El gobierno de Turquía en las últimas

Esen Uslu

30/03/2014

 

El gobierno de Erdoğan pierde rápidamente el control, escribe Esen Uslu. Pero parece que la oposición está en condición de aprovecharlo.  ¿Se deshará de Recep Erdoğan su propio partido?

Los días del gobierno del AKP bajo el mandato de Recep Tayyip Erdoğan van llegado a su fin. A pesar de ello, el partido lucha desesperadamente para seguir manteniéndose en el poder de un modo u otro tras más de 10 años de mandato en Turquía. El problema que se le plantea a la burguesía es el de reemplazar al partido sin sufrir demasiados daños, tal y como Erdoğan y sus secuaces andan planteando.  

El gobierno fue considerado como una coalición hermética de varias tendencias Islamistas (además de algunos grupos liberales y de centro-derecha). Uno de los mejor organizados dentro de estas tendencias ha sido Gülen Jammat – o, como le gusta ser llamado, “el Servicio”. Fue formado entorno al predicador islamista y pedagogo Fetullah Gülen (de ahí proviene el nombre) o Hodja Effendi, tal y como lo llaman sus seguidores.

Según documentos recientemente revelados a partir de escuchas telefónicas ilegales, el ala de Erdoğan del partido dio una serie de privilegios especiales a Gülen Jamaat, incluyendo en ellos el acceso ilegítimo a los servicios de seguridad e inteligencia, la policía y los tribunales. Como resultado de ello, su gente fue colocada en posiciones críticas del poder.

Coalición de división

Mientras encabezaba la lucha para derrocar la tutela militar tradicional, la influencia de Gülen Jamaat creció. Sin embargo, una vez que se extralimitó y centró su atención en mantener el control del poder político después de Erdoğan, la división en la coalición y todo lo demás empezó a salir a la luz.

Las cosas llegaron a un punto realmente crítico cuando los hijos de cuatro ministros del gabinete fueron arrestados por corrupción, implicando con sus actos de una manera directa a sus padres. Se hizo evidente que la corrupción estaba vinculada a una violación de las sanciones en relación a Irán, implicando de este modo la negociación de oro por gas natural iraní. Parece que la corrupción penetró de lleno en el seno del gobierno, alegando el pago de billones en forma de sobornos y la exportación ilegal de armas a zonas de conflicto. A pesar de todos sus esfuerzos, Erdoğan no pudo evitar la presión de tener que sacar a cuatro ministros de su gabinete. Estos se encontraban entre sus colaboradores más cercanos desde hacía muchos años. Intentó hacer todo lo posible, incluyendo un cambio de ley para poder protegerlos de la persecución.     

Respondió atacando a su ex compañero de coalición Gülen Jamaat, refiriéndose a su implicación en el “Estado paralelo”. También intentó resolver la burocracia policial: el número de oficiales de alto rango transferidos de un puesto a otro ha sido algo imposible de seguir. Algunos se han llegado a mover hasta cuatro o cinco veces desde mediados de Diciembre, y muchos de ellos se encuentran en suspensión actualmente. Erdoğan se apoderó también del poder judicial. El organismo de supervisión en el nombramiento de jueces y fiscales fue remplazado. Del mismo modo que lo fueron los tribunales especializados en terrorismo. Los casos que quedaban pendientes fueron trasladados a tribunales penales ordinarios. Al hacerlo, se marginó a jueces y fiscales que se cree que han podido tener conexiones con Gülen Jamaat, remplazándolos por sus propios hombres.   

Necesitando nuevos aliados de una manera desesperada, decidió suavizar su posición en relación a los militares. Se levantó una legislación que prácticamente acabó con los juicios contra figuras militares de alto rango y contra muchos de los altos mandos que estaban en espera de apelaciones contra la condena. Sin embargo, Erdoğan aseguró que los miles de presos kurdos no se beneficiarían de la nueva legislación. Intentó apelar al modelo nacionalista y estatista central, dejando en espera el ‘proceso de paz’ kurdo.    

La verdadera caída del gobierno empezó hará unos dos años cuando Erdoğan intentó desafiar a los grupos de las finanzas de capital tradicionales basados en la familia, como por ejemplo Dogan Holding o Koç Holding, cuyas acciones fueron vistas como algo que estaba más allá del control de los islamistas. Los grupos tradicionalmente turcos de capital financiero han prosperado en el llamado ‘efecto invernadero del Estado’, disfrutando de amplias facilidades de crédito, de mercados garantizados,  licitaciones estatales, etc.

En un inicio parecía que Erdoğan cedía a las presiones de la Unión Europea para una ley competente de licitación. Pero esa ley se ha modificado tantas veces por motivos y cláusulas tan diversas que actualmente tiene más agujeros que un queso suizo. El gobierno trató de mantener su tutela tradicional sobre el capital financiero de los contratos de retención, en vez de otorgarla a los ‘tigres de Anatolia’ – las nuevas agrupaciones fuertemente teñidas por el islamismo.  

Sin embargo, algunos de los grupos de las finanzas del capital tradicionales han crecido tanto que son prácticamente inmunes a todo tipo de presiones. Así que el gobierno buscó otros medios de control: examen injustificado de libros, multas por evasiones fiscales y acciones similares. En una ocasión el gobierno optó por terminar la construcción 

Una operación similar que hizo contra grupos de medios de comunicación se ha traducido en una situación en la que varios periódicos han sacado las misma historia confeccionada en las cocinas de los medios de comunicación del AKP, prácticamente sacando los mismos titulares. Cualquier persona que cruza una línea es severamente castigado: muchos periodistas han sido despedidos y convertidos en parias.  

Nada de esto ha sido una buena noticia para la ‘comunidad internacional’ –un gobierno inestable en una región inestable es la última cosa que el imperialismo de los EE.UU desea. Y, por encima de todo eso, la guerra en Siria tiraba al gobierno hacia la causa salafista y contra los chiítas y los alauitas de la región. Este cambio tuvo un impacto importante en la política interna de Turquía, ya que los alauitas de Anatolia se identifican estrechamente con los alauitas sirios, y el temor de una nueva oleada de violencia sectaria empujó a los alauitas de Turquía a una oposición más vocal. 

El intento de aliviar la situación en relación a la revuelta kurda en Turquía, con el fin de mejorar las relaciones con el Kurdistán iraquí, y las expectativas de exportar petróleo kurdo a través de un nuevo gasoducto más allá del control de la parte árabe de Irak, se tradujo en un deterioro de las relaciones de Turquía con siete hermanas de la industria petrolera, así como con los EE.UU. y el Reino Unido. Mientras tanto, el campo del gas se abrió frente en las costas de Chipre y se convirtió en la nueva manzana de la discordia entre los greco-chipriotas, los israelíes y los EE.UU.

La desestabilización de la costa norte del Mar Negro (Ucraina, Crimea y Rusia) se ha sumado a las tensiones de la región del Cáucaso y ha provocado una situación bastante peligrosa. Un gobierno islamista inmiscuyéndose en los asuntos de las minorías de la región es algo que ya se está dando, y la situación parece cada vez más fuera de control. 

Podemos decir con seguridad que el gobierno del AKP está perdiendo rápidamente amigos en el ring internacional. Sin embargo, la inestabilidad del la región todavía puede crear oportunidades para que los islamistas puedan encontrar una nueva oportunidad de vida.

Represión

El alcance de la oposición popular al gobierno del AKP se hizo evidente durante los eventos del año pasado centrados en el Gesi Park de Estambul. Pasado un breve período de calma durante el verano, la oposición estaba de vuelta a las calles a la par que los estudiantes regresaban a las universidades.

Y se encontraron y fueron recibidos con una fuerza y una represión brutal. Cargas de gases lacrimógenos, cañones de agua y golpes de porra se convirtieron en la rutina diaria en todas las grandes ciudades. Los teléfonos móviles, Internet, Twitter y Facebook se convirtieron en los medios de comunicación para la organización de manifestaciones y fueron orientados: el gobierno aprobó una ley según la cual se le permite grabar legalmente todos los tweets, mensajes y grabaciones de voz para utilizarlas en cualquier momento como evidencias. La ley permite bloquear Internet y las comunicaciones en cualquier momento. Y esta opresión estatal dispone de un auxiliar: paramilitares de la milicia islamista del AKP visiblemente involucrados en atacar a los manifestantes bajo la tutela de la policía.  

A medida que las elecciones locales se celebrarán a finales de este mes, aproximadamente, la oposición intensifica el ritmo del juego con un ojo puesto en la contienda presidencial prevista para este julio. Si bien no ha habido ningún movimiento obvio dentro del AKP para deshacerse de Erdoğan, que sigue siendo una posibilidad, el resultado de las elecciones locales podría intensificar la incertidumbre. Pero la oposición electoral no es lo mismo que la oposición en las calles, que no parece capaz de poder derrocar al AKP – las próximas elecciones generales se celebrarán en el 2015. 

Tradicionalmente en estos impasses en la política turca, el ejército ha intervenido. Sin embargo, por el momento, los militares parecen contentarse con el papel más pasivo que le han asignado, pasados los ensayos bien publicitados que involucran a sus principales figuras. Eso, por supuesto, no quiere decir que una nueva intervención militar pueda descartarse. Así que me parece que nos encontramos en un viaje que estará plagado de baches. 

Esen Uslu escribe en http://www.cpgb.org.uk/

Traducción para www.sinpermiso.info: Marta Mestre

Fuente:
http://www.cpgb.org.uk/home/weekly-worker/1002/turkey-government-on-its-last-legs

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