En espera de respuesta

Rossana Rossanda

19/08/2005

El cuadro está claro: el PIB da un saltito, pero la producción baja; la ocupación en la industria, lo mismo (recuperada sólo en parte en el sector servicios, sobre todo en forma de empleo precario); el mercado interior se ha reducido; en lo tocante a competitividad en la cantidad y en la calidad de los productos, estamos a cero; nuestras cuentas públicas siguen bajo el preocupado escrutinio de la Unión Europea; y la agencia clasificatoria Standard and Poor nos ha sacado de la primera categoría, para incluirnos en la segunda clase de los países confiables. Italia está tocada. Al mismo tiempo, una leva de nuevos ricos detentan ingentes cantidades de capital y ponen asedio a la plaza fuerte de tal o cual propiedad apetecible. ¿Cómo han sido acumulados esos capitales? ¿Cómo siguen acumulándose? Evitando perder el tiempo en la producción, y empleándose a fondo en la especulación financiera, es decir: comprando títulos a precio bajo y revendiéndolos a precio alto –como hizo en su tiempo Georges Soros, y como recomienda ahora él mismo que no se haga, so pena de la ruina del país—. Otros nuevos ricos han especulado con la levitación de los valores inmobiliarios, alimentándola y ganándose el título, otrora poco apreciado, de especuladores inmobiliarios.

            Ninguno de ellos produce mercancías ni empleo. En su caso, no funciona el círculo capitalista virtuoso exaltado por el liberalismo: todo crecimiento de la empresa produce trabajo y tecnología, el trabajo lleva al incremento del consumo, y de aquí vienen nuevos beneficios que, reinvertidos en la producción, repiten el ciclo. Nada funciona así ahora entre nosotros: los beneficios no se invierten en la producción, sino en el mercado financiero, convirtiéndose el dinero en la mercancía más apetecible. Los capitales en libertad la producen sobre el mercado global de valores (bolsas) sin control alguno, sin mano de obra alguna, y una vez lograda cierta consistencia, son capaces de convertirse en amenazas para las propiedades existentes más apetitosas, que no son las productivas. Incluso Montezemolo [el recién nombrado presidente de la Fiat] se queja. Y la cosa entretiene a nuestras gacetas y boletines oficiales.

            Las cuales, por cierto, lo cuentan todo sobre el matrimonio de Ricucci con Anna Falchi, pero callan sobre cómo ha sido acumulado su patrimonio; ofrecen largos extractos de las conversaciones telefónicas interceptadas entre Fiorani y la familia Fazio (Bankitalia), al tiempo que la emprenden contra el intrusismo de los magistrados; anuncian que la Banca Nazionale del Lavoro va a ser tragada por Unipol, empresa aseguradora de las cooperativas que han ido preparándose a base de buscar el modo de hacer económicamente más racional y menos cara para sus socios la producción o la distribución, cediendo a la tentación financiera. En este caos, no ha faltado tampoco el caso truculento: en cuanto el muy democrático ingeniero De Benedetti ha buscado en el horrendo Silvio Berlusconi un socio para la creación de un nuevo banco, ha tenido que guardarse inmediatamente de la cólera de sus amigos de Libertà e Giustizia, aún imbuidos de ciertos principios. A lo que siguió una divertida diatriba sobre el capitalismo bueno, que sería el de izquierda, y el capitalismo malo, que sería el de derecha. Conocemos el mecanismo. No sabemos en qué parará el Corriere [della Sera]: dependerá de la actitud del sindicato mayoritario (que no hay que confundir con la CGIL [Confederazione Generale Italiana del Lavoro], porque aquí se trata del pacto suscrito entre los mayores accionistas). No sabemos si Antonio Fazio dimitirá o no, porque o él o el Gobierno están de vacaciones. Etcétera. Lo que sí sabemos es que con cualquier rumor disparado de inyección de dinero –digámoslo así— fresco, el mercado sediento de sangre instila nuevo vigor en el título, y acabe como acabe la cosa, alguien multiplica sus dineros.

            ¿Y entonces? Entonces, una sola pregunta a los dirigentes del arco del centro-izquierda, de Prodi a Bertinotti: ¿se proponen invertir esta ruta catastrófica? ¿Y de qué manera? ¿Reintroduciendo algún control público sobre los movimientos de capitales, un control que no consiguen ejercer las meras leyes reguladoras del ahorro (como las leyes que protegen la inversión accionarial de la masa de los accionistas más débiles)? ¿Se proponen gravar fiscalmente de un modo enérgico los beneficios del capital, que, si no yerro, tributan ahora al 12,5 %  –menos que un maestro de escuela—, impidiendo al mismo tiempo que esos mismos capitales se fuguen a un mundo globalizado? ¿Y cómo invertirían los eventuales ingresos? ¿En calidad de puros amortiguadores sociales, dejando que la producción decline y convirtiendo a los trabajadores en sujetos pasivos de la asistencia pública? ¿O intentando una orientación y una estrategia de la producción material e inmaterial a través de la propiedad pública, un New Deal à la Roosevelt, que no era, propiamente hablando, un bolchevique? Y en tal caso, ¿qué habría que proponer en una fase de Constitución europea en suspensión? ¿Cómo vender la cosa a Bruselas?

            Si los dirigentes del centro-izquierda siguen expresándose con declaraciones vagas, será difícil que la gente sencilla como nosotros entienda bien en qué se diferenciaría en nuestro malhadado país un gobierno de centro-izquierda del presente gobierno de centro-derecha.

            Confiados en que se nos responderá de modo conveniente, quedamos a la espera.

 Traducción para www.sinpermiso.info : Amaranta Süss

 Rossana Rossanda es una veterana militante comunista italiana. Respetada analista política, es cofundadora del periódico Il Manifesto

Fuente:
Il Manifesto, 12 agosto 2005

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