La prensa financiera y yo: un caso de amor no correspondido

Naomi Klein

04/11/2007

Los periodistas financieros han atacado mi libro, y sin embargo, yo mantengo mi devoción por sus artículos. Después de todo, son los que me han proporcionado los hechos que utilizo.

En una reciente visita a Calgary, Alberta, me impactó ver mi libro sobre el capitalismo del desastre vendiéndose rápidamente en el aeropuerto. Calgary es la zona cero del boom norteamericano de gas y petróleo donde los trajes y los sombreros de cowboy son el uniforme de facto. Tuve de repente un mal presentimiento: ¿Pensaría la clase empresarial de Calgary que La doctrina del shock era una guía para hacer millones de una catástrofe? ¿Estaban esperando las propinas de contratos sin subasta, si los EEUU bombardean Irán?

Cuando me inquieta la idea de haber promovido inadvertidamente el complejo del desastre, busco tranquilidad en la respuesta de que el libro ha provocado una reacción en los líderes mundiales del periodismo financiero. Ahí es donde he aprendido que la noción exacta del capitalismo de desastre es fruto de mi propio engaño, o que, como Otto Reich, antiguo consejero del presidente George Bush, declaró al noticiario de la BBC, se trata del trabajo de “una persona muy confundida”.

Muchas publicaciones han tenido a bien encargar la crítica de mi libro a periodistas financieros. ¿Por qué no? Los seguidores fanáticos del tardío evangelista del libre mercado Milton Friedman son nuestros primordiales proveedores de la idea de que los crecientes beneficios empresariales están relacionados con beneficios en forma de libertad y democracia que se extienden hacia los ciudadanos del mundo.

Por ejemplo, en el Times, el libro fue reseñado por Robert Cole, que escribe la columna del inversor en el periódico y es el autor del libro Getting Started in Unit and Investment Trusts (cuyo capítulo 7 se titula: “Cuestiones fiscales: cómo hacer más interesantes sus posibilidades”). Cole no se mostró demasiado interesado en la Doctrina del shock, que le resultó enojosa en tanto que “pataleta izquierdista fácil de olvidar”. En el New York Times, la tarea de explicar por qué “todo es una gran conspiración capitalista” le cayó a Tom Redburn, autor de su columna de análisis económico; “es demasiada carga sobre el pobre Milton”, se lamentaba Redbum.

Nadie se lo tomó tan mal como Terence Corcoran, el editor financiero del Canada’s National Post. El capitalismo de desastre es aparentemente mi “creación febril”. Y, ¿cómo pude decir tales cosas sobre Friedman? Un hombre al que Corcoran califica como “el último gran león de la economía de libre mercado”.

En el Financial Times, la imparcial disección corrió a cargo de John Willman, el editor financiero de la publicación en el Reino Unido (quien, dicho sea de paso, aboga en Inglaterra por pasar el coste médico a las familias y aumentar las matrículas educativas en Escocia). Willman califica el libro como “polémico”, y aconseja a los “lectores impresionables” a no dejarse apabullar por mis 60 páginas de notas finales. Mientras Cole dice que lo fío todo en “las elaboraciones partidistas de los artículos de prensa”, Willman me acusa de crimen mayor, y es a saber: confiar en los artículos del Financial Times: “Cita el Financial Times cuando le conviene, y no lo hace cuando no le conviene”.

Es cierto, cito el Financial Times cuando me conviene. La doctrina del shock cita al periódico 26 veces. Y esto es lo que más parece doler a los editores del mundo financiero: incluso cuando encuentran nuevas maneras de despreciarme, me mantengo devota lectora de sus páginas. Es evidente que los editores financieros deben promocionar el capitalismo. Sus reporteros, sin embargo, juegan un papel crucial en el mercado. Los inversores precisan de información confiable, y su trabajo consiste en ofrecerla. Sin esa información honrada, jamás habría yo llegado a entender cómo los programas de terapia económica de shock se apoyan en los desastres sobrevenidos, ¿y ahora debería aprender de esas mismas páginas que el capitalismo del desastre no existe?

Fue en el Finacial Times donde me enteré del llamado dilema de Davos. El columnista Martin Wolf lo describe como “el contraste entre la prosperidad de la economía mundial y la plétora de problemas políticos”. Explica que, en los años recientes, la economía se ha enfrentado a una serie de shocks – desde el crash de los punto.com, hasta el caos en Oriente Medio, pasando por el 11 de septiembre—, sin que el mercado dejara de estar en un “período áureo de enérgico crecimiento compartido”.

El Financial Times arroja un rayo de luz sobre el dilema de Davos. Por ejemplo, informó de que Lockheed Martin – el mayor beneficiario individual de la economía de desastre– ha empezado “a comprar compañías en el mercado de asistencia sanitaria por valor de un billón de dólares anuales”. Esto es sólo una imagen en la explosiva economía de desastre privatizado, con un Lockheed preparado no sólo para hacer dinero gracias a las armas, sino también con el tratamiento sanitario de los heridos: ¡tiempos, éstos, de mórbida integración vertical!

El Finacial Times ha explorado a fondo el modo en que los políticos aprovechan los desastres para impulsar políticas económicas no deseadas. En 1998, por ejemplo, este periódico publicó un artículo de Jeffrey Sachs mostrando la forma en que el FMI tomó como rehén a la democracia surcoreana suspendiendo un préstamo desesperadamente necesitado, hasta que todos los candidatos a la presidencia acordaron la redacción de un plan de austeridad extremadamente severo. Unos meses después, el Huracán Mitch devastaba la América Central. Supe, gracias al Financial Times, que, con los países todavía nadando entre escombros, los prestamistas extranjeros ya exigían privatizaciones.

En los primeros meses que siguieron al schock and awe del ataque de los EEUU sobre Irak, el Financial Times informaba del programa de terapia de shock del enviado de EEUU Paul Bremer. El documento fijaba las propósitos oficiales de “hacer de Irak una de las economías más abiertas en el mundo desarrollado e ir más allá incluso que la legislación de muchos países ricos”. Conciso resumen de cosas harto recurrentes.

Y sin embargo, ahora, tras tantos años de fructífera colaboración, el Financial Times dice que mis tesis son “a fin de cuentas, deshonestas”. Mas, por doloroso que ello resulte, yo me mantengo fiel a la honestidad informativa del Financial Times, que me ha sido de gran ayuda en le desarrollo de mi visión del mundo.

Yo desearía que el capitalismo de desastre no fuera sino un producto de mi enfermiza imaginación. He topado, sin embargo, recientemente con más evidencias que apoyan su existencia. Proceden de Paul B. Farrell, autor de publicaciones sensacionalistas como The millionaire code (El código del millonario) o The lazy’s persons guide to investing (Guía del inversor perezoso). “Un consejo: invierta en el ‘capitalismo del desastre’”. Así comienza su artículo en el Dow Jones Business News. Farell reconoce que una economía construida sobre el desastre “es asunto de importancia política. Pero, por el momento, dejemos a un lado la política partidista… miremos estrictamente como inversores y examinemos brevemente lo que también puede ser una guía para inversores agresivos”. Y éste, siguen otros muchos consejos sin cuento.

Justo lo que temía: La doctrina de shock como guía. Al final, sin embargo, Farell muestra algunas dudas: “¿es el ‘capitalismo de desastre’ una oportunidad de inversión a corto plazo para usted? ¿O es ésta una crisis nacional, una campanada de alerta, una llamada urgente a controlar las riendas de la mentalidad del complejo militar-industrial que lleva a los EEUU al desastre, a un futuro de autodestrucción?”.

¿Confusión moral en la prensa financiera? ¿De dónde se supone que debo sacar mis noticias ahora?

Naomi Klein es la autora de No Logo: Taking Aim at the Brand Bullies (Picador) y, más recientemente, Fences and Windows: Dispatches From the Front Lines of the Globalization Debate (Picador). Su ultimo libro es The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism.

Fuente:
The Guardian, 25 octubre 2007

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).