Harold Meyerson
24/03/2017Recortes de impuestos para los ricos. Desregulación para los poderosos. Eliminación de salarios para todos los demás. Estos son los principios de la economía del “trickle-down” ["economía del derrame", filtración de arriba a abajo], la antiquísima estrategia para hacer que avancen los intereses de los ricos y poderosos por encima de la clase media y los pobres. Los artículos de la sección de “Trickle-Downers” [defensores de la "economía del derrame"] se dedican, en primer lugar, a denunciar y refutar estas mentiras, pero igualmente, a recordar a los norteamericanos que estas afirmaciones no se hacen porque sean ciertas. Se hacen, antes bien, porque es la forma más eficaz que tienen las élites de acosar, confundir e intimidar a los votantes de clase media y clase trabajadora. Las afirmaciones del “escurrido” no son de economía de verdad. Son estrategias de negociación. Y aquí, en el Prospect, tenemos la esperanza de ayudaros a vencer en esta negociación. [Palabras introductorias de la sección en que apareció este artículo en la revista The American Prospect].
Pese a las abundantes pruebas empíricas de que elevar el salario mínimo no lleva a perder puestos de trabajo, la idea de que sí constituye un artículo de fe entre los economistas de derechas, y con excesiva frecuencia los medios informan de sus cavilaciones teológicas como si fueran hechos. El último ejemplo de esa insensatez ha aflorado en un artículo del Financial Times el 22 de marzo, diario que suele estar por encima de publicar estas tontadas.
Así empezaba el artículo, con el titular “Lucha por encontrar empleo en Seattle”:
“En Seattle, la tasa de paro de la ciudad sigue constante, ligeramente por encima del 3 %, aunque un aumento del salario mínimo puede haber expulsado los empleos de bajos salarios”.
“Creemos que los trabajadores inmigrantes se están yendo a regiones del país más baratas”, afirma Jacob Vigdor, economista de la Washington University. [sic –la Washington University está en San Luis. Vigdor es economista en la Universidad de Washington, en Seattle.] “los originarios de la zona de Seattle han empezado también a darse por vencidos, y han decidido que pueden gozar de mejor nivel de vida si se mudan a otros lugares”.
Así termina la discusión del artículo de las calamidades de Seattle. Los únicos datos empíricos que aparecen en la noticia, tomen nota, por favor, muestran que la tasa de para es allí del 3 %, lo que la mayoría de los economistas, lo mismo que la gente, considera pleno empleo. El argumento, sin embargo, es que la pérdida de empleos que no se ha demostrado está provocando un éxodo de la ciudad que está por demostrar. En lugar de pruebas, tenemos las opiniones del profesor Vigdor, miembro del derechista Manhattan Institute, en el que es una verdad universalmente reconocida que un aumento del salario mínimo tiene que llevar a que se pierdan puestos de trabajo, no obstante el hecho de que todos los datos —como, por ejemplo, un 3% de tasa de paro — muestran lo contrario. El error del Financial Times consiste en que los prejuicios de Vigdor figuran como una suerte de datos, mientras que del único dato real de la información, la tasa de paro del 3%, se da cuenta de refilón en el mejor de los casos.
El autor del artículo podría haber echado un rato en considerar un informe de la [oficina de la] Reserva Federal en San Luis (Misuri), que aportaba pruebas de un incremento del empleo en el sector de la restauración de Seattle después incluso de que se elevaran los salarios, y un informe de especialistas académicos de la Universidad de Washington, entre ellos varios colegas de Vigdor, que también mostraba evidencias de un aumento en Seattle de los empleos de bajos salarios, así como de los de salarios elevados, en el año siguiente al incremento del salario mínimo.
El Financial Times suele mostrar normalmente más agudeza de la que aquí se encuentra. Por desgracia, en este caso, vuelve a la norma de la mayoría de la información económica en la que el evangelio del “escurrido” ha sido tan introyectado que a las opiniones del personal académico derechista se le otorga mayor peso que a los hechos empíricamente verificados. Venga, Financial Times, que lo podéis hacer mejor.