El impulso y la resistencia (sobre la renta básica)

Piero Bevilacqua

17/05/2015

Parece que la Renta Básica, hasta ahora teorizada por vanguardias aisladas, ha hecho por fin su entrada en palacio. No son sólo los parlamentarios de SEL (Sinistra Ecologia e Libertà) y del movimiento Cinco 5 Estrellas, sino también exponentes del PD, el partido en el gobierno, los que muestran algún interés (veremos hasta qué punto concreto) en la discusión de la Comisión del Senado.  

Duele decirlo, pero, a diferencia de los Cinco Estrellas, nuestra izquierda (esa a la que yo pertenezco) no parece igualmente capaz de mostrar determinación a la hora de perseguir un único pero gran objetivo y no sabe inventarse formas de lucha diferentes de las viejas manifestaciones, demasiado rituales, por las plazas.

La escasa determinación de perseguir el objetivo no se debe sólo a inercia político-organizativa. En la izquierda y, sobre todo, dentro de los sindicatos, se incuban tenaces reservas frente a esta medida asistencial. Es la vieja ética del trabajo, tan enraizada en el mundo comunista, introyectada por siglos de ideología capitalista, bien que transformada con el tiempo por las luchas de clase, un nuevo ethos civil que hizo del movimiento obrero la vanguardia social del siglo XX. Pero hoy, ¿a qué tipo de capitalismo nos enfrentamos?

En esta fase, el sindicato y la izquierda tradicional parecen interpretar la sociedad industrial como una cinta, una tela que se puede volver a enrollar después de un desgarrón.

Parecen no ver la gigantesca metamorfosis que ha cambiado la naturaleza del capitalismo contemporáneo. Un modo de producción que desde hace tiempo ha barajado las cartas e impuesto un nuevo juego. Y el corazón del nuevo juego es la desaparición del pleno empleo, objetivo keynesiano, apartado como chatarra por una clase política – hoy el PD de Renzi – que ha comprendido qué servicios pide el capitalismo financiero para dispensar sus favores. Pero junto a la desaparición del pleno empleo, cual horizonte de política posible, aparece otra explosiva novedad. Por paradójico que pueda parecer, hoy el arco de edad de la vida laboral se va restringiendo visiblemente. Se entra cada vez más tarde en el mundo del trabajo. A menudo los jóvenes se ven empujados a continuar los estudios porque no encuentran trabajo y siguen siendo un gravamen para los ingresos familiares. Al mismo tiempo, se sale del trabajo mucho antes de tiempo.  Es verdad que la reforma Fornero y las demás reformas de las pensiones tienden a alargar la permanencia en el trabajo, pero los empresarios tienen otra visión. 

Este encogimiento de la edad laboral tiene en Italia al menos dos graves resultados. Los jóvenes (al menos la mayoría más afortunada) buscan protección en el cascarón de la familia, entumeciendo aspiraciones y perspectivas. Los que no la tienen o no se contentan, se vuelven hacia el welfare criminal. ¿Es por tanto deseable que sea el Estado el que proporcione un ingreso, arruinando la ética capitalista del trabajo, o preferimos — como cada vez más en el caso del resto, la escuela, la sanidad, los transportes — dejarlo en manos del mercado? Un mercado criminal, naturalmente, entre los más eficientes de la Península [italiana]. Estamos perdiendo las mejores inteligencias de la presente generación, que escapan a los grandes centros de Europa y de los EE. UU. Mientras el primer ministro [Renzi] y su gobierno engañan a los italianos con las monsergas de la llamada “buena escuela”.

Igual que es trágica la situación de los ancianos que pierden el trabajo y no disponen todavía de una pensión. Estas figuras, que la reforma Fornero ha logrado magnificar, haciéndolas víc­timas sacrificiales de una reforma inspi­rada por el pánico y una cultura productivista, no tienen ninguna familia en la que apoyarse. Esa familia en general deben regirla con sus magros ingresos.

La renta básica sacaría de la desesperación a muchas personas que tienen a la espalda décadas de fatigas y un futuro de incertidumbre. Aumentaría la demanda, de la cual la economía italiana tiene evidente necesidad. Constituiría la vía para reducir las desigualdades sociales, ofrecería a muchos de nuestros jóvenes un punto de partida para emprender, estudiar, continuar investigaciones en marcha.  

Una renta básica podría crear ese margen de seguridad capaz de empujar a tantos de nuestros chicos a hacer voluntariado: voluntariado de asistencia a personas, de cuidado del ornato urbano, de defensa del medio ambiente y del paisaje, de ayuda a los niños y a los chicos que abandonan la escuela. Todo depende del clima que se respire en el país, si es de lealtad entre gobernantes y gobernados, de exaltación y defensa del bien común. Todo depende de la creatividad de la política, que debe salir de la rutina sobre el empleo que le aflige, y debe saber suscitar las energías latentes de nuestra sociedad, a la espera de un mensaje de verdad y de perspectiva.  

Piero Bevilacqua (1944), ensayista e historiador italiano, es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad La Sapienza de Roma, habiendo enseñado también en Salerno y Bari. Director de la revista historiográfica Meridiana, es autor de numerosas obras de historia italiana, cultural, mediambiental y económica y de varios ensayos políticos. Su último libro es Elogio della radicalità (Laterza, Milán,2012).

 

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Fuente:
Il Manifesto, 11 de mayo de 2015
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