Francia: ¿Un único candidato de izquierdas en las presidenciales?

Roger Martelli

22/02/2017

Los llamamientos a favor de un único candidato de las izquierdas en las elecciones presidenciales francesas se han multiplicado, exigiendo la  confluencia de las campañas de Hamon, Jadot y Mélenchon (en la foto). Objetivo: que la izquierda llegue a la segunda vuelta y evite una victoria del Frente Nacional. Matemáticamente, es razonable. Pero ¿políticamente?

La victoria de Benoît Hamon en las primarias socialistas ha impulsado las posibilidades de la izquierda. Frente a lo que se anunció como un desastre de la izquierda, ha permitido replantear las preguntas más importantes: ¿por qué gana la izquierda y por qué pierde? Este debate debe ser público. Es él el que determina el progreso o los límites de la unidad.  Esperamos que este debate se lleve a cabo. Que se escuche y al mismo tiempo se contribuya. Empecemos recordando algunos hechos.

1. La izquierda ha llegado tres veces al Elíseo (sede de la Presidencia): dos septenatos de Mitterrand (1981-1988, 1988-1995) y un quinquenio de Hollande (2012-2017). Ha ocupado cuatro veces Matignon (sede del primer ministro): 1981-1986, de 1988 a 1993, de 1997 a 2002, de 2012 a 2017. La mayoría presidencial y la mayoría legislativa solo han coincidido en tres ocasiones: 1981-1986, 1988-1993, 2012-2017.

A excepción de las elecciones presidenciales y legislativas de 1988, que condujeron  a dos años de "cohabitación" con la derecha, la izquierda nunca ha ganado electoralmente cuando estaba en el poder. En el año 2017, sale de controlar el ejecutivo y tiene la mayoría en la asamblea. Digan lo que digan, Benoît Hamon y Emmanuel Macron son sus encarnaciones. Con una inmensa fragilidad.

2. En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en 2012, Francois Hollande, Eva Joly y Jean-Luc Mélenchon obtuvieron el 42% de los votos. En el proceso, la izquierda ganó las elecciones con un total de casi el 40%.

Sabemos que las encuestas como instrumento son más inciertas que nunca por la abstención y por la mayor volatilidad del electorado. Utilizadas con precaución, no obstante, conserva un cierto interés. Por ahora, la suma de Hamon-Jadot-Mélenchon está entre el 26-29%, más cerca de un cuarto que de un tercio del electorado. Teniendo en cuenta el marasmo de la derecha parlamentaria, matemáticamente puede ser suficiente para superar la fatídica primera vuelta.

Pero en esta hipótesis, la previsible mayoría presidencial estará en el alero para las siguientes elecciones. En 2012, fue necesario el 42% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales para conseguir el 40% en las legislativas. ¿Se obtendrá con un solo candidato de izquierdas para las presidenciales? No se sabe. ¿Gobernar sin mayoría? Imposible ...

3. Pero vivimos en un increíble tiempo de incertidumbre, en el que nada es absolutamente predecible. Por lo tanto supongamos que, de nuevo, la izquierda tiene la mayoría en ambas elecciones. El problema es que hay una mayoría y otra mayoría. La mayoría legislativa fue elegida en 2012 sobre una base programática consensuada que fue el discurso de Bourget. Pero en la práctica, esa mayoría fue consolidada mediante el apoyo ultra mayoritario a la política de ajuste aplicada a partir de 2012 y especialmente después de 2014, cuando Manuel Valls ocupa Matignon.

Benoît Hamon ha ganado en gran medida las primarias socialistas en la segunda vuelta. Sin embargo, Manuel Valls, ha obtenido más del 40% de los votos y las encuestas sugieren que tenía tal vez la mayoría entre los afiliados socialistas en sentido estricto .

Si uno cree en las estimaciones, las candidaturas seleccionadas hasta la fecha por el PS para las legislativas están compuestas en una gran mayoría por mujeres y hombres que apoyaron las políticas de Manuel Valls hasta el final. Para aplicar una política que rompa con el espíritu de la gestión de estos cinco años, el único candidato designado debe contar con un grupo socialista que incluye un buen número de personas que apoyaron imperturbables la lógica oficial condenada.

Después de 2014, Los "rebeldes" eran un puñado. El escenario puede no ser el mismo esta vez. ¿Qué política defenderá la mayoría legislativa?

4. Ahora bien, esta cuestión es crucial. La izquierda socialista, como vimos, ha estado en el poder durante un cuarto de siglo desde 1981. Desde entonces, el Frente Nacional se ha asentado en el paisaje . En 1981, no se presentó a las elecciones presidenciales y obtuvo solo el 0,35% en las siguientes elecciones legislativas. En las elecciones legislativas de 1986, después de cinco años de gestión socialista, se acerca al 10%, alcanzando el 15% en las presidenciales de 1995.

En 2002, después de cinco años de gobierno de la "izquierda plural", Jean-Marie Le Pen obtuvo su mejor resultado (16,9%) y sorprendió a todos al superar al primer ministro saliente, sin embargo, situado en la izquierda socialista. Sólo el "populismo liberal" de Nicolas Sarkozy logra derrotar al FN (2007). Provisionalmente: la sucesora del viejo aventurero de la extrema derecha llegó con nuevos brios. Marine Le Pen mejoró en 2012 los resultados de su padre (17,9% en las elecciones presidenciales). Su avance se confirmó después: el 24,9% en las elecciones europeas de 2014, el 27,7% en las regionales de 2015.

En general, con la excepción de 2007-2012, el crecimiento más fuerte del Frente Nacional se produjo en aquellos momentos en los que la izquierda estaba en el poder.

5. No es tan sorprendente. La movilización de la izquierda y la politización popular (marcada por el aumento de la participación de los votantes) se produjo cuando la izquierda política francesa combinó aspiración unitaria, primacía de la igualdad y un proyecto de una República más social y menos monárquica. Pero a partir de 1982, el PS dominante da la espalda poco a poco a la lógica anterior. El "giro a la austeridad" (1982-1984) gradualmente impuso las exigencias de competitividad, flexibilidad, estabilidad monetaria, reducción del déficit, compresión de la demanda pública y deterioro de la esfera estatal. A esto se suma la integración en la lógica presidencialista, una alineación reforzada con los criterios liberales europeos (competencia y gobierno) y un sesgo atlantista, hasta el "estado de guerra".

Sobre esta base, vemos tres fenómenos relacionados entre sí: el surgimiento de una abstención estructural, sobre todo en las clases populares, la desmovilización del electorado de izquierda y el empuje del resentimiento social. El problema de la izquierda francesa no es tanto si puede ganar electoralmente por defecto (dadas las dificultades de la derecha), pero si se puede reactivar la dinámica positiva popular que la impulsó en los años 1960-1970.

De lo contrario nada va a cambiar; incluso puede suceder lo peor.

6. La ruptura se convierte en un tema decisivo. Tiene un doble aspecto. El primero es, por supuesto, el contenido. La ruptura ¿debe ser solamente con la gestión de Manuel Valls (2014-2016)? ¿Es suficiente para ello volver al discurso de Bourget de 2012? ¿O debería ir más allá y romper con el mismo proceso, que durante más de tres décadas ha encallado a la izquierda en las limitaciones de la "globalización" económica? Benoît Hamon, obligado a no contrariar a quienes ha derrotado en el PS, es ambiguo sobre este punto. Su práctica podría ser aún más incierta.

El segundo aspecto es la dinámica política. Para construir una ruptura, necesitamos una mayoría. Dividido, el PS propone combinar agua y fuego, los que quieren romper y los que quieren continuar. De entrada, se arriesga a confiar esa voluntad de cambio a quienes no lo desean. En estas condiciones, el ejecutivo, se quiera o no, se verá forzado a mostrar más precaución y dilación.

La ruptura en el discurso estaría acompañada por la continuidad práctica. Esta vez sería el Frente Nacional el que podría sacar partido. ¿Unidad de la izquierda para semejante resultado?

7. Sea cual sea la importancia futura del éxito interno de Benoît Hamon, le deja entre dos aguas. Pero la izquierda tiene necesidad que salir precisamente de esta situación. Desde 1978, ha sido el socialismo el que ha marcado el perfil de la izquierda. Con vacilaciones y prisas, no ha dejado de buscar el centro. El conjunto de la izquierda se ha debilitado.

Si la izquierda quiere revivir y unirse, debe, sobre todo, recomponerse y renovarse en profundidad. La presencia de Benoit Hamon es una señal de que esta recomposición, que esta reconstrucción no es una utopía. Pero todo apunta a que, cualquiera que sea su voluntad, no tiene por el momento los medios políticos para ello.

La izquierda unida no puede ser sino una izquierda de ruptura real, no sólo con la última (y más perjudicial) administración Hollande-Valls. Cada cual puede pensar lo que quiera de Jean-Luc Mélenchon, de su personalidad, de algún aspecto de su discurso o de su programa. La realidad actual de la izquierda es su incertidumbre, en todos sus componentes. Sin dudas, toda la izquierda de la izquierda no se reconoce en el líder de la “Francia insumisa”.

Sin embargo, por ahora manifiesta tres características principales: es una continuación de la experiencia inacabada, pero prometedora, del Frente de Izquierda, que representó brillantemente en 2012; ha participado en todos los combates desde el comienzo de este siglo, han reavivado la dinámica social y política más a la izquierda; encarna claramente el proyecto de una ruptura con las décadas de estancamiento de la gestión gubernamental. Para quienes mantienen la esperanza de una izquierda reunificada en sus valores, articulada en un movimiento social activo, Mélenchon puede presumir de ser, hasta ahora, la opción más clara y dinámica.

De todos modos, en el equilibrio general de la izquierda su resultado electoral pesará mucho en el futuro. La izquierda tradicional se polariza entre el espíritu de adaptación y la ruptura sistémica. Durante casi cuatro décadas, la primera ha dominado. Macron empuja un poco más en esa dirección a una parte de la izquierda. Hamon no tiene los medios para dar un giro hacia la ruptura. ¿Qué opción razonable queda que no sea la de Mélenchon?

Ninguna afirmación es posible sin debate contradictorio y sin errores, sin rodeos, sin aproximación. La unidad de la izquierda es algo demasiado importante como para contentarse con posturas ambiguas, meros comentarios o grandilocuencias demagógicas. Que cada cual cumpla con su obligación.

historiador. Antiguo dirigente del PCF, actualmente co-preside la Fundación Copernico y es co-director de la revista Regards.
Fuente:
http://www.regards.fr/qui-veut-la-peau-de-roger-martelli/article/les-faux-semblants-de-l-union
Traducción:
G. Buster

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