Carlos Suárez dialoga con Sam Farber sobre las elecciones en EEUU

Samuel Farber

Carlos Abel Suárez

16/11/2008

 

Durante su visita a Buenos Aires, Samuel Farber fue entrevistado por Carlos Abel Suárez en el programa radiofónico La memoria del puente.  Nacido y criado en Cuba,  el reconocido intelectual socialista norteamericano pasó revista a las luchas sociales y sindicales del último medio siglo en Estados Unidos. “Cuando llegué en 1958 a la Universidad de Chicago, el único trabajo para los negros y las negras era el de fregar suelos. Por aquel entonces, solamente en las oficinas del gobierno Federal, donde era menor la discriminación, podían acceder a otros trabajos”, recordó. Transcribimos un fragmento del extenso diálogo.

Bienvenido, profesor Farber. ¿Sorprendido por el triunfo de Barack Oabama?

De alguna manera es un resultado sorprendente y sin antecedentes. Es el primer presidente de origen  afroamericano. Y además, Obama tuvo un ascenso meteórico. Ha estado sólo dos años en el Senado, electo en el 2006. Antes había sido un miembro de la Legislatura del Estado de Illinois. Y cuando se postuló por primera vez por Illinois, fue derrotado por Bobby Rush, un veterano de los Panteras Negras de los años 60.

Dicen que el grado de participación popular en esta campaña fue muy grande, ¿coincide con esa evaluación?

Una participación inusitada y muy eficazmente organizada. Y especialmente hay que hacer notar la participación de la juventud. Aunque el voto joven no fue muy diferente, en relación a elecciones anteriores, ha sido notable la participación de la juventud en la campaña. Obama tuvo mucho éxito en movilizar a la juventud.  A través de Internet se logró que los jóvenes se presentaran en las oficinas de Obama y participaran en una buena cantidad de tareas. Una participación de gente joven de todas las razas, blancos negros y latinos. Al mismo tiempo, y dicho francamente, me preocupa, desde un punto de vista democrático, el inmenso costo crematístico de esta campaña. De ambas partes. Se ha informado de que Barack Obama gastó más de 600 millones de dólares, desde las primarias hasta las elecciones del pasado 4 de noviembre, y aunque ese fondo se acumuló a partir de pequeñas contribuciones, no cabe duda que una gran cantidad fue recaudada a los grandes capitales. Incluso de firmas como Goldman Sachs de Wall Street, y eso tiene consecuencia políticas.

Pero dicen que los pequeños aportes fueron algo inédito…

Hay pequeños aportes, sin duda alguna; casi la mitad fueron de menos de 200, que en términos norteamericanos no es mucho dinero.  En el sistema electoral norteamericano hay una limitación en lo que un individuo puede contribuir.  Hasta 2.300 para las primarias, e igual suma  para la elección general. Pero ¿qué sucede?  En las grandes corporaciones como General Motors, por dar un ejemplo, se hace lo que se llama un Comité de Acción Política (PAC por sus siglas en ingles), donde 300 o 400 grandes ejecutivos ponen 2.300 dólares cada uno. Hay una cantidad muy grande que se recauda por esta vía.

Mirando la cobertura de la campaña por una de las cadenas de TV norteamericanas, cuando le preguntaron a un dirigente demócrata negro sobre sí podría o no reunir el dinero que se necesitaba para la campaña, afirmó que “la plata es importante, pero la política es siempre territorial, se gana hombre a hombre”.  ¿Esta campaña no matiza aquello que se ha dicho sobre la videopolítica o el papel de los medios en las elecciones?

Lo que se constató es que hay un componente mediático muy alto, que es lo que más cuesta.  La última semana Obama contrató media hora en las grandes cadenas de TV, a un costo de millones y millones de dólares. En EEUU no existen, como en otros sistemas electorales, los radiofónicos y televisivos gratuitos a disposición de los candidatos. Entonces una buena parte del dinero se va en estos gastos mediáticos tan increíbles. Al mismo tiempo, había lo que se llama una operación de campo enorme. Barack Obama aprovechó muy bien su experiencia de  organizador comunitario. Fue una campaña que se ganó el respeto hasta de sus contrincantes, por lo notablemente bien organizada. Pero, aun así,  yo creo que debe preocupar – ahí pondría el énfasis— la inmensa cantidad de dinero que ahora es necesaria, no solamente para postularse a nivel presidencial,  sino a nivel local.  Ello ha aumentado geométricamente, porque pese a que la contribución es individual se depende del aporte de los grandes capitales y eso trae un efecto de jaula financiera para los políticos. Y en el caso de Obama, pese a sus orígenes en la izquierda liberal, su campaña fue profundamente conservadora.

¿Es concebible que esta derrota de Bush y el triunfo de Obama, frutos del contexto de esta crisis económica, pudieran llevar al resurgimiento de movimientos sociales como aquellos de los años 60 y 70?

Creo que se puede esperar que si Obama instrumenta la política de sacar tropas de Irak y ponerlas en Afganistán, como lo ha dicho, podría crear condiciones para un revitalizado movimiento contra la guerra, como el que existió en 2003 y que, después, por una serie de razones, declinó. También es concebible esperar un resurgir de los sindicatos. Pero hay que advertir que, aun con las mejoras intenciones, Obama no tendrá en el Senado la mayoría necesaria para modificar la legislación laboral. En Estados Unidos un senador puede poner un obstáculo a una determinada legislación y solamente puede seguir tramitándose legislativamente, si 60 senadores, es decir casi las dos terceras partes, registran su objeción a esta parálisis. De otra manera, este senador logra imponer su voluntad de uno contra el resto. Eso le puede venir a Obama muy bien para no agitar mucho la reforma laboral. Bajo la presente legislación laboral la resistencia es muy difícil para los sindicatos. Estamos en una situación donde el movimiento sindical ha sido muy debilitado, en el sector privado la sindicalización es inferior al 10 por ciento.

¿Fue ése un objetivo primordial de las políticas conservadoras de estas últimas décadas?

Desde luego. Desde que Reagan aplastó la huelga de los controladores aéreos, se ha ido de derrota en derrota. Tenemos una situación muy mala ahora en el sector automovilístico, que fue el sector sindicalmente más robustamente organizado y en el que, por lo mismo, las condiciones de trabajo y los salarios, en términos relativos, eran bastante buenas; la fuerza del mundo laboral se ha reducido significativamente en ese sector, y los nuevos trabajadores ingresan como contratados, en condiciones más precarias, y a veces ganando una fracción de lo que ganan los más viejos. Una condición dual. Una destrucción de la solidaridad obrera dentro del sindicato automotriz.  Si este es el caso en esta industria, podemos imaginarnos lo ocurre en otras.  Lo mismo pasó con los sindicatos de las aerolíneas, que también era de los más fuertes en Estados Unidos; están muy golpeados. También los periodistas, los frigoríficos uno de los más progresistas en integración racial en Chicago; todos muy debilitados. Y así podemos hacer una larga historia de derrotas en los últimos treinta años.

¿Y paralelamente, cayó el salario real?

Si. Excepto un pequeño boom al final de los años 90.

¿Cuando Clinton?

Él se atribuye eso como una victoria de su gobierno, pero en realidad tuvo que ver con un pequeño boom, un alza en la Bolsa, aquella especulación con valores de alta tecnología. Pero aparte de eso, de los 70 para acá ha sido una larga historia de retroceso del salario real. Y obviamente, la desigualdad creció muchísimo en los Estados Unidos. Para mantener el nivel de vida a la que el trabajador norteamericano se había acostumbrado, tuvieron que incorporarse las mujeres a la fuerza laboral, y hubo que trabajar más y más, y con horas extras.

¿Hay confianza en que con Obama puedan mejorar su situación los más pobres, los endeudados, los hipotecados?

Aquí hay que diferenciar entre la actitud de la minoría de izquierda y socialista, en donde hay pocas expectativas, y las que sí existen en la comunidad negra, latina, y entre los trabajadores blancos. Creo que, en determinadas condiciones, las expectativas pueden llevan a la movilización, y en otras, a la desmoralización. No sabemos de antemano si vamos por un cauce o por el otro. Esperemos que sea por el de la movilización. Yo, personalmente, jcomo otros radicales y socialistas norteamericanos, habiendo sido testigo de la naturaleza tan conservadora de la campaña de Obama, tengo pocas esperanzas.  Eso no quiere decir que la gente no se movilice, dadas las expectativas que el triunfo de Obama ha creado, y eso sería positivo. Vamos a ver qué sucede.

En algunos temas, Hilary Clinton fue más radical, como en su propuesta para la salud, ¿no?

Planteaba cosas más avanzadas, pero hay que decir que ni Hilary ni Obama planteaban lo que propone el sindicato de enfermeras de California, uno de los más prometedores y progresistas de EE.UU.: un seguro de salud como el de Canadá. Donde se elimina el seguro privado y se logra un sistema más universal, eficiente y más barato. El costo del sistema de salud en Norteamérica es muy alto y una gran cantidad resulta de los gastos administrativos. La medicina preventiva en Estados Unidas es un desastre.

¿Los latinos esperan un cambio?

Espero que la comunidad latina le pase la factura lo antes posible a Obama. Porque siempre existe el peligro de que Obama, como afroamericano que es, se convierta en la cara de la austeridad. Hace dos años, la comunidad latina realizó una movilización sin precedentes contra la criminalización de los inmigrantes. Se consiguió frenar el proyecto de ley. Pero ahora lo están haciendo, no por vía legislativa, sino administrativa. Y antes de deportarlos, los mandan a prisión por falsificación de documentos. Y están construyendo el muro bajo una legislación antidemocrática.  Para parar las redadas de los latinos, de los indocumentados, Obama no necesita una legislación; es una decisión administrativa. Y puede ahorrar mucha plata. En el campo de la inmigración, Obama podría tener la suficiente imaginación política como para ordenar el fin de las redadas. También en el inmediato cierre de Guantánamo. Ni siquiera tiene que anunciarlo; hay que dar una orden.

Y con respecto a Cuba, ¿qué puede pasar con Obama?

En general, en su política exterior, no tengo un buen pronóstico.  Con respecto a Irán, a los Palestinos y a Israel, todo lo que ha dicho es muy preocupante. Lo mismo en el caso de Georgia. Sin embargo, en relación con Cuba, creo que ahí puede haber cambios. Por ejemplo, eliminar las restricciones existentes que Bush (hijo) estableció con respecto a las remesas y a las visitas. Llevar la política con Cuba a la situación previa a Bush, cuando Clinton. Además es interesante  seguir las iniciativas que van a proponerse en el Congreso norteamericano. La legislación, impulsada  tanto por republicanos como por demócratas, responde al interés de los industriales y comerciantes del Medio Oeste y del Oeste, que han realizado negocios muy substanciosos con Cuba, pero en condiciones muy onerosas, porque Cuba puede comprar comida en EE.UU., pero tiene que pagar en efectivo. No creo que, de ser aprobada esa legislación, Obama se atreviera a vetarla. 

Samuel Farber nació y se crió en Cuba. Su libro más reciente es The Origins of the Cuban Revolution Reconsidered [Una revisión de los orígenes de la revolución cubana] (University of North California Press). Colabora regularmente con Foreign Policy in Focus. De Farber puede leerse en castellano, en el número 3 de SinPermiso (en papel), una larga reseña del libro de entrevistas de Ignacio Ramonet a Fidel Castro. En SP electrónico, puede verse su interesante debate con Saul Landau, a propósito de Cuba (para verlo pulse AQUÍ). Carlos Abel Suárez es miembro de la redacción de SINPERMISO.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 15 noviembre 2008
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