Cuando los derechos humanos son un pretexto para las intervenciones militares imperialistas

Daniel Raventós

19/10/2008

El físico de la Universidad de Lovaina y activista belga Jean Bricmont, miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso (1), ha escrito un libro que hace pocas semanas se ha editado en castellano: Imperialismo humanitario. El uso de los Derechos Humanos para vender la guerra (2). Se trata de un libro que, por lo pronto, tiene dos virtudes: aporta una información muy pormenorizada y polemiza de forma convincente con algunas posiciones mantenidas por algunos sectores de los movimientos pacifistas.

Con este libro, Bricmont pretende aportar “una modesta  contribución a la reconstrucción de la izquierda”. Por izquierda, dice el autor, debe entenderse un triple combate que se ha dado históricamente: a) por el control social de la producción, b) por la paz y contra el imperialismo, y finalmente c) por la defensa de la democracia, de los derechos del individuo, de la igualdad de género, de las minorías y del medio ambiente. Añade una precisión importante. La “vieja izquierda” (que llega, según el autor, hasta mediados de los 60 del siglo XX) estaba muy centrada en los dos primeros aspectos, despreciando al tercero, mientras que la “nueva izquierda” se centra en el tercero olvidando buena parte de los dos primeros.

Ante el gran intervencionismo militar de EEUU y sus aliados, lo que Bricmont llama “nueva izquierda” ha oscilado entre el “imperialismo humanitario” y el “relativismo cultural”. La primera posición defendería que nuestros valores universales “nos dan el derecho y hasta nos obligan a intervenir en cualquier lugar y que cuestiona poco o nada las guerras imperialistas”. Gran parte del libro está dedicada a combatir esta primera posición. De ahí el título. La segunda posición, en cambio, si bien en general es contraria a la guerra, considera que “no hay tal cosa como una postura moral con valor universal, en cuyo nombre se pueda juzgar objetivamente a otras sociedades y culturas (o la nuestra)”. Pues bien, lo que pretende con este libro Bricmont es la defensa de una tercera posición: el rechazo al intervencionismo “al mismo tiempo que acepta como deseables los objetivos que éste procura alcanzar.” De forma explícita el autor afirma: “[L]as críticas aquí contenidas a la utilización ideológica de los derechos humanos de ningún modo cuestionan la legitimidad de las aspiraciones contenidas en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.” Dicho con otras palabras, el rechazo de determinadas prácticas en algunos países, no debe conllevar la defensa de las intervenciones militares porque la suma de daños es mucho mayor que los beneficios que se consiguen.

La edición castellana de este libro incluye un largo, más de 40 páginas, y jugoso prólogo de Noam Chomsky, por quien Jean Bricmont siente una confesada consideración. En un artículo muy reciente (3) en el Irish Times del lingüista del MIT podemos leer: “Por espectacular contraste, en la fase neoliberal que siguió al desplome del sistema de Bretton Woods en los años 70, el Tesoro estadounidense contempla ahora la libre movilidad de los capitales como un ‘derecho fundamental’, a diferencia, ni que decir tiene, de los pretendidos ‘derechos’ garantizados por la Declaración Universal de Derechos Humanos: derecho a la salud, a la educación, al empleo decente, a la seguridad, y otros derechos que las administraciones de Reagan y Bush han displicentemente considerado como ‘cartas a Santa Claus’, ‘ridículos’ o meros ‘mitos’.” Esta alusión que hace Chomsky a la carta a Santa Claus se refiere exactamente a las palabras empleadas por Jeane Kirkpatrick, cuando era embajadora de la administración Reagan en la ONU, en una conferencia sobre derechos humanos realizada en el Kenyon College, la más vieja institución universitaria privada de Ohio, el 4 de abril de 1981. Bricmont dedica un buen número de páginas a esta cuestión, es decir, a las distintas prioridades que EEUU y sus aliados conceden según qué tipo de derechos se trate. Los derechos individuales y políticos están en la Declaración de 1948. Pero también están los derechos económicos y sociales. A Kirkpatrick estos últimos le merecieron aquel despreciativo comentario. Bricmont plantea al respecto la siguiente pregunta: “qué dirían nuestra prensa y nuestros intelectuales si algún dirigente del Tercer Mundo describiese los derechos individuales y políticos como ‘una carta a Santa Claus’.”

Un capítulo entero de Imperialismo humanitario lleva por título “Los argumentos débiles y fuertes en la oposición a la guerra”. El autor pone como argumentos fuertes: la defensa del derecho internacional y la perspectiva antiimperialista. Este segundo argumento es ejemplificado por un supuesto: “¿qué sucedería si un país pusiera en práctica las ideas de los movimientos ‘altermundialistas’ o ‘por la justicia global’?” (es decir, el repudio a la deuda externa, la reapropiación de los recursos naturales, impuestos fuertes a los beneficios empresariales, construcción de servicios públicos, o incluso la moderadísima Tasa Tobin…). La reacción de EEUU, según Bricmont, no sería muy diferente a la que se tuvo contra Allende, Lumumba, Arbenz y tantos otros. Reacción que incluiría: sabotaje económico, escalada de la subversión interna (y la represión de este hipotético gobierno sobre los grupos sociales, políticos y religiosos que a esta tarea se prestaran, sería inmediatamente denunciada como una violación de los derechos humanos), la posibilidad de un golpe militar y, si todo eso aún no fuera suficiente, la intervención armada directa de los EEUU. Es decir, “una nueva Bahía de los Cochinos, un nuevo Vietnam o nuevas Contras.” Algún país latinoamericano, Venezuela destacadamente nos recuerda el autor, está pasando actualmente por alguna de estas fases. Hace algunos años, en 1984, la CIA publicó un manual (llamado curiosamente “Operaciones Psicológicas”) que estaba destinado a los “luchadores por la libertad”, pues así era como el presidente de EEUU Ronald Reagan consideraba a la Contra. Las instrucciones que se recomendaban en este manual eran del siguiente tenor: “secuestrar a todos los funcionarios o agentes del gobierno sandinista”, “denunciar a la policía a un sujeto que se resiste a unirse a la guerrilla… mediante una carta que contenga falsas acusaciones de ciudadanos no implicados en el movimiento”, “se contratará a criminales profesionales para llevar a cabo ‘tareas’ específicamente seleccionadas”… Concluye Bricmont este apartado del antiimperialismo como argumento fuerte de oposición a la guerra: “[E]l movimiento altermundista no puede renunciar a adoptar una firme postura antiintervencionista y antiimperialista”.

El próximo 10 de diciembre se cumplirá el 60 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos. Centenares y miles de actos de todo tipo se están haciendo y se harán para conmemorar este aniversario. Si bien hay (y habrá) honrosísimas excepciones, muchos de los actos que se han hecho (y que se harán) son poco más que un festival, en la forma, y un bla bla, en el contenido. Este libro de Jean Bricmont es un buen ejercicio de reflexión que poco tiene que ver con gran parte de este festival conmemorativo.

NOTAS:
(1) Coautor con el físico estadounidense Alan Sokal de Imposturas intelectuales (Paidós, 1999), un demoledor alegato contra el postmodernismo y la izquierda académica relativista. Puede leerse una larga entrevista con Bricmont en el número 3 de Sin Permiso.
(2) Ed. El Viejo Topo, 2008.
(3) Traducido al castellano y publicado por Sin Permiso con el título de “La cara antidemocrática del capitalismo, al descubierto”.

Daniel Raventós es miembro del Comité de Redacción de SINPERMISO. Su último libro es Las condiciones materiales de la libertad (Ed. El Viejo Topo, 2007).

Fuente:
www.sinpermiso.info, 19 de octubre de 2008

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