EEUU: un sistema fiscal inaceptable. Entrevista

David C. Johnston

24/04/2006

Un periodista ganador del Premio Pulitzer explica cómo el sistema fiscal de Estados Unidos ayuda a los más ricos a costa de los demás ciudadanos. Jonathan Stein le entrevistó para Mother Jones.


David Cay Johnston es una de las pocas personas en Estados Unidos que se atreve a decir sin tapujos cómo está concebido el sistema fiscal actual: como la antítesis del socialismo. En su condición de periodista del New York Times especializado en fiscalidad, Johnston, ganador de un Premio Pulitzer, en los últimos nueve años ha tenido la oportunidad de mostrar los entresijos de un sistema que mima, ayuda y muestra una complicidad sin fin hacia los intentos de los ricos de pagar cada día menos impuestos, forzando así a las clases media-alta, media y trabajadora a correr con los gastos del Estado.
Como muestra el libro de Johnston Perfectly Legal: The Covert Campaign to Rig Our Tax System to Benefit the Super Rich—And Cheat Everybody Else [Absolutamente legal: la campaña encubierta de manipulación de nuestro sistema fiscal para beneficiar a los ricos y estafar al resto], son pocas las personas que se han dedicado a desentrañar con tanto detalle las lagunas normativas, artimañas y trampas legales que permiten a empresas e individuos ultrarricos pagar cantidades asombrosamente pequeñas de impuestos. Algunas veces, incluso el poderoso IRS [Servicio de Rentas Internas de la administración pública estadounidense, dedicado a la recaudación de impuestos y a la elaboración de legislación en materia fiscal] se ve incapaz de descifrar los sistemas más complejos de evasión de impuestos, y son muy pocos los periodistas que tienen un conocimiento suficiente para cubrir de forma competente el cambiante mundo de la fiscalidad.

La consecuencia es que muchos ciudadanos de Estados Unidos desconocen por completo de qué mecanismos se sirven los ricos para estafar al sistema. Y ocurre a menudo que cuando la gente –y el Congreso– tiene conocimiento de esa realidad, no ocurre nada. Las empresas y los más ricos de entre los ricos pueden seguir utilizando determinadas artimañas legales para evadir impuestos incluso después de que éstas hayan sido declaradas ilegales. La razón está en que no existen los medios materiales para hacer cumplir la legislación fiscal. El Congreso aplica una política sistemática de recorte de fondos para el cuerpo de inspectores fiscales con el argumento del ahorro de dinero público, de modo que, como cuenta Johnston, la administración pública a menudo pierde más en impuestos no ingresados de lo que se ahorra despidiendo empleados del IRS.

Johnston cuenta muy claramente en su libro que si los estadounidenses quieren un sistema fiscal genuinamente progresivo, un sistema en el que cada uno pague según sus ingresos para beneficio de la colectividad, el diseño actual del mismo simplemente es insostenible. Mother Jones ha hablado recientemente con Johnston para darle la oportunidad de que nos explique por qué esto es así.

En tu libro dices que en Estados Unidos en realidad tenemos un sistema fiscal que podría calificarse de impuesto único (en el que los ricos pagan el mismo porcentaje sobre sus ingresos que los pobres). A muchos les extrañará oír esto. ¿Puedes explicarlo?

A los políticos les encanta hablar del impuesto sobre la renta cuando se refieren a la necesidad de gravar más a los ricos, pero el impuesto sobre la renta sólo representa una parte del sistema fiscal global. Existen impuestos sobre las ventas, impuestos Medicare, impuestos de la seguridad social, impuestos sobre el desempleo, impuestos sobre la gasolina y desgravaciones de impuestos. Cuando sumas todos estos impuestos (muchos de los cuales son completamente regresivos) y luego analizas cómo afectan a ricos y pobres, llegas a la conclusión de que se trata de un sistema en el que el 20% de estadounidenses más ricos apenas pagan un uno por ciento más sobre sus rentas que el 20% más pobre.

Explícanos cómo se consigue diferir el pago de impuestos. En tu libro cuentas que los pagos diferidos constituyen una de las estratagemas más utilizadas por los ricos para no pagar impuestos.

En Estados Unidos tenemos dos sistemas fiscales. Uno es para los asalariados. El estado federal se queda con una parte de la nómina, de modo que sabe exactamente qué cantidad debe detraer del salario, pudiendo así evitar que haya niveles de fraude significativos. Pero el otro sistema fiscal es para el capital. Quienes poseen capital cuentan al Estado lo que les parece. Naturalmente, pueden ser objeto de inspecciones fiscales, pero la administración pública no tiene medios para conocer a ciencia cierta la cantidad y la complejidad de las cantidades que deberían ser abonadas en concepto de impuestos. Y además existen todas esas disposiciones legales especiales que te permiten hacer cosas como tomar prestado dinero hoy e ir pagando los impuestos sobre esta cantidad durante los próximos treinta años. Ésta es una variante muy común de pago diferido.

En el libro cuentas que el Congreso ha maniatado al IRS para impedirle investigar las lagunas legales en materia de impuestos y que calificas de una "clase de donativo político". También explicas que el IRS consigue recursos de forma irregular, frecuentemente mediante inspecciones, muchas veces a gente pobre que sólo trata de apurar al máximo las modestas cantidades que obtiene por deducciones de impuestos.

Aquí el malo de la película es el Congreso. Se supone que el Congreso debería proporcionar recursos suficientes al IRS, pero en lugar de eso se ha dedicado a recortar sistemáticamente el número de inspectores y de recaudadores, precisamente en una época en la que el sistema impositivo se ha convertido en algo enormemente complejo. Y, mientras tanto, el país sigue creciendo, de modo que el volumen de impuestos a recaudar es cada vez mayor. El IRS responde haciendo exactamente lo que el Congreso espera de ellos. Esto no debería sorprender a nadie. Todas las burocracias hacen lo que se les pide que hagan.

En tu libro aparecen algunos ejemplos verdaderamente escandalosos que muestran bien a las claras la incapacidad del IRS para perseguir el fraude fiscal. Por ejemplo, hay personas que se toman la molestia de contratar un anuncio a toda página en un periódico en el que cuentan por qué no quieren pagar impuestos, y cuando efectivamente no lo hacen, no les pasa nada.

Es curioso que en algunos casos yo haya tenido que escribir diecisiete artículos en el New York Times y haber tenido que cruzar algunas duras palabras con comisionados del IRS para que finalmente iniciaran algún tipo de procedimiento contra esas personas. Hasta el momento han abierto expedientes a ocho personas y han encontrados pruebas de vulneración de la ley en todos los casos menos en uno. Pero para llegar a eso hacen falta años de intensa dedicación.

Si una persona publica un artículo en la portada de un periódico diciendo "Ésta es la lista de los diez traficantes de droga más importantes de la ciudad", es evidente que la policía tratará, como mínimo, de seguir la pista de esas personas. Pero el IRS no hizo absolutamente nada en respuesta al primer informe en el que di pistas muy claras para incriminar a esa gente. Esto es así porque seleccionan la gente que debería investigarse a partir de lo que les dicen sus ordenadores. Entonces, su no incluyes el pago de determinados impuestos, o incluyes uno que parece ser normal –les dices que ingresaste 90.000 dólares y que aplicas las deducciones habituales, cuando en realidad ganaste 50 millones–, entonces el ordenador no va a identificarte.

En el libro cuentas reiteradamente que en el IRS tuvieron conocimiento de la existencia de un fraude fiscal o de una evasión de impuestos gracias a tus artículos. ¿Cuánto calculas que puedes haberles costado a los defraudadores en toda tu carrera periodística?

Un comité del Congreso se preocupó de calcular el monto de dos fraudes fiscales que yo había denunciado públicamente. Calcularon que ascendían a 262.000 millones de dólares en 10 años. Y se trataba sólo de dos casos. Pero, claro, inmediatamente después de publicar en qué consistía el mecanismo de evasión fiscal los tramposos dejaron de utilizarlo. Existe todo un sector económico compuesto por tipos increíblemente listos y muy bien pagados, cuya reacción instantánea fue: "Vale, busquemos otro sistema".

Hay algún miembro del Congreso que aúne el coraje y la formación intelectual necesarios para luchar por unos impuestos más justos?

Sí, claro. Hay un montón de políticos que quieren hacerlo. Pero todos ellos parten de un falso supuesto que ha colonizado las mentes de todos los estadounidenses: la idea de que un sistema fiscal progresivo es una especie de desviación izquierdista. Los impuestos progresivos de cualquier clase constituyen el principio más conservador de la civilización occidental. En realidad, fueron el fundamento de la democracia de Atenas de hace 2.500 años: aquellos que sacan el máximo provecho económico de vivir en una civilización tienen que soportar las mayores cargas para el sostenimiento de la misma. En nuestro caso, no hay nada que defender de nuestro sistema fiscal actual. Es un embrollo indefendible; y por eso hay gente que quiere arreglarlo. Pero no se puede arreglar algo cuando todos ven las cosas desde un punto de vista fundado en una falsedad.

Cuando dices que el sistema fiscal beneficia a los ricos, mucha gente te responde: "Esto no puede ser cierto. Mira qué tipo impositivo tan alto se les aplica. Los que son más ricos que tu o yo pagan un porcentaje más alto que nosotros". Sí, claro, pero si a cambio no tienes que pagar impuesto sobre muchos de tus ingresos, entonces la tasa impositiva global que debes abonar es mucho más baja. Y si además se te permite repartir el pago actual de impuestos durante los próximos treinta años, entonces tu situación también es mejor. Los ciudadanos tienen que tener una comprensión más amplia y compleja del funcionamiento del sistema para advertir que el tipo impositivo nominal tiene poco que ver con los impuestos que la gente realmente paga.

Dices que el aumento de la circulación de capitales y bienes en todo el mundo aumenta las posibilidades de evasión fiscal, puesto que, entre otras cosas, pueden trasferirse los beneficios empresariales a filiales radicadas en el extranjero que no pagan impuestos en Estados Unidos. ¿Cuáles son las implicaciones de la globalización para la política fiscal de Estados Unidos?

Se me permitirá dar algunas cifras. En 1990, alrededor del 1 por ciento de los beneficios empresariales estadounidenses acababa en paraísos fiscales como el de las Islas Caimán. En 2002, ese porcentaje se había elevado al 17% y alcanzará el 20-25% muy pronto. Se trata de un problema muy serio. El sistema fiscal que tenemos se estableció fundamentalmente para una economía nacional, industrial y salarial como la que había a principios del siglo XX. Hoy vivimos en una economía global, basada en activos de capital y en servicios de ámbito mundial. Necesitamos un sistema fiscal acorde con el nuevo orden; de lo contrario se va a ver perjudicado el crecimiento económico, se reducirán los ingresos de los ciudadanos y nuestro país sufrirá daños muy severos.

A pesar de todas tus críticas al sistema, en tu libro no muestras una opinión contraria a la existencia de impuestos.

Me gusta tan poco pagar impuesto como a cualquier otra persona, pero sí, los impuestos son el precio que la civilización tiene que pagar. Los Estados Unidos no son concebibles sin impuestos. La cuestión no es si tenemos que preguntarnos "¿Debemos pagar impuestos?", sino: "¿Cuán pesada tiene que ser la carga, y quién debe soportarla?".

Parece que las grandes empresas son las que tienen más por la mano escabullirse de pagar su parte de la carga.

Así es. Según datos de la Oficina de Contabilidad Pública (el brazo investigador del Congreso), durante el periodo 1996-2000, hubo un 61% de empresas que no pagaron ni un solo impuesto federal. Las empresas que menos pagan suelen ser muy intensivas en capital y de ámbito multinacional.
La leyes fiscales son absolutamente favorables a los intereses de las multinacionales. Durante la investigación que realicé para escribir este libro tuve oportunidad de hablar con un empresario local de Rochester, Nueva York, el cual me contó algunas cosas sobre su forma de aplicar la normativa sobre impuestos. Una de las cosas que surgieron en la conversación fue que las leyes fiscales actuales favorecían las multinacionales en su competencia con las empresas locales. Algunas empresas empezaron a abrir fábricas en el extranjero cuando su asesor fiscal les dijo que el sistema acabaría con ellas.

Entonces, ¿de qué hablan los congresistas todo el tiempo? Hablan de que quieren ayudar a las empresas familiares y los pequeños negocios. Pero en la práctica no dejan de ajustar las tuercas a los pequeños empresarios. Y lo que hacen en realidad es ayudar a las multinacionales porque, ¡adivínalo!, es de dónde proceden los fondos para las campañas electorales. Este dinero no viene del Joe Sixpack de turno que trabaja en una fábrica, ni tampoco procede de los empresarios tradicionales que juegan un papel crucial en la estabilidad de las comunidades locales. Este dinero procede de las grandes empresas.

Cuéntanos cómo las empresas multinacionales manipulan el sistema para pagar pocos impuestos, en caso de que los paguen.

Es sencillo. La clave está en que aprovechan los resquicios que hay en las normas. En primer lugar, tratan de trasladar la carga al futuro. Antes hablé de los pagos diferidos. Tú, en tanto que asalariado, tienes que liquidar los impuestos sobre la renta anualmente. De modo que si este año obtienes una ganancia inesperada es muy probable que acabes pagando el tipo impositivo máximo. Pero si eres una empresa puedes diferir el pago durante muchos años. Si tomas un periodo de 45-50 años podrás compensar los años buenos con los años en que tengas pérdidas de forma que cada año acabes pagando muy pocos impuestos, y más aún si se tiene en cuenta el valor real del dinero por efecto de la inflación.

Otro buen ejemplo es el de los ejecutivos que en cierto modo pueden percibir una parte de su retribución completamente libre de impuestos. Puedes diferir parte de los ingresos actuales para no tener que pagar hoy impuestos sobre los mismos, y luego cuando te jubiles la empresa va a utilizar ese dinero para pagarte un seguro de vida. La empresa puede deducir ese dinero en concepto de gasto empresarial, y el dinero irá a parar a manos de tus hijos o nietos cuando mueras, de modo que ese dinero realmente lo has cobrado sin pagar impuesto alguno.

La legislación fiscal está llena de lagunas que permiten la utilización de estas artimañas, y se gastan enormes sumas de dinero en tratar de descubrir cómo puede utilizarse la normativa fiscal en beneficio propio. Todo es increíblemente complicado. Pasé años enteros sentado en mi mesa del New York Times tratando de desentrañar los ardides que utilizaban las empresas para evadir impuestos, y diseñé unas plantillas en las que iba escribiendo cosas tan complicadas que un día vino mi editor y me dijo: "¿Estás haciendo operaciones de álgebra? ¿Por qué demonios estás haciendo álgebra?" Y yo le dije: "Estoy tratando de averiguar cómo funciona este refugio fiscal. Y para entender la lógica que hay detrás es necesario realizar operaciones de álgebra". Y respondió: "¡Esto es un maldito periódico. Nosotros no nos dedicamos al álgebra!" [risas]. Pero lo cierto es que si alguien quiere entender de qué va el asunto, deberá realizar operaciones algebraicas. Yo sólo hacía operaciones elementales de álgebra para entender los principios básicos. Pero para desentrañar el fondo de la cuestión hay que rellenar centenares de páginas con operaciones asombrosamente complejas. De modo que incluso si el IRS descubriera que algo está ocurriendo, no estoy muy seguro que acabara comprendiéndolo.
Fui el primer en decir que Enron no estaba pagando impuestos gracias a que disponía de mecanismos de externacionalización de beneficios. Después, el Comité de Finanzas del Senado realizó una amplia investigación sobre Enron y publicó un informe de 1.600 páginas. Uno de los hallazgos fundamentales fue que los sistemas de fraude fiscal utilizados por Enron eran tan intrincados que el IRS no tenía capacidad para entenderlos.

¿Qué país tiene un sistema fiscal que pudiera servirnos de modelo?

En el sistema británico se pagan impuestos a partir de la información sobre beneficios que la empresa ofrece a sus accionistas. En cambio, en Estados Unidos las empresas están obligadas a llevar dos tipos de libros, los que van destinados a los accionistas y los que se aportan al IRS, siendo estos últimos datos básicamente secretos. En el caso de las empresas comerciales, el sistema británico trata de poner de acuerdo los intereses públicos con los de la empresa, puesto que la empresa tiene mucho interés en comunicar a sus accionistas la existencia de beneficios lo más elevados posibles. La cuestión de fondo es que la mayoría de países ricos tienen niveles impositivos altos, puesto que la generación de riqueza requiere de la existencia de grandes cantidades de bienes comunes, desde agua limpia hasta educación pública, pasando por un sistema judicial.

Los aspectos básicos están en los principios que constituyeron la Atenas clásica: cuanto mayor sea el beneficio que obtienes de vivir en una sociedad, mayores deben ser las cargas impositivas que debes soportar. Es gracias a esta sociedad que puedes llegar a ser rico. Vivimos en una sociedad en la que impera el yo, yo, yo, yo. Es la cultura del alto ejecutivo de empresa. Yo hice esto, yo hice aquello. Es lógico que me pertenezcan un tercio de las stock options de la empresa de 37.000 trabajadores que dirijo porque he trabajado muy duro.

Pero es evidente que esto no es verdad: quienes han trabajado duro son los 37.000 trabajadores y tú solamente dirigías la nave. Tenemos que incorporar a nuestro sistema fiscal la idea de que somos una sociedad. Esa idea libertariana de "yo soy el único responsable de lo bueno que me ocurra" no es cierta. Los contribuyentes te educaron, los contribuyentes financiaron el agua limpia que evitó que murieras cuando eras un niño, la sociedad ha creado las condiciones que han permitido que tu negocio prospere. El sistema fiscal expresa cómo distribuimos las cargas para el mantenimiento de esta sociedad.

Lo que está ocurriendo es que la gente muy, muy rica ha visto como funcionaba el sistema y ha decidido que podían sacar partido del mismo. Su composición de lugar se ha basado en suponer que los estadounidenses de a pie están tan ocupados trabajando para poder subsistir o en seguir la pista de Paris Hilton y Jennifer López, o en ver partidos de béisbol que nadie se preocupará de investigar cómo consiguen que el sistema trabaje para ellos. Y no les critico por eso; al fin y al cabo cada uno tiene derecho a defender su idea de qué es lo que espera de su gobierno. El problema es que nadie les para los pies.

Traducción para www.sinpermiso.info: Jordi Mundó

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Fuente:
Mother Jones, 11 abril 2006

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