Foro Social Mundial: Queremos todo

Carlos Abel Suárez

01/02/2009

Los que hoy, vivos, pueden relatarnos los estragos de la crisis de los 30 no son muchos. Uno de ellos, el veterano economista Paul Samuelson, que colaboró con Franklin D. Roosevelt como principiante, pronosticaba días pasados que esta crisis era todavía más grave que aquella. Y agregaba que aquella crisis provocó la II Guerra Mundial.

En los debates que se vienen anticipando desde cuando comenzaron los primeros síntomas de una crisis financiera, en 2007, cuando el tropel de los economistas neoclásicos, que alimentaron durante los últimos 30 años las usinas del neoliberalismo sostenían que estábamos frente a "dificultades" en los mercados, había quienes advertían que la crisis de financiera llegaría a la economía real, y que se retroalimentaba con la crisis energética, la crisis alimentaria y con una verdadera catástrofe ambiental en ciernes. No estaban en los grandes medios, pero estos análisis podían encontrarse en la prensa libre de compromisos con los alimentadores de burbujas financieras y de las otras.

Todo esto y mucho más fue discutido por este Foro Social Mundial que concluye en Belem do Pará. Pero la calidad de las mesas, desordenadas a veces, que discutieron de casi todo, como ocurrió en los siete FSM anteriores, no explica la trascendencia del acontecimiento. Lo que aquí se vivió desde la marcha inaugural, es que el fuego encendido en el combate de los 80 y los 90 contra las políticas neoconservadoras y neoliberales, no solamente continúa vivo sino que comienza a diseñar las luchas por venir y los escenarios posibles. Más aún, quienes pretenderán, seguramente, reconstruir el debilitado edificio del capitalismo tendrán que tomar en cuenta a los que estuvieron en Belem. Ellos regresarán del tórrido Belem, con muchas preguntas, algunas respuestas y una reafirmación de sus luchas, algunas centenarias o milenarias, como la de los pueblos originarios, la de los derechos de la mujer y la de la paz, entre otras.

La presencia de cinco presidentes latinoamericanos en este FSM, que reafirmaron su compromiso con sus objetivos originales -la contracara del Foro de los poderosos que se reúne en Davos- es parte de una nueva relación de fuerzas. Recordaron el  jueves pasado que alguna vez llegaron al Porto Alegre de comienzos de este siglo, como los miles de anónimos que ahora recorren las calles de Belem. La mayoría jóvenes. 

La dinámica del FSM, con sus altas y bajas, no solo pasó la prueba de estos años dramáticos sino que luce fortalecido mientras el triunfalismo neoliberal de otrora, se debate hoy en una terrible confusión política y teórica.

Ciertamente, que en sus múltiples mesas, miles de encuentros y debates, el FSM no despejó los interrogantes sobre la crisis de la izquierda. Ni tampoco la estrategia de los movimientos sociales y los problemas que la crisis plantea a los trabajadores sindicalizados y no sindicalizados.

Todas las demandas de los explotados y oprimidos, de los pueblos indígenas, de los campesinos, de las mujeres, por un Estado laico y al mismo tiempo la demanda de libertad e igualdad para todos los cultos, la tierra, la defensa del Amazonas, el agua, los recursos naturales, los puestos de trabajo, los derechos a la salud y a la educación, todos, absolutamente todos, se expresaron aquí. En definitiva, la exigencia democrática por excelencia, la que viene de todos los tiempos: el derecho a la existencia para todos y todas.

Sin embargo, sería romántica una lectura del FSM sin advertir que la nueva relación de fuerzas que se mostró aquí en Belem es un inventario de los problemas y de las fuerzas en un escenario que es mucho mejor que el que teníamos cuando nació el Foro en 2001, en Porto Alegre.

La nueva relación de fuerzas en América Latina es un punto de partida, importante por cierto, pero plantea asimismo grandes desafíos. Cada uno de los gobiernos progresistas de la región tendrá que superar obstáculos, pruebas de fuerza, dificultades económicas, políticas y sociales de todo orden. 

La paradoja de esta nueva situación es que las fuerzas sociales y políticas de la izquierda no han superado todavía su propia crisis, más allá del punto que pongamos como comienzo. Y el propio Foro mostró la naturaleza de las divergencias. Hay quienes aún replican la discusión de principios del siglo XX, entre reforma o revolución. O el debate de los 30. Que si poner el acento en la lucha electoral, en las reformas políticas o en la auto organización desde los movimientos sociales.  Las comparaciones son de las más variadas y hasta pintorescas. Muchos habrán ampliado su panorama, frecuentado mesas plurales, expresado sus opiniones sin cortapisas, manifestándose con alegría, y congratulándose por la permanencia de esta caja de resonancia extraordinaria de todas las demandas. 

Desde ese punto de vista el balance del FSM es muy positivo. Una fiesta de la fraternidad. No obstante, cada uno regresa desde este Foro y despide a los compañeros y compañeras de Belem que han aportado una notable hospitalidad con la certeza de que grandes batallas nos esperan.

Carlos Abel Suárez es miembro del Comité de Redacción de SinPermiso.

Fuente:
Carta Maior, 1 febrero 2009

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