Este paisaje es mío

Barbara Ehrenreich

29/07/2007

Me tomé unas microvacaciones esta última semana (nueve horas en el Sun Valley antes de una tarde en que tenía que dar una conferencia). El cielo era de un azul profundo, el aire cristalino, las colinas verdes y no aún en llamas. Cuando salía del hotel Sun Valley, encontré una diminuta aldea turística, con su panadería estilo suizo, un restaurante de muchos cubiertos y la “casa de la ópera”. ¡Qué suerte, las tiendas exhibían en mostradores al aire libre ropa de verano!

Pero las cosas empezaron a torcerse —tal vez había deambulado por el decorado de una película o por el guardarropa del París Hilton—, porque incluso con el 60 por ciento de descuento, no pude encontrar una camiseta sin mangas de algodón por menos de 100 dólares. Artículos así no deberían mostrarse en el exterior, sino bien guardadas en estuches cerrados de cristal.

Me acordé entonces de la regla general que viene siendo aplicada desde los 90: si un lugar es verdaderamente hermoso, no puedes permitirte estar allí. Muy bien, me dije, estoy segura de que todavía hay algunas excepciones, unos pocos bonitos lugares que no han sido devorados por las mansiones de lujo. Pero están desapareciendo rápidamente.

Hace unos diez años, por ejemplo, un amigo y yo alquilamos un local económico, una acogedora casa de una habitación en Driggs, Idaho, justo encima de los Tetons de la rica zona de Jackson Hole. En aquel tiempo, Driggs era el lugar en donde los trabajadores residían, y se dirigían al Paso del Teton cada día para servir mesas y hacer las camas en el lado elegante de las montañas. La cuestión es que nosotros, los tipos de rentas bajas, nos encontrábamos metidos en los ambientes propios de los ricos, dando paseos por los mismos caminos perfumados de fragancia de pino por los que ellos andaban.

Pero el dinero afluía ya incipientemente en Driggs —Paul Allen de Microsoft, August Busch III de Anheuser-Busch, Harrison Ford—, transformando a las granjas de patatas en ciclópeas haciendas dinásticas. No he vuelto por allí, pero creo que Diggs se ha convertido en otro inasequible Jackson Hole. Dónde viven hoy los camareros y los que hacen el servicio de camas, lo ignoro.

Yo me lo tomo personalmente. Necesito ver, al menos una semana o dos al año, grandes extensiones de agua, horizontes de 360 grados y montañas perforando el cielo. De acuerdo con la psicóloga evolucionaria Nancy Etcoff, todos lo necesitamos, y la necesidad está ínsita en nosotros. “A la gente le gusta estar en una colina, donde pueda ver un paisaje. Y le gusta ir a lugares en los que no puedan ser vistos”, declaró a Harvard Magazine a principios de año. “Tal es el lugar apetecible para un predador que quiera evitar convertirse en presa”. También nos gusta a los humanos tener agua a la vista (para beber), nos gustan los árboles de baja y ancha copa (por su sombra), y nos gustan los animales (cuya presencia es indicio de que el lugar es habitable).

Pero el aburguesamiento de la América rural tiene un inconveniente también para los propios ricachones. Cuanto más caro resulta un centro turístico, más lejos sus trabajadores deben residir para hacerlo funcionar. Y si tu corazoncito no sufre por el lavaplatos o por el jardinero, obligados a viajar todos los días de dos a cuatro horas, derrama al menos una lágrima por el veraneante pudiente que está atascado en el tráfico. Es interminable la caravana de coches que se desplaza hacia el oeste desde Telluride todos los días a las cinco, o hacia el este, desde Key West,  por la Ruta 1, atestada de coches lujosos y destartaladas y viejas camionetas.

Entonces hay que considerar el elemento escurridizo de un encanto que se desvanece rápidamente en una población uniforme de multimillonarios. Hamptons tenía sus pescadores. Key West aún se jacta de sus personajes (esos inadaptados, curtidos por los elementos y de pelo reteñido por el Sol, que aterrizaron de cualquier manera en busca del buen tiempo, o huídos de algún contratiempo experimentado en la península). Ya hace tiempo que los pescadores han desaparecido de Hamptons, y van desapareciendo de Cape Cod. Y en lo que hace a los “personajes” de Key West, sus pequeñas casitas en forma de concha, antes habitadas por pescadores de camarones, ya se venden por más de un millón, de manera que los personajes reclamo para turistas tienen ya que conformarse con dormir rodeados de alacranes bajo los puentes de las grandes carreteras.

En Telluride, hasta un promotor inmobiliario local se queja de la falta de alojamientos asequibles. “Para tener una ciudad real”, decía al Financial Times, “Telluride necesita lugareños paseando por ahí”. Cafeterías de toda la vida, por ejemplo, donde no sea preciso hablar italiano para pedir un café.

Cuando era niña, cantaba la balada “Hermosa América”, y me la creía. Nací en las Montañas Rocosas y me crié, en distintos períodos, en la costa. El gran cielo, el oleaje, las recortadas crestas nevadas: todo me parecía mío, por derecho natural. Pero ahora me estremezco cuando oigo el verso de Woody Guthrie: “esta tierra nos pertenece, a tí y a mí”. Y me viene irrepresablemente a la cabeza ésto: no fue concebido para que lo cantara un coro de operadores de hedge funds.(*)

(*) N.d.T: Los hedge funds son fondos de inversión que no están regulados, por lo que las autoridades financieras no tienen control sobre ellos. Su objetivo de inversión es obtener rentabilidades positivas, independientemente de que los mercados suban o bajen, para lo cual invierten en todo tipo de derivados financieros, como opciones, futuros, etc.

Barbara Ehrenreich es una periodista norteamericana que goza de gran reputación como investigadora de las clases sociales en EEUU. Esta actividad investigadora le ha ocupado toda su vida desde que se infiltró disfrazada de sí misma en la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico Nickel and Dimed [Por cuatro chavos], un informe exhaustivo de las enormes dificultades por las que pasan muchos estadounidenses que tienen que trabajar muy duro para salir adelante. Luego, años más tarde, repitió la operación centrándose en la clase media, pero esta vez, para su sorpresa, no acabó trabajando de incógnito entre trabajadores, sino que básicamente tuvo que tratar con desempleados sumidos en la desesperación de haberse visto apeados del mundo empresarial. El resultado de esta reciente incursión es otro libro, más reciente, Bait and Switch. The (Futile) Pursuit of the American Dream. [Gato por liebre. La (fútil) búsqueda del sueño americano]. Actualmente dedica mucho tiempo a viajar por todo el país con el propósito de contar sus experiencias a distintos públicos que comparten sus mismas vivencias. Escribe a menudo en su blog (http://Ehrenreich.blogs.com/barbaras_blog/), está muy implicada en poner en marcha una nueva organización dedicada a articular a los desempleados de clase media.

Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Raventós

Fuente:
The Nation, 2 julio 2007

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).