El vocabulario del Génesis

Carlos Monsiváis

23/07/2006

En el jardín del Edén muy probablemente las palabras escaseaban y servían para designar plantas, ángeles desarmados, ofidios multilingües, frutas, hojas de parra y sentimientos de rubor ante la inminencia de los espejos, que delatan en el caso de los desnudos de cuerpo entero la ausencia de años-gimnasio y la ignorancia de la celulitis. El gran vocabulario del mundo vino después, ya expulsada del Paraíso la pareja exhibicionista que nos descubrió de una vez y para siempre que el origen del mal es la falta de respeto a las buenas costumbres.

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El 10 de julio de 2006 el presidente Vicente Fox declara, luego y antes de afirmar que le tienen puesto el freno y no lo dejan declarar: "Seguiremos siendo responsables, trabajando por el país, pero sobre todo de la mano de cada mexicano y mexicana. Por más que haya renegados, el país va avanzando y todos estamos poniendo nuestro granito de arena para que este sea un México a la altura de las aspiraciones y los valores del pueblo".

El día siguiente, el vocero presidencial Rubén Aguilar sale en defensa no de lo que dijo el Presidente ni de lo que quiso decir ni de lo que diría en otra ocasión sobre otro tema, sino del tiempo a ganar si se consigue que los periodistas se distraigan y se vayan al diccionario, un sitio lejano y casi inaccesible a donde no reciben sin cita previa. Anotó el vocero: "No tiene ninguna dedicatoria a nadie en particular. Analicen qué quiere decir el concepto de renegados y hagan sus interpretaciones".

Nadie en general podría suponer que sí hay dedicatoria. Sin embargo, como nadie en general es concienzudo, por sus influencias amistosas y su persistencia consigue que lo reciban en el diccionario. Allí lee: "Renegado: que reniega de su raza, patria, creencias, etcétera". Sigue otra definición: "Renegar: rechazar alguien su religión, raza, patria o creencias, para adoptar otras". Ahora bien, nadie en general, susceptible como es, se desconcierta, no tanto porque no intuya quiénes son los renegados sino porque es un tanto presuntuosa la actitud del señor Fox de enviar a la hoguera patria a quienes no admiten como dogma el avance del país, en lo económico, lo religioso, lo político y lo moral, de acuerdo con la doctrina Fox. Esos, los que migran con canallez y abandonan el verdadero México, difundido, representado y autorizado por don Vicente, reniegan, abjuran, traicionan, mutan, todo lo que por fastidio ante los sinónimos, el Presidente unifica con el sonoro nombre de renegados.

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¿Tiene sentido preguntarse por lo que quiso decir el Presidente, porque lo que sí dijo es clarísimo: "Aquí nada más mis convicciones truenan"? Luego de varias noches y días en vela (a esta expresión no le determina la ley disponible sino la tradición de la metáfora) imagino una salida digna para la mayor de nuestras instituciones: el señor Fox quiso decir criticones, así de simple, los que hablan mal de todo: "Se la pasa el día renegando y dice que ya no le ajusta para el gasto", o "Fíjate que la mujer del boticario anda reniegue y reniegue de él y le dijo el otro día en la plaza que elija entre ella y el dinero que envía cada mes a las misiones del Japón, y que además, con toda la lana que han mandado, ya es tiempo de que se hayan convertido todos los nipones".

Así tal vez ocurrió, y como lo que se aprende de niño nunca se olvida cuando a uno ya no le da por aprender otra cosa, Fox pasa del "anda reniega y reniega" por el solazo a "renegado", de significados enteramente distintos. Si al ilustre declarante lo tiene sin cuidado su elección terminológica, ¿eso importa? No en principio. "Explicas y te vas", aunque es de llamar la atención el número interminable de veces en que al Presidente lo rectifican o protegen por una palabra o un concepto fuera de contexto (este sería uno de los epitafios: "El sexenio siempre fuera de contexto", aunque en lo que al neoliberalismo concierne, el gobierno de Fox se contextualizó con obediencia ejemplar).

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Con manía ritual don Vicente se equivoca o, si no se quiere usar una expresión tan levantisca, el Presidente se aísla lingüísticamente. También podría ser que las palabras que VFQ llevó a Los Pinos se han agotado y las de reemplazo no llegaron por problemas de aduana (¡ah, el papeleo burocrático para meter vocablos nuevos o no muy usados a recintos muy vigilados!).

O eso pasa o es tal la necesidad de hablar con freno o sin él que en el camino hay frases y palabras que se independizan: "Hay que enfrentarnos a los problemas de México con la mirada abierta". ¿Cómo será la mirada cerrada? Otro ejemplo: "Desde aquí le mando mi pésame a los familiares de los deudos". A los deudos no les manda nada porque han de seguir llorando, se supone.

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Una cosa por otra, siempre una cosa por otra. Lo malo es que hay un solo sexenio, nunca se divide un régimen entre lo que dijo y lo que quiso decir. Pero la pregunta es relevante, ¿importa esto en demasía? En la era de las imágenes, ¿cuál es el valor de las palabras, así se digan desde el sitial del Siervo Sexenal de la Nación? Si se hace un resumen del foxismo desde posiciones más confiables doctrinariamente que la mía, se verá que de las decenas o los cientos de miles de frases y palabras vertidas, ninguna integra un discurso que se recuerde, o un apotegma valiosito, o nada que no sea una voz de alerta para el sentido del humor ajeno.

¡Qué se le va a hacer! Recurro a una de las expresiones clásicas de don Vicente: "¿Y yo por qué?". Y pongo al día a tan ameritado hablante con una señal de apego a los días maravillosos en que el conjunto de Las Tías (grupo mitológico que incluía a las abuelas, los primos, los vecinos, las autoridades municipales e incluso a las tías) le enseñaban a los niños el habla que era arraigo, mobiliario verbal, calor de hogar y lo que sigue.

El 13 de julio de 2006 el enemigo de "los renegados", don Vicente, al demandársele que diera su punto de vista, o su punto verbal si se quiere, sobre las elecciones, recobró súbita y mágicamente la prudencia y exclamó: "En cuestión de política, yo chitón", y a continuación con variante inesperada, remató: "Yo chitón, chitón". Es decir, y en un resumen audaz, por segunda vez en su gobierno, él, chitón.

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¿Incurren en el academismo tardío y fatuo los que demanden del Poder Ejecutivo un esfuerzo lingüístico especial, propio de la imagen deseable del titular del Poder Ejecutivo? Recuerdo otra secuencia renombrada: al inaugurar el segundo Congreso de la Lengua en Salamanca, España, el presidente Fox mencionó "José Luis Borgues", y de inmediato recibió los chistes y las condenas culturales de los medios informativos y población adjunta.

En el programa radiofónico que mantenía los sábados, don Vicente se disculpó. "Me han criticado mucho en todas partes porque me equivoqué y hablé de José Luis Borgues, pero cualquiera puede tener un lapsus bilingüe" (en página web de la Presidencia de la República). Ante esto, yo chitón.

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Un presidente de la República no debe hablar como si cincelara vinculando en mármol sus frases, de acuerdo, pero sí requiere del conocimiento exacto de las palabras que utiliza. O eso, o se expone al peor partidarismo, a las confesiones más acres y a la puerilidad más angustiosa, esa zona de la que deben huir los políticos si quieren que los entendamos.

¡Ah! No tiene que ver con el tema, pero ahora recuerdo que el 26 de junio de 2006 al referirse a las posibilidades electorales de Roberto Madrazo, su oponente Felipe Calderón lo envió a la dimensión desconocida con palabras sagaces: "Ya se chispoteó (Madrazo), ya no juega, ya en esta manita dijo: yo paso, ya no tiene con qué jugar".

Carlos Monsiváis es un reconocido escritor mexicano

Fuente:
El Universal, 16 julio 2006

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