Los impuestos, lejos de ser una obstrucción a la libertad, son una condición necesaria de su existencia. Entrevista

Cass Sunstein

09/04/2007

Jennifer Vanasco entrevistó al constitucionalista norteamericano Cass Sunstein para el University of Chicago Chronicle en abril de 1999.

Cass Sunstein, conocido por sus estudios en el ámbito del derecho constitucional, dio recientemente un paso en una nueva dirección. Su último libro, The Cost of Rights: Why Liberty Depends on Taxes [N. del T.: New York: W. W. Norton & Co., 1999. La entrevista que aquí se reproduce fue realizada en 1999. Sunstein publicó luego varios libros y artículos. Entre los primeros pueden citarse Designing Democracy: What Constitutions Do (Oxford University Press, 2001), Republic.com (Princeton University Press, 2001), Risk and Reason (Cambridge University Press, 2002), Punitive Damages: How Juries Decide (University of Chicago Press, 2002), Why Societies Need Dissent (Harvard University Press, 2003), The Second Bill of Rights (Basic Books, 2004) y Radicals in Robes: Why Extreme Right-Wing Courts are Wrong for America (Basic Books, 2005)], coescrito con el profesor de Princeton Stephen Holmes [N. del T: actualmente profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de New York (NYU)], explora el argumento de que todos los derechos legalmente exigibles cuestan dinero. En esta entrevista, Sunstein (profesor Karl N. Llewellyn Distinguished Service de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chicago) explica por qué ello es así. 

Estamos en temporada de cobro de impuestos, y muchos norteamericanos deben estar gruñendo al completar su declaración de renta. Sin embargo, en su nuevo libro, The Cost of Rights, usted advierte que tal vez no debiéramos estar tan enojados.

Bueno, no es que tengamos que celebrar el monto de los impuestos; lo que sí debemos celebrar es el hecho de que existan. Sin impuestos no podemos tener libertad y seguridad contra la violencia. Lejos de ser una obstrucción a la libertad, son una condición necesaria de su existencia.

¿Cómo es que a Stephen Holmes y a usted se les ocurrió la idea del libro?

La idea surgió a raíz de un proyecto que llevamos a cabo en Europa del Este. Vimos allí las grandes dificultades que existían para establecer un régimen de derechos sin dinero. Los norteamericanos parecen pensar que los derechos son gratuitos, pero la idea de que conllevan un costo es bastante natural para los ciudadanos de Europa del Este.

Le daré un ejemplo. En Rusia, el plan de instrumentar juicios por jurados fue abandonado porque habrían requerido un 25 por ciento del presupuesto de los sistemas de justicia locales.

Rusia tiene hoy un derecho de propiedad fuertemente limitado, incluso cuando el país tiene un compromiso con la libertad de propiedad. La razón es que no tiene una capacidad real para proteger ese derecho. Esto ilustra la dependencia que los derechos tienen de los recursos, algo que está muy lejos del cuento de hadas ofrecido por los ultras libertarianos del neoliberalismo. Incluso las personas más ricas dependen del gobierno para la protección de su propiedad. La gente que vive en los Hamptons [N. del T.: una exclusiva zona residencial en las playas del estado de New York] puede unirse para crear su propio cuerpo de bomberos, pero esto no es usual.

De hecho, nuestros derechos dependen del dinero de un modo absoluto. Alguien puede querer gastar toneladas de dinero para la protección contra el crimen y la violencia, pero esto sustrae dinero de otros derechos. Personalmente pude ver con claridad este punto cuando, hace unos años, mi auto fue robado y la policía lo recuperó. El oficial de policía me preguntó qué cursos dictaba, y le respondí que enseñaba derecho constitucional. Le pregunté si la Cuarta Enmienda [de la Constitución norteamericana, que protege contra pesquisas y allanamientos irrazonables] le había creado alguna vez algún tipo de problema. Me contestó: “no, porque no violo la Cuarta Enmienda a menos que yo diga que la violé, y nunca digo eso”.

Controlar a la policía de un modo cuidadoso es caro, y debido a ello existe una gran cantidad de violaciones a la Cuarta Enmienda, pues no gastamos los recursos necesarios para prevenirlas.

¿De manera que usted sostiene que los impuestos sustentan nuestros derechos? ¿Qué es un derecho, desde un punto de vista legal? ¿Es simplemente la protección contra la intrusión estatal?

Los derechos pueden ser definidos como reclamaciones que pueden ser reivindicadas o tornadas exigibles en los tribunales o ante alguna otra institución pública. Por ejemplo, los norteamericanos tienen derecho a verse protegidos contra una expropiación sin compensación, pero no tienen derecho a un salario mínimo. Existe el derecho a no ser atacado por parte de la policía o un ciudadano privado, pero no el derecho a tener una patrulla policial alrededor de nuestra casa las 24 horas del día. Los derechos son cosas que uno puede convertir en realidad. Esto implica que la protección contra el acoso sexual sea un derecho hoy, pero que no lo fuera hace veinte años. El derecho a verse libre del humo del cigarrillo en edificios públicos no existía hace treinta años.

Los derechos no son simplemente una inmunidad contra la intervención del estado. Implican también la capacidad de exigir ayuda al gobierno. Los derechos significan extremadamente poco sin un estado que esté dispuesto a cobrar impuestos y gastar. La verdadera cuestión es cómo utilizar del mejor modo nuestros recursos para proteger aquellas capacidades que merezcan ser tratadas como derechos.

Ustedes convocan a los contribuyentes a estudiar cuidadosamente qué recursos se dedican a proteger nuestros derechos. ¿Cómo decidimos cuáles derechos deberían recibir la mayor cantidad de dinero?

El principal argumento del libro es que la teoría democrática y las finanzas públicas están mucho más relacionadas de lo que parece. Los derechos deberían superar un análisis costo-beneficio, y deberíamos tener una teoría sobre quién tiene derecho a qué. Pero lo que nosotros pedimos es que haya una discusión democrática sobre finanzas públicas, en vez de la simple afirmación de que cierta gente depende del gobierno y cierta gente no. Si usted tiene algún tipo de propiedad, entonces depende del gobierno.

¿Ustedes piensan que su libro cambiará la manera en que la gente juzga los impuestos?

El argumento de que la libertad depende de los impuestos es tan elemental que uno puede abrigar cierta esperanza de que al menos alguna versión del mismo sea aceptada. No es que el punto sea sorprendente; lo verdaderamente sorprendente es que existan argumentos en contra. Ninguna persona puede decir que es antigobierno. Esto sería ridículo, salvo que uno sea un anarquista. Existen argumentos de buena fe para reclamar tasas impositivas más bajas, una mayor protección de la propiedad a la par que una menor protección de la seguridad social, o derechos que sean más eficientes en términos de costo-beneficio. Pero no existen razones para decir que deberíamos confiar en los mercados en vez de en el gobierno, como lo demuestra el ejemplo ruso.

Como sostuvo F.A. Hayek (premio Nóbel de mi universidad), uno no puede tener mercados sin gobierno. La cuestión no es si tener un gobierno grande o un gobierno chico. La cuestión es cómo y a dónde decidimos asignar nuestros recursos.

Cass Sunstein, profesor en la Universidad de Chicago,  es un prestigioso constitucionalista norteamericano. Ha sido uno de los más conspicuos defensores en los últimos lustros de una concepción iusrepublicana de la vida política, un crítico interesante de la filosofía política académica de impronta liberal y un devastador polemista anticonservador. La revista electrónica neoliberal-ultraconservadora Liberty Corner  le mantiene desde hace tiempo en el número 1 de su lista de “pensadores infames”. Uno de sus últimos libros traducidos al castellano es República.com, Barcelona, Paidós, 2003

Traducción para www.sinpermiso.info: Juan González-Bertomeu

Fuente:
University of Chicago Chronicle, abril 1999.

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