El DR del 13 de marzo: Un ejército de la libertad cubano (II)

Julio César Guanche

01/06/2014

La Carta de México, firmada en agosto de 1956 entre José Antonio Echeverría y Fidel Castro, anunciaba el empeño explícito de combatir por las armas a Batista.

El conocimiento en el seno de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) del llamado a la insurrección provocó un conflicto. En la Universidad de La Habana, varios presidentes de Escuela alegaron que tal decisión no había sido comunicada ni colegiada en el pleno de la Dirección de la FEU. René Anillo, su secretario general y participante con Echeverría en la reunión de México, fue increpado con rudeza.

“La reacción nuestra fue de asombro. No sabíamos ni sobre la firma de la Carta ni a qué nos comprometía” —ha asegurado Elvira Díaz Vallina, una de los cuatro presidentes de Escuela opuestos a la firma de la Carta. Esa zona de los críticos a la declaración alegaba que debió ser firmada a nombre del Directorio Revolucionario (DR) y no a nombre de la FEU.

Echeverría firmó la Carta a nombre de la FEU, con su tradición y representatividad en Cuba, y no del DR, un órgano que con solo seis meses de creado no podía contar con la significación nacional de la FEU. Era previsible que el M-26-7 estuviese interesado en co-protagonizar la Carta con la FEU y no con el DR, todavía prácticamente desconocido en Cuba. La crisis fue zanjada, bajo el impulso de Fructuoso Rodríguez, vicepresidente de la FEU, con una declaración de la FEU en apoyo a Echeverría que ratificaba el contenido de la Carta.

La discusión ideológica principal entre aquellos que tenían “una inquietud revolucionaria”, ponía entonces en primer orden el método de lucha, más que el programa político futuro.

La Carta de México comprometía a sus firmantes a seguir la vía insurreccional, pero el planteo de constituir una guerrilla rural, preconizada por Fidel Castro y el M-26-7, resultaba extraño al DR, con su tradición de lucha urbana y su convencimiento de que el futuro de Cuba se jugaba por entero en La Habana. En la ciudad, el DR había ganado prestigio y allí estaba inscrita la memoria de sus compañeros caídos.

Aunque asentado en la tradición política cubana, el recurso de alzarse en el campo, utilizado como instrumento de presión política, parecía superado después de la Revolución de 1930, que jugó sus destinos entre la huelga revolucionaria, la Universidad, Columbia, Palacio Presidencial, y con la democratización de la vida política cubana hacia 1940.

Para los jóvenes que atacaron el 13 de marzo de 1957 el Palacio Presidencial el poder se encontraba en la oficina de Batista. Esa acción debía encontrar el túnel ansiado hacia la victoria, o concluir en el sacrificio por la patria. Echeverría anunció  por Radio Reloj: “Somos nosotros, el Directorio Revolucionario, la mano armada de la Revolución Cubana, los que hemos dado el tiro de gracia a este régimen de oprobio que aún se bate en los estertores de su propia agonía”. Para el DR, la muerte de Batista era sinónimo de la victoria revolucionaria.

Tras la abierta represión vivida después del 13 de marzo, el Ejecutivo del DR rehusó el ofrecimiento de Fidel Castro de dirigirse hacia la Sierra Maestra, que le hubiera asegurado la vida tanto a la organización como a muchos de sus miembros. Tampoco un representante del DR partió hacia la Sierra Maestra.

La muerte de José Antonio Echeverría el 13 de marzo de 1957, unida a las de Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, José Machado y Joe Westbrook, en abril de ese mismo año, fueron golpes demoledores para el DR, que marcaron el declive de su protagonismo político y de los cuales no podría recuperarse sin cambiar su fisonomía.

El cierre de la Universidad de La Habana tras la represión desatada a partir de noviembre de 1956 forzó la pérdida de parte de la base estudiantil del DR. La “quema” de la mayor parte de sus dirigentes, la salida hacia el exilio de los principales líderes del DR, la masacre de Humboldt No. 7 y el acceso hacia su Ejecutivo de algunas personas no vinculadas al movimiento estudiantil harían que el DR se decidiera por la llamada línea “de acción” y tuviera que buscar más en sectores no estudiantiles la ampliación de su impacto social.

El compromiso de mantener la lucha insurreccional a toda costa, que para el DR era su libertad, sería también fuente de límites futuros. Como resultado de la tendencia hacia la “línea de acción”, se produjo la salida del Ejecutivo del DR de figuras que cumplían roles importantes bajo la dirección de Echeverría y se caracterizaban más por su perfil político que como hombres de acción, y, al mismo tiempo, se produjo el ingreso a dicho Ejecutivo de figuras sin pasado insurreccional ni estudiantil.

Como resultado de este proceso, se hacía más firme la separación entre la FEU y el DR, cuya concordancia después de la muerte de Echeverría solo podía haber prorrogado un líder estudiantil como el propio Echeverría o acaso Fructuoso Rodríguez.

Sin poder contar del todo con la FEU, que le había dado nacimiento, otorgado prestigio y amplia resonancia social, el DR vería disminuido el alcance de la representación que ostentaba en relación con la sociedad civil cubana y su táctica de lucha se comprometió más con el sostenimiento del frente rural en el Escambray.

Al final de este transcurso, el DR se había transformado lo suficiente como para, a pesar de haber perdido base política, seguir en pie de lucha, aunque ya no era idéntico al espejo que de sí mismo tenía en 1956. Con todo, ya era extraordinario que siguiera con vida después del golpe de gracia recibido en marzo y abril de 1957. (continuara, para la primera parte de este artículo aquí).

Julio César Guanche es un jurista y filósofo político cubano, miembro del consejo editorial de SinPermiso, muy representativo de una nueva y brillante generación de intelectuales cubanos partidarios de una visión republicano-democrática del socialismo.


Fuente:
http://www.telegrafo.com.ec/cultura1/item/el-dr-del-13-de-marzo-un-ejercito-de-la-libertad-ii.html
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