Gripe aviar: ¿dónde está la Unión Europea?

Mike Davis

16/10/2005

 "La Unión Europea todavía no se ha enfrentado al hecho de que en su territorio alberga toda la producción de Tamiflu, así como el grueso de la capacidad mundial de producción de vacunas contra la gripe"

La gripe aviar está pidiendo entrada en Europa, y tiene el paso franco. A pesar de las bravas promesas por parte de los veterinarios y los funcionarios de sanidad de que sellarían las fronteras y sofocarían nuevos brotes, el H5N1 es una fuerza casi irresistible. 

    Resultó desconcertante que el pasado año hubiera tan poca unidad europea o planificación regional seria sobre cómo enfrentarse al espectro de una pandemia de gripe; ahora que el monstruo está literalmente en puertas, Europa puede tener que hacer frente a pruebas sin precedentes de solidaridad interna e internacional.

    Ya el año pasado, investigadores con gran experiencia habían avisado de que la gripe aviar se había vuelto inerradicable en los pájaros salvajes y en las aves domésticas. Las esperanzas, anteriormente alimentadas, de que no fuera transmisible por los pájaros salvajes se desvanecieron esta primavera cuando investigadores chinos descubrieron una enorme epidemia en el lago Qinhai, en la China occidental.

    Al comienzo, el brote estaba confinado en un pequeño islote del gran lago salado, en donde, de repente, los gansos comenzaron a comportarse espasmódicamente, para luego desvanecerse y morir. A mediados de mayo, sin embargo, toda la población aviar del lago estaba infectada, y miles de pájaros morían. Un ornitólogo dijo que se trataba de "la mayor y más mortífera gripe aviar jamás vista en pájaros salvajes".

    Los virólogos chinos, entretanto, quedaron impresionados por la virulencia de la nueva cepa: cuando los ratones se infectaban con el virus de Qinghai, morían incluso antes que cuando se les inyectaba el "genotipo Z", la temible variante del N5N1 que está ahora mismo matando gente en Vietnam y en Indonesia. (Ambas cepas, dicho sea de paso, son ciento por ciento mortales para los ratones.)

    Yi Guan, director del mundialmente famoso equipo de investigadores de la gripe aviar en Hong Kong que ha estado combatiendo la amenaza de pandemia desde 1997, se quejó en el periódico londinense The Guardian el pasado julio de la timorata respuesta de las autoridades chinas a la conflagración biológica del lago Qinghai:

"Apenas han tomado medidas para controlar este brote. Tendrían que haber pedido ayuda internacional. Esos pájaros migrarán a la India y a Bangladesh, y allí se encontrarán con pájaros que vienen de Europa."

    En un artículo publicado en Nature, Yi Guan y sus colaboradores revelaron también que la cepa de Qinghai derivaba probablemente de recientes incidencias de gripe aviar, oficialmente silenciadas, entre los pájaros de la China meridional. Eso confirmaba las sospechas de que las autoridades chinas continuaban ocultando los brotes de enfermedad al resto del mundo. –En el pasado, llegaron incluso a mentir acerca de la naturaleza y el alcance de la epidemia SARS del 2003.—

    Como ya ocurrió anteriormente con quienes dieron la voz de alarma en el caso SARS, la burocracia tomó represalias de inmediato contra Yi Guan por su honradez científica: desmanteló uno de los laboratorios en la Universidad de Shantou, y dotó al conservador Ministerio de Agricultura de nuevos poderes de veto sobre la investigación básica.

    Mientras Beijing aplicaba la censura a la investigación, el epicentro humano de la gripe aviar se expandía: a mediados de Julio, funcionarios indonesios de sanidad confirmaban que un padre y sus jóvenes hijas habían muerto de gripe aviar en un barrio rico de Yakarta. Resultaba perturbador que la familia no hubiera tenido contacto conocido alguno con aves de corral, y casi estalla el pánico en el vecindario cuando la prensa especuló con una posible transmisión de humano a humano.

    Al mismo tiempo, se informaba de cinco nuevos brotes en aves de corral en Tailandia, lo que suponía un embarazoso dardo contra la masiva campaña publicitaria emprendida por esa nación en torno a la erradicación de la enfermedad. Funcionarios vietnamitas, por su parte, renovaban sus peticiones de ayuda internacional cuando el H5N1 se cobraba nuevas víctimas en el país que es el centro de brotes que más preocupación despierta en la OMS.

    Entretanto, los pájaros del lago Qinghai estaban emprendiendo vuelo hacia sus destinos invernales, distribuidos por cinco continentes. El H5N1 llegó puntualmente a las afueras de Lhasa, la capital del Tíbet; se detectó en Mongolia y en Kazajistán; y –lo más perturbador de todo— empezó a matar pollos y aves salvajes de caza cerca de la capital siberiana de Novosibirsk (un punto de paso en los vuelos migratorios hacia el Mar Negro y la Europa meridional). 

    La llegada de la gripe aviar a Irán, Turquía y Rumania no fue, pues, una sorpresa: sus próximos destinos pueden perfectamente ser el valle del Nilo, la India meridional, Bangladesh, Australia, Alaska, el norte de Canadá, y finalmente, el mundo entero.

    Aun cuando la gripe aviar no ha constituido todavía hasta ahora una amenaza para la salud humana, es ya un cataclismo ecológico que amenaza no sólo con una devastación incalculable de las poblaciones de aves salvajes, sino con la muerte de miles de millones de pollos que, hoy por hoy, constituyen nuestra segunda fuente de proteínas animales (los cerdos, que están sucumbiendo ahora también a la gripe aviar, son la primera).

    Robert Wallace –un científico de la Universidad de California que está ahora estudiando el modo en que la gripe aviar podría difundirse— me dijo que el H5N1 es un "ingenio darwiniano de búsqueda más sofisticado que Google". Sostiene que rebasa nuestra inteligencia previsora de cuatro modos decisivos:

    Primero: "el H5N1 está volando por debajo del radar social: no hay todavía humanos infectados, pero la cepa está echando raíces en amplias regiones del planeta. Está cambiando no solo en el nivel molecular, sino también en el nivel epidemiológico".

    Segundo: "al difundirse geográficamente, y al infectar más y más pollos, el H5N1 amplía la base de operaciones desde la que puede iniciar una pandemia". La estrategia anunciada por la OMS de saturar un centro de brote –digamos, una región rural de Vietnam o de Tailandia— con Tamiflu "es irrelevante, si el H5N1 opera a escala mundial. Dicho con pocas palabras, al cambiar la escala espacial en la que opera, la gripe altera el paquete de intervenciones necesarias para frenarla".

    Tercero: "al difundirse geográficamente, el H5N1 penetra en países que carecen de experiencia en detectar o en combatir tales brotes".

    Y cuarto: "si la dispersión guarda relación con el incremento del número de pollos infectados –aumentando el espacio evolutivo en el que puede moverse el H5N1—, entonces se comprime el tiempo que ha de transcurrir para que acabe dándose un brote infeccioso de humano a humano".

    En otras palabras: la línea fundamental es que cada nuevo avance del H5N1, ya sea entre pollos en Turquía, entre patos en Siberia, entre cerdos en China o entre humanos en Indonesia, constituye una nueva oportunidad para que un virus que evoluciona muy rápidamente adquiera finalmente el gen –o, más sencillamente aún, los aminoácidos substitutos— que necesita para masacrar humanos vulnerables. Esa multiplicación exponencial de puntos negros y de "reservas silentes" (como entre los infectados por patos asintomáticos)  es la razón principal de que las sirenas de alarma se hayan disparado en los ministerios de sanidad del todo el mundo

    Hay, por supuesto, escépticos (muy pocos entre los virólogos), que arguyen que la gripe aviar es una "amenaza meramente teórica, y que puede haber algún "factor X" que evite que el H5N1 llegue a adquirir una transmisibilidad fácil entre los humanos.

    Lo cierto es que muchos investigadores lo que están es perplejos de que no haya aparecido ya una pandemia, pero hay muy pocos indicios de la existencia de un "factor X" que inhiba estructuralmente la mutación que necesita el H5N1 para convertirse en un asesino en masa. Al contrario: un impresionante –y peligroso— experimento científico realizado en agosto pasado confirmó que había unas alarmantes similitudes entre el actual virus aviar y el de la gripe de 1918 que mató entre 40 y 100 millones de personas en la primavera de ese año.

    Después de una década de penoso trabajo de laboratorio con muestras de tejido pulmonar recuperadas de cuerpos de las víctimas de 1918, el equipo encabezado por Jeffery Taubenberger, del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas, con sede en Washington, D.C., logró descifrar este verano la secuencia completa de su genoma.

En un descubrimiento que impresionó a muchos investigadores, hallaron que el virus de 1918 era una cepa puramente aviar que había llegado a adquirir transmisibilidad interhumana a través de una serie de mutaciones sorprendentemente simples, y no a través de una mezcla de genes aviares y humanos en un cerdo o en una persona coinfectados. Eso implica que el H5N1 puede, después de todo, prescindir del mecanismo de "recombinar" genes con un virus humano: puede llegar a adquirir una velocidad pandémica merced a su propia y modesta evolución.

    El caso es que ahora mismo podría hallarse ya a medio camino. El grupo de Taubenberger compartió su investigación con otro equipo dirigido por Terrence Tumpey, del Centro estadounidense para el control y prevención (CDC) radicado en Atlanta, el cual se sirvió inmediatamente del mapa genómico completo para recrear el virus de 1918.

    Cuando el equipo del CDC, informó la revista Nature a comienzos de este mes de octubre, "usó la cepa para infectar ratones, se reveló extremadamente virulenta, y tras 4 días había generado 39.000 veces más partículas virales en los pulmones de los animales que la cepa gripal moderna". Descubrieron que la virulencia del monstruo resucitado de 1918 era el resultado de una colaboración entre sus únicas proteínas superficiales de hemaglitinina (la 'H' en H5N1) y su complejo polimerásico interno: encimas que catalizan el proceso de replicación viral.

    Sólo unas pocas substituciones de aminoácidos parecen diferenciar a las polimerasas hipervirulentas de 1918 del "consenso" de las benignas gripes que de ordinario afectan a las aves salvajes. El H5N1, además, ha adquirido ya la mitad de las mutaciones necesarias. No son buenas noticias.

    Así, puesto que el H5N1 –que algunos patos transportan sin padecer síntoma alguno— ronda ya las fronteras de la agricultura de la Unión Europea, hay pocos motives para subestimar las advertencias de la OMS y de un sinnúmero de expertos sobre la "inminencia" de una pandemia. "Inminencia", huelga decirlo, podría significar este invierno, o 2007.

    Hasta ahora, los ministros europeos de sanidad han actuado como si la Unión Europea no existiera. Cada gobierno ha hecho estimaciones por su cuenta del peligro y ha respondido del mismo modo. Así, la "Fortaleza británica" se ha tomado lo suficientemente en serio el apocalipsis gripal como para acumular millones de dosis de antivirales, mientras que los italianos ni siquiera se han molestado en encargar suficientes sacos para cadáveres, por no hablar de Tamiflu.

    Por lo demás, los gobiernos europeos están trabajando con propósitos encontrados: compiten entre sí en la demanda de una oferta escasa de antivirales y raciocinan sobre si los pollos es mejor tenerlos de puertas adentro o de puertas afuera. Lo más importante: la Unión Europea todavía no se ha enfrentado al hecho de que en su territorio alberga toda la producción de Tamiflu, así como el grueso de la capacidad mundial de producción de vacunas contra la gripe.

    Es verdad que la vigilancia de las aves de corral es importante; pero lo que resulta verdaderamente decisivo es el papel de las enormes corporaciones farmacéuticas europeas, o afincadas en Europa. Cuando, en una reunión de la OMS a comienzos de este año, Tailandia y Sudáfrica plantearon la cuestión de la producción de un genérico del Tamiflu (oseltamivir) para el Tercer Mundo, Francia y los EEUU juntaron fuerzas para aplastar ese desafío al actual monopolio de Rocher sobre el fármaco. 

    Análogamente, cuando visité el Programa para la Gripe de la OMS en Ginebra el pasado agosto, se me dijo que la OMS había abandonado por el momento toda esperanza en una "vacuna mundial" para combatir la gripe aviar, en buena medida porque no creían en la disposición de la Unión Europea a tomar los compromisos necesarios para movilizar plenamente sus líneas de producción de vacunas o de adversarios GM (modificación genética) que permitieran el uso de una "ingeniería genética inversa" (la tecnología que hizo posible la recreación del virus de 1918).

    No deberían los europeos solazarse mucho en la situación todavía más terrible de los EEUU, en donde el Estado de la "Seguridad de la Patria" de Bush, luego de derrochar miles de millones de dólares en prevenir imaginarias amenazas bioterroristas y en una prioridad absoluta para la salud pública como es la llamada "educación en la abstinencia", ha fracasado en la acumulación de antivirales no menos que en la reconstrucción de la capacidad de producción de vacunas. Ahora es de esperar que los americanos, sobre todo si son pobres y negros, sean una vez más abandonados por Washington a su suerte náufraga.

    Pero Europa –al menos la Europa que desean los socialistas y los verdes— aspira declaradamente a ser un modelo de civilización diferente del tipo de salvajismo neoliberal y descuido negligente que hemos visto recientemente en las calles de Bagdad y Nueva Orleáns. En el contexto de la amenaza de la gripe aviar, eso implica la responsabilidad moral de movilizar las extraordinarias capacidades farmacéuticas y científicas de la Unión Europea en socorro de la humanidad toda.

    La migración más peligrosa del H5N1 en las últimas semanas no es su estancia en el Mar Negro, sino su inexorable movimiento hacia las megaciudades de África y del Sur de Asia. Tendríamos que estar superlativamente preocupados por la inminente convergencia explosiva de la pobreza urbana y la gripe aviar.

    Aun si la Unión Europea emprendiera una acción colectiva –como debe hacer, y con máxima urgencia—, no serviría de mucho si una pandemia del tipo de la de 1918 hiciera erupción en las villas miseria de Kinshasa o de Mumbai. Todos los pollos europeos podrían dormir a salvo en las jaulas de las factorías del continente, pero si la semilla del diablo del H5N1 llegara a arraigar en la humanidad devastada por el virus del SIDA del África subsahariana, no tardaría en tomar el primer avión para Roma, Londres o Nueva York.

    Ni el nacionalismo epidemiológico estilo fortaleza, ni la idiota reverencia a los beneficios de los gigantes farmacéuticos (Roche, en particular) deberían prevalecer sobre el principio de la solidaridad humana frente a la(s) plaga(s) venidera(s). Nuestra común supervivencia exige una adecuada línea vital de vacunas, de antivirales y de antibióticos como un derecho humano. Que centenares de millones de pobres no tengan actualmente ni siquiera acceso a agua potable o a aspirinas es causa de vergüenza, pero no es excusa para abandonar los esfuerzos en favor de la creación, lo antes posible, de una vacuna mundial contra la gripe.

Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss

Mike Davis es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. Otros artículos de Mike Davis publicados en sinpermiso.info estrechamente relacionados con éste son: Capitalismo contra ecología: la combinación mortal de pobreza urbana y peligros naturales (publicado el 26 09 05);   ¿Se nos ha acabado el tiempo? La pandemia de la gripe aviar asiática llama a la puerta (publicado el 19 08 05); y finalmente, El monstruo en la puerta (publicado el 17 06 05).

Fuente:
www.sinpermiso.info, 16 octubre 2005

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