Dan La Botz
23/03/2018Los trabajadores vivimos en tiempos sombríos. Cuando la presidencia Trump termine dentro de cuatro años, si lo hace, es posible que no tengamos ya un movimiento sindical organizado. Como uno de mis colegas, Ed Ott, del Instituto Murphy, de la escuela de relaciones laborales de la Universidad de Nueva York, me dijo: “Estamos en el principio del fin en EE UU del movimiento sindical desarrollado en co-gestión con el capital”. Se acaba una época. Los sindicatos y la negociación colectiva van a ser barridos, y con ellos las instituciones que nos han protegido en el lugar de trabajo y nos han proporcionado un mínimo de seguridad en el empleo, salarios dignos, seguros de salud y pensiones. [ 1 ]
El Presidente Donald Trump y el Congreso republicano, así como los republicanos en las legislaturas estatales y en los tribunales, están planeando un ataque frontal para aniquilar el movimiento sindical estadounidense. Este ataque a los sindicatos, sin embargo, es sólo una parte de un ataque más amplio contra los trabajadores en general. La administración Trump no sólo amenaza a los sindicatos, sino que también está destruyendo la red de seguridad social, restringiendo el derecho de voto, y penalización a gran parte de la población inmigrante. Al mismo tiempo, la retórica racista de Trump anima y exacerba las tensiones raciales y religiosas en la sociedad, fomentando la violencia de la derecha, mientras que su lenguaje misógino degrada a las mujeres y las hace, también, más vulnerables a la discriminación y el maltrato.
La cúpula sindical de Estados Unidos ha demostrado ser incapaz durante las últimas cuatro décadas de resistir este asalto implacable, tanto económica como política, contra los sindicatos, ni ha proporcionado un liderazgo a la clase obrera en su conjunto. Nada ilustra mejor el patético estado de los trabajadores sindicalizados que su incapacidad para solidarizarse, y movilizar en apoyo de los movimientos de los trabajadores y oprimidos como Occupy Wall Street y Las Vidas Negras Importan. Sólo un puñado de sindicatos se han enfrentado a los patrones, los republicanos, y Trump. Y aun menos han sido los que han cuestionado la dirección del Partido Demócrata neoliberal o tenido el valor de intentar crear una nueva alternativa política.
El sol se pone para los sindicatos. El movimiento sindical que hemos conocido está siendo exterminado, mientras que todavía no ha surgido un nuevo movimiento obrero. Vamos a tener que desarrollar nuevas formas de lucha, y sólo sabremos cuales son cuando nos vemos obligados a crearlas. Vamos a tener que hacer salir el sol de nuevo, y no lo conseguiremos solo rezando. Vamos a tener que organizarnos y luchar, aprender de los movimientos sociales y desarrollar nuestra propia dirección política independiente.
¿Dónde nos encontramos en la actualidad?
Para construir un nuevo futuro, debemos entender nuestro pasado reciente y el presente. Vamos a comenzar con la situación objetiva de los sindicatos en la actualidad. La afiliación sindical estadounidense está en su punto más bajo desde la década de 1920, y una serie de proyectos de ley ante el Congreso y las legislaturas estatales, así como de casos en los tribunales, sugieren que en los próximos años los sindicatos se enfrentan a la posibilidad de su extinción virtual. En 2016 los Estados Unidos tenían 14,6 millones de afiliados sindicales, que representaban sólo el 10,7 por ciento de todos los trabajadores en Estados Unidos, mientras que en 1983 había 17,7 millones de trabajadores sindicados, o el 20,1 por ciento de la población activa. A mediados de la década de 1950, el 35 por ciento de los trabajadores pertenecían a los sindicatos. Entre los trabajadores del sector público, en la actualidad el 34,4 por ciento están sindicalizados, en comparación con sólo el 6,4 por ciento en el sector privado. [ 2 ] La mayoría de los trabajadores nunca han participado en una huelga, no han asistido a una reunión del sindicato, y en las elecciones recientes para la dirección de los Teamsters, sólo el 19 por ciento de los afiliados votaron por correo. Para muchos trabajadores, los sindicatos han dejado de ser relevantes.
A pesar de algunos esfuerzos de organización muy publicitados, por ejemplo entre los trabajadores del automóvil en el Sur, los sindicatos no han sido capaces de cambiar de rumbo. Las campañas de United Auto Workers en Volkswagen y Nissan fracasaron; los organizadores no fueron capaces de construir un sindicato real en los talleres, y los trabajadores nunca tuvieron garantías de que podían ganar sin arriesgar sus puestos de trabajo. [ 3 ] Además de los sindicatos habituales, hay docenas de centros de trabajadores en los Estados Unidos que agrupan a los trabajadores inmigrantes, la mayoría de ellos latinos y muchos de ellos indocumentados, en organizaciones para ayudarles a proteger sus derechos laborales y mejorar sus condiciones de trabajo. [ 4 ] Estas organizaciones tienen miles de miembros y hacen un trabajo muy importante, que no tienen el peso y la fuerza de los sindicatos.
No sólo el número de trabajadores organizados es el menor de los últimos cien años, sino que los sindicatos también convocan muchas menos huelgas. En 2016, hubo sólo 15 grandes paros en los que participaron un total de 99.000 trabajadores. Durante las últimas cuatro décadas los grandes paros se redujeron en aproximadamente un 90 por ciento. El período 2007-2016 fue la década con el menor número de huelgas, con un promedio de aproximadamente 14 grandes paros por año. El año con menos huelgas, cinco, fue 2009. [ 5 ] Mientras que algunas huelgas importantes han inspirado al movimiento obrero y proporcionado modelos de organización, estrategia y lucha, como la huelga de los maestros de Chicago de 2012 y la huelga de los trabajadores de las comunicaciones de 2016, no ha habido una importante ola de huelgas en los Estados Unidos desde 1970-1971.
En la última década, los sindicatos de Estados Unidos han adoptado algunas nuevas estrategias de organización para los grupos de trabajadores con salarios bajos. La más destacada de estas campañas ha sido la “lucha por los 15$”, respaldada por sindicatos como la Unión Internacional de Empleados de Servicio y los Trabajadores Comerciales y de Alimentos Unidos. Las manifestaciones de protesta, acciones simbólicas locales y las huelgas ocasionales a pequeña escala, combinadas con el cabildeo y las propuestas legislativas han ganado para los trabajadores unos 62 mil millones de dólares en aumentos en la última década, de acuerdo con un informe del National Employment Law Project. [ 6 ] Lo que está muy bien, aunque los salarios siguen siendo demasiado bajos. Y, lo más importante, la campaña no ha sido capaz de organizar a cientos de miles de trabajadores de bajos ingresos en los sectores de comida rápida, hostelería y el comercio minorista.
Los ataques legales, legislativos y administrativos
El derecho de los trabajadores a organizar sindicatos está bajo ataque en los tribunales, en el Congreso y en las legislaturas estatales. [ 7 ] La antisindical Fundación Nacional para la Defensa Legal del Derecho al Trabajo pidió al Tribunal Supremo dictaminar en el caso Janus v. AFSCME, lo que podría acabar con capacidad de los sindicatos de recolectar ‘gastos de representación’ a veces llamados ‘honorarios de cuota’. Los conservadores argumentan que los sindicatos obligan a los trabajadores a apoyar financieramente causas políticas con las que no están de acuerdo, por lo que violan sus derechos a la libertad de expresión. En la actualidad, los trabajadores pueden negarse a afiliarse a un sindicato en su lugar de trabajo en el sector público, pero deben pagar una cuota de representación al sindicato. Son las cuotas de los afiliados y los gastos de representación de los no afiliados los que proporcionan a los sindicatos los recursos para comprar o alquilar un local para el sindicato, para contratar personal, y para llevar a cabo sus actividades. Si el Tribunal Supremo confirma el dictamen del caso Janus, muchos sindicatos de empleados públicos no solo perderán los honorarios de los no afiliados, sino también, posiblemente, una desafiliación de sus miembros. [ 8 ]
Los derechos sindicales tanto en el sector público como el privado también están siendo atacados en el Congreso. Los conservadores en el Congreso han presentado un proyecto nacional de ley sobre el “derecho al trabajo” que “prohibe, a escala nacional, cualquier convenio colectivo que establezca el pago de cuotas sindicales obligatorias”. [ 9 ] Según la National Law Review:
“La Ley Nacional de Derecho al Trabajo probablemente tendrá efectos devastadores para los trabajadores organizados, disminuyendo drásticamente los ingresos de los sindicatos y las tasas de sindicación, particularmente en los estados que ya tienen una afiliación sindical baja y menos apoyo histórico a los sindicatos. Los estudios demuestran que existe una correlación directa entre la aprobación de leyes de derecho al trabajo y la caída de la afiliación sindical. Según el Bureau of Labor Statistics, de los 27 estados con la afiliación sindical por debajo de la media nacional en 2016, casi todos son estados con leyes sobre el derecho al trabajo, llegando a la bajísima tasa del 1,6 por ciento en Carolina del Sur”. [ 10 ]
Una ley federal sobre el derecho al trabajo podría eliminar virtualmente a los sindicatos de muchos sectores de la economía.
Mientras tanto, las legislaturas estatales siguen aprobando nuevas leyes de derecho al trabajo. Durante muchos años, las leyes de derecho al trabajo existían sólo en los estados del sur profundo y en un par de estados de las Grandes Llanuras. Pero en 2012, Michigan e Indiana aprobaron leyes del derecho al trabajo, seguidos de Wisconsin en 2015 y Virginia Occidental en 2016. Más tarde, en enero de 2017, fue el turno de Kentucky, y en febrero de 2017, Missouri se convirtió en el 28 º Estado en aprobar una ley del derecho al trabajo. [ 11 ] Dónde se aprueban leyes de derecho al trabajo, los sindicatos pierden miembros y cuotas, tienen que reducir su personal, y tienen menos poder económico e influencia política.
Incluso sin fallos judiciales o nueva legislación, Trump ha intentado reducir el poder de los sindicatos al designar a dos conocidos oponentes de los sindicatos a la Junta Nacional de Relaciones Laborales, que supervisa la representación sindical y la negociación colectiva en el sector privado. Los dos nombramientos de Trump, William Emanuel y Marvin Kaplan, han sido confirmados por el Senado, lo que dará a los republicanos una mayoría en la Junta de cinco miembros y un tremendo poder para bloquear la organización y representación sindical. [ 12 ] Peter Robb, que se convertirá en asesor general de la Junta, es conocido por sus posiciones antisindicales y tendrá el poder de influir en miles de casos laborales. [ 13 ] La Junta tiene el poder de decidir quien puede votar en el lugar de trabajo a favor de un sindicato, cómo actúan los sindicatos y la dirección durante unas elecciones, y cómo y cuándo se celebran las elecciones sindicales.
Aunque solo cabía esperar lo peor, los sindicatos se sorprendieron al enterarse el 14 de diciembre que la Junta, en una votación 3 a 2, había revocado decisión conjunta con el empleador de diciembre de 2015, de la era Obama, que hacía más fácil para los contratistas autónomos y los trabajadores de las empresas de franquicia, tales como hoteles y restaurantes, formar sindicatos y negociar colectivamente con las cadenas propietarias. Al día siguiente, en un caso contra Raytheon Network Centric Systems y en la misma votación 3 a 2, la Junta revocó un fallo de 2016 sobre cambios unilaterales de los empleadores en los lugares de trabajo sindicalizados. La Junta, en este caso, restauró un antiguo precedente de hace 50 años, que permite a las empresas cambiar sus políticas sin consulta con el sindicato si ha tomado medidas similares antes.
Los nombramientos de Trump en el Departamento de Trabajo de Estados Unidos, que supervisa la salud y la seguridad laborales, las normas salariales y horas de trabajo y los beneficios del seguro de desempleo también actúa contra los intereses de los trabajadores. Los nuevos nombramientos intentarán debilitar la protección de los trabajadores en el lugar de trabajo, reducir la elegibilidad para el pago de horas extras, e imponer el arbitraje forzoso a los sindicatos, al mismo tiempo que prohíben las demandas judiciales colectivas. [ 14 ]
Todas estas leyes y casos judiciales, cambios normativos y nombramientos implican que el tamaño y los recursos económicos de los sindicatos disminuirán y, en consecuencia, también lo hará el poder político de los trabajadores. Menos afiliados sindicales significará que menos personas colaborarán en las centrales de teléfono del Partido Demócrata, en las visitas puerta a puerta, y alentando a votar en las elecciones. Los trabajadores tendrán más dificultades para defenderse en el trabajo y para avanzar sus intereses en la sociedad y la política. Todo esto significa que la reconstrucción del movimiento obrero, o, mejor dicho, la construcción de un nuevo movimiento obrero, se convierte en una tarea urgente.
Las promesas de Trump y la realidad
Donald Trump hizo su campaña presidencial con una plataforma económica nativista, nacionalista, prometiendo “hacer América grande otra vez” alentando la crecían de empleo y la defensa de los puestos de trabajo tanto contra el capital como los trabajadores extranjeros. Trump se comprometió a reconstruir la infraestructura nacional y presionar a las empresas para mantener los empleos industriales en los Estados Unidos o recuperarlos. Se comprometió a proteger los puestos de trabajo “americanos” de los mexicanos y otros “inmigrantes ilegales”, así como a proteger a Estados Unidos de la competencia económica de China. Trump prometió que así salvaría la Seguridad Social y Medicare. Por último, Trump prometió acabar con las intervenciones militares de Estados Unidos en el extranjero y con la política estadounidense de cambio de régimen en países extranjeros, concentrándose en“America First”. Trump llegó a afirmar que haría del Partido Republicano “un partido obrero”. [ 15 ] Fue esta plataforma económica nacionalista la que en algunos estados clave ganó los votantes blancos de clase trabajadora suficientes como para obtener la mayoría de los colegios electorales y que Trump ganase las elecciones.
Trump se comprometió a drenar el pantano de lobbystas de Wall Street en Washington DC. Sin embargo, cuando se convirtió en presidente, Trump nombró a varios miembros del gabinete que eran banqueros de Wall Street, y otros, como Rex Tillerson y Wilbur Ross, que son multimillonarios. La fortuna global de los miembros del gabinete se estima en 14 mil millones de dólares. La agenda pro-empresarial de Trump no sólo es manifiesta en en sus nombramientos políticos, sino también en sus iniciativas legislativas, en particular el presupuesto y su plan fiscal. Tomados en conjunto, no sólo representan una enorme redistribución de la riqueza a favor de quienes ya son ricos, sino también dará lugar a recortes en el número de empleados públicos en los distintos departamentos federales.
La propuesta inicial de Trump de presupuesto para el año fiscal, por valor de 4 billones de dólares, supone grandes aumentos en Defensa (10 por ciento), Seguridad Nacional (hasta 7 por ciento), y de Asuntos de Veteranos (hasta 6 por ciento), mientras que al mismo tiempo propone recortes en la Agencia de Protección Ambiental (un 31 por ciento), para los programas de desarrollo de los estados (un 29 por ciento), y en Agricultura y Trabajo (cada uno un 21 por ciento), así como Justicia (un 20 por ciento, sobre todo relacionado con las víctimas de delitos, porque el FBI aumenta su presupuesto), Salud y Servicios Humanos (16 por ciento) y educación (14 por ciento). [ 16 ] El proyecto de presupuesto también elimina diecinueve pequeños programas cuyo coste total es de sólo 500 millones de dólares, pero que contaban con la oposición de los conservadores, entre ellos la Corporación para la Difusión Pública, la Corporación de Servicios Legales, AmeriCorps, y la Fundación Nacional para las Artes y las Humanidades. [ 17 ] Como señaló el Washington Post:
“Si usted pobre en Estados Unidos, la propuesta de presupuesto del presidente Trump no es para usted. Trump ha dado a conocer un presupuesto que recortará o suprimirá programas que han proporcionado a los estadounidenses de bajos ingresos ayudas en prácticamente todos los frentes, incluyendo viviendas asequibles, créditos, aislamiento térmico para las casas, capacitación para el trabajo, el pago de facturas de combustible para calefacción, y asesoramiento legal en derecho civil” . [ 18 ]
El presupuesto de Trump recortará organismos reguladores y programas sociales y dará lugar a despidos de trabajadores federales. Y el plan de impuestos de Trump, que el Congreso aprobó a finales de 2017, recortará los impuestos para los más ricos, reducirá los ingresos federales e implicará mayores recortes en el presupuesto.
La estrategia laboral de Trump
La estrategia laboral de Trump es astuta. Ha presentado un programa para ganar el apoyo de un sector de trabajadores altamente cualificados, en su mayoría blancos, al mismo tiempo que ataca a los sindicatos que representan a muchos más trabajadores negros, latinos y mujeres. Es una estrategia destinada a consolidar su base, dividir y debilitar el movimiento obrero. La reunión de Trump con representantes de los trabajadores de la construcción en su primer día en el cargo fue un golpe publicitario. Les contó a los dirigentes sindicales sus planes de grandes proyectos de infraestructura: carreteras, puentes, y, por supuesto, el muro fronterizo.
Los líderes sindicales elogiaron a Trump. Sean McGarvey, presidente de los Sindicatos de la construcción de América del Norte, sonaba como Trump al afirmar que había sido “una reunión increíble”, la mejor que “nunca habían tenido en Washington.” “Tenemos un vínculo común con el presidente”, dijo Garvey. “Venimos de la misma industria. Trump entiende el valor de impulsar el desarrollo, de incorporar a la gente a la clase media”. El Presidente de los Teamsters, James P. Hoffa, cuyo sindicato respaldó a Hillary Clinton, también ha alabado a Trump. Muchos camioneros trabajan en la construcción, conduciendo camiones volquete, camiones de cemento, o entregando vigas de acero a los lugares de trabajo. Los Teamsters han elogiado a Trump por lo que ellos llaman su “objetivo común” de proyectos de infraestructura.
Hoffa también alabó a Trump por sacar a Estados Unidos del acuerdo comercial de la Asociación Trans-Pacífico: “Con esta decisión, el presidente ha dado el primer paso para corregir treinta años de malas políticas comerciales que han costado a los estadounidenses que trabajan millones de empleos bien remunerados”. Hoffa declaró a Fox News, “Hemos hablado de modificar el TLC, y nadie lo hacía. Se puede hacer, y aplaudo al presidente por ser tan audaz como para decir que sólo tenemos que denunciarlo y negociar uno nuevo. No hay precedentes. Pero es lo que realmente hay que hacer”. Los camioneros también quieren que Trump modifique la cláusula del TLC que permite a los camioneros mexicanos cruzar la frontera con Estados Unidos.
Curiosamente, a pesar de que Hoffa y los camioneros han elogiado a Trump, permanecen activos en el Partido Demócrata, donde han endosado a Keith Ellison de Minnesota, candidato del “ala Bernie Sanders” del Partido Demócrata, para la presidencia del Comité Nacional Demócrata. Las posturas contradictorias de los Teamsters sobre estos temas son compartidas por muchos otros sindicatos.
Aunque Trump prometió a los dirigentes de los sindicatos de la construcción lo que querían escuchar, puede que los defraude. La plataforma del Partido Republicano de 2016 incluía la derogación de la Ley Davis-Bacon de 1931, que requiere que los proyectos de obras públicas paguen los salarios locales predominantes (en general fijados en los convenios colectivos sindicales), una ley que ha sido clave para mantener los ingresos de los trabajadores de la construcción. Cuando McGarvey preguntó a Trump sobre la Ley Davis-Bacon, el presidente se negó a comprometerse en su defensa. Si la Ley Davis-Bacon fuese revocada, el impacto en los trabajadores de la construcción sería desastroso. Sólo unos días después de la reunión con Trump, el senador Jeff Flake de Arizona presentó un proyecto de ley para suspender la aplicación de la Ley Davis-Bacon en los proyectos de carretera federales.
Trump también afirma que es un amigo de la industria del carbón y de los mineros del carbón. Una vez elegido prometió eliminar las restricciones a la producción de carbón. Hablando el 9 de octubre en el este de Kentucky, en la región del carbón, Scott Pruitt, director de la Agencia de Protección Ambiental, anunció con aplausos de los ejecutivos de las compañías de carbón que “la guerra contra el carbón ha terminado” y que su agencia pondría fin al Plan de Energía Limpia de Obama, adoptado para proteger el medio ambiente y la salud humana. [ 19 ] Pero Trump y Pruitt pueden no cumplir sus promesas de más puestos de trabajo en el carbón: muchas empresas ya han cambiado a las energías eólica, solar o el gas natural. Aún así, las plantas energéticas, ya sean de combustión de carbón o gas, siguen contribuyendo al cambio climático, perjudicando la salud de los niños, y empeorando problemas de salud como el asma. Y la producción de carbón que apoyan es peligrosa para el planeta y todos sus habitantes, no sólo por el calentamiento global, sino también por provocar un clima más extremo. El anuncio de Pruitt llegó justo después de los huracanes Harvey, Irma, Maria, y Nate en Texas, Louisiana, Florida y Puerto Rico, en una temporada de tormentas sin precedentes que algunos científicos creen que esta causada por el cambio climático. Pero aunque no se creen muchos puestos de trabajo en el carbón, a corto plazo la promesa de Trump de recuperar puestos de trabajo en el carbón es un problema para el presidente de la AFL-CIO, Richard Trumka en su propio sindicato, los Trabajadores de Mina Unidos.
Trumka, que apoyó a Hillary Clinton y se opuso a Trump por su programa intolerante, racista, sexista y anti-sindical, cambió de parecer inmediatamente después de la elección de Trump. En un comunicado enviado por correo electrónico a la prensa, Trumka dijo que la AFL-CIO aceptaba el resultado de las elecciones y ofrecía a Trump “nuestras felicitaciones”. La estrategia de cortejar a los sindicatos de la construcción de Trump parece haber neutralizado efectivamente a la AFL-CIO, la mayor y más importante organización sindical del país. Trumka parece no atreverse a desafiar a Trump directamente por temor a perder el apoyo de sindicatos y afiliados, una buena parte de los cuales votaron por Trump.
Trumka dijo a los medios que la elección fue un referéndum “sobre el comercio, sobre la recuperación de la industria manufacturera, sobre nuestras comunidades”. Y añadió: “Vamos a trabajar para hacer realidad muchas de esas promesas. Si Trump está dispuesto a trabajar con nosotros, en consonancia con nuestros valores, nosotros estaremos dispuestos a trabajar con él.”No es sorprendente que Trumka visitase al presidente pocos días después de las elecciones y afirmase que había tenido una ‘conversación productiva’. La incapacidad del dirigente de la mayor organización sindical del país de criticar a Trump desde el principio fue muy decepcionante para muchos en el movimiento obrero, a pesar de que se opondría a algunos de los nombramientos de Trump.
Trumka, por ejemplo, trabajó contra la designación de Andrew Puzder, el ex director general de una franquicia de comida rápida, como ministro de Trabajo, diciendo: “Está en contra de aumentar el salario mínimo. ... Se opone a la reforma de la ley de tiempo del presidente Obama. Desprecia los problemas de discriminación laboral. [Puzder] parece cómodo reforzando estereotipos negativos sobre las mujeres, y podría seguir…”
Habilmente, Trump nombró a Trumka miembro de su Consejo de Negocios, lleno de ejecutivos multimillonarios y billonarios empresariales. El líder de la AFL-CIO aceptó el puesto y lo ejerció durante meses. Trumka sólo dimitió del Consejo después de que varios dirigentes empresariales renunciasen tras la negativa de Trump a condenar la manifestación de la extrema derecha, el Klu Klux Klan, y los grupos nazis en Charlottesville. Trumka escribió en un artículo de opinión en el New York Times:
“Por desgracia, cada día que pasa, se ha hecho evidente que el presidente Trump no tiene intención de cumplir sus compromisos con los trabajadores. Más preocupante aun, sus acciones y retórica pueden dejar unos EE UU peores y más divididos. Por estas razones, ayer dimití del Consejo del presidente, que el presidente ha disuelto hoy tras una serie de renuncias”. [ 20 ]
Trumka, por fin “consciente”, como se dice, no delimitaba un plan de lucha contra Trump. Las vacilaciones de Trumka plantean la cuestión de si la AFL-CIO, tal como está constituida actualmente, sigue siendo viable.
Al mismo tiempo que corteja a los trabajadores en su mayoría blancos y varones de los sindicatos de la construcción, Trump ataca a los empleados públicos. Ha firmado una orden ejecutiva congelando la contratación de empleados públicos federales, que suponen 1,2 millones de funcionarios. La congelación no afecta a los militares, que Trump ha anunciado que reforzará. Una congelación de la contratación, por poco que dure, reduce la fuerza de trabajo a través del desgaste, lo que provoca desmoralización debido a la falta de personal, y más trabajadores dejan sus empleos por la mayor carga de trabajo. Las agencias gubernamentales se vuelven menos productivas, creando una excusa para subcontratar o privatizar.
Los sindicatos de los trabajadores federales han criticado la congelación, enmarcando sus objeciones en el servicio público a la sociedad. Esta congelación no solo afectará a quienes utilizan los servicios de las agencias federales, sino que también reducirá una fuente importante de empleo a tiempo completo, aunque a menudo mal pagado- con vacaciones y beneficios sanitarios, para muchos trabajadores, especialmente negros y mujeres.
La designación por Trump del juez federal Neil M. Gorsuch coloca a otro untra-conservador en el Tribunal Supremo. Con Gorsuch se crea una mayoría conservadora que dictaminará Janus v. AFSCME y muy probablemente terminará con el derecho de los sindicatos de empleados públicos de cobrar las cuotas de representación de los trabajadores públicos no afiliados a los que están obligados a representar. Como ya hemos mencionado, el resultado probable será la crisis financiera de muchas sindicatos de empleados públicos, lo que obligará a reducir su personal y hacer que sean menos eficaces.
Aunque la administración Trump afecta a todos los empleados públicos, los maestros se enfrentan a retos aún mayores. La designada por Donald Trump para la Secretaria de Educación ha sido Betsy DeVos, otra multimillonaria, partidaria de la reforma de la educación privada. El New York Times describe así sus actividades:
“Al igual que los Koch, los DeVoses son generosos partidarios de las Fundaciones que defienden un capitalismo sin restricciones, como el Acton Institute de Michigan, y que se oponen a los sindicatos y defienden la privatización de los servicios públicos, como el Mackinac Center.
También han financiado grupos nacionales dedicados a recortar el papel del gobierno, incluyendo el National Center for Policy Analysis (que defiende la privatización de la Seguridad Social y está en contra de la regulación ambiental) y el Institute for Justice (que presenta recursos legales en los tribunales contra las regulaciones y defiende los vales escolares ). Ambas organizaciones también han recibido dinero de la familia Koch, que se caracterizaba por ser reaccionaria y antisindicatos. Los maestros pueden esperar un ataque contra la educación pública al mismo tiempo que contra sus derechos sindicales.
El presidente J. David Cox Senior de la Federación Americana de Empleados Gubernamentales, desafiando a Trump en sus propios términos nacionalistas, ha criticado el presupuesto del presidente: “Estos recortes presupuestarios harán que un trabajo ya difícil sea aún más difícil para las mujeres y los hombres que protegen nuestros cielos, patrullan nuestras aguas, y nos ayudan a preparamos para hacer frente a situaciones de emergencia”. Se refería a los recortes de dos dígitos a la Administración de Seguridad en el Transporte, la Agencia Federal de Emergencias y la Guardia Costera. “El presidente de Trump se comprometió a 'hacer América segura de nuevo’, pero los drásticos recortes presupuestarios que está proponiendo van a hacer todo lo contrario”, dijo Cox. “No mejora la seguridad al recortar los presupuestos para los programas que impiden que los terroristas secuestren aviones, vendan drogas ilegales en nuestras calles, y Vigilen a los extremistas violentos en nuestros vecindarios”. Esta retórica nacionalista y alarmismo de los dirigentes sindicales, especialmente de aquellos que representan a muchos trabajadores de color, menoscaban el potencial de una posición común de los sindicatos contra el nacionalismo blanco de Trump.
Trumka vacilaba cuando los sindicatos de la construcción y los Teamsters apoyaban el proyecto de Trump, pero muchos sindicatos nacionales y locales se han situado en la oposición, aunque en diferentes grados. Los maestros han estado a la vanguardia de la resistencia. La Federación Americana de Maestros (AFT) movilizó a 250 sindicatos locales y miembros en más de 200 ciudades el día antes de la toma de posesión presidencial como parte del Día Nacional de Acción en las Escuelas contra el programa de Trump. La Asociación Nacional de la Educación (NEA), el sindicato más grande de la nación con 2,7 millones de miembros, pidió a sus afiliados que pararan las escuelas ese día para protestar contra Trump. Tanto la AFT como la NEA respaldaron a Hillary Clinton.
Los miembros del Local 10 del International Longshore and Warehouse Union de Oakland, California, un sindicato con una larga historia radical y una afiliación que es mitad negra, paró el día de la inauguración presidencial. Esta huelga salvaje paró la carga y descarga de los buques en uno de los puertos más concurridos de la Costa Oeste. Aunque en gran parte simbólica, fue una acción importante.
Sorprendentemente, la presidenta del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio, Mary Kay Henry, que no fue invitada a la reunión de Trump con algunos líderes sindicales, ha dicho que no cree que Donald Trump represente una amenaza existencial para su sindicato, el segundo mayor del país, con 1,5 millones de miembros. Y afirmó que su sindicato no se dejaría amilanar y continuaría la campaña por los 15 dólares mínimos.
Incluso cuando algún sindicato ha defendido a Trump, sus asambleas locales han tomado posiciones diferente. Por ejemplo, el Consejo Conjunto 16 de los Teamsters, que representa a 90.000 trabajadores en la ciudad de Nueva York, ha criticado duramente las políticas de inmigración de Trump.
Fuera de los sindicatos, se han producido importantes protestas de los trabajadores en el sector servicios y las industrias de tecnología, así como de los consumidores. La New York Taxi Workers Alliance, una organización sindical con un gran número de miembros inmigrantes musulmanes, se declaró en huelga en el aeropuerto internacional Kennedy. Al mismo tiempo, los trabajadores de Google en California y de Comcast en Filadelfia se manifestaron contra la política de inmigración de Trump. Los sectores no organizados y “no oficiales” del movimiento obrero, han sido los más activos en la oposición a Trump.
Un nuevo movimiento sindical
Hay dos fuentes principales de ideas para la construcción del nuevo movimiento obrero: una será la propia experiencia de los trabajadores, sus tácticas y estrategias desarrolladas a través de ensayos y errores en la lucha con los patrones y el estado. La otra será la izquierda socialista, que puede proporcionar una teoría revolucionaria, es decir, una visión de una sociedad socialista democrática, así como estrategias más inclusivas para agrupar a los lugares de trabajo, los barrios y los movimiento sociales en una batalla más amplia por el poder político. Esta sinergia entre las organizaciones de trabajadores, los movimientos sociales, y las ideas socialistas ha sido el motor de cambio radical en la sociedad desde hace más de 150 años, y sigue siendo la fuente de nuestro poder potencial.
El programa de la izquierda en los sindicatos durante muchos años ha sido la construcción de un movimiento de base para transformar los sindicatos en organizaciones democráticas y militantes. Muchos izquierdistas entraron en los sindicatos en la década de 1970 con una serie de estrategias, desde la alianza con el aparato sindical “progresista” hasta intentar crear una alternativa revolucionaria a las direcciones existente. Estas estrategias de base buscaban la organización de los trabajadores para desafiar a la dirección del sindicato existente y transformarlos en organizaciones de lucha de clases. Un grupo, los Socialistas Internacionales, tenía como objetivo aliar a las corrientes de base en diferentes sindicatos, así como en los movimientos sociales, en un pequeño partido de masas revolucionario y socialista. Esta estrategia, aunque posteriormente desligada de la construcción de una organización revolucionaria, fue defendída por los SI cuando se fusionaron con otros grupos socialistas para formar Solidarity. No solo Solidarity, sino también la Organización Internacional Socialista (ISO) y, más recientemente, los Socialistas Democráticos de América (DSA) han adoptado también a veces esta estrategia.
Los SI, que desarrollaron esta estrategia en la década de 1970, defendían que la burocracia sindical, incluso en los sindicatos progresistas, tendía a controlar a los trabajadores en lugar de asumir sus intereses y luchar por ellos. Para los SI, la burocracia obrera, especialmente en sus niveles más altos, constituía una casta social con sus propios intereses materiales -salarios, dietas, pensiones y activos del sindicato. Y quizás aún más importante, la burocracia sindical también tenía su propia ideología, es decir, que debido a sus relaciones privilegiadas con funcionarios del gobierno, la patronal y los trabajadores, creían saber mejor que los propios trabajadores lo que les convenía. La estrategia de corrientes de base buscaba precisamente desbordar a la burocracia sindical y que los trabajadores se pudieran unir para luchar contra el empleador. Eso significaba hacer suyas las reivindicaciones de los talleres, organizar campañas por los contratos colectivos, y presentarse a los cargos electivos sindicales nacionales y locales, siempre con el objetivo de construir un sindicato más democrático y militante. La construcción de un movimiento sindical de este tipo estaba en el centro de una estrategia de construcción de un partido obrero socialista. Como escribe Kim Moody, que ha sido el defensor más articulado de esta teoría, “La noción de un puente entre la conciencia de clase más rudimentaria y la militancia sindical y la conciencia socialista es la piedra angular de las política de transición y de la estrategia de construcción de corrientes de base”. [ 21 ]
La idea de esta estrategia bases tuvo su origen en la Liga de Educación Sindical del Partido Comunista en la década de 1920 y en las mejores prácticas de intervención de los trotskistas en el sindicato de camioneros en la década de 1930. También se inspira en las muchas rebeliones de base en sindicatos en Estados Unidos a partir de mediados de la década de 1960 hasta 1981, cuando la recesión económica y la represión política rompió estos movimientos. En ese período, los mineros, los trabajadores del automóvil, los conductores de camiones, los trabajadores postales, los trabajadores agrícolas, entre otros, se rebelaron contra sus direcciones sindicales, sus empleadores, y en ocasiones el gobierno. [ 22 ] Los izquierdistas jugaron un papel importante en muchos de estos movimientos. El trabajo de los Socialistas Internacionales en el sindicato de camioneros, donde ayudó a agrupar a jóvenes radicales y a disidentes más veteranos para fundar Teamsters for a Democratic Union en 1976, representó la corriente de base con más éxito de aquella época. [ 23 ] Con el apoyo de TDU, en 1991, Ron Carey fue elegido presidente del sindicato de camioneros, y bajo su liderazgo sindicato llevó a cabo una huelga nacional contra United Parcel Service en 1997, que fue un ejemplo para el movimiento sindical. [ 24 ] La estrategia de construir corrientes de base sigue siendo válida y es necesaria aunque no suficiente para construir un nuevo movimiento sindical. Labor Notes, que publica una revista mensual, distribuye libros como el Manual del Agitador, hace a las escuelas de agitación en todo el país, y celebra una conferencia bianual a la que asisten unas 2.000 activistas, sigue siendo un eje de la estrategia de corrientes de base.
Actualmente, los activistas sindicales han adoptado esta estrategia de base en los sindicatos que representan a los trabajadores del transporte público, los maestros y los trabajadores sanitarios. Aunque los sindicatos de empleados públicos implican una problemática especial porque sus miembros trabajan a menudo directamente con el público -como las enfermeras y los maestros de escuela- el principio de organizar a los trabajadores de base para desafiar a la burocracia sindical para que los trabajadores puedan luchar contra sus empleadores sigue siendo el mismo. Los sindicatos de empleados públicos son objeto de ataques concertados en los tribunales y las legislaturas y los trabajadores necesitan movimientos de base para presionar a sus dirigentes más reacios para que movilicen a sus miembros para defenderse. Y los socialistas deben ayudar a proporcionar una dirección a esos movimientos.
La mayoría de los trabajadores, sin embargo, alrededor del 90 por ciento, no están en los sindicatos, por lo que necesitamos nuevas estrategias de afiliación sindical. En algunos lugares de trabajo, por ejemplo en la industria logística, es decir de almacenamiento y transporte, todavía son lugares de trabajo industriales tradicionales. Es decir, hay un gran número de trabajadores semicalificados organizados en torno a instalaciones y máquinas, en este caso estanterías, carretillas elevadoras, muelles y camiones, y se congregan en gran número en una planta o una constelación de instalaciones. Por ejemplo, Amazon, una corporación con un valor en bolsa de 386 mil millones de dólares, tiene 350.000 trabajadores. La instalación de Fall River, en las afueras de Boston, emplea a 1.000 trabajadores de almacén. Si bien hasta el momento, los esfuerzos para sindicalizar a Amazon han fracasado, [ 25 ] trabajadores como estos pueden ser organizados de la misma manera que los trabajadores industriales, desarrollando un núcleo de organizadores clandestinos en los lugares de trabajo y apoyándolos sindicalmente a nivel federal. Los grandes minoristas como Wal-Mart, que tiene 2,1 millones de empleados, muchos de ellos trabajadores de almacén, podrían ser organizados de la misma manera.
En la mayoría de las ciudades de Estados Unidos hoy en día las mayores fuentes de empleo son por lo general las grandes universidades y los complejos hospitalarios. Mientras que en el siglo XIX y principios del XX las grandes plantas de fabricación industriales eran el centro de la economía, hoy son los trabajadores de la salud y la educación los que se congregan en grandes centros de trabajo con un poder económico, social y político importante. Por ejemplo, la pequeña ciudad de Cincinnati, donde la Universidad de Cincinnati cuenta con 15.000 empleados, más de la mitad de ellos en su campus principal. Un centro médico cercano, el Hospital Infantil cuenta con 15.000 empleados, mientras que el cercano Hospital Universitario de Cincinnati emplea a 12.000 trabajadores.
Existen complejos similares en todas las ciudades del país. Muchos empleados de las universidades y de los hospitales están sindicalizados, tanto grupos profesionales como profesores y enfermeras como el personal no profesional. Todavía hay sindicalizar algunas universidades y hospitales, y en otros centros hay que construir corrientes de base. Algunos de estos sindicatos están bastante politizados. Organizaciones como la Asociación de Enfermeras de California, que creó National Nurses United, jugaron un papel central en la campaña presidencial de Bernie Sanders y en otras campañas progresistas.
Un sector importante que permanece en gran parte desorganizado es el de la alta tecnología. Según el gobierno de Estados Unidos, había 17 millones de trabajadores de alta tecnología en 2014, responsables del 23 por ciento del PIB del país. Las empresas de alta tecnología emplean a decenas de miles de trabajadores: Google tiene 75.000, Facebook 17.000, y Yahoo 8.500. Se han hecho algunas campañas de sindicalización entre estos trabajadores, pero hasta ahora ninguna de ellas ha permitido la formación de un sindicato y la negociación de un convenio colectivo. [ 26 ]
Una gran parte del debate ha sido sobre la dificultad de organizar al “precariado”, es decir, a los trabajadores eventuales sin empleo regular a tiempo completo. [ 27 ] Durante las últimas décadas, los centros de trabajo han sido “parcelados”, como lo resume una autoridad. [ 28 ] Muchos empleadores en una serie de industrias lo han subcontratado casi todos, excepto las fases productivas y comerciales centrales a empresas no sindicalizadas. Estas compañías a su vez suelen contratar trabajadores estacionales, temporales, o a media jornada. Otros patrones en la industria hotelera y de restauración también contratan trabajadores eventuales. Incluso cuando los trabajadores tienen algún tipo de contrato a tiempo completo o una situación estable, creen que sus empleos son inseguros. [ 29 ] Actualmente millones de jóvenes, muchos de ellos con deudas universitarias por valor de decenas de miles de dólares, no puede encontrar puestos de trabajo en su especialidad y sólo tienen acceso a empleos precarios. La organización de estos trabajadores, muchos de los cuales tienen dos o tres puestos de trabajo, requerirá nuevas estrategias y tácticas, pero tienen que ser organizados de una manera u otra. La organización de los no organizados debe ser una prioridad del nuevo movimiento sindical y de los socialistas.
La construcción de un nuevo movimiento sindical
¿Qué va a pasar con los sindicatos? En este momento los sindicatos de empleados públicos que corren el riesgo de ser desmantelados por procesos reglamentarios, legislativos y judiciales que hemos señalado, sobre todo a partir del caso Janus, están llevando a cabo campañas de mantenimiento de la afiliación o de reafirmación. Los líderes sindicales están llevando a cabo campañas de educación sindical entre los miembros y les están pidiendo firmar compromisos de mantenimiento del pago de sus cuotas. Si bien esto está muy bien, parece poco probable que de un segundo aliento a los sindicatos, y mucho menos los transforme en organizaciones de lucha.
A medida que se ataca y se desmantela a los sindicatos, algunos sindicatos y algunos trabajadores se encontrarán en minoría, es decir, en sindicatos que sólo representan a un sector minoritario en el lugar de trabajo y no a la mayoría. Aunque los trabajadores tienen el derecho legal de organizar este tipo de sindicatos minoritarios, no pueden negociar contratos colectivos. La fuerza de los sindicatos minoritarios radica en su capacidad para organizar a los trabajadores en el taller o en la oficina para resistir, y tal resistencia por lo general toma la forma de huelgas a la japonesa, ralentizaciones, y sabotajes de una forma u otra y pueden implicar huelgas salvajes e ilegales. La capacidad de los trabajadores de utilizar estas medidas de fuerza, y en particular la huelga, se sitúa en el centro de la reconstrucción del movimiento obrero.
El sindicalismo minoritario se asemeja a lo que se llamó históricamente “la minoría militante”, es decir, que el grupo de vanguardia de los trabajadores que es fundamental para la movilización de sectores más amplios e incluso de masas de trabajadores. El término hace referencia a pequeños grupos de trabajadores que organizaron huelgas importantes en las fábricas y astilleros en Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial, pero lo mismo ocurría entre los trabajadores en Alemania, Francia e Italia a finales de los años 1910 y 1920. La “minoría militante” estaba a menudo formada por trabajadores cualificados, cuyos conocimientos y experiencia no sólo les proporcionaba cierta protección, sino que también les otorgaba fuerza económica en el lugar de trabajo. En el corazón de la “minoría militante” había casi inevitablemente un puñado de socialistas con una visión radical del cambio social, la concepción estratégica de desafiar a los patrones y al gobierno, y un compromiso con la lucha a largo plazo. Aunque el término se originó en la Primera Guerra Mundial, las minorías militantes también estuvieron en el centro de las huelgas en la década de 1930 que llevaron a la formación del Congreso de Organizaciones Industriales, el CIO. Y grupos similares impulsaron movimientos de huelga a finales de 1960 y principios de 1970 en Francia, Italia y Estados Unidos. La construcción de organizaciones de minorías militantes en los lugares de trabajo será esencial para reconstruir el movimiento obrero, y será una tarea de los socialistas.
El nuevo movimiento sindical estadounidenses tendrá que ser reconstruido tanto en los centros de trabajo como en las comunidades, en alianza con los movimientos sociales progresistas. Mientras que el movimiento obrero tiene su mayor presencia y fuerza en los lugares de trabajo, los trabajadores también participan en las luchas de sus comunidades por la viviendas, una mejor educación, y una mejor sanidad. Luchan contra la policía racista y violenta y por una redistribución justa de los recursos públicos. Tenemos que encontrar maneras de crear mejores conexiones entre los centros de trabajo y los barrios. También tenemos que sacar al movimiento sindical a las calles. Un movimiento sindical activo debe apoyar Occupy Wall Street y ponerse sin vacilar del lado de Black Lives Matter y participará en el movimiento contra el cambio climático y por un cambio del sistema.
Nuestro nuevo movimiento sindical, cualquiera que sea la forma que adopte, no debe construirse como un socio del capitalismo, sino luchar para abolirlo. La lucha por una sociedad basada en la democracia, la igualdad y la solidaridad puede y debe inspirar al nuevo movimiento sindical, tanto como la lucha contra la avaricia, la supremacía blanca, el militarismo, y la destrucción del medio ambiente. Nuestro objetivo de crear un movimiento sindical será más fácil si somos capaces de proyectar esta visión de lucha desde abajo por una sociedad socialista democrática, una visión que por ahora atraerá sólo a una minoría de trabajadores, pero podemos ayudarles a convertirse en un minoría militante que galvanice a la mayoría de los trabajadores.
Notas:
[1] Este artículo está basado en una charla titulada “La Elección de Donald Trump y su impacto en el sindicalismo” que el autor dio como parte de un panel sobre “América del Norte como espacio para la solidaridad sindical” en el Enfrentamiento Global Capital: Fortalecimiento El internacionalismo laboral y transnacionalismo en Canadá hoy en la Universidad de McMaster, Hamilton, Ontario, 12-14 de de octubre de, 2017.
[2] U.S. Bureau of Labor Statistics,
[3] Chris Brooks, “Why Did Nissan Workers Vote No?” Labor Notes, Aug. 11, 2017
[4] Janice Fine, “Worker Centers: Organizing Communities at the Edge of the Dream,” Economic Policy Institute, www.epi.org/publication/bp159/.
[5] U.S. Bureau of Labor Statistics, “Work Stoppages Summary,” Feb. 9, 2017.
[6] National Employment Law Project, “Fight for $15’s Four-Year Impact: $62 Billion in Raises for America’s Workers.”
[7] Josh Eidelson, “Unions Are Losing Their Decades-Long ‘Right-to-Work’ Fight,”Bloomberg Businessweek, Feb. 16, 2017.
[8] Ian Millhiser, “Springtime for Union Busting?”The Nation, June 26, 2017.
[9] Garen E. Dodge and Anna M. Stancu, “Congress Considers National Right-to-Work Bill: Beginning of the End for Unions?” The National Law Review, Feb. 8, 2017.
[10] Dodge and Stancu, Ibid.
[11] LaborPress.org, “Another State Goes Right-to-Work – Missouri,” Feb. 14, 2017.
[12] Noah Lanard, “Trump’s Labor Board Appointments Are Another Blow for Unions,” Mother Jones, July 19, 2017
[13] Mike Scarcella and Erin Mulvaney, “Peter Robb, Trump’s Pick for NLRB General Counsel, Is Poised to Pivot Board,” Corporate Counsel: Inside Counsel, Sept. 19, 2017.
[14] Alexia Elejalde-Ruiz, “Labor Policy Is in the Midst of a Shift Under Trump,” Chicago Tribune, July 21, 2017.
[15] Nick Gass, “Trump: GOP Will Become ‘Worker’s Party’ Under Me,” Politico, May 26, 2016.
[16] Alicia Parlapiano and Gregor Aisch, “Who Wins and Loses in Trump’s Proposed Budget,” New York Times, March 16, 2016.
[17] Sharon LaFraniere and Alan Rappeport, “Popular Domestic Programs Face Ax Under First Trump Budget,” New York Times, Feb. 17, 2017 and Aaron Blake, “The 19 Agencies that Trump’s Budget Would Kill, Explained,”The Washington Post, March 16, 2016.
[18] Tracy Jan and Steven Mufson, “If You’re a Poor Person in America, Trump’s Budget Is Not for You,” The Washington Post, March 16, 2016.
[19] Lisa Friedman and Brad Plumer, “E.P.A. Announces Repeal of Major Obama-era Carbon Emissions Rule,” New York Times, Oct. 9, 2017.
[20] Richard Trumka, “Why I Quit Trump’s Business Council,” New York Times, Aug. 16, 2017.
[21] Kim Moody, “The Rank and File Strategy,” en Kim Moody, In Solidarity: Essays on Working Class Organization in the United States (Chicago: Haymarket Books, 2014), 114. Para una version de este artículo aqui.
[22] Aaron Brenner, Robert Brenner, and Cal Winslow, eds, Rebel Rank and File: Labor Militancy and Revolt from Below During the Long 1970s (New York: Verso, 2010).
[23] Dan La Botz, “The Tumultuous Teamsters of the 1970s,” in Aaron Brenner, Robert Brenner, and Cal Winslow. And Dan La Botz, Rank-and-File Rebellion: Teamsters for a Democratic Union (New York: Verso, 1990).
[24] Dan La Botz, The Fight at UPS: The Teamsters Victory and the Future of the “New Labor Movement,” (Solidarity, 1997). Desgraciadamente, unos meses después el gobierno de EE UU cesó a Carey por corrupción en su campaña electoral; pero Carey nunca fue declarado culpable.
[25] Nick Wingfield, “Amazon Proves Infertile Soil for Unions, So Far,” New York Times, May 16, 2016.
[26] Michael J. Coren, “Silicon Valley Tech Workers Are Talking About Starting Their First Union in 2017 to Resist Trump, Quartz, March 24, 2017
[27] Guy Standing, The Precariat: The New Dangerous Class (New York: Bloomsbury, 2014), passim.
[28] David Weil, The Fissured Workplace: Why Work Became So Bad for So Many and What Can Be Done to Improve It (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2014), passim.
[29] Wayne Lewchuk, “Precarious jobs: Where are they, and how do they affect well-being?” The Economic and Labour Relations Review (Vol. 28(3), 2017), 402–419.