Egipto: ¿Secuestrará Morsi la revolución?

Lee Sustar

02/12/2012

Egipto se enfrenta a una de sus mayores crisis políticas desde la revolución de 2011 que derrocó al dictador Hosni Mubarak. El 27 de noviembre más de 100.000 personas se manifestaron en la plaza Tahrir contra el intento del presidente Mohamed Morsi de otorgarse poderes casi dictatoriales.

La crisis se desencadenó el 22 de noviembre cuando Morsi emitió un decreto situándose fuera del ámbito del sistema judicial del país. El decreto prohíbe a los jueces cuestionar legalmente las decisiones del Consejo de la Shura, la cámara alta del parlamento, o de la Asamblea Constituyente, así como el comité responsable de la redacción de la nueva constitución, dominado por los islamistas.

Para maquillar de revolucionarias sus acciones, Morsi ha cesado al  fiscal general del estado- un odiado vestigio de la derrocada dictadura de Mubarak - y se ha comprometido a juzgar a las personalidades del antiguo régimen responsables de asesinatos de activistas durante la revolución .

Pero esos gestos no han apaciguado a la oposición, como informó Ahram Online [1]: "Morsi se ve envuelto en una batalla con la izquierda, liberales, socialistas y  otros sectores políticos influyentes ...Miles de personas salieron a las calles de El Cairo, Alejandría, Assiut, Tanta, Mahalla, Mansura, Luxor, Suez y Port Said, en grandes concentraciones en su mayoría pacíficas, en escenas que recuerdan a los 18 días de levantamiento del año pasado que derrocaron a Hosni Mubarak y su régimen autocrático. La ciudad de Mahalla, en el Delta del Nilo fue testigo, sin embargo,  de enfrentamientos entre partidarios y opositores de Morsi delante de la sede de los Hermanos Musulmanes y el Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ)".

En la concentración de protesta en la plaza Tahrir el día 27, jueces y abogados en huelga se unieron sorprendentemente a los estudiantes y jóvenes activistas del campo revolucionario. Los ataques de la policía a los manifestantes -que comenzaron la semana pasada en la Plaza Tahrir contra las manifestaciones que se habían organizado previamente - han sido a veces feroces, pero al parecer no han sido importantes en la concentración del día 27.

Los manifestantes han convocado a una nueva "manifestación del millón" este viernes. Habrá que ver si la oposición es capaz de movilizar con esa masividad. Pero la concentración del 27 de noviembre es una demostración de la amplitud de la oposición a los intentos de Morsi de dominar la escena política egipcia a través del PLJ.

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De hecho, la oficina del presidente ha actuado en gran medida fuera de todo control desde que el Tribunal Supremo egipcio invalidó a principios de este año las elecciones a la cámara baja del parlamento. Morsi, alega su derecho a ignorar las sentencias judiciales dictadas contra sus decretos, situándose de hecho por encima de la ley. Esta posición permite que la Asamblea Constituyente dominado por los islamistas pueda elaborar una nueva constitución que afianzaría el control político del PLJ.

El secretario general del PLJ, Mohamed Beltagy ha tratado de justificar el decreto de Morsi  [2] como una defensa de la revolución: "los que defienden al fiscal general del estado y la jurisdicción del Tribunal Constitucional en todo el país están simplemente defendiendo el régimen de Mubarak, para Egipto siga siendo gobernado por [antiguos hombres fuertes del ejercito como] los Tantawis y Annans, como Abdel-Meguid Mahmoud y Tahani Al-Gabali ...La revolución tenía que ser relanzada. Hoy, hago un llamamiento al Presidente para llevar hasta el final el proceso de depuraciones".

En realidad, Morsi está tratando de depurar la escena política egipcia de cualquier veleidad revolucionaria para construir un régimen estable y autoritario. Como señalan en una declaración los Socialistas Revolucionarios [3]:"hoy han caído todas las máscaras detrás de las que se escondían Mohamed Morsi y su organización, los Hermanos Musulmanes, que mercadean con la revolución y para quienes la revolución no es más que un medio para llegar a la sede del poder".

Cabe destacar que los trabajadores textiles de Mahalla, cuyos largos años de lucha sentaron las bases que hicieron posible la revolución de 2011, han anunciado una huelga en solidaridad con las nuevas protestas. Es una indicación de que algunos de los trabajadores más organizados y avanzados políticamente están dispuestos una vez más a utilizar su poder económico y social para enfrentarse al gobierno: igual que hicieron cuando Mubarak se vio obligado a dejar su cargo.

La respuesta de Morsi ha sido tratar de envolver sus poderes autocráticos en una retórica tranquilizadora, pero sin ceder un ápice en el contenido de su decreto.

Los Hermanos Musulmanes han cancelado su prevista concentración del día 27 a favor de Morsi en un esfuerzo por evitar enfrentamientos violentos con los activistas de la oposición. En Alejandría, sin embargo, la Hermandad y las fuerzas islamistas más conservadores tomaron las calles - muchos de ellos probablemente en busca de venganza por la quema de la sede del PLJ la semana pasada durante las protestas contra Morsi. Pero no hay duda que Morsi movilizará a sus partidarios para tratar de aparecer como un dirigente popular y legítimo.

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La repentina y agresiva iniciativa de Morsi fue una sorpresa para muchos activistas políticos y observadores. Sin embargo, la izquierda ha venido advirtiendo desde hace tiempo que Morsi estaba decidido a hacer retroceder la revolución. Sameh Naguib, miembro de los Socialistas Revolucionarios, escribió poco antes del decretazo de Morsi  [4]: "Morsi y los Hermanos Musulmanes han vuelto a sacar la policía egipcia a la calle, no para controlar el tráfico ni garantizar la seguridad de los barrios y las personas, sino para romper las sentadas y las huelgas, para detener a los que les lidera y recurrir de nuevo a la tortura y el asesinato para aterrorizar a las masas".

La pregunta es, ¿por qué Morsi hace su decretazo y por qué ahora? Hay varias razones:

En primer lugar, al jugar un papel central en la negociación de un alto el fuego que puso fin a la guerra de Israel contra Gaza, Morsi ha ganado prestigio político en el país y en el extranjero y ha aprovechado la oportunidad para hacer la que ha sido hasta ahora su jugada más audaz.

Cuando envió a su ministro de asuntos exteriores a Gaza en medio de los bombardeos aéreos de Israel, el gobierno egipcio ha proyectado una imagen totalmente diferente a la de la etapa de colaboración de Mubarak con Israel. Los EE UU han tenido que apoyarse en Morsi para influir en Hamas, y el Departamento de Estado ha elogiado al gobierno egipcio. En consonancia, los EE UU han amortiguado su crítica a las iniciativas de Morsi y no han hecho el menor signo de reducir su ayuda anual a Egipto por valor de 1.300 millones de dólares.

En segundo lugar, Morsi mantiene, al menos por ahora, a raya a los militares como una fuerza política. Al obligar a jubilarse a los principales generales egipcios, Morsi ha establecido una alianza con la generación más joven de oficiales que habían estado esperando con impaciencia la salida de escena de los altos mandos mubarakistas para ascender.

Los líderes militares están preocupados, sin duda, porque su papel político dominante ha sido eclipsado. Al mismo tiempo, sin embargo, las políticas de Morsi han garantizado a los militares que la mayoría de sus prerrogativas tradicionales se mantendrán intactas. Así, el jefe de la inteligencia militar, Mohammed Shehata, fue un actor central en las negociaciones entre Hamas y el gobierno israelí [5], lo que tranquilizó a los políticos en Tel Aviv y Washington.

Además, no hay el menor indicio de que los militares tendrán que renunciar a sus vastos intereses económicos, que van desde la fabricación de municiones a los electrodomésticos y los hoteles de lujo.

En tercer lugar, Morsi sabe que los capitalistas egipcios consideran a los Hermanos Musulmanes como un mal menor comparado con la continuación de la lucha revolucionaria y la radicalización de la clase obrera egipcia.

Algunos sectores de la oligarquía empresarial egipcia no se  sentían cómodos con el capitalismo caciquil y corporativo que rodeaba al régimen de Mubarak, y le retiró su apoyo cuando los trabajadores se sumaron al movimiento revolucionario en masa. Ahora están adoptando una cauta actitud de espera  mientras el gobierno Morsi negocia un préstamo de 4.800 millones de dólares del FMI [6] como parte de un préstamo global de 14.500 millones de dólares de distintas fuentes. Los empresarios egipcios también pueden estar tranquilos dada la defensa de muchos años del capitalismo de mercado por parte de los Hermanos Musulmanes.

En cuarto lugar, los Hermanos Musulmanes quieren blindar  cuanto puedan su dominio político. Es de lejos la fuerza política mejor organizada en Egipto y Morsi quiere utilizar la Asamblea Constituyente para redactar una constitución que aumente el peso político de la Hermandad. Mediante la integración de elementos de la sharia (ley islámica) en la constitución, Morsi busca consolidar la lealtad no sólo de los seguidores incondicionales de los Hermanos Musulmanes, sino también de los elementos salafistas más fundamentalistas, que han hecho de la minoría cristiana copta el principal chivo expiatorio de su organización.

En quinto lugar, los Hermanos Musulmanes creen que la oposición está demasiado dividida como para presentar una resistencia seria.

Con el cese del fiscal general del estado, Abdel Maguid Mahmoud - una exigencia del campo revolucionario desde el día cayó Mubarak - Morsi piensa que puede obligar a la izquierda a asumir la defensa del fiscal general, uno de los personajes mas despreciados de la política egipcia, y desprestigiarla así. De esta manera, Morsi pretende ser juez y parte: el presidente egipcio intenta situarse más allá de cualquier control democrático y, al mismo tiempo, presentarse como el verdadero revolucionario llevando ante los tribunales a algunos de los viejos secuaces de Mubarak.

Por otra parte, la oposición está dividida entre liberales pro-mercado y la izquierda, que exige un aumento del salario mínimo, programas de lucha contra la pobreza e iniciativas de creación de empleo.

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Todo ello parecería dar a Morsi una abrumadora ventaja en sus esfuerzos por acumular poder.

Su modelo y mentor es el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. El partido islamista Justicia y Desarrollo de Erdogan ha sido capaz de reorientar la política turca de un sistema dominado por los militares a otro de gobiernos  elegidos electoralmente que combinan una legitimidad basada en el Islam con procesos políticos urbanos orientados por las aspiraciones de las clases medias. Erdogan no ha puesto patas arriba el estado turco, como temían algunos jefes militares de la vieja guardia, sino que ha utilizado el Islam para darle una nueva legitimidad popular y fortalecer la posición política del Partido Justicia y Desarrollo.

Morsi está tratando de hacer algo similar en Egipto. Como señala The Economist [7]: "la herencia del Sr. Morsi, prácticamente intacta, de la vasta pirámide burocrática egipcia también amplifica la influencia de los Hermanos. La  radio y televisión estatales han pasado sin problemas aparentes de adular al Sr. Mubarak, después a los generales que le sucedieron, a alabar al Sr. Morsi. Ciertos empresarios que buscan ganar influencia o contratos del gobierno cultivan actualmente la amistad de los Hermanos, dejándose ver en sus funerales y bodas. El control del ministerio de educación da autoridad a los Hermanos no sólo sobre los programas de enseñanza estatales sino sobre el millón largo de sus funcionarios y enseñantes. Su influencia en el ministerio de asuntos religiosos, que supervisa unas 60.000 mezquitas tiene desconcertados a los fieles sufís, que temen la imposición de la ortodoxia más rígida. Los únicos controles sobre el poder del Sr. Morsi en Egipto son los tribunales, la prensa independiente y la opinión pública".

Y si el decretazo de Morsi se consolida, los tribunales también quedarán excluidos.

Hay grandes diferencias, sin embargo, entre las situaciones de Egipto y Turquía. El prolongado periodo de fuerte crecimiento económico de Turquía permitió a Erdogan ampliar su base política, incluso después de que "un golpe blando" de los militares en la década de 1990 le impidiese formar gobierno.

Hoy incluso los nacionalistas laicos turcos están tranquilos porque están enriqueciéndose. Ello ha permitido a Erdogan convencer progresivamente a los militares para que se queden en sus cuarteles. El ingreso de Turquía en la OTAN y sus intentos de adhesión a la Unión Europea, por otra parte, también han restringido la capacidad de intervención política de los militares.

Por el contrario, la economía de Egipto es débil y está al borde de una crisis catastrófica. Un 40% de la población vive bajo la línea de pobreza. Muchos de los subsidios gubernamentales a la alimentación [8] que, en 2011 equivalían a un 2% del producto interno bruto (PIB), han sido eliminados. Los subsidios del gobierno a los combustibles representan el 8% del PIB.

Más pronto que tarde, Morsi se verá obligado a seguir los habituales dictados del FMI y terminar con esas subvenciones: una decisión políticamente arriesgada siempre, pero potencialmente explosiva en medio de una renacida ola de huelgas. De hecho, el gobierno  ha comenzado a perder popularidad debido a su incompetente gestión de servicios sociales básicos como el transporte. Un programa de "reformas" económicas pro mercado agudizará la lucha de clases, lo que obligará a los trabajadores a hacer frente no sólo a los empresarios, sino al propio gobierno.

Por su parte, la clase capitalista egipcia parece dispuesta a otorgar a Morsi una oportunidad. Los intereses empresariales privados han estado excluidos durante mucho tiempo de sectores económicos enteros, reservados al aparato del estado: las empresas bajo el control de los militares representan aproximadamente el 20% del PIB. Estos intereses empresariales esperan que, como Erdogan en Turquía, Morsi pueda abrirles nuevas oportunidades. Sin ir más lejos, los Hermanos Musulmanes están dominados por grandes empresarios que quieren privatizar las empresas estatales. Como Adán Hanieh escribió a principios de este año [9]: "Los líderes centrales de la [Hermandad Musulmana] organización, como Khairat al-Shater y Malek Hassan, son hombres de negocios millonario. Otros importantes dirigentes empresariales relacionados con los Hermanos Musulmanes son Safwan Thabet del grupo Juhayna, el mayor productor de lácteos y jugos de frutas de Egipto, Mohamed Moamen del Grupo Mo'men, que opera la mayor cadena de comida rápida egipcia, y Abdel Rahman Seoudi, que dirige una cadena de supermercados y exportación agrícola.

Estos individuos controlan por completo la toma de decisiones de la organización (a través de la llamada Oficina de Orientación), así como su programa económico. Han dejado claro en numerosas entrevistas que apoyan el progresivo proceso de privatización, una mayor apertura a los mercados financieros, la desregulación de los mercados laborales y una mayor dependencia de los préstamos de las instituciones financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Por esta razón, al igual que el PJD en Turquía, el movimiento islamista egipcio puede ser entendido como la expresión política de un segmento (creciente) de la burguesía del país.

Los capitalistas privados de Egipto todavía pueden entrar en conflicto con el sector capitalista estatal. Pero el apoyo a Morsi  del FMI y de grupos financieros privados presionará a favor de reformas de libre mercado.

Los trabajadores egipcios, sin embargo, no se benefician de estos programas más que la clase obrera de Europa del Este y de otros países en los que las industrias estatales fueron vendidas a inversionistas privados.

En cualquier caso, los trabajadores de Egipto ya están luchando por sus reivindicaciones. Como Hanieh ha señalado, el verano de 2012 fue testigo de una renovada oleada de huelgas que incluyó a los trabajadores textiles, los trabajadores de cerámicos, los médicos, los trabajadores universitarios, los trabajadores postales y los trabajadores de la salud. Como un trabajador textil declaró al diario egipcio Al-Masry Al-Youm: "La revolución no ha aportado nada a los trabajadores de Misr Spinning en Mahalla ... Los trabajadores estamos recomenzando la revolución desde el principio. La revolución que se avecina será una revolución de los trabajadores".

El intento de Morsi de centralizar el poder ha situado la cuestión de la necesidad de una segunda revolución en el primer plano de la política egipcia. La lucha continua.

Notas:

[1] http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/59329/Egypt/Politics-/Packe...

[2] http://www.ikhwanweb.com/article.php?id=30421

[3] http://socialistworker.org/2012/11/26/morsi-power-grab-sparks-protests

[4] http://socialistworker.org/2012/11/26/toward-a-second-revolution

[5] http://socialistworker.org/2012/11/21/egypts-gaza-balancing-act

[6] http://www.ibtimes.co.uk/articles/408355/20121126/egypt-mursi-tahir-squa...

[7]http://www.economist.com/node/21562962?zid=304&ah=e5690753dc78ce91909083...

[8] http://www.economist.com/node/18864693

[9] http://links.org.au/node/2989

[10] http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0

Lee Sustar es un analista y periodista político del International Socialist Organization (ISO) de EE UU

Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster

Fuente:
http://socialistworker.org/2012/11/28/will-morsi-hijack-the-revolution

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