Balance del Foro de Bélem y de otro mundo posible

Emir Sader

08/02/2009

Los que piensan que el fin del Foro Social Mundial es el intercambio de experiencias deben estar contentos. Para los que llegaron a Belém angustiados con la necesidad de respuestas urgentes a los grandes problemas que el mundo enfrenta, quedó la frustración, el sentimiento de que la forma actual del FSM está agotada, que si el FSM no se quiere diluir en la intrascendencia, tiene que cambiar de forma y pasar la dirección para los movimientos sociales.

Un balance del FSM de Belém no debe ser hecho en función de sí mismo. Él no nació como un fin en sí mismo, sino como un instrumento de lucha para la construcción de ese “otro mundo posible”. En este sentido, ¿cuál es el balance que puede ser hecho del FSM de Belém, desde el punto de vista de la construcción de ese “otro mundo”, que no es otro sino el de la superación del neoliberalismo, de un mundo posneoliberal?

Dos fotos son significativas de los dilemas del FSM: una, la de los cinco presidentes que comparecieron en el FSM – Evo, Rafael Correa, Hugo Chávez, Lugo y Lula – con las manos en alto; la otra, la fría y burocrática de los representantes de las ONGs brasileñas en la entrevista donde anuncian el FSM. En la primera, gobiernos que, en distintos niveles, ponen en práctica políticas que identificaron, desde su nacimiento, al FSM: Alba, Banco del Sur, la prioridad de políticas sociales, la regulación de la circulación del capital financiero, la Operación Milagro, las campañas que terminaron con el analfabetismo en Venezuela y en Bolivia, la formación de las primeras generaciones de médicos pobres en el continente, por las Escuelas Latinoamericanas de Medicina, Unasul, el Consejo Sudamericano de Seguridad, el gasoducto continental, Telesur, entre otras. La nueva cara y victoriosa del FSM, la de los avances en la construcción del pos neoliberalismo en América Latina.

En la otra, ONGs, entidades cuya naturaleza es fuertemente cuestionada, por su carácter ambiguo de “no gubernamentales”, por el carácter no siempre transparente de sus financiamientos, de sus “asociaciones”, de los mecanismos de ingreso y de selección de sus dirigentes, al punto que, en países como Bolivia y Venezuela, entre otros, las ONGs se agrupan mayoritariamente en la oposición de derecha a los gobiernos. Su propia actuación, en el espacio que definen como “sociedad civil”, sólo aumenta esas ambigüedades. Entidades que tuvieron un papel importante al inicio del FSM, pero que monopolizaron su dirección, constituyéndose, de manera totalmente no democrática, como mayoría en el Secretariado original, dejando a los movimientos sociales, ampliamente representativos, como la CUT y el MST, en minoría.

A partir del momento en que la lucha antineoliberal pasó de su fase defensiva a la disputa por la hegemonía y construcción de alternativas de gobierno, el FSM  se enfrentó al desafío de mantenerse aún bajo la dirección de la ONGs o pasar finalmente el protagonismo a los movimientos sociales.  En el FSM de Belém tuvimos la primera alternativa, en el momento de aquella fría y burocrática entrevista colectiva de las ONGs. Y, como contrapartida, tuvimos su formidable cara real, con los pueblos indígenas y el Foro Pan Amazónico, con los movimientos campesinos y Vía Campesina, con los sindicatos y el mundo del Trabajo, con los movimientos feministas y la Marcha Mundial de las Mujeres, los movimientos negros, los movimientos de estudiantes, los jóvenes – con estos confirmando que son la gran mayoría de los protagonistas del FSM.

El FSM transcurrió entre los dos, entre la riqueza, la diversidad y la libertad de sus espacios de debate y las pautas de las ONGs, reflejadas en la atomización absoluta de los temas, en la inexistencia de prioridades – tierra, agua, energía, regulación del capital financiero, guerra y paz, papel del Estado, democratización de los medios, por ejemplo. La pregunta: lo que el FSM tiene que decir y proponer  como alternativas ante la crisis económica global y ante los epicentros de guerra – Palestina, Irak, Afganistán, Colombia – ¿qué propuestas de construcción de un modelo superador del neoliberalismo y de alternativas políticas y de paz para los conflictos?  La respuesta es un gran silencio. Hubo varias mesas sobre la crisis, ni siquiera articuladas entre sí.  Las actividades, “autogestionadas”, significan que los que tienen los recursos – ONGs normalmente,  entre ellas– consiguen programar sus actividades, mientras que los movimientos sociales se ven imposibilitados de realizar, en la dimensión que podrían hacerlo, para proyectarse definitivamente como los protagonistas fundamentales del FSM.

Para los que piensan que el fin del Foro Social Mundial es el intercambio de experiencias deben estar contentos. Para los que llegaron angustiados con la necesidad de respuestas urgentes a los grandes problemas que el mundo enfrenta, quedó la frustración, el sentimiento de que la forma actual del FSM está agotada, que si el FSM no se quiere diluir en la intrascendencia, tiene que cambiar de forma y pasar la dirección para los movimientos sociales.

Sorprendente la cantidad y la diversidad de origen de los participantes, notables las participaciones de los movimientos indígenas y de los jóvenes en particular; el momento más importante de FSM la presencia del los presidentes – cuyas políticas deberían haber sido objeto de exposición y debate con los movimientos sociales de manera mucho más amplia y profunda. Triste que todo ese caudal no fuese oído, ni siquiera por Internet; con respecto del FSM, las dos formas de funcionamiento, de su continuidad – otro síntoma de envilecimiento de las conducciones burocráticas dadas al FSM. En el día siguiente de finalizar el FSM, se reunió en Consejo Internacional, de manera fría y desconectada de lo que fue efectivamente el FSM, en que cada uno – sea una ONGs desconocida o un importante movimiento social – tenía derecho a dos minutos para intervenir.

El “Otro mundo posible” está bien, gracias. Enfrenta enormes desafíos ante los efectos de la crisis, gestada en el centro del capitalismo y para la cual se defienden bastante mejor los países que participan de los procesos de integración regional de los que firmaron los Tratados de Libre Comercio. Enfrentan la hegemonía del capital financiero, la reorganización de la derecha en la región, que tiene en el monopolio de los medios privados a su dirección política e ideológica. Pero avanza y debe extenderse, siempre  en América Latina, en el Salvador, con la probable victoria de Mauricio Funes, candidato favorito, del Frente Farabundo Martí a la presidencia, el 15 de marzo próximo.

Ya no se puede decir lo mismo del FSM, que parece girar en falso, no colocarse a la altura de la construcción de alternativas con que se enfrentan los gobiernos latinoamericanos y la lucha de otras fuerzas para pasar de la resistencia a la disputa hegemónica. Para eso las ONGs y sus representantes tienen, definitivamente, que tener un papel menos protagónico en el FSM, dejando que los movimientos sociales den la tónica.  Que nunca más existan conferencias como aquella de Belém. Que nunca más ONGs se pronuncien en nombre del FSM, que los movimientos sociales -– se trata de un Foro Social Mundial – asuman la dirección formal y real del FSM, para que la lucha antineoliberal trille los caminos de la lucha efectiva por “otro mundo posible”, donde América Latina es la cuna privilegiada.

Emir Sader es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO

Fuente:
Carta Maior, 6 febrero 2009

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