El amianto, un problema nuestro de cada día

Paco Puche

23/11/2016

 “Ignorar es una forma de Matar pero
sin ensuciarte las Manos”. Mafalda

 

En España se prohibió la importación y uso del amianto a partir del año 2002. Para el resto de la Unión Europea, a más tardar, se hizo en el 2005, aunque se empezó con esta medida desde 1983 en Islandia, con más de 20 años de diferencia. Muerto el perro se acabó la rabia. No tenemos problema… si el amianto que aún queda  instalado no se manipula o se deteriora, al decir de los responsables de la salud pública.

Pero el amianto sigue siendo un grave problema hoy, y lo será en el futuro, incluso en los 55 países en que ya está prohibido

Si la afirmación que da píe a este epígrafe es cierta, la sentencia de Mafalda es equivalente a la de un crimen perfecto,  perpetrado sin ensuciarte las manos ni la conciencia.

Es evidente que es un problema al día de hoy. Bastará repasar la sucesión de enfermedades, muertes y días de vida perdidos de millares de personas en todo el mundo, que son registradas por las estadísticas oficiales de defunción (siempre muy discretas e insuficientes) y por las asociaciones de víctimas que proliferan en todos los lugares, rija es ellos o no la prohibición de su uso (1).

Se calcula que el llamado “pico del mesotelioma ” (2) (punto de máxima incidencia de este cáncer específico que produce el amianto y solo él) tendrá lugar en los países de la prohibición alrededor del año 2020; en el resto, en los que sigue permitido, dicha fecha será 40 años después de los periodos de máximo consumo. Es decir, que si en China se prohíbe (Dios lo quiera) en 2025, y los picos de consumo han sido en 2015, el mayor  número de afectados por la exposición tendrá lugar en 2055 y el fin de la epidemia en 2065. Todo esto en plan muy optimista pues se ignora el manejo que tiene lugar con el amianto instalado y que sigue su progresión de contaminación y muerte.

Las razones para todo esto son triples: una el periodo de latencia. Sabemos que la exposición inicial al amianto de cualquier persona conlleva un riesgo de producir una enfermedad grave a los 40 años de este primer evento. A esto llamamos periodo de latencia. Es un concepto clave para entender lo fácil que ha resultado a los negacionistas del daño  (los empresarios-verdugos (3) y sus colaboradores) mantener a las víctimas en la más profunda ignorancia. Y  esta estimulada ignorancia ha dado lugar a unas prohibiciones muy tardías (o a una vigencia de la legalidad de su uso en otros casos) respecto a las evidencias científicas e institucionales (4) que proclamaban al amianto como un cancerígeno de la peor especie. Y ésta es la segunda razón: la conspiración de silencio propiciada por el cártel del amianto en el siglo XX ha tenido un fatal éxito, a mayor gloria de los seis o siete magnates enriquecidos  por el mortal mineral. Super-ricos que han envuelto sus crímenes en una nube de filantropía y cooptación de líderes sociales (5,6).

Pero el hecho es que el amianto, una vez instalado e incorporado a las cosas de uso común (se calcula que ha estado y está presente en más de tres mil productos), sigue produciendo daño, enfermedad, muerte y días de vida perdidos, en contra de la propaganda de los servidores públicos y las empresas responsables que mantienen discursivamente  su inocuidad si se conserva en reposo y sin agresión alguna. Y esta es la tercera razón de su gravedad. Se trata de minimizar sus efectos en el imaginario social por todos los medios. Sería, caso de que las mayorías tomaran conciencia, que se  produjera una alarma social objetiva en toda regla.

El amianto de la vida cotidiana: una telaraña global

Si en un lugar no está vigente la prohibición no cabe la menor duda que produce enfermedades, sufrimientos muerte y días de vida perdidos, cuyos cálculos hemos anticipado. Pero si está vigente, como es en nuestro caso, el mero amianto instalado produce enfermedades, sufrimientos, muertes y días de vida perdidos, igualmente que si se procede a un desamiantado inadecuado o se deposita en vertederos inapropiados o se recicla como material de construcción, que de todo sigue habiendo.

El estar y haber estado en tantos materiales y productos de uso cotidiano, en nuestras viviendas, automóviles, trenes, barcos, industrias, puertos, infraestructuras, colegios, juguetes  y un largo etcétera, engendra una tela de araña cancerígena que a todos nos envuelve.

Porque el amianto y los materiales que lo contienen (fibrocemento, por ejemplo) tienen una llamada vida útil, a partir de la cual el producto pierde sus propiedades, es decir se hace más desmenuzable en pequeñas fibras invisibles pero altamente tóxicas. Por eso, la legislación de la UE y española advierten que en su decreto de prohibición que “el amianto estará permitido hasta el fin de su vida útil” y solo hasta ella. Hay pues legislación suficiente para erradicarlo. Es más, la Directiva europea aconseja que “los  Estados  miembros  podrán  prohibir  en  su  territorio, por razones de protección de la salud, el uso de tales productos antes de su eliminación o el fin de su vida  útil” (7).

 La anticipación a la que la Directiva hace alusión se debe a que estos materiales están expuestos a muchos meteoros naturales o a intervenciones que lo degradan antes de su vida útil. Hablamos de fuertes vientos, tsunamis, terremotos (el caso de la ciudad de Lorca es paradigmático), atentados, incendios, movimientos de tierra, granizos, fuertes lluvias, y también del manejo inadecuado como el arreglo de tuberías usando radiales y sin protección alguna o el derribo de edificios sin limpieza previa de  amianto. Por no hablar de la inquietante realidad del amianto presente en los miles de km de tuberías que conducen nuestras aguas potables, erosionando las planchas de fibrocemento, de cuya carcinogenicidad hay sospechas más que fundadas, aunque no evidencias.

En este contexto resulta especialmente inquietante la situación en que se encuentran los escolares de todo el mundo conviviendo en sus escuelas con materiales que contienen amianto.

La Cámara de los Lores británica se preocupa

En una sesión monográfica de preguntas sobre mesotelioma, formuladas al Gobierno, celebrada en la Cámara de los Lores el pasado 27 de octubre, entre muchas otras aportaciones interesantes, se podía oír lo siguiente:

Me concentraré inicialmente en el efecto iceberg. Estamos viendo sólo la punta debido al asbesto en las escuelas.  Alrededor del 94% de los casos de mesotelioma son efectivamente prevenibles porque están asociados con la exposición crónica al asbesto de una manera u otra, y sabemos que tres cuartas partes de nuestras escuelas tienen asbesto en su centro. El número de maestros que murieron de mesotelioma ha estado subiendo de alrededor de tres al año a principios de 1980 a 22 en solo 2012. El Comité de Carcinogenicidad de Productos Químicos en Alimentos, Productos de Consumo y Medio Ambiente ha señalado que no sabemos si los niños son intrínsecamente más susceptibles a desarrollar mesotelioma después de la exposición al asbesto. Sin embargo, parece que el riesgo de por vida si se exponen a la edad de cinco años es aproximadamente cinco veces el de alguien de 30 años que está expuesto a la misma cantidad de amianto. Por lo tanto, parece que exponer a los niños es almacenar problemas para el futuro.” (Baronesa Fynlay of Llandaff)

Y esta otra voz del Gobierno afirmaba que:

Las tasas de mesotelioma han aumentado casi cinco veces en Gran Bretaña desde finales de los años setenta. En 2014, hubo 2.343 registros de mesotelioma en Inglaterra. Se espera que la incidencia alcance su punto máximo en los años 2020, pero, como se ha mencionado, seguirá siendo un problema de salud significativo en la década de 2050. No es una enfermedad hereditaria. Va a matar a muchas personas durante los próximos 30 ó 40 años.” (Subsecretario  de Estado, Departamento de Salud. Lord Prior of Brampton).

Si comparamos estas dos afirmaciones con lo que ocurre en nuestro país, nos encontramos que respecto al amianto en las escuelas no tenemos un inventario de en cuantos centros tienen este mineral en sus instalaciones. Al tan ni siquiera saber, mucha más confianza se deposita en el día a día escolar y mayores son las malas prácticas o las precauciones respecto a este insidioso mineral, pero en todo caso los órdenes de magnitud de su incidencia serán comparables. En cuanto al número de mesoteliomas anuales, si tenemos en cuenta que en Gran Bretaña la prohibición total se decretó en 1999 y el número toneladas consumido en el siglo XX fue de 2.6 veces el manejado en España, el número proporcional al consumo debería ser de, aproximadamente,  unos 900 mesoteliomas al año, y resulta que las cifras registradas en nuestras estadísticas oficiales no llegan a 300 casos. Puede haber diferencias por el tipo de amianto consumido o por los periodos de consumo, pero en todo caso no se justifica un factor multiplicador de tres veces de más afectados. Obviamente, tenemos muy infravaloradas nuestras incidencias  patológicas, pero son igual de inquietantes que en el caso británico, con la diferencia que por estos lares el asunto no llega aún tan lejos en el hacer parlamentario.

¿Qué hago con los depósitos de amianto instalados en donde vivo?

Esta inquietante pregunta nos llega cada día a nuestras asociaciones, en nuestro caso a Málaga Amianto Cero y a Ecologistas en Acción. Desde ellas atendemos al angustiado personal en la medida de nuestras posibilidades. Y les decimos, lleváis razón por vuestra inquietud. Hay que presionar a todas las  Administraciones a que hagan un plan de desamiantado seguro que incluya el apoyo a los particulares y la retirada programada del existente en los lugares públicos (edificios, calles, vertederos, etc.).
Y en cuanto a cómo tratar su problema a corto plazo, les recomendamos aquello de no manejar bajo ningún concepto estos materiales por su cuenta (no es baladí recomendarlo pues son muchos los que desesperados o sin medios se lanzan a este  bricolaje peligroso) y tratar de retirarlos, cuando puedan,  utilizando las empresas que están autorizadas para tal menester y exigiéndoles a las mismas  un desamiantado seguro de acuerdo a la legislación existente en España desde el año 2006 (8) , que aborda con bastante rigor esta tarea.

Coda

Esta tela inconsútil que teje el amianto en nuestras vidas, si nos fijamos, se puede ver a simple vista, y no digamos si se hiciera el inventario real  de su presencia inmediata a nuestra vida cotidiana. Ya hemos conocido lo que pasa en el Reino Unido, que hasta el 75% de las escuelas contienen amianto y por ellas han pasado todos los niños y niñas británicos, no un ratito sino la friolera de una media de 5 horas al día, durante 40 semanas al año y durante 12 años. El profesorado y el resto del personal están mucho más tiempo. Igualmente, y como ilustración del orden de magnitud que manejamos dentro de la telaraña global, diremos que en España se han instalado durante el siglo XX del orden de 370.000 kilómetros de tuberías conducentes de todo tipo de aguas y gases (9).

El amianto no es cosa del pasado, que también y por ello las víctimas exigen memoria y reparación, si no muy del presente y lo será del futuro que, entre pitos y flautas, abarcará  todo el siglo XXI, en el mejor de los casos.

La lucha denodada y, si es necesario, alarmante, por la prohibición del asbesto, la justicia para las víctimas y el desamiantado y depósito seguro de este mineral, es una tarea de primera importancia para la salud pública que nos aguarda a la sociedad civil.

Notas:

[1] El orden de magnitud de la tragedia, sin contar con los efectos del amianto instalado ni con la minería del mismo, se cifra en diez millones de personas fallecidas por el consumo del siglo XX en todo el mundo. De ellas, un orden de 100.000 pertenecen a España

[2] “Mesotelioma” es la palabra que más se cita en tratándose de amianto o asbesto. Se trata de un cáncer de la pleura, cuya única causa conocida es la exposición al amianto (o a la eronita en casos puntuales) y que tiene muy mal pronóstico. Decir mesotelioma es invocar la presencia de amianto.

[3] Hablamos de los grandes oligopolistas del siglo XX. Las familias suizas, belgas y francesas, propietarias de Eternit,  las familias y accionistas inglesas y americanas de Turner and Newall y Johns Manville, y de la española familia March. Todos ellos presuntos genocidas.

[4] La OMS, a través de la IARC, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer, desde 1977, decía oficialmente que el amianto o asbesto es un cancerígeno del tipo I, el más potente. Y desde 1965, las evidencias epidemiológicas eran aplastantes.

[5] Albert Recio Andreu. “El camuflaje del capital requiere aliados y cómplices. Y por ello el análisis de las formas de dominación no puede reducirse a la simple constatación del dominio capitalista sino que debe contemplar todos los procesos sociales que ayudan a generar esta masa social de legitimadores del sistema. El que el gran capital trate de ser etéreo no impide que lo podamos ver. Simplemente se requiere de un mayor esfuerzo colectivo para conseguir que todo el mundo vea al rey desnudo.”30/11/2013, Mientras tanto

[6] Los casos de las fundaciones AVINA y Ashoka son paradigmáticos en este menester. Dos fundaciones hermanas, financiadas por los beneficios de muerte del amianto, que se dedican a comprar líderes sociales de todo el mundo.

[7] DIRECTIVA 1999/77/CE DE LA COMISIÓN de 26 de julio de 1999.

[8] Real Decreto 396/2006 de 31 de marzo y la Guía Técnica del INSHT que lo desarrolla.

[9] Ver el trabajo de Bernardo, Báez y Puche: “Amianto por un tubo”. El Observador, dic. de 2014

Ingeniero, economista y librero jubilado. Ecologista.
Fuente:
www.sinpermiso.info, 23 de noviembre 2016

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