Liturgia y estrategia: y sin embargo, se mueve

José Luis Fiori

22/03/2009

“Puede que el asunto que vaya a ser más discutido entre los dos países no sea la energía, ni el medio ambiente, ni la seguridad, sino la custodia de un niño de ocho años”.-  Washington Post, 13-3-2009.

La reunión de los presidentes Obama y Lula, en la hora de la siesta de un sábado de invierno, en la Avenida Pensilvania 1600 de Washington, fue una ceremonia litúrgica, con temas aleatorios, propuestas inocuas y representaciones simbólicas. Como en el caso de las dos reuniones anteriores con los primeros ministros Tarso Aso, del Japón, y Gordon Brown, de Gran Bretaña, ocasión en que fueron confirmadas las viejas alianzas preferenciales o imperiales de los Estados Unidos, en Asia, Europa y América Latina. No hay ninguna sorpresa o novedad en este asunto: el Brasil, por ejemplo, después de la reunión, mantuvo la misma posición que ya tenía desde la administración de Truman hasta los gobiernos de Clinton y Bush. Las próximas reuniones serán más difíciles, a causa de la radicalización fundamentalista del Estado de Israel, el enfriamiento de las relaciones con Arabia Saudita y el desmantelamiento del poder en Paquistán. Sea como fuere, la elección de los invitados y el orden de las reuniones, será siempre un gesto simbólico y una decisión exclusiva del gobierno norteamericano. Pero esto no condena a los invitados al inmovilismo, porque fuera de la Casa Blanca, el mundo sigue girando y cambiando de forma cada vez más sorprendente. En la misma semana de la reunión brasileña, el encuentro del G20, en Gran Bretaña, consagró el fin del orden económico conservador instaurado por las reformas liberales de la década de 1980. Y la victoria electoral del candidato presidencial del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones presidenciales en El Salvador, consagró el fin de una era geopolítica que comenzó en América Central con la intervención del gobierno norteamericano en Nicaragua, Honduras y El Salvador; ahora gobernados por las fuerzas políticas que fueron derrotadas durante la “segunda guerra fría” de la administración Reagan, en la misma década de los ´80.

La historia de las relaciones de los Estados Unidos con América Latina es bien conocida. Aunque es muy importante recordar que nunca existió dentro del continente latinoamericano una disputa hegemónica entre sus propios Estados nacionales. Después de su Independencia, América Latina estuvo bajo tutela anglosajona: de la Gran Bretaña hasta fines del siglo XIX, y de los Estados Unidos hasta comienzos del siglo XXI. En estos dos siglos de vida independiente, las luchas políticas y territoriales de América Latina no alcanzaron la intensidad, ni tuvieron los mismos efectos que en Europa, luego del siglo XVI. Y tampoco se formó en el continente un sistema integrado y competitivo de Estados y economías nacionales, como ocurrirá en Asia, después de su descolonización. Por eso los Estados latinoamericanos quedaron al margen de las grandes disputas geopolíticas del sistema mundial, y, desde el punto de vista económico, siempre funcionaron como territorios de experimentación de las estrategias económicas internacionales del “imperialismo de libre comercio” encabezado por los países anglosajones. Después de la Segunda Guerra Mundial, y durante la Guerra Fría, América Latina se alineó con los Estados Unidos, con la excepción de Cuba a partir de 1961. Pero eso no impidió las sucesivas intervenciones de los Estados Unidos en la vida política de los Estados de América Latina. Y de la misma forma, luego de la Guerra Fría, la mayoría de los gobiernos de la región se sumaron a las políticas y reformas neoliberales preconizadas por el gobierno norteamericano. Pero, a partir de 2001, este cuadro fue siendo alterado de forma progresiva por la fuerza del voto, con independencia de la política exterior norteamericana. Uno tras otro, todos los gobiernos progresistas que resultaban electos, del Norte al Sur del continente, fueron proponiendo una revisión de las relaciones y de la posición de América Latina dentro del espacio inmediato del poder global de los Estados Unidos.

Los nuevos gobiernos contaron – en un primer momento – con los vientos favorables del ciclo de crecimiento de la economía mundial hasta 2008, y ahora enfrentan en conjunto el efecto desarticulador de la crisis económica mundial. Y lo que se debe prever para el período de crisis es una presión económica y política cada vez mayor, desde fuera y dentro de la propia región. Ya no hay posibilidad de escapar de la presión económica y política mundial, y esto acelera la formación objetiva e incontrolable de un subsistema estatal en el continente latinoamericano, potenciando el poder interno y externo de sus Estados. Sin embargo, el futuro de las relaciones de América Latina con los Estados Unidos sigue siendo una incógnita y un desafío, que dependerá decisivamente de la conducción estratégica de la política exterior brasileña. El telón de fondo es conocido: después de la Guerra del Paraguay, Brasil se transformó en un Estado sin características expansivas, que jamás disputó la hegemonía latinoamericana con Gran Bretaña o con los Estados Unidos. Y durante todo el siglo XX su posición dentro del continente fue la de socio menor y auxiliar de la hegemonía continental norteamericana. En la década de los 70, el gobierno militar del general Geisel se propuso un proyecto de “potencia intermedia”, profundizando la estrategia económica desarrollista, rompiendo un acuerdo militar con los Estados Unidos, ampliando sus relaciones afro-asiáticas y firmando un acuerdo atómico con Alemania. La crisis económica y el fin del régimen militar desactivaron este proyecto que fue archivado en los 90, cuando Brasil se volvió a alinear con Estados Unidos y su propuesta de creación del ALCA. Después de 2002, la política exterior de Brasil cambió de rumbo y asumió una postura más acorde con los intereses y el liderazgo internacional del país. Pero, para perseverar de manera exitosa en esta dirección y expandir su poder internacional, Brasil tendrá que vencer pesadas resistencias internas y rehacer su estrategia económica. Más allá de eso, tendrá que sostener – por un largo período de tiempo – una estrategia internacional de “crecimiento y liberación”, cooperación y competencia, con los norteamericanos. Porque no hay que engañarse: en el medio plazo, la disputa estratégica del Brasil por la hegemonía regional chocará con los Estados Unidos, su principal “socio-tutor” durante todo el siglo XX y comienzos del XXI.

José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Traducción para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez

Fuente:
www.sinpermiso.info, 22 marzo 2009
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