Paul Krugman
19/02/2006El año pasado, Estados Unidos gastó 57% más de lo que ganó en los mercados mundiales. Es decir, nuestras importaciones fueron 57% más grandes que las exportaciones
Cómo hemos logrado vivir hasta ahora más allá de nuestras posibilidades? Acumulando deudas con Japón, con China y con productores de petróleo de Medio Oriente. Somos igual de adictos al dinero importado que al petróleo importado.
A veces, pedir crédito a gran escala al extranjero tiene sentido. En el siglo XIX Estados Unidos pidió prestadas a Europa enormes cantidades de dinero con el cual construyó ferrocarriles y otra infraestructura industrial. Esa ola de inversión financiada con préstamos hizo a Estados Unidos más fuerte, no más débil.
Sin embargo, esta vez nuestro endeudamiento con el extranjero no está financiando un auge de inversiones: ajustada al tamaño de la economía, la inversión empresarial de hecho es baja en relación con los estándares históricos. En cambio, estamos utilizando dinero prestado para construir casas, comprar bienes de consumo y, por supuesto, financiar el déficit presupuestal.
En 2005, el gasto para construcción de vivienda como porcentaje del PIB alcanzó su nivel más alto en más de 50 años. La gente que ya cuenta con casa propia la está usando como cajero automático, convirtiendo el valor de su propiedad en dinero contante y sonante: el año pasado, el ahorro personal cayó por debajo de cero por primera vez desde 1933. Y es una señal de nuestra degradada situación fiscal el hecho de que la administración Bush se jactara de que en 2005 se registró un déficit presupuestal de más de 300 mil millones de dólares, sólo porque fue un poco menor al déficit registrado en 2004.
Todo esto suena como algo insostenible, y lo es. Algunas personas insisten en que la economía de Estados Unidos tiene ahorros escondidos que las estadísticas oficiales no pueden captar. No entraré en el debate técnico sobre estas aseveraciones, algunas de las cuales hacen recordar los argumentos utilizados hace no mucho para justificar los precios de las acciones puntocom, excepto para decir que mientras más cuidadosamente se observan los hechos, menos convincente resulta la hipótesis que denominaré "no te preocupes, sé feliz".
La negación cobra una forma más sistemática dentro del gobierno federal, en el que Dick Cheney está haciendo con el análisis presupuestal lo que hizo con los informes de inteligencia respecto de Irak. La semana pasada Cheney anunció que una nueva división dentro del Departamento del Tesoro mostraría que los recortes fiscales incrementan, no reducen, los ingresos federales. Esa es la fórmula Bush-Cheney: primero se decide cuáles son las conclusiones, y después se exige a los analistas que produzcan las evidencias que sustenten esas conclusiones.
Sin embargo, analistas serios saben que la fiebre de endeudamiento de Estados Unidos es insostenible. Tarde o temprano el déficit comercial tendrá que bajar, la burbuja inmobiliaria llegará a su fin y tanto los consumidores como el gobierno estadounidense van a tener que empezar a vivir con sus propios medios.
¿Qué tan malo será esto? Depende de cómo termine esta fiebre. Si se va reduciendo de manera gradual, la economía de Estados Unidos podrá sacar trabajadores de sectores que se han beneficiado de la burbuja inmobiliaria y del auge del consumo, para introducirlos en sectores que producen exportaciones o reemplazan importaciones. Llegado el momento, podríamos disminuir el déficit comercial y "aterrizar" el sector inmobiliario sin que esto implique una pérdida de empleos.
En la práctica, sin embargo, "un aterrizaje suave" parece poco probable debido a que muchos jugadores económicos tienen expectativas poco realistas. Esto es cierto en lo que se refiere a los inversionistas internacionales, que compran bonos estadounidenses a bajas tasas de interés, olvidándose al parecer del déficit presupuestal y de la opinión generalizada de los expertos en comercio de que finalmente el dólar tendrá que bajar 30% o más para eliminar el déficit comercial.
Lo anterior aplica también a quienes compran una casa. La mayoría de los estadounidenses vive en regiones en las que los precios de las viviendas siguen siendo accesibles. Sin embargo, un detallado estudio realizado por el banco multinacional HSBC confirma lo que yo y otras personas hemos estado diciendo: la mayor parte del incremento en el valor de las casas se ha registrado en una "zona burbuja" ubicada en una franja alrededor de las costas, donde los precios han aumentado mucho más de lo que los fundamentos económicos dictan. Según cálculos de HSBC, las casas ubicadas en la zona burbuja están sobrevaluadas entre 35% y 40%, creando billones de dólares de riqueza ficticia.
De modo que todo parece indicar que la fiebre de préstamos de EU terminará estrepitosamente y no de manera gradual, y que el gasto disminuirá repentinamente al tiempo que el mercado de bonos y el mercado inmobiliario sufren violentos despertares. Si eso sucede, las consecuencias serán terribles.
Greenspan, quien ayudó a crear esta situación, se puede considerar afortunado por estar ya fuera de la presidencia de la Fed. En cambio, a su sucesor podría estar esperándole una experiencia difícil.
Paul Krugman es un reconocido economista, columnista habitual en el New York Times, crítico acerbo de la política económica y exterior de la Administración Bush y ex-asesor del Presidente Clinton.