EE UU: Reflejos del Partido Demócrata

Alejandro Nadal

20/11/2016

Tuit de Wikileaks el 22 de julio: “Hoy damos a conocer 20 mil correos electrónicos del Comité Nacional del Partido Demócrata”. Las revelaciones de Wikileaks confirmaron lo que muchos sospechaban: la cúpula del Partido Demócrata estaba trabajando en contra de Bernie Sanders y en favor de Clinton.

La comunicación entre el equipo de campaña de Hillary y el Comité Nacional del Partido (DNC, por sus siglas en inglés) era constante. Destacan los mensajes en los que intervienen la presidente del comité, Debbie Wasserman Schultz, y el jefe de la campaña de Cinton, John Podesta. El sesgo antiSanders iba en aumento a medida que crecía su popularidad. Y mientras los sondeos mostraban que Sanders tenía mayores probabilidades de derrotar a Trump que la señora Clinton, la intranquilidad en la jerarquía demócrata aumentaba. Lo que estaba en juego no era esta elección presidencial, sino el control del partido.

Es claro que los jefes del DNC traicionaron su mandato de neutralidad e inclinaron la balanza en favor del equipo de Clinton. No es la primera vez que algo así sucede en la historia de este partido. Su maquinaria ha manifestado una tendencia clara a preferir los intereses de los poderes establecidos cuando piensa que sus candidatos se mueven demasiado a la izquierda.

El ejemplo más importante es el golpe de mano ejecutado en la convención del Partido Demócrata en julio de 1944. El presidente Franklin Roosevelt estaba por concluir su tercer mandato presidencial. Lo peor de la Gran Depresión había pasado y la recuperación se consolidaba. Y en la dimensión internacional se acercaba la derrota de Alemania y de Japón en el teatro del Pacífico. Pero a nadie escapaba que la salud de Roosevelt era frágil y que probablemente no terminaría su cuarto mandato. La selección del vicepresidente se convirtió en un tema fundamental.

Durante los primeros dos mandatos de Roosevelt el vicepresidente fue John Garner, diputado federal tejano con vínculos cercanos a la maquinaria del partido. Durante el segundo mandato la relación entre Roosevelt y Garner se deterioró porque el segundo estuvo a favor de la intervención de fuerzas federales para romper una huelga en la planta de General Motors en Flint. (A muchos se les olvida, pero durante la Segunda Guerra Mundial se desató una gran oleada de huelgas en Estados Unidos.) Además, Garner adoptó una postura de austeridad fiscal que no tenía la aprobación de los asesores económicos del presidente. Al final del segundo mandato Roosevelt seleccionó a Henry Wallace para vicepresidente y la reelección se ganó con una enorme ventaja.

A lo largo de su vicepresidencia la popularidad de Wallace se consolidó y se acrecentó. Uno de sus discursos, quizás el más famoso, pronunciado en 1942, provocó un gran revuelo. Se le conoce como el “discurso del hombre común” porque en un pasaje central Wallace señaló que el siglo que se iniciaría al finalizar la guerra no sería conocido como el “siglo americano”, como muchos sugerían, sino como el siglo del hombre común y corriente. La alocución recuerda algún discurso de Salvador Allende y tuvo gran impacto en la opinión popular. Como era de esperarse, le ganó toda la enemistad de los jefes del Partido Demócrata. El progresismo de Wallace y su popularidad se habían convertido en una amenaza para el establishment del Partido Demócrata. Desde entonces comenzó la campaña para quitarlo de la vicepresidencia. A lo largo de 1944 Roosevelt fue abordado por muchos de sus amigos y aliados en el partido para que abandonara a Wallace y escogiera otro vicepresidente. La mala salud del presidente facilitó el trabajo.

Al abrirse la convención en Chicago Wallace gozaba de gran popularidad y se daba por sentado que se le volvería a postular como candidato a la vicepresidencia. Cuando Wallace pronunció su discurso el público gritó y aplaudió a rabiar. Los asesores de Wallace se dieron cuenta: si en ese momento se pudiera hacer una votación, su candidato sería el próximo vicepresidente. Uno de ellos, el senador por Florida Claude Pepper, intentó aproximarse al micrófono con la intención de pedir una votación por aclamación en ese momento. La victoria de Wallace parecía asegurada.

Pero los caciques del partido ordenaron en ese instante que se suspendiera la sesión y se postergara para el día siguiente cualquier acto de la convención. Pepper estuvo a cinco segundos de llegar al micrófono y la sesión se interrumpió. Durante la noche la máquina se puso en marcha: se promovieron las candidaturas de los “hijos predilectos” de varios estados sureños, se compraron votos y se manipularon los registros de delegados. Al día siguiente el oscuro pero maleable senador Harry Truman pudo ganar el puesto de vicepresidente.

Roosevelt murió en abril de 1945 y Truman accedió a la presidencia. El curso de los acontecimientos hubiera cambiado si Henry Wallace hubiera sido el vicepresidente en el cuarto y último mandato de Roosevelt. Entre otras cosas, es muy probable que Estados Unidos no hubiera lanzado los ataques nucleares de Hiroshima y Nagasaki. La maquinaria del partido cambió el rumbo de la historia.

Economista. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso.
Fuente:
http://www.jornada.unam.mx/2016/11/16/opinion/024a1eco
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