¿Qué ha ocurrido exactamente en las elecciones presidenciales iraníes?

Esam Al-Amin

28/06/2009

“Los Estados Unidos tienen un largo historial de interferencias en los asuntos internos de Irán, especialmente cuando derrocaron el gobierno democráticamente elegido del primer ministro Mohammad Mossadegh en 1953. Este acto, que muchos estadounidenses desconocen, está muy presente en la conciencia de los iraníes desde su infancia. Es la principal causa de buena parte de su constante animadversión hacia los EE.UU. Hicieron falta 56 años para que un presidente norteamericano reconociese este acto ilegal: fue cuando Obama lo hizo a principios de mes en el Cairo.”

Desde que tuvieron lugar las elecciones presidenciales en Irán el 12 de junio han proliferado los “expertos” en Irán como las bacterias en una placa de Petri. Así que ahí va una pregunta para todos esos expertos instantáneos: ¿Qué país ha elegido a más presidentes que cualquier otro en el mundo desde 1980? Más aún, ¿qué nación es la única que ha celebrado diez elecciones presidenciales en treinta años desde su revolución?

La respuesta a ambas preguntas es, por supuesto, Irán. Desde 1980 ha elegido a seis presidentes, mientras que los EE.UU. ocupa el segundo lugar con cinco y Francia el tercero con tres. Además, los EE.UU. han celebrado cuatro elecciones presidenciales en comparación con las diez de Irán en sus diez años de revolución. 

Las elecciones iraníes han unido a la izquierda y la derecha en Occidente y desatado duras críticas y ataques desde los “indignados” políticos a los “indignantes” medios de comunicación. Incluso la blogoesfera se ha unido a esta batalla de manera casi homogénea, poniéndose de lado de la oposición iraní, lo que es bastante poco usual en el ciberespacio.

Muchos de los alegatos de fraude electoral son simplemente eso: acusaciones sin fundamento. Nadie ha sido capaz de proporcionar ni una sola prueba sólida de un fraude a gran escala que hubiese cosechado once millones de votos para un candidato por encima de su oponente.

Así que analicemos las pruebas disponibles hasta la fecha.

Se hicieron más de treinta encuestas pre-electorales en Irán desde que el presidente Mahmoud Ahmadineyad y su principal opositor, el antiguo primer ministro Mir Hossein Musavi, anunciaron sus candidaturas a principios de marzo de 2009. Las encuestas variaban ampliamente entre ambos rivales, pero si en algo coincidían en sus resultados es que Ahmadineyad seguiría en el cargo. Sin embargo, algunas de las organizaciones que patrocinaban estas encuestas, como la Iranian Labor News Agency y Tabnak, admiten abiertamente haber sido aliadas de Musavi, la oposición o el así llamado movimiento reformista. Sus cifras fueron claramente inclinadas en favor de Musavi, la oposición, y le dieron una irrealista ventaja del 30% en algunas encuestas. Si se excluye estas encuestas sesgadas, la ventaja de Ahmadineyad sobre Musavi se ampliaría hasta los 21 puntos. 

Por otra parte, sólo hubo una encuesta elaborada por una agencia de prensa occidental. Fue la comisionada conjuntamente por la BBC y ABC News, y realizada por una entidad independiente llamada el Centro para la Opinión Pública (CPO, por sus siglas inglesas) de la New America Foundation. El CPO tiene reputación de llevar a cabo encuestas de opinión rigurosas, no sólo en Irán, sino en todo el mundo musulmán, desde 2005. La encuesta, realizada unas pocas semanas antes de las elecciones, predecía una participación del 89%. Es más, mostraba que Ahmadineyad tenía una ventaja nacional en razón de dos a uno sobre Musavi.  

¿Acaso no se asemejan estas encuestas a los resultados finales? ¿Cuáles son las posibilidades de un fraude electoral a gran escala?

De acuerdo con los resultados oficiales, hubo 46'2 millones de votantes registrados en Irán. La participación fue masiva, como predijo el CPO. Casi 39'2 millones de iraníes participaron en los comicios, con una participación del 85%, y en los cuales 38'8 millones de papeletas fueron declaradas válidas (unas 400.000 papeletas correspondieron al voto en blanco). Oficialmente, el presidente Ahmadineyad recibió 24'5 millones de votos contra los 13'2 millones de votos de Musavi, o el 62'6 contra el 33'8% del total de votos respectivamente. De hecho, este resultado era prácticamente idéntico al de las elecciones de 2005, cuando Ahmadineyad recibió el 61'7% de los votos y el presidente Hashemi Rafsanjani el 35'9% en aquellas elecciones. El resto de votos fueron a parar a otras candidaturas minoritarias, como las de Mehdi Karroubi y Mohsen Rezaee.

Poco después de que los resultados fuesen anunciados los partidarios de Musavi y los expertos políticos occidentales gritaron tongo y acusaron al gobierno de fraude electoral. La acusación se basó en cuatro puntos. Primero: aunque el voto se había alargado durante varias horas debido a la alta participación, se alegó que los resultados aparecieron muy rápido después de que la votación se cerrase, cuando había más de 39 millones de papeletas para contar.

En segundo lugar, estos críticos insinuaron que los observadores actuaron partidariamente o que, en algunos ejemplos, la oposición no contó con sus propios observadores presentes durante el recuento. En tercer lugar, señalaron que era absurdo pensar que Musavi, que desciende de la región azerbayana en el noroeste de Irán, fuera derrotado fácilmente en su propia ciudad natal. Cuarto, el campo de Musavi denunció que algunos colegios electorales cerraron antes de tiempo y la gente hubo de volver a sus casas sin haber ejercido su derecho a voto.

Al día siguiente, Musavi y otros dos candidatos derrotados presentaron 646 quejas al Consejo de Guardianes, la entidad encargada de supervisar la integridad de las elecciones. El Consejo prometió llevar a cabo una investigación exhaustiva de todas las quejas. A la mañana siguiente, una copia de una carta de un funcionario del ministerio de interior enviada al Guía Supremo Alí Jamenei empezó a circular por todo el mundo. (Los políticos occidentales y los medios de comunicación gustan de llamarle “Líder Supremo”, pero no existe ningún título así en Irán.)

La carta afirmaba que Musavi había ganado los comicios, y que Ahmadineyad había quedado en realidad tercero. También aseguraba que las elecciones habían sido amañadas en favor de Ahmadineyad por órdenes de Jamenei. Con toda seguridad puede afirmarse que esta carta es una falsificación, pues ningún funcionario a ese nivel se dirigiría al ayatolá Jamenei. Robert Fisk, desde The Independent, ha llegado a la misma conclusión arrojando graves dudas de que Ahmadineyad pudiese haber quedado tercero -cosechando menos de 6 millones de votos en una elección tan importante como ésta- como se asegura en la carta falsificada.

Hubo un total de 45.713 urnas electorales en las ciudades, pueblos y aldeas de todo Irán. Con 39'2 millones de votos emitidos, hubo por lo tanto menos de 860 votos por urna. A diferencia de otros países donde los votantes pueden emitir su voto a varias candidaturas y por diferentes cuestiones en una misma jornada electoral, los votantes iraníes sólo tienen una opción a considerar: su candidato presidencial. ¿Por qué habría de llevarles más de una hora o dos contar 860 papeletas por colegio electoral? Tras el recuento, los resultados fueron enviados electrónicamente al Ministerio de Interior en Teherán.

Desde 1980, Irán ha sufrido una guerra mortífera de ocho años con Irak, un embargo y un boicoteo punitivos y una campaña de asesinatos de docenas de sus jueces, un presidente electo y un primer ministro a manos del grupo Mujahideen Khlaq Organization. (MKO es una organización nacional violenta, con sede en Francia, que busca derrocar al gobierno por la fuerza) [1] A pesar de todos estos desafíos, la República Islámica de Irán nunca ha fallado a una cita electoral durante tres décadas. Ha llevado a cabo más de treinta elecciones nacionales. Es más, se ha establecido una ordenada tradición electoral, muy similar a las circunscripciones electorales en los EE.UU. (election precincts) o en el Reino Unido (borough). Las elecciones en Irán están organizadas y vigiladas y las papeletas contadas por profesores y profesionales, incluyendo funcionarios y jubilados (de nuevo de modo muy similar a los EE.UU.).

No existe una tradición de fraude electoral en Irán. Piénsese lo que se quiera sobre el sistema de la República Islámica, pero sus jueces han impugnado a ministros y dificultado su acceso  (borked) [2] al cargo a varios presidentes, incluyendo al propio Ahmadineyad. Lo que no son es unos grises funcionarios de matasellos. De hecho, el antiguo presidente Mohammad Jatamí, considerado uno de los principales reformistas en Irán, fue elegido presidente por el pueblo cuando el Ministerio de Interior lo dirigían ultraconservadores. Ganó con más del 70% de los votos no sólo una vez, sino dos.

Cuando se habla de elecciones, el verdadero problema en Irán no es el fraude, sino el acceso de los candidatos a las mismas (un problema que no es exclusivo del país, sino pregúntenle a Ralph Nader o cualquier otro tercer partido en los EE.UU.). Es altamente improbable que haya habido una amplia conspiración que implique a decenas de miles de profesores, profesionales liberales y funcionarios en algo así y que, de algún modo, siga siendo algo totalmente oculto y alejado de los ojos de la opinión pública. 

Además, mientras Ahmadineyad pertenece a un partido político en activo que ya ha ganado varias elecciones desde 2003, Musavi es un candidato independiente que ha aparecido en la escena política desde solamente hace tres meses, después de un paréntesis de 20 años. Durante la campaña se vio claramente que Ahmadineyad tenía capacidad de llegar a toda la nación: hizo más de sesenta viajes por todo Irán en menos de doce semanas, mientras que su oponente sólo hizo campaña en las ciudades más grandes, y carecía de un aparato electoral sofisticado. 

Es verdad que Musavi tiene ascendente azerí. Pero la encuesta del CPO antes mencionada y publicada antes de las elecciones observa que su “investigación indica que sólo el 16% de los iraníes de etnia azerí votarán por Musavi. En cambio, el 31% de los azerís afirma que votará por Ahmadineyad.” Al final, según los resultados oficiales, la elección en aquella región fue mucho más reñida que en el cómputo nacional. De hecho, Musavi ganó por un estrecho margen en la provincia occidental azerbayana, pero perdió la región en favor de Ahmadineyad por un margen de un 45 a un 52% (o de 1'5 a 1'8 millones de votos). 

Sin embargo, el doble rasero aplicado por las agencias de noticias occidentales es asombroso. Richard Nixon derrotó aplastantemente a George McGovern en su estado nativo de Dakota del Sur en las elecciones de 1972. Si Al Gore hubiese ganado en su estado natal de Tennessee en el 2000, a nadie le habría importado el recuento de votos en Florida, ni hubiera existido un caso en el Tribunal Supremo llamado Bush contra Gore. Si el candidato vicepresidencial John Edwards hubiese ganado en los estados en que nació y fue criado (Carolina del Norte y Carolina del Sur), el presidente John Kerry ahora estaría en el cargo por su segundo mandato. Pero por alguna razón las salas de redacción de los medios occidentales en el Oriente Medio escogen a sus candidatos no por sus méritos, sino en razón a la “tribu” a la que pertenecen.

El hecho de que candidatos menores como Karroubi hayan cosechado menos votos de los esperados incluso en sus regiones natales, como denuncian los críticos, no se sale de lo común. Muchos votantes llegan a la conclusión de que no quieren desperdiciar sus votos cuando la contienda se percibe como entre dos grandes candidatos. Karroubi ha recibido muchos menos votos en esta ocasión de los que de hecho recibió en el 2005, incluyendo su ciudad natal. Del mismo modo que Ross Perot perdió su estado natal de Texas en favor de Bob Dole, nativo de Kansas, en 1996, mientras que en el 2004 Ralph Nader recibió una octava parte de los votos que había recibido cuatro años antes. 

Algunos observadores hacen notar que cuando se anunciaban los resultados oficiales el margen de votos entre los candidatos se mantenía durante el recuento. Esto no es, de nuevo, ningún misterio. Los expertos señalan que generalmente, cuando el 3 ó el 5% de los votos de una región dada han sido contados, hay un 95% de seguridad de que ese resultado será el definitivo. En cuanto al cierre de colegios electorales y la gente habiéndose de volver a sus casas, vale la pena mencionar que la jornada de voto se extendió cuatro veces para permitir a tanta gente como fuera posible que votase. Pero si incluso quien no votó hubiese votado por Musavi (algo virtualmente imposible), eso supondría unos 6'93 millones de votos adicionales, muchos menos de los 11 millones de votos de diferencia entre los dos principales candidatos.

Ahmadineyad no es ciertamente una figura simpática. Es un ideólogo, es provocador, y a veces se comporta imprudentemente. Pero caracterizar la lucha en Irán como una batalla entre fuerzas democráticas y un “dictador” es exhibir una ignorancia total de las dinámicas internas de Irán, o distorsionarlas deliberadamente. No hay ninguna duda de que existe un sector significativo de la sociedad iraní concentrado alrededor de las áreas metropolitanas y compuesto sobre todo de gente joven que anhela apasionadamente libertades sociales. Están comprensiblemente enojados porque su candidato se quedó muy por detrás de lo esperado. Pero sería un enorme error interpretar este desacuerdo nacional como un “levantamiento” contra la República Islámica, o un toque de atención para que la política exterior se acomode a Occidente a expensas del programa nuclear iraní o de sus intereses vitales.

Las naciones respetan a otras naciones sólo cuando respetan su soberanía. Si cualquier nación, por ejemplo, quisiera dictar las políticas económicas, sociales o de relaciones exteriores de los EE.UU., los norteamericanos se indignarían. Cuando la Francia del presidente Chirac se opuso a la aventura americana en Irak en el 2003, algunos congresistas estadounidenses rebautizaron su acompañante de comida rápida favorito, pasando de french fries ('patatas francesas') a 'freedom fries' ('patatas de la libertad'). Les hicieron saber a los franceses que no serían bienvenidos en los Estados Unidos.  

Los Estados Unidos tienen un largo historial de interferencias en los asuntos internos de Irán, especialmente cuando derrocaron el gobierno democráticamente elegido del primer ministro Mohammad Mossadegh en 1953. Este acto, que muchos estadounidenses desconocen, está muy presente en la conciencia de los iraníes desde su infancia. Es la principal causa de buena parte de su constante animadversión hacia los EE.UU. Hicieron falta 56 años para que un presidente norteamericano reconociese este acto ilegal: fue cuando Obama lo hizo a principios de mes en el Cairo. 

En consecuencia, sería un error colosal interferir nuevamente en los asuntos internos de Irán una vez más. El presidente Obama está actuando sabiamente dejando que los iraníes resuelvan por sí mismos esta cuestión. Atenerse a los intereses políticos de los republicanos o de los demócratas pro-israelís sería extremadamente peligroso y traería graves repercusiones. Una conducta irresponsable como ésa por parte del grueso de la clase política y los medios de comunicación parece ser nuevamente un flagrante intento por demonizar Irán y su actual gobierno para justificar así cualquier futuro ataque militar de Israel si Irán no da su brazo a torcer en sus ambiciones nucleares.

Las declaraciones del presidente Obama en El Cairo están siendo acertadamente recordadas. Respecto a Irán dijo: “reconozco que será difícil superar décadas de desconfianza mutua, pero procederemos con coraje, rectitud y determinación. Hay muchas cuestiones a debatir entre nuestros dos países, y deseamos dar un paso al frente sin las condiciones previas, sobre la base del respeto mutuo.”

Pero el primer signo de respeto es permitir a los iraníes solventar sus diferencias sin cualquier interferencia, encubierta o no.

NOTAS T.:

[1] Mujahideen Khlaq Organization (Organización de Combatientes del Pueblo de Irán): organización armada fundada en 1965 cuya ideología, continuadora de los escritos del Dr. Alí Shariati, mezcla islamismo y marxismo. Perseguida por el régimen de los ayatolás, trasladó su mando a París y, en 1987, también a Irak, recibiendo apoyo económico de Saddam Hussein hasta la caída del régimen baasista. [Wikipedia:  http://en.wikipedia.org/wiki/People%27s_Mujahedin_of_Iran]. [2] William Safire del New York Times atribuye la primera aparición del verbo "to bork" al Atlanta Journal-Constitution del 20 de agosto de 1987. Safire define “to bork” como “el modo en que los demócratas atacaron con fiereza al candidato de Ronald Reagan, el juez del Tribunal de Apelación Robert H. Bork, el año anterior”, de quien se elogiaba su aptitud técnica, pero se recelaba por ser políticamente sesgado. En marzo de 2002 el Oxford English Dictionary incluyó el verbo “to bork” para definir a quienes “se evita que sean nombrados para un cargo público que persiguen activamente.”

Esam Al-Amin es colaborador de Counterpunch.

Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero

Fuente:
Counterpunch, 22 junio 2009
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