El volcán dormido de las finanzas globales

Michel Rocard

18/12/2005

 

El rechazo del Tratado Constitucional de la Unión Europea por parte de los electores franceses y holandeses fue, según todas las evidencias, más un rechazo a la globalización no reglamentada que a Europa. La inestabilidad general de las relaciones sociales --sobre todo, pero no únicamente, del empleo-- se está haciendo intolerable poco a poco para una parte cada vez mayor de la población en muchos países desarrollados, no sólo en Europa. Y no puede haber un orden económico estable --al menos no en los países democráticos-- si los electorados rechazan sus fundamentos.

El capitalismo se pudo reconstruir después de la Segunda Guerra Mundial porque se le reforzó con tres tipos de reglamentación que eran necesarios: la seguridad social, que sirvió como uno de los estabilizadores principales, al menos en los países desarrollados; herramientas keynesianas para combatir las depresiones cíclicas internas; y una política universal de salarios altos orientada a estimular el consumo general, sin el cual el genio del capitalismo --la producción masiva-- no funciona.

Pero la realineación de los países ricos y desarrollados en torno a las políticas monetaristas promovidas por economistas como Milton Friedman, que comenzó alrededor de 1970, rompió con todo eso. No mucho después, el dólar se separó del patrón oro. Desde entonces, el sistema financiero internacional ha sufrido una inestabilidad casi constante. Las crisis se han multiplicado y cada una parece peor que la anterior.

En todo el mundo rico la pobreza ha regresado. Las desigualdades internas e internacionales han estado aumentando a una gran velocidad. El empleo es cada vez más precario. Y cuando se prefiere el desempleo a la inseguridad universal en el empleo, ha sido prácticamente imposible contenerlo. A este estado de cosas es a lo que los franceses y holandeses dijeron "no" hace dos meses.

Sin embargo, paradójicamente es probable que se necesite una Europa unida aún más en el futuro cercano que en el pasado. Después de todo, más allá del sufrimiento social producido por la crueldad reinstitucionalizada del sistema económico global actual, el mayor peligro al que se enfrenta el mundo hoy en día es la inestabilidad inherente del sistema mismo.  No veo a otra institución que no sea la UE que tenga el tamaño y el peso suficientes para proteger a los europeos de una posible implosión.

Consideremos el simple hecho de que la economía de los Estados Unidos tiene una deuda de más de 600 mil millones de dólares. Los Estados Unidos no pueden funcionar sin pedir prestados 1.9 mil millones de dólares todos los días del año, principalmente a las economías emergentes de Asia, y sobre todo a China.

Pero ese apoyo podría debilitarse o incluso interrumpirse si el dólar cae demasiado, si el precio del petróleo se eleva mucho o si la economía estadounidense fracasa. De hecho, la economía de los EU se ha desprendido cada vez más de la realidad. Su sector manufacturero ahora representa apenas el 11% del PIB del país. Ford y General Motors están en serios aprietos financieros.

Mientras tanto, dos burbujas especulativas --en el mercado de bienes raíces y en las hipotecas-- se han empalmado y ahora dominan la actividad económica de los EU. Es muy probable un desplome o al menos una caída aguda en el futuro cercano, y las consecuencias --tanto para los Estados Unidos como pare el resto del mundo-- podrían ser catastróficas.

Esa inestabilidad también dificulta abordar otros problemas graves que afectan al sistema financiero global. La deuda soberana, que todos los países necesitan, pero sobre todo los más pobres, se ve profundamente afectada por lo errático de las tasas de interés y los tipos de cambio. La ausencia de un prestamista de último recurso en el mundo actual aumenta las amenazas que encierra cada crisis.

Para empeorar las cosas, los fracasos nacionales ya no se pueden abordar sin agravar la situación. Por supuesto --en efecto, sobre todo-- en tales circunstancias el mundo de las finanzas internacionales olvida cada vez más las inmensas inversiones que se necesitan para superar el subdesarrollo y las incapacidades que conlleva.

Con los países ricos amenazados por la inestabilidad y los pobres abandonados en gran medida a sus medios, la reconstrucción del sistema financiero mundial debería figurar en el primer lugar de la agenda internacional. Un nuevo Bretton Woods no podría ser más urgente.

Michel Rocard, ex-Primer Ministro de Francia y lex-íder del Partido Socialista, es miembro del Parlamento Europeo.

                        Traducción de Kena Nequiz

Fuente:
Project Syndicate, noviembre 2005

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