El Ayuntamiento de Barcelona suprime el nombre del salón de la "reina regente" por el de Pi i Sunyer

Gerardo Pisarello

15/10/2016

Uno de los efectos perdurables de la impunidad franquista en Barcelona es el olvido o la eliminación de la memoria republicana en la ciudad. A sus calles y plazas, pero también a las instituciones. Este olvido no es casual ni es inocuo, y ayuda a entender las notables limitaciones de la democracia hoy vigente. Por eso es tan importante que el nombre de Carles Pi i Sunyer haya vuelto al Salón de Plenos del Ayuntamiento, 45 años después de su muerte en el exilio, en Caracas.

Pi i Sunyer tuvo muchas responsabilidades como político durante la II República. Fue consejero de Finanzas de la Generalitat restituida, ministro de Trabajo en Madrid, y consejero de Cultura durante la guerra. Pero sobre todo, trascendió en la memoria popular como el alcalde de la Barcelona republicana. Como el primer alcalde elegido por sufragio universal femenino y masculino.


Un ingeniero en busca de un proyecto nacional de progreso social

De ascendencia ampurdanesa, la familia Pi i Sunyer se instaló en Barcelona en 1877. Su padre era médico en una familia de médicos, y catedrático en la Facultad de Medicina. Este entorno favoreció la relación de la casa con la intelectualidad progresista de Barcelona. Con el paso del tiempo, Carles Pi i Sunyer devendría uno de los ideólogos y representantes de este amplio sector social, situado entre la menestralía y la burguesía, con infiltraciones por arriba y por abajo.

Ingeniero y especialista en temas económicos, Pi accedió tarde a la actividad política. Durante la dictadura de Primo de Rivera no tuvo ninguna actuación ni ninguna militancia destacada en las filas del catalanismo republicano. Sin embargo, participó de forma activa en la resistencia cultural, y colaboró ​​en publicaciones importantes, tales como "La Publicitat", "Revista de Catalunya", "Ciència" o "Indústria Catalana". En esta época también se gestó su trabajo más destacado, 'L’aptitut econòmica de Catalunya', publicado en dos volúmenes, en 1927 y 1929.

El propósito de 'L’aptitut...” era indagar cuál era el "carácter nacional", los valores, las aptitudes, que generaban una determinada forma de organizar la riqueza y garantizar el progreso social. Según Pi, las crisis de Cataluña obedecían a un desequilibrio entre cordura y locura en política, economía y cultura. Por el contrario, la superación de estos periodos de decadencia dependía de la preponderancia de ciertas "virtudes de conservación". Concretamente, la capacidad de ahorro, la cohesión familiar y la desinteresada auto-explotación en el trabajo, en favor de una empresa colectiva.

Estas virtudes estaban en la base del catalanismo conservador del novecentismo, y previamente habían inspirado autores reaccionarios como Antonio María Claret o Torras y Bages. Pi i Sunyer, sin embargo, efectúa un giro histórico, interesante. A su juicio, los depositarios de las "virtudes de conservación" no eran ni la Cataluña solariega, ni la burguesía industrial, sino la menestralía obrera, las clases subalternas urbanas. Desde este punto de vista, el anarquismo y las ideologías revolucionarias de la época no eran, para Pi, foráneas o ajenas al catalanismo, como defendieron el torrasibagisme o la propia Liga. Por el contrario, explicitaban el carácter disociado del hecho nacional, falto, en realidad, de un ideal colectivo capaz de sintetizar de manera virtuosa cordura y locura.

Este discurso no era un producto aislado. Era la sistematización de los anhelos de muchos sectores republicanos, catalanistas y socialistas, básicamente barceloneses. Estos sectores creían que la pujanza económica de Cataluña exigía un programa de progreso capaz de crear puentes entre las clases medias y los obreros urbanos.

No sorprende, de hecho, que Francesc Macià declarara más de una vez que preparaba discursos con 'L’aptitut' en las manos. Y tampoco sorprende que el propio Pi intentara impulsar este proyecto interclasista desde la Izquierda Republicana de Cataluña de los años 30.


Un alcalde republicano, catalanista, abierto a las fuerzas obreras y populares

Pi i Sunyer comandó el ayuntamiento en dos momentos difíciles de la República. Primero, entre febrero y octubre de 1934, y más tarde, entre febrero de 1936 y julio de 1937. Su gestión dejó dos grandes huellas. En primer lugar, llevó a cabo una gestión honrada, austera y transparente, que le permitió enjugar buena parte de la deuda municipal heredada de la dictadura de Primo de Rivera. En segundo lugar, propició la renegociación de las concesiones municipales lesivas para el consistorio y el despliegue de servicios ciudadanos básicos como la vivienda o la educación.

Todo esto lo hizo con un talante sensato, reflexivo. Pi i Sunyer era una persona moderada, pero integradora y claramente comprometida con la justicia social. Esta predisposición le permitió tener una buena relación con miembros de la oposición. Y sobre todo, lo convirtió, por indicación del propio Lluís Companys, en uno de los artífices del Front d’Esquerres (Frente de Izquierdas) que se abrió a fuerzas obreras y populares como la CNT, el PSUC o el POUM.

En realidad, Pi y Sunyer representaba un ejemplo de integridad que le eximía de algunos de los defectos atribuidos a la casta de los políticos profesionales. Sin abandonar las grandes claves del republicanismo democrático del siglo XIX, fue avanzando hacia un catalanismo radical, defensor del legítimo derecho del pueblo de Cataluña a la soberanía plena. Tuvo la convicción profunda de que el Estatuto de 1932 no suponía ni la única ni la definitiva forma de articular la nación catalana con el Estado español. Según él, la fórmula concreta de esta articulación se debía repensar colectivamente. En el exilio, de hecho, afirmó que debía adoptar la forma de un federalismo peninsular y europeo republicano, de libre adhesión, construido entre iguales y de abajo a arriba.

Que una mayoría de 33 concejales sobre 41 haya decidido la semana pasada el cambio de nombre del Salón de Pleno, de la Reina Regente a Carles Pi i Sunyer, es un acto de justicia histórica. Un acto que conlleva disminuir, tras una excesiva inhibición, la presencia de una institución anacrónica, como la monarquía, en el consistorio. Pero sobre todo, que implica un paso más en la construcción de un republicanismo democrático a la altura del siglo XXI.

En un contexto de neoliberalismo salvaje y de crisis abierta del Régimen heredado de 1978, este republicanismo continúa nutriéndose de unos valores que no han perdido vigencia. La lucha contra el privilegio, la austeridad y la honradez en el ejercicio de la función pública, la libertad, la igualdad, la fraternidad.

Homenajear a Pi i Sunyer, devolver su nombre en el Salón de Plenos donde ejerció la alcaldía, es una manera de honrar a otros alcaldes republicanos que no han recibido el reconocimiento debido. Como Hilari Salvador, el hijo de pescadores de la Barceloneta que asistió con coraje a la ciudad bombardeada por la aviación fascista. O como Natividad Yarza, la maestra vallisoletana que terminaría siendo la primera alcaldesa democráticamente elegida de toda Cataluña. Y es una manera también de honrar a los millones de mujeres y hombres anónimos, a la gente humilde de las clases populares que hace un siglo ejercieron las "virtudes de conservación" de las que hablaba Pi i Sunyer para hacerlos avanzar . Conquistando el sufragio universal, impulsando reformas educativas y sociales, construyendo bibliotecas, creando cooperativas. Levantando con sus manos todo lo que la dictadura franquista intentó borrar para siempre y que nunca ha dejado de abrirse camino.
 

miembro del comité de redacción de sinpermiso y primer teniente de alcalde del ayuntamiento de Barcelona
Fuente:
http://www.elcritic.cat/blogs/sentitcritic/2016/10/05/pi-i-sunyer-torna-a-lajuntament-de-barcelona/
Traducción:
Roger Tallaferro

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