ONGs y sindicatos

Sarah Bornman

25/03/2007

La competencia por la localización empresarial es un desafío para los sindicatos. La lucha contra la deslocalización empresarial hacia lugares con bajos salarios es actualmente una de las luchas defensivas más importantes que los sindicatos alemanes están librando.

Lo que el sindicato intenta evitar en lo que respecta a la competencia por la localización empresarial es importante para toda la sociedad, que no sólo deja claro que la política sindical es más que una política salarial, sino también, que las estrategias contra la carrera global para conseguir costes más bajos requieren nuevas estrategias de alianza. Esto será analizado aquí en referencia al caso de las condiciones laborales en la producción informática global.

La competencia por la localización empresarial es un desafío para los sindicatos. La lucha contra la deslocalización empresarial hacia lugares con bajos salarios es actualmente una de las luchas defensivas más importantes que los sindicatos alemanes están librando. En verdad la división global del trabajo no es nueva en sí, sin embargo la fragmentación de los procesos de producción y la superación de las distancias en el capitalismo de altas tecnologías conduce a una red económica, en la cual el capital circula por todo el mundo, en contra de los empleados que están ligados a un lugar. Para las decisiones sobre la localización son fundamentales pues no sólo los salarios y las regulaciones de las prácticas industriales, sino también la protección del medio ambiente, los impuestos, la infraestructura y las subvenciones estatales. En la competencia por la localización empresarial los empleados de todo el mundo compiten entre ellos, y con el offshoring de los servicios de las tecnologías de la información (IT) la competencia por la localización empresarial global también se convierte en un desafío para la Unión Sindical de Servicios (ver.di).

Es destacable que incluso en cada sector, por ejemplo en el comercio al por menor, en el cual la prestación de servicios de venta está ligada a un lugar y una filial no puede ser desplazada, la competencia de salarios entre las localizaciones cobre importancia. Así los empleados en el comercio al por menor de Alemania son comparados con sus colegas en Polonia o Rusia. Se les trata de convencer de que en comparación con otros países son muy caros y que en Alemania ya no se generan ganancias, sino que hay que ir al extranjero.

Política de alianza, pero ¿con qué objetivo?

Esta competencia por la localización empresarial es una carrera global hacia costes más bajos. Por todo el mundo los gobiernos subordinan a los seres humanos – y a los derechos laborales, leyes medioambientales e impuestos recaudatorios- a la obtención de inversiones. Actualmente Alemania se maravilla ante China por su enorme crecimiento económico- al mismo tiempo los políticos y los medios de comunicación la representan como una amenaza, y frecuentemente recurriendo al estereotipo racista. El desarrollo de las estrategias comerciales no puede delegarse aquí únicamente a los sindicatos. La imposición de derechos laborales y leyes medio ambientales sólo se puede alcanzar con la alianza y creación de una red entre los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales y los movimientos sociales.

Una primera propuesta positiva, sobre cómo este poder defensivo puede constituirse, está en la cooperación en la campaña de Lidl entre el Sindicato Unido de Servicios (ver.di), Attac, y ONG’s. Otro ejemplo es la Campaña Ropa Limpia. La lucha global por los derechos laborales es un desafío para toda la sociedad. Los consumidores deben asumir la responsabilidad y presionar a las direcciones de Lidl, Tchibo y Adidas entre otras, para provocar un cambio en el comportamiento de las multinacionales. Evidentemente lo primero es la cooperación entre sindicatos y ONG’s. Faltan instrumentos, mediante los cuales construir una presión que se transforme en un fortalecimiento de los derechos laborales en un plano global. Esto será analizado a continuación en el ejemplo de la industria informática.

¿Códigos de conducta como instrumento comercial?

La ONG “Economía Mundial, Ecología y Desarrollo (WEED e.V.)” comenzó en 2006 su proyecto “PC global – trabajo, medio ambiente y desarrollo en la industria informática”. En 2005 habían en todo el mundo 800 millones de PC’s funcionando –sólo en Alemania más de 34 millones. Frente a la inmaterialidad del ciberespacio la producción informática es un fenómeno muy material, que tiene lugar en fábricas de alta tecnología con bajos salarios localizadas en Asia. Los consumidores deben, según el proyecto, ser informados de los efectos sobre el medio ambiente y las condiciones laborales de la industria informática, que se considera en gran medida “limpia” – en comparación a la industria del café o la industria textil, cuyas condiciones laborales globales son mucho más conocidas por los consumidores.

Para que el poder de los consumidores sea mucho mayor y para involucrar también a los poderes políticos, se debe dirigir una llamada no sólo a los consumidores individuales, sino que también debe ser obligatorio para los proveedores públicos. De esta manera las ONG’s y los sindicatos, por ejemplo, podrían desarrollar una campaña que tenga como objetivo a los servicios públicos, para crear conciencia de las condiciones laborales globales de la industria informática en los municipios y universidades. La UE (sin contar con los países recién incorporados) se gastará en 2008 50 millones de dólares americanos en inversiones públicas en tecnologías de la información y de comunicación. A través de la transformación de las reformadas directrices europeas sobre suministro se abren posibilidades de tomar en consideración criterios sociales y medioambientales en la oferta pública.

Naturalmente la presión sólo puede funcionar cuando se disponga de instrumentos eficientes, mediante los cuales se puedan imponer los derechos laborales globales. Precisamente ahora los instrumentos son relativamente débiles. Para influenciar al sector informático: Hay la posibilidad que el sindicato internacional del metal (IMF) firmen un acuerdo internacional básico con empresas como Fujitsu-Siemens, Hewlett-Packard o Dell. Este acuerdo ofrece las siguientes ventajas fundamentales: a) las normas centrales del trabajo de ILO son aplicadas y convertidas en estándar y b) existe la posibilidad del recurso de queja. Evidentemente la probabilidad de que se cierre ese acuerdo es muy baja. Se necesitarían en primer lugar sindicatos fuertes a nivel nacional, que puedan ejercer la presión. El grado de organización en la industria electrónica es muy bajo y generalmente mucho más débil que las viejas industrias como el acero- o la industria automovilística.

Un instrumento ulterior son los códigos de conducta internos de las empresas o de las filiales. Su desventaja más importante es que sus directrices están muy por debajo de las normas básicas del trabajo de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y no existe ningún control y mucho menos el recurso de queja, para registrar las infracciones. Los códigos no son jurídicamente vinculantes. Eso es cierto en la industria electrónica también con respecto al Código de conducta de la industria electrónica (EICC) realizado por ONG’s. El EICC no sólo se queda por debajo de las normas básicas del trabajo de la OIT (en el EICC está fijado, por ejemplo, el derecho a organizarse sólo en casos determinados), sino parcialmente también por debajo de los derechos laborales nacionales de cada correspondiente país. No hay que sorprenderse de que todas las grandes marcas empresariales, con la excepción de Fujitsu-Siemens, e incluso empresas que trabajan a contrato, como Foxconn, lo firmen de grado. Así, la campaña finalmente sólo resulta en un lavado de imagen para las empresas.

Sin embargo sería erróneo rechazar de plano los códigos de conducta- y lo sería por una falta de alternativa: En países en los cuales, como en China, no se permite ninguna organización sindical libre, o cuyos sindicatos no asumen su función de defensores de sus intereses, como ocurre parcialmente en México, los códigos de conducta a menudo son uno de los pocos instrumentos que quedan, y para la organizaciones independientes pueden conformar tanto un acceso a las empresas como una base de negociación. Así que hoy en día los códigos de conducta son el mecanismo que las ONG’s emplean para mejorar los derechos laborales.

Es evidente que es necesaria una discusión crítica sobre cómo se puede implementar y utilizar este instrumento. Aquí hay varias cuestiones centrales: se necesitan exigencias simples para empresas concretas, cuyo cumplimiento pueda ser comprobado directamente. Como por ejemplo la exigencia “una trabajadora- un contrato” en China. La imposición de esta exigencia para Foxconn afectaría a 200 000 empleados y tendría efectos en otras empresas. Es evidente que este tipo de exigencias no se dejan imponer fácilmente. Ante todo es necesario reunir fuerzas y fortalecer el poder de imposición. Lo fundamental es consolidar el trabajo conjunto entre sindicatos, ONG’s y movimientos sociales. Pues se trata de que cada fortalecimiento favorezca a todos los actores y de mitigar cada debilidad subsistente.
Sindicatos y ONG’s

Las ONG’s tienen la ventaja que como hijos de la globalización no son víctimas de la lógica situacional. Son los sindicatos en redes internacionales y nexos del pensamiento internacional. Por eso son parcialmente ignorantes sobre las luchas sociales de sus propios lugares de origen. Aparte les falta la base necesaria para reivindicar, por ejemplo, la imposición duradera de códigos de comportamiento. Para esto recurren en la campaña al muy utilizado poder de los consumidores. Las campañas de consumo a menudo padecen la debilidad de ser de corta duración y de ejercer una presión meramente temporal. Su poder efectivo puede por lo tanto desvanecerse rápidamente.

El punto débil de los sindicatos es que demasiado a menudo se quedan apresados en el ámbito nacional. Es cierto que muchos sindicatos se interesan por las preguntas aquí planteadas, pero en sus ocupaciones diarias los sindicatos deben defender en primer lugar a los afiliados nacionales. Y tienen que luchar con problemas completamente distintos –amenazados por la pérdida de puestos de trabajo— que abogar por la organización de una solidaridad internacional a lo largo de la cadena de valor. Y cuando la solidaridad internacional llega a reclamar centralmente su atención, a menudo es ya demasiado tarde, porque la deslocalización se ha hecho ya un concretísima realidad en la propia casa.

Sarah Bormann escribe regularmente en el órgano del sindicato alemán de ver.di [unión sindical de servicios] y es colaboradora en Alemania del WEED [World Economy, Ecology and Development], en el ámbito laboral: Cadenas de valor (comercio al por menor y PC’s), política comercial y de inversiones.

Traducción para www.sinpermiso.info: Sebastián Porrúa

Fuente:
ver.di Perspektiven, marzo 2007

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