El sueño de dominación de Arabia Saudí, hecho cenizas

Patrick Cockburn

14/01/2017

Tan recientemente como hace dos años, el esfuerzo de medio siglo de Arabia Saudí para establecerse como principal poder entre los Estados árabes e islámicos parecía que estaba teniendo éxito. Un informe del Departamento de Estado de EEUU enviado en 2014 por la ex-secretaria de Estado, Hillary Clinton, y publicado por Wikileaks, hablaba de los saudíes y los cataríes como rivales compitiendo “para dominar el mundo suní”.

Un año después, en diciembre de 2015, el servicio de inteligencia alemán, el BND, estaba tan preocupado con la creciente influencia de Arabia Saudí que dio el extraordinario paso de sacar una circular en la que afirmaba que “la prudente posición diplomática previa de los viejos dirigentes de la familia real está siendo reemplazada por una política impulsiva de intervención”.

Un avergonzado Gobierno alemán forzó al BND a retractarse, pero en los últimos años, sus temores sobre el impacto desestabilizador de las más agresivas políticas saudíes se cumplieron con creces. Lo que no previó fue la velocidad con la que Arabia Saudí vería sus grandes ambiciones derrotadas o frustradas en casi todos los frentes. Pero en el último año, Arabia Saudí ha visto a sus aliados en la Guerra Civil Siria perder su último gran centro urbano en el este de Alepo. Aquí al menos la intervención saudí era indirecta, pero en Yemen la implicación directa de la costosísima maquinaria militar saudí ha fracasado en producir una victoria. En vez de ser cortada la influencia iraní por una política saudí más enérgica, ha ocurrido exactamente lo contrario. En la última reunión de la OPEP, los saudíes estuvieron de acuerdo en recortar la producción de crudo mientras Irán aumentaba la suya, algo que Riad había dicho que siempre rechazaría.

En los EEUU, el garante final del continuado dominio de la Casa de Saud, el Presidente Obama permitió que se le citase quejándose sobre la convención de Washington de tratar a Arabia Saudí como un amigo y aliado. A un nivel popular, hay una creciente hostilidad contra Arabia Saudí reflejada en el casi unánime voto del Congreso para permitir a las familias de las víctimas del 11-S demandar al Gobierno saudí como responsable del ataque. 

Bajo la volátil dirección del príncipe heredero sustituto y ministro de Defensa, Príncipe Mohammed bin Salman, la figura más poderosa en la toma de decisiones saudí, la política exterior saudí se ha convertido en más militarista y nacionalista después de que su padre de 80 años, Salman, se proclamase Rey el 23 de enero de 2015. La intervención militar saudí en Yemen siguió, mientras se incrementaba la ayuda saudí a la alianza rebelde en Siria, en la que la fuerza combatiente más poderosa era Jabhat al-Nusra, antiguamente filial siria de al-Qaeda.

Nada ha ido bien para los saudíes en Yemen y Siria. Los saudíes aparentemente esperaban que los hutíes fuesen rápidamente derrotados por las fuerzas pro-saudíes, pero tras quince meses de bombardearles a ellos y a su aliado, el ex-Presidente Saleh, aún mantienen la capital Saná y el norte de Yemen. El prolongado bombardeo del país más pobre del mundo árabe por parte del más rico ha producido una catástrofe humanitaria en la que al menos el 60 por ciento de los 25 millones de yemeníes no tienen suficiente que comer o beber.

La mejorada implicación saudí en Siria en 2015, al lado de los insurgentes, ha tenido consecuencias dañinas e inesperadas similares. Los saudíes habían sucedido a Catar como principal apoyo árabe de la insurgencia siria en 2013, en la creencia de que sus aliados sirios podrían derrotar al Presidente Bashar al-Assad o atraer a los EEUU a hacerlo por ellos. El caso es que la mayor presión militar sobre Assad solo sirvió para hacer que buscara más ayuda de Rusia e Irán y precipitase la intervención militar rusa en septiembre de 2015 contra la que EEUU no estaba preparado para oponerse.

El Príncipe Mohammed bin Salman está siendo criticado dentro y fuera del Reino por impulsivos juicios erróneos que han traído fracasos o puntos muertos. En el frente económico, su proyecto Visión 2030 por medio del cual Arabia Saudí se convertiría en menos dependiente en su totalidad de las rentas petroleras, y más parecido a un Estado no petrolero, atrajo escepticismo mezclado con escarnio desde el principio. Es dudoso que haya muchos cambios en el sistema de patronazgo por el cual una alta proporción de las rentas petroleras se gastan en emplear a los saudíes a pesar de su cualificación o su voluntad de trabajar.

Las protestas de la poderosa fuerza de trabajo extranjera de diez millones de personas en Arabia Saudí, un tercio de los 30 millones de población, porque no se les paga, puede ser ignorada o aplastada a palos y cárcel. La seguridad del Estado saudí no está amenazada.

El peligro para los gobernantes de Arabia Saudí, Catar y los otros Estados del Golfo, es más bien que la ilusión y la arrogancia les han llevado a intentar hacer cosas mucho más allá de sus posibilidades. Nada de esto es nuevo y los Estados petroleros del Golfo han estado incrementando su poder en los mundos árabe y musulmán desde que los regímenes nacionalistas de Egipto, Siria y Jordania fueran derrotados por Israel en 1967. Encontraron –y Arabia Saudí está buscando ahora lo mismo– que el nacionalismo militarista funciona bien para fomentar apoyo a los gobernantes bajo presión mientras pueden prometer la victoria, pero los deslegitima cuando sufren la derrota.

Previamente, Arabia Saudí y los Estados del Golfo habían trabajado a través de aliados y agentes, pero estos límites terminaron con los levantamientos populares de 2011. Catar, y más tarde Arabia Saudí, giraron hacia apoyar el cambio de régimen. Las revoluciones transmutaron en contrarrevoluciones con un fuerte corte sectario en países como Iraq, Siria, Yemen y Baréin, donde había poblaciones suníes y no suníes.

Los críticos de las políticas saudí y catarí a menudo las demonizan como astutas y eficaces, pero su característica más llamativa es su extremo desorden e ignorancia de las condiciones reales sobre el terreno. En 2011, Catar pensaba que Assad podía ser rápidamente expulsado del poder como Muamar Gadafi en Libia. Cuando esto no sucedió, bombearon dinero y armas a tontas y a locas mientras esperaban que los EEUU podrían ser persuadidos para intervenir militarmente para derrocar a Assad como la OTAN había hecho en Libia.

Los expertos sobre Siria argumentan sobre el alcance que tuvo la financiación de saudíes y cataríes al Estado Islámico y a varios clones de al-Qaeda. La respuesta parece ser que no sabían, y a menudo no les importaba, a quienes estaban financiando y que, en cualquier caso, habitualmente procedía de individuos ricos y no del Gobierno saudí o los servicios de inteligencia.

El mecanismo a través del cual el dinero saudí financia a los grupos yihadistas extremistas fue explicado en un artículo de Carlotta Gall en el New York Times en diciembre, sobre como los saudíes habían financiado a los talibanes tras su derrota en 2001. El artículo cita al ex-ministro de Finanzas talibán, Agha Jan Motasim, explicando en una entrevista como viajaba a Arabia Saudí para reunir grandes sumas de dinero de individuos privados que luego se transferían de forma encubierta a Afganistán. Se cita a oficiales afganos afirmando que una reciente ofensiva de 40.000 talibanes costó a los donantes extranjeros mil millones de dólares.

El intento de Arabia Saudí y los Estados petroleros del Golfo de conseguir hegemonía en los mundos árabe y musulmán suní, se ha probado desastroso para casi todo el mundo. La captura del este de Alepo por el Ejército Sirio y la probable caída de Mosul en manos del Ejército Iraquí, significan la derrota para los árabes suníes en una gran franja de territorio que llega desde Irán hasta el Mediterráneo. En gran medida gracias a sus benefactores del Golfo, se enfrentan a un sometimiento permanente a gobiernos hostiles.

 

es un periodista irlandés, que ha ejercido como corresponsal del diario The Independent en Oriente Próximo. Previamente fue corresponsal en Moscú y Washington. Es autor de diversas obras sobre Iraq y Oriente Próximo, por las que ha sido premiado, entre las que destaca The Rise of Islamic State: ISIS and the New Sunni Revolution.
Fuente:
http://www.counterpunch.org/2017/01/10/saudi-arabias-dream-of-domination-goes-up-in-flames/
Temática: 
Traducción:
Adrián Sánchez Castillo

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).