Hungría: “Orbán proporcionó la excusa perfecta a muchos políticos europeos para desplazarse aún más a la derecha”. Entrevista

József Böröcz

23/09/2016

József Böröcz es profesor de Sociología en la Universidad Rutgers (RU) de Nueva Jersey, EEUU. Aunque su especialidad es Europa y la Unión Europea, este profesor húngaro es también un observador atento de los acontecimientos en su país. Böröcz es autor de, entre otros, The European Union and Global Social Change: A Critical Geopolitical-Economic Analysis (Londres, Routledge, 2009). Una versión resumida de esta entrevista de Àngel Ferrero se publicó en La Marea.

P: Has renunciado recientemente a la Orden del Mérito de la República de Hungría que te concedieron en 2005 en protesta por la concesión de este galardón al periodista Zsolt Bayer. ¿Podrías explicar brevemente esta controversia?

R: Bayer es un periodista de considerable talento a la hora de escribir, famoso por su antisemitismo y antirromanismo y por su anticomunismo declarado. Ha descrito, por ejemplo, a los gitanos como étnicamente inferiores, incluso como subhumanos, y ha llamado al asesinato de los niños romaníes. También ha participado en falsificaciones fascistas de la historia, llevando a cabo ataques ad hominem sobre algunos de los mayores intelectuales del país, propagando islamofobia y su rechazo abierto a los derechos humanos básicos de las millones de personas desplazadas que han buscado refugio en Europa a lo largo del año pasado. Todo esto parece ser algo perfectamente loable para el régimen en el poder en Hungría, que ha calificado su “actividad periodística” de “ejemplar”. El régimen es absolutamente cínico en este asunto: quienes toman las decisiones clave saben bien que ésta traspasa los límites de todo lo conocido y, a pesar de eso, se reafirman en su decisión.

Este 17 de septiembre se celebra el décimo aniversario de las protestas en Budapest y otras ciudades húngaras contra el gobierno de Ferenc Gyurcsány. ¿Por qué estallaron estas protestas? ¿Qué ocurrió exactamente?

En mayo de 2016, Gyurcsány realizó un discurso rutinario y a puerta cerrada a un grupo de cuadros dirigentes de su partido nominalmente “socialista” (en realidad, pro-UE y totalmente neoliberal). En este acto más bien poco disciplinado Gyurcsány utilizó un lenguaje más bien fuerte mientras intentaba persuadir a su audiencia para que apoyase políticas fiscales aún más restrictivas, asegurando que su gobierno, que entonces llevaba tres años en el poder, había estado “mintiendo” a la sociedad sobre el estado de la economía.

La grabación del discurso se filtró a mediados de septiembre, probablemente como parte de un esfuerzo de alguien del partido por socavar el liderazgo de Gyurcsány. A primera vista, las protestas eran absurdas, en el sentido de que expresaban rabia por “haber sido mentidos”. La mayoría de manifestantes parecía no haberse dado cuenta de que las “verdades” que el primer ministro estaba intentando instilar en los cuadros de su partido implicaban una política fiscal más rigurosa y recortes al presupuesto nacional, una reestructuración neoliberal más brutal y una mayor presencia del capital global, lo que en el caso de Hungría significa predominantemente europeo occidental. En vez de leer el discurso con atención, la oposición se aferró al argumento simplista de “¡nos mintieron!” y cerró filas entre sus partidarios.

Las protestas, como se dice, “escaparon de su control”. Se prolongaron hasta finales de octubre, coincidiendo con el 50º aniversario de la insurrección de 1956 (el 23 de octubre). En ese momento, una coalición en las calles de diferentes fuerzas políticas antigubernamentales, incluyendo al entonces partido FIDESZ de Viktor Orbán, que se encontraba en la oposición, y partidos políticos de extrema derecha, empujaron las protestas a todavía más violencia urbana. El edificio de la televisión fue incendiado y el centro urbano de Budapest comenzó a parecerse cada vez más a una zona de guerra. Para entonces las protestas eran ya solo en parte una mezcla de las “mentiras” del discurso de Gyurcsány y habían adquirido una dimensión adicional, de manifestación contra la interpretación histórica de la insurrección de 1956 como una “contrarrevolución”, una lectura que en realidad prácticamente todo el mundo había abandonado en 1989/1990. Finalmente el “orden público” fue restaurado con medidas policiales, con algunos heridos, incluyendo, según parece, a algunas personas que se encontraban allí sin participar en las protestas. La putativa “brutal opresión policial” de lo que describieron como “manifestantes legítimos” se convirtió en uno de los eslóganes favoritos del partido de Orbán, que se alzó con una victoria clara en las siguientes elecciones.

El gabinete de Gyurcsány (2004-2009) fue seguido por el breve ejecutivo de Gordon Bajnai (2009-2010). ¿Hasta qué punto estos dos gobiernos allanaron el camino al triunfo del FIDESZ de Viktor Orbán en 2010?

Me gustaría reformular la pregunta y tomar una perspectiva temporal ligeramente más amplia. Desde mi punto de vista, lo que allanó el camino a la victoria de Orbán fueron dos grandes “verdades” incuestionadas que han caracterizado en buena medida la política húngara durante el período entre 1990, el año de las primeras elecciones post-socialismo de Estado, y 2010, con la arrolladora victoria y ascenso al poder de Orbán, con la que obtuvo una supermayoría en el parlamento.

Estas grandes “verdades” incluyen lo que el filósofo político liberal János Kis definió célebremente como “el mínimo liberal”, esto es, la idea de que todo el espectro político, incluyendo las organizaciones políticas que ocupaban nominalmente posiciones no-liberales (como “la izquierda” y “la derecha”), tenían que permanecer en una parcela muy estrecha de valores políticos etiquetados como “liberales”. Durante dos décadas más o menos ése fue el caso, y todos los partidos políticos (incluyendo por cierto el FIDESZ de Orbán en sus dos encarnaciones, es decir, en su forma inicial, abiertamente liberal, y en su reencarnación post-liberal), así como el partido nominalmente “socialista” y todos los otros en el gobierno permanecieron en esa estrecha parcela. En términos ideológicos, eso significaba el silenciamiento de cualquier forma de crítica que buscase incluir cualquier aspecto de la democracia liberal, el capitalismo, las relaciones internacionales, la geopolítica, los derechos de propiedad, las prestaciones sociales o la falta de ellas, etcétera, a una “crítica sistémica”.

La otra cuasi-“verdad” incuestionada y absoluta puede resumirse en dos términos: Unión Europea. Punto. No hace falta decir nada más. Todas las fuerzas políticas estaban de acuerdo con este mantra. Esta “verdad” absoluta no necesitaba ninguna explicación, ningún detalle, ningún “si” ni “pero”. Esto era así cuando el gobierno del primer ministro “socialista” Gyula Horn decidió someter a referendo la pertenencia a la OTAN y las fuerzas pro-OTAN (incluyendo, por cierto, su propio partido “socialista”) utilizaron el conocido símbolo de las 12 estrellas de la Unión Europea para argumentar a favor de la pertenencia a la Alianza Atlántica. Hasta hace muy poco, cualquier crítica a la Unión Europea era censurada, silenciada o calumniada como “euroespecticismo” o, peor aún, como muestra de una política “asiática”.

Mientras tanto, hay pruebas más que suficientes (una parte de mi propio trabajo estas últimas décadas ha consistido en estudiar estos casos) que sugieren que, globalmente, la actividad económica de Hungría (así como del resto de países que componían el “bloque” del socialismo de Estado) ha declinado tras el desplome del socialismo de Estado. La economía externa de Hungría, y de la región, y la dependencia política y social se ha incrementado de manera significativa y ha alcanzado niveles sin precedentes. Incluso si ignoramos a la UE, la dependencia de Hungría comercial, tecnológica, financiera y en el mercado laboral de un solo país, Alemania, ha alcanzado niveles completamente desconocidos antes, ni siquiera durante los años más oscuros de Hungría como miembro del Eje. La dependencia económica de Hungría de la URRS ni siquiera se acercaba a su actual dependencia de la UE. Los salarios relativos están declinando; prácticamente toda la sociedad ha sido despedida, con considerablemente pocas personas contratadas después, y las pocas que lo han sido, bajo condiciones considerablemente peores y una menor protección. Entendámonos: Hungría ha experimentado una reducción del 40% de su mercado de trabajo. Mientras tanto, una crítica sistemática de estas condiciones se ha vuelto imposible porque requeriría a un mismo tiempo de una crítica del capitalismo contemporáneo europeo y una reevaluación más realista del sistema socialista (que está efectivamente prohibido en Europa oriental). Los sindicatos de izquierdas, las asociaciones civiles o partidos políticos se han tornado básicamente imposibles. Así que la rabia se canaliza de “otra forma”, por ejemplo, alimentando a la derecha.

FIDESZ obtuvo un 52,73% de los votos en las elecciones parlamentarias de 2010 y un 44,87% en 2014. ¿Qué explica la popularidad de Orbán y FIDESZ?

Orbán es un orador fantástico, que comparte aspectos significativos de su propia historia personal y familiar con una gran parte de la historia social de la Hungría post-socialismo de Estado. En este sentido, mucha gente se reconoce en él. Después de varios falsos arranques, en 2010 consiguió aprender a hablar de manera suficientemente ambigua, utilizando la combinación precisa de metáforas, humor autocrítico y guiños comunes, muy similar a la manera en que János Kádar, el secretario general del Partido Socialista Obrero Húngaro, se presentaba a sí mismo. En otras palabras, Orbán sabe tocar las teclas adecuadas, que resuenan en sectores amplios de la sociedad. También mitiga las ansiedades refiriéndose, de manera casual, a temas nacionales, inaugurando un “sentimiento de comunidad nacional”, un tema que buena parte de la población con una educación media suscribe. FIDESZ opera una maquinaria de propaganda muy poderosa, con “tecnologías de convicción” y dominio muy sofisticadas. FIDESZ ha conseguido tomar el control de casi todo los medios de comunicación de masas.

Por su parte, los partidos de la “oposición” no tienen ninguna oportunidad, por el simple motivo de que son incapaces de desenmarañarse de las dos grandes “verdades” que estructuraron su política en los noventa y la primera década del siglo XXI y que he mencionado antes. No pueden apoyarse en ellas desde el extranjero porque sus partidos hermanos en Europa occidental se encuentran de un modo u otro en problemas. Esto tiene que ver con un desplazamiento global a la derecha, un fenómeno que es claramente observable en Europa occidental así como en los Estados Unidos.

En un discurso en la Universidad Abierta de Verano de Bálnányos en 2014, Orbán dijo que Hungría estaba construyendo “un Estado iliberal, un Estado no liberal”. ¿Qué significa esta expresión?

En realidad, y si no estoy equivocado, utilizó el término “democracia iliberal”. En cuanto a qué significa, no estoy completamente seguro. Este término parece ser un producto de los “think”-tanks pseudoacadémicos que se alimentan como sanguijuelas de las oportunidades de financiación del gobierno, entregándoles declaraciones tan mal concebidas como incuestionables sobre la realidad. Si voy más allá del método con el que se produjo, pienso que puede significar que no pueden existir diferentes tipos de democracia, por ejemplo, que ya no se requiere o ya no se requerirá el “mínimo liberal”.

Por supuesto, a este nivel es difícil no estar de acuerdo, dada la existencia de diferentes sistemas políticos que reivindican algún aspecto de la democracia sin el “mínimo liberal”. (Eso incluye, por cierto, la democracia socialista, pero sospecho que no es eso lo que Orbán y sus secuaces tienen en mente.) Otra analogía que me viene a la cabeza es la de los sistemas electorales formales de América Latina e incluso quizá los “mediterráneos”, donde los populistas de derechas y la extrema derecha dominan sin haber eliminado por completo a los elementos socialdemócratas y liberales. Estoy bastante seguro de que tiene algún tipo de versión de este modelo en mente, pero lo hace sin haber abierto explícitamente las cuestiones sobre qué tipo de analogías conlleva y qué implica para una sociedad post-socialismo de Estado en el siglo XXI como Hungría, que es miembro de la UE y de la OTAN.

Jobbik, el partido de ultraderecha, quedó tercero en las últimas elecciones, con 24 diputados. Este partido ha estado en el fodo de la atención internacional. ¿Cuál es el peso real de la ultraderecha en Hungría?

Es difícil decir cuál es el peso real de Jobbik y básicamente no dispongo de un conocimiento de “primera mano” sobre él. Es evidente que, como en cualquier otra parte de Europa, hay un “contingente” significativo de ultraderecha y extrema derecha en Hungría. Su “hogar” electoral ha cambiado en varias ocasiones a lo largo de la última generación. Jobbik es solo uno miembro más de esa red difusa y cada vez más vociferante e ingobernable de organizaciones de extrema derecha que va desde organizaciones terroristas prohibidas a medios digitales neonazis pasando por “clubes de seguidores de fútbol” a gimnasios, patrullas de “defensa ciudadana” que actúan de manera ilegal o en una “zona gris”, pandillas de skinheads y “asociaciones culturales” que “promueven la memoria” de algunos aspectos de la historia húngara (o europea) desde una perspectiva fascista, así como librerías fascistas.

Como parte de este mosaico, existe Jobbik y sus diputados en el parlamento de Hungría y en el de la Unión Europea. Son invitados regulares en la única cadena de televisión liberal que queda en el país. Las encuestas de intención de voto parecen sugerir que Jobbik ocupa comfortablemente el segundo puesto, ligeramente por encima del partido “socialista”, pero muy por debajo de FIDESZ.

Todo esto podría interpretarse como algo “no tan malo”. Sin embargo, dos cosas hacen que al menos algunos de nosotros estemos un poco más preocupados. En primer lugar, algunos matices en el comportamiento reciente del primer ministro y FIDESZ parecen sugerir que piensan que la extrema derecha está en aumento. Esto es lo que en parte explica, por ejemplo, la posición sorprendentemente dura no sólo en la cuestión de los refugiados sino en la inmigración en general. Y segundo, las encuestas recientes indican que un sorprendentemente increíble 80 al 85% de la población adulta parece aprobar la retórica de “inmigración cero”, cada vez más extrema y dura, ya venga del gobierno o de fuerzas políticas todavía más a su derecha. La retórica del gobierno, especialmente a la luz del próximo simulacro de referendo contra la decisión de la UE de establecer una “cuota de reasentamiento de refugiados”, parece sugerir que ellos piensan que todo esto juega a su favor. Yo no estoy cien por cien seguro de ello, no es completamente inconcebible que Orbán pueda encontrarse con una sorpresa desagradable en el próximo ciclo electoral. Eso sería algo irónico, y tendría un punto trágico, pues fue él y nadie más quien convirtió esta cuestión en una “emergencia nacional”.

¿Cree que Hungría ha jugado un papel clave en la emergencia del populismo de derechas y la extrema derecha en el resto de Europa? Varios comentaristas han trazado incluso paralelismos con Miklós Horthy –considera como un predecesor del fascismo europeo– y el período de entreguerras.

No sobrestimaría la importancia de Hungría en el escenario europeo, no al menos hasta ese punto. Europa occidental, o la Unión Europea, tiene un importante legado de política de derechas, incluyendo de extrema derecha, especialmente si consideramos no sólo el panorama electoral, sino también la política “blanda”: los valores, orientaciones, sensibilidades, etcétera. Después de todo, fue Europa occidental quien dio al mundo el racismo sistemático y cuasi-“científico”, la esclavitud capitalista moderna, el colonialismo, el neocolonialismo, el supremacismo blanco, etcétera.

Puede argumentarse que el dominio de las perspectivas racistas y de extrema derecha en Europa oriental y central tienen algo que ver con la alta consideración que las culturas modernas en Europa central y oriental tienen con respecto a Europa occidental. Por decirlo de manera más sencilla, las posiciones de extrema derecha “vienen de occidente”, ergo tienen que ser “avanzadas” y tenemos que “ponernos a su nivel”. Basta con escuchar la retórica contra los refugiados, anti-inmigración y, en consecuencia, contraria a los derechos humanos de los actuales regímenes en Europa central y oriental. Llevaría un considerable esfuerzo no darse cuenta del énfasis en la noción cultural de “blanquedad” (whiteness), una igualación de “Europa” con la “blanquedad”, etcétera, que son algunos de los principales temas de la extrema derecha europea occidental.

El hecho de que los miembros de las sociedades de Europa oriental y central están rutinariamente discriminados y no merezcan ningún respeto en las conversaciones paneuropeas y en Europa occidental no contradice esta observación, sino todo lo contrario: todo ello contribuye a la propagación de aquellas ideas en Europa oriental y central. La actuación de Orbán a propósito de la “crisis de los refugiados”, sin embargo, parece haber modificado de algún modo la ecuación. Mientras todo el espectro político de Europa occidental deploraba su retórica y la construcción de la valla en la frontera húngara con Serbia en 2015, llama la atención que las resoluciones de la UE consiguieron en última instancia acabar pareciéndose a las propuestas de Orbán. Dicho de otro modo, la actuación de Orbán proporcionó la excusa perfecta a muchos actores políticos europeos para desplazarse aún más a la derecha. Poco sorprendentemente, dos de los críticos más feroces de la demagogia anti-inmigración de Orbán –el ex canciller de Austria, Werner Faymann, y la canciller de Alemania, Angela Merkel– no han obtenido lo que se dice buenos resultados  últimamente en las elecciones.

¿Qué relación tiene la Hungría de Orbán con la Unión Europea?

Orbán es un partidario devoto de la UE como máquina geopolítica estratégica que ayuda a consolidar el poder global de sus Estados miembro. Lo dice sin ambajes, al punto de reclamar la formación de un ejército “europeo” (refiriéndose a la UE). Mientras, se aprovecha de los mecanismos de la UE que privilegian a los Estados relativamente pequeños. (Con menos de 10 millones de habitantes, Hungría se encuentra entre los países más pequeños de la “cateogoría media” en la UE, que tiene unos 550 millones de habitantes.) Está muy lejos de los extremos de (hasta hace muy poco) Reino Unido, Polonia o los bálticos, que demandan un poder paneuropeo mientras al mismo tiempo rechazan ceder su soberanía como pequeños Estados tanto como les es posible.

Lo que es realmente interesante es que hay una coalición emergente, implícita, tácita, tras él, incluyendo la poderosa provincia alemana de Baviera, la extrema derecha austríaca, la extrema derecha holandesa, etcétera. Un desplazamiento relativamente pequeño a la derecha (que ya es evidente) en el equilibrio electoral en la política europea podría producir como resultado que Hungría “perdiese” su liderazgo. Es claro para cualquiera que siga la política húngara que Orbán no aceptará nada que no sea una de las posiciones de liderazgo.

¿Cuál es la situación de los partidos de izquierda extraparlamentarios como 4K!-Cuarta República! (4K! – Negyedik Köztársaságot!) y el Partido de los Trabajadores Húngaros (Magyar Munkáspárt)?

Muchos de nosotros depositamos algunas esperanzas en 4K!, pero debo admitir que no he oído hablar mucho de ellos desde su humillante derrota en las elecciones de 2014. En otras palabras, son “extraparlamentarios” no por designio, sino porque perdieron claramente las elecciones. 4K! tenía algunas ideas interesantes, incluyendo una aproximación chavista –populista de izquierdas, popular-demócrata radical– a la política. Sin embargo, hasta donde yo sé, la falta de un grupo suficientemente grande de apoyos iniciales, la ausencia de un acceso estratégico a posiciones clave y las características específicas de la sociedad húngara les impidieron tener éxito. A lo largo de su historia moderna, una gran parte de la sociedad húngara ha ocupado una posición “pequeño-burguesa”, semieducada, amante de Occidente y de “pequeña clase media”, mientras que las clases realmente marginadas, y en consecuencia potencialmente radicalizables, están fuertemente discriminadas en base a líneas etno-“raciales”. Este código etno-“racial” prácticamente desplaza el resto de lógicas y la base de este pequeño partido, activistas con base en Budapest, “blancos” con educación superior, no tiene ninguna idea productiva de cómo llegar a ella. No los culpo: nadie ha conseguido hasta la fecha encontrar una solución.

En cuanto al HWP, parece ser, en la medida en que reciben una cobertura mediática muy escasa, una comunidad pequeña y carismática, mantenida unida con puño de hierro por un político que trata de reproducir el carisma personal y el perfil político de su ídolo común, János Kádar, pero sin el considerable talento de Kádár, su humildad y, por supuesto, un orden global (y un gran compromiso doméstico de clase) que hizo posible que Kádár se convirtiese en una superestrella política en Hungría. Gyula Thürmer, el presidente del HWP, ha realizado gestos realmente terribles de apertura a la extrema derecha, una serie de movimientos que le han desacreditado todavía más a ojos de aquellos que buscan una verdadera alternativa de izquierdas.

profesor de Sociología en la Universidad Rutgers (RU) de Nueva Jersey, EEUU. Böröcz es autor de, entre otros, The European Union and Global Social Change: A Critical Geopolitical-Economic Analysis (Londres, Routledge, 2009).
Fuente:
www.sinpermiso.info, 25 de septiembre 2016

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).