¿Están los acreedores empujando deliberadamente a Grecia a la quiebra?

Paul De Grauwe

03/05/2015

El BCE tiene aquí una gran responsabilidad. Su suministro de liquidez podría liberar al gobierno griego de la trampa en que se halla confinado. Negarse a suministrar liquidez convertiría al Banco Central Europeo en el máximo responsable de la quiebra griega y de un posible “Grexit”.

El drama griego ha entrado en su desenlace final. El gobierno griego tiene que devolver préstamos al FMI ya otras instituciones públicas próximamente, pero no dispone de efectivo. Los prestamistas se niegan a suministrar liquidez mientras el gobierno griego no acepte las condiciones por ellos impuestas.

Oímos ahora a los ministros de finanzas decir que el gobierno griego no es razonable porque se niega a aceptar esas condiciones, a saber: que la austeridad se ponga plenamente por obra y que las reformas estructurales acordadas por los anteriores gobiernos de Grecia se lleven hasta el final.

¿Pero acaso son razonables esas condiciones?

Las medidas de austeridad que venían imponiéndose desde 2011 han traído consigo efectos devastadores para la economía griega. Arrojaron al desempleo y a la pobreza a millones de griegos, y generaron una inestabilidad política que está en la raíz misma del auge de Syriza. Insistir en más austeridad no parece razonable cuando los fracasos de esa estrategia han terminado por resultar tan patentes. Lo sorprendente es que los ministros de finanzas sigan con su prédicas morales y sermoneen a los griegos para que sean más razonables. Ser razonable se equipara a aceptar las condiciones de los acreedores, aun cuando esas condiciones han fracasado a la hora de generar resultados positivos. Más sorprendente es todavía que el grueso de los medios de comunicación acepten ese cuento.

Algunas de las reformas estructurales en las que insisten los acreedores se necesitan urgentemente. La reforma fiscal, que llevaría a los ricos a pagar impuestos, es una de ellas. Pero no hay duda de que el gobierno de Tsipras, a diferencia de los anteriores gobiernos griegos, está dispuesto a introducirla. Pero otras reformas estructurales son manifiestamente irrazonables. El programa de privatizaciones acordado con el anterior gobierno, y que las naciones acreedores insisten en poner por obra, carece de sentido. No puede empujarse a un país a poner en almoneda sus activos de valor en una subasta forzada. Eso tendría por consecuencia unos ingresos muy bajo para el gobierno griego y sólo beneficiaría a los potenciales compradores, algunos de los cuales son empresas de las naciones acreedoras.

Hay una gran contradicción en esa intransigencia. Como es harto sabido, Grecia se ha beneficiado en los últimos años del reescalonamiento de la deuda. Los vencimientos de deuda fueron prorrogados y se rebajaron los tipos de interés. De acuerdo con Bruegel, el think tank de la UE, la deuda pública griega efectiva representa ya sólo cerca de un 60% del PIB de Grecia. Eso parece sostenible, siempre que a la economía griega le sea dado un funcionamiento normal. Dicho de otra manera: de Grecia puede decirse que es solvente, aunque es ilíquida.

Y sin embargo, los acreedores mantienen cerrado el grifo del dinero. A resultas de lo cual, los mercados financieros están ahora mismo especulando con que el gobierno griego no será capaz de honrar los próximos pagos a su fecha de vencimiento y se verá forzado a declararse en quiebra. Los tipos de interés de los bonos públicos griegos se han disparado a niveles que hacen insostenible el servicio de la deuda e imposibilitan que el gobierno griego pueda financiarse a sí mismo a través del mercado de bonos. La especulación ejecuta una profecía autocumplida y empuja al gobierno griego por la senda de la quiebra. Pero obsérvese que eso resulta de la decisión de los acreedores de no suministrar liquidez al gobierno griego. Precisamente porque los prestamistas se niegan a suministrarle liquidez, Grecia puede verse forzada a la quiebra. Diríase que los acreedores están empujando deliberadamente a Grecia hacia la quiebra.

El BCE tiene aquí una gran responsabilidad. Su suministro de liquidez podría liberar al gobierno griego de la trampa en que se halla confinado. Negarse a suministrar liquidez convertiría al Banco Central Europeo en el máximo responsable de la quiebra griega y de un posible “Grexit”.

Paul De Grauwe es el titular de la cátedra John Paulson de Política Económica en el Instituto Europeo de la London School of Economics. Antes de de unirse a la LSE, fue profesor de Economía Internacional en la Universidad de Lovaina, Bélgica. Fue diputado del Parlamento belga entre 1991 y 2003.  

Traducción para www.sinpermiso.info: Miguel de Puñoenrostro

Fuente:
Social Europe, 28 Abril 2015

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