Huelga de los metalúrgicos en Italia

Carla Casalini

04/12/2005

EL VOYEURISMO es un rasgo perspicuo de esta civilidad monolítica del ojo de nuestro presente, que se permite e invita incluso a pasar sin solución de continuidad de las imágenes en directo de prisioneros torturados o destrozados a los contenciosos entre él y ella, ella y la otra. Objetivo: producir emociones y repeticiones, devorando el tiempo para una reflexión sobre la escena pública o personal que ha sido tragada por el imperativo de la "velocidad", omnívoro de la producción en cualquier ámbito del vivir. Por eso resulta clamoroso, un verdadero acontecimiento,  que en este muestrario inacabable que nos ofrecen las cadenas televisivas, haya sido prácticamente ocultada, hecha "invisible", la lucha de los obreros metalúrgicos que viene siendo protagonizada por hombres y mujeres desde hace un año y que ha cuajado hoy con la huelga general y la manifestación nacional habida en Roma.

Es una lucha por conseguir el logro del "contrato", en donde el enfrentamiento con los industriales habla un lenguaje claro para todos: el salario reducido a límites ya insoportables, pero también el cuerpo a cuerpo sobre el tiempo para el  trabajo y para la vida, que las empresas tratan de poner bajo su sola discreción, completa e indiscutiblemente.

En este contencioso, las empresas, con certero instinto patronal, apuntan a la destrucción de cualquier residuo de aquel "poder de coalición" que les fue reconocido en el siglo XIX a los obreros por la cámara británica de los comunes, cuando se reconoció políticamente que la "modernidad" exigía alguna "regulación" del enfrentamiento entre el capital y el trabajo.

Por eso, hoy, este contencioso de poder suena alarmante para el contramovimiento más general que desde hace ya tiempo se atiene exquisitamente al concepto y a la práctica política de la "democracia". Palabra ésta actualmente tan interrogada o perversamente frecuentada (las guerras para "exportar la democracia"), que ha llegado incluso a perderse el hilo que esta lucha de los obreros metalúrgicos vuelve a poner crudamente al descubierto: lo mismo que en las manifestaciones de la Val de Susa hoy o en las de los inmigrantes mañana, el "objeto de las decisiones" tiene más bien que ser el "sujeto de las elecciones", como sostiene Marco Revelli en la entrevista que se reproduce a continuación.

Pero el choque de los obreros metalúrgicos produce también algo preciso y nuevo en el eco simbólico de su lucha. Los medios de comunicación los han hecho "invisibles", también porque hoy resulta necesario que sea invisible el núcleo de la pretensión del capital globalizado, que quiere que el trabajo esté fracturado y sea impotente para expresar y formar "coaliciones" entre diversos dispuestos a contrastar sus experiencias. Por eso, allí donde hay todavía un decir "común", como en la huelga de ayer, un decir que incorpora representaciones y deseos y sentimientos de razón y de vida de un millón y medio de metalúrgicos, obreros y empleados de las fábricas, así como muchachas y muchachos de los call center (¿postmodernos?), ese decir "común" es cancelado mediante el silencio.

Sería interesante reanudar una reflexión común sobre el acaecer de la "vida ofendida" en el núcleo de la producción –material e inmaterial— de los nuevos poderes difusos. Ahora, que ha pasado ya la borrachera que atribuía al "postfordismo" un avance progresista sobre el "fordismo" –negando la coexistencia de las "formas" de expropiación "pre o post"—, también por parte de intelectuales refinados que sorprendentemente parecían adherirse a un paradigma positivista evolucionista de tamaña pobreza.

Carla Casalini es la editorialista de Il Manifesto para asuntos económico-sociales

                      Traducción para www.sinpermiso.info : Leonor Març

Fuente:
Il Manifesto, 2 diciembre 2005

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