórico de graves implicaciones. Lo que el gobierno inglés pudo imponer al movimiento de liberación nacional fue lo siguiente: se cumplirá la regla del gobierno de la mayoría, siempre y cuando se respete la actual distribución de la propiedad en el país. La mayoría negra podría contar con una mayoría parlamentaria, pero la posesión de activos (comenzando por la tierra y las minas) heredada de la colonia no sería perturbada. Vale la pena señalar aquí que este fue, ceteris paribus, el esquema adoptado por los acuerdos entre el Congreso nacional africano (ANC) y la minoría blanca en Sudáfrica entre 1990 y 1994.

Lo que no hay que perder de vista es que el problema que desembocó en la híper-inflación de 2007-8 en Zimbabue arranca con la cuestión agraria. Después de una primera oleada de ocupación de tierras, el gobierno desmovilizó el proceso. Este hecho trajo consigo un aumento de tensiones entre aquéllos elementos del movimiento de liberación nacional que pensaban era urgente llevar a cabo una redistribución de la riqueza para poder poner en marcha una estrategia nacional de desarrollo, y los que sostenían que era crucial cumplir los acuerdos para obtener credibilidad a escala internacional. Estas tensiones se intensificaron debido al incumplimiento de los compromisos adquiridos por los ingleses en Lancaster House sobre el financiamiento de la compra de tierras para ser distribuidas.

Zimbabue accede a la independencia en uno de los peores momentos en la historia económica. Los años ochenta fueron en África, al igual que en América latina, los de una trágica década perdida (después vendrían más años perdidos). Para 1990, Zimbabue estaba de rodillas ante el Fondo Monetario Internacional y se sometió a su brutal esquema de ajuste estructural. El neoliberalismo llegó a Zimbabue con un modelo promovido por el FMI en todo el continente. Por si eso no fuera suficiente, el pesado legado de la deuda hizo estragos en la naciente economía de Zimbabue. Entre 1993 y 1998 ese país pagó más de mil millones de dólares como servicio de la deuda (heredada del período colonial) de lo que recibió como ‘ayuda’. 

La recesión de los años ochenta, provocada deliberadamente por el aumento en la tasa de interés aplicada por la Reserva federal, ocasionó el desplome de los precios de los principales productos de exportación de África. La aplicación de los programas de ajuste estructural fueron justificados sobre la base de que la política macroeconómica post-colonial había sido un desastre que requería la amarga medicina de la austeridad. Más aún, se dijo que la intervención del Estado era precisamente lo que estaba causando tantos problemas. En realidad, la economía de Zimbabue no estaba creciendo mucho, pero sus problemas no necesitaban de un ‘ajuste estructural’. La realidad es que ese esquema de política económica fue el instrumento para extender el dominio neocolonial sobre los recursos naturales de Zimbabue.

En los años que siguieron al ajuste estructural estallan todas las contradicciones que venían arrastrándose desde la descolonización. La más importante de estas contradicciones se relaciona con la tenencia de la tierra. Si bien los acuerdos de la descolonización contemplaban el respeto a la estructura de la propiedad heredada de la colonia, no prohibían las operaciones de compraventa voluntarias. Pero en los primeros diez años de vida independiente ese tipo de operaciones fueron escasas. La insatisfacción con el gobierno de Mugabe fue en aumento.

Los siguientes años vieron un proceso de transformación de ZANU-PF que gradualmente evolucionó hacia un movimiento más urbano e incluso pequeño burgués, que poco a poco fue dejando de lado la cuestión agraria. Cuando regresa el tema de la tenencia de la tierra a la agenda nacional, lo hace en un despliegue de oportunismo por parte del liderazgo del ZANU-PF (Mugabe a la cabeza) y sin una estrategia y sin una base política más amplia.

Entre 1997-2000 las confrontaciones sobre prestaciones y fondos de pensión de los antiguos veteranos de la guerra de liberación hizo que volviera a salir a la superficie la cuestión agraria. Entre 1998-1999 el gobierno en Harare retrocedió parcialmente de sus posturas neoliberales, provocando el enojo de Washington, la UE y del FMI. En esos años comienza a hacerse obvio que la imposición de sanciones sobre Zimbabue es sólo una cuestión de tiempo.

Las ocupaciones de tierras de los años noventa condujeron a todo tipo de problemas, inclusive a un colapso en la producción agrícola. Mugabe se vio envuelto en fuertes escándalos de corrupción en este proceso, lo que acabó por generar una gran insatisfacción incluso entre los veteranos de la guerra de liberación. Para aplacar estos problemas, Mugabe desempolvó la vieja agenda de la guerra de liberación y promovió  una reforma agraria que comenzó a llevarse a cabo con más ocupaciones y un gran desorden. Por si esto fuera poco, Mugabe comprometió a su ejército en la llamada segunda guerra del Congo que condujo a la caída de Mobutu y la toma del poder por Kabila en 1997. El costo de esa guerra es otro factor que afecta el presupuesto de Zimbabue. Y es muy probable que haya sido también un factor decisivo para que Estados Unidos y la Unión Europea impusieran sanciones económicas en 2003 (aunque el argumento utilizado fuese el de los abusos sobre los derechos humanos). El costo de la aventura en el Congo es otro factor decisivo en la crisis de Zimbabue. Al final de cuentas, la contracción económica le da el tiro de gracia a la recaudación y al gobierno no le queda otro remedio que echar a funcionar la máquina de imprimir billetes.

¿Qué hay de la riqueza mineral y, en especial, de platino y diamantes de Zimbabue? Desde la independencia y acceso a la regla de la mayoría en ese país, la propiedad de las minas sobre este sector estratégico no ha sufrido cambio alguno. Zimbabue tiene la capacidad de exportar mil millones de dólares mensuales de diamantes, una cantidad suficiente para deprimir el precio internacional de manera significativa. Las compañías que dominan la producción en Zimbabue no están bajo el control de Harare y su contribución al erario público es insignificante. La agenda de la lucha de liberación nacional nunca pudo retomar este punto crucial.

La hiperinflación en Zimbabue se nos presenta en la superficie como crisis monetaria, pero su esencia está más relacionada con las contradicciones de la descolonización y con el papel de África en la acumulación de capital a escala mundial. Además, es importante observar que si bien detrás de este episodio se encuentran malos manejos de la economía, corrupción y las veleidades dictatoriales de Mugabe, también es cierto que un componente esencial de esta tragedia es el paquete de política macroeconómica neoliberal que se impuso en Zimbabue desde su nacimiento.

Alejandro Nadal es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 28 de julio de 2013

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