Desiguales ante la ley: disparates prefeministas en EEUU

Ellen Goodman

18/05/2008

A estas alturas, la historia de Lilly Ledbetter empieza a recordar a The Perils of Pauline o a los disparates pre-feministas. A la edad de 70 años, es la estrella de un prolongado drama sobre cuantas veces deberemos tropezar con la misma piedra hasta que aprendamos.

Esta mujer de Alabama tenía solo 26 años cuando se aprobó el Título VII de la Civil Rights Act de 1964, con el objetivo de promover la igualdad en el puesto de trabajo. La antigua premisa - a igual trabajo igual salario – está tan universalmente aceptada que solemos olvidar que se trata tan solo de una ley y nos convencemos de que es algo evidente y parte de la vida misma.

Sin embargo, nuestra chica Ledbetter trabajó durante dos décadas en las filas de una Goodyear no tan "amiga-de-las-mujeres" como podría parecer. No fue hasta cuando ya se le acercaba la jubilación, que un aviso anónimo le permitió descubrir un pedazo de realidad sobre su sueldo. Pues resultó que como supervisora femenina, estaba ganando menos que sus homólogos masculinos. De media se le pagaba 79 centavos por cada dólar pagado a los varones, una cifra sospechosamente cercana al diferencial salarial de género a nivel nacional.

Ledbetter presentó una demanda y ganó el caso. Pero Goodyear apeló inmediatamente al Tribunal Supremo, donde el juez Samuel Alito acababa de reemplazar a la juez Sandra Day O'Connor. Así el año pasado, en una de esas súbitas rectificaciones que caracterizan al Tribunal, una mayoría de 5 a 4 falló en contra de Ledbetter basándose en que no había presentado la demanda a tiempo. Los magistrados interpretaron la ley a través de sus lentes retrógradas y decidieron que un trabajador o trabajadora debe presentar su demanda como mucho seis meses más tarde de su primera paga desigual. No importa si ella sabe o no que está siendo tratada injustamente ni si siguen pagándole menos de lo que deberían.

En definitiva, y como dijo Marcia Greenberger del National Women's Law Center, si una empresa consigue ocultar el fraude al trabajador durante los seis primeros meses, se sale con la suya.

Una indignada Magistrada Ruth Bader Ginsburg describió la sentencia como "totalmente desvinculada respecto a la robusta protección que existe contra la discriminación en el lugar de trabajo". Concluyó su rotunda discrepancia con una petición al Congreso para que "corrija la mezquina interpretación del Título VII hecha por este Tribunal".

Pues bien, la Cámara de Representantes hizo precisamente eso, y lo hizo bastante rápidamente. Se aprobó una ley que restablecía la regulación para permitir a un empleado presentar una demanda hasta un máximo de 180 días después de su última paga desigual. Pero cuando la ley que llevaba el nombre de Lilly Ledbetter llegó al Senado, los republicanos se plantaron. No hubo suficientes desertores republicanos para evitar el obstruccionismo y llevar la ley a votación.

Además Bush no sólo amenazó con vetar la nueva legislación, sino que el que será su sucesor republicano ni siquiera encontró tiempo durante su campaña para tomarse la molestia de ir a votar. Que se sepa además que John McCain se opuso a la legislación Ledbetter porque "abre las puertas a pleitear por todo tipo de problemas". Viene a ser como decir que no deberíamos tener ninguna ley porque sólo sirven para colapsar los tribunales.

Así que Lilly perdió una vez más. Bienvenidos a 2008. ¿O estamos a 1964?

Si usted ha estado prestando atención a la actualidad, la explicación de este persistente diferencial salarial entre hombres y mujeres en pleno siglo XXI ha venido recayendo sobre las propias mujeres trabajadoras. A las mujeres no se les paga igual porque tienen este desagradable hábito de dar a luz. O bien "se desentienden". O escogen trabajos que les permiten llegar a casa para acostar a los niños. O no saben negociar. El problema no está en nuestro lugar de trabajo sino en nosotras mismas, que somos asalariadas de segunda. 

La idea de que la diferencia en los sueldos puede ser debida a, no sé, discriminación sexual parece taaaaaaaan del siglo XX. De hecho, el Tribunal Supremo dio a entender que el menor salario de Lilly Ledbetter era culpa de ella misma porqué no se dedicó a investigar a su jefe por discriminación sexual tan pronto como empezó a trabajar.

Hoy en día las mujeres son un pilar fundamental en la aportación de los ingresos familiares, y a menudo su única fuente. Pero una agenda entera de cuestiones relativas al trabajo y a la familia sigue paralizada mientras debemos dedicarnos a proteger - y a veces perder- los avances logrados 44 años atrás.

¿Y respecto al piloto del Straight Talk Express? McCain dijo que estaba del todo de acuerdo con que se pague igual por un trabajo igual, pero que lo que necesitan las mujeres no son demandas sino "educación y capacitación". Así que empecemos por un par de ideas básicas.

Lección uno: un salario desigual es un robo que sigue y sigue. Incluso en la jubilación, Ledbetter sigue siendo, en sus propias palabras, "una trabajadora de segunda" con una pensión y una Seguridad Social que lleva las marcas de Goodyear.

Lección dos: en 2008, los republicanos están comportándose – políticamente- como si fuese 1964.

Ellen Goodman es una prestigiosa periodista estadounidense ganadora de un premio Pulitzer.

Fuente:
truthdig.com, 30 abril de 2008

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