Los fanáticos sionistas practican el vandalismo en París

Diana Johnstone

12/07/2009

Miles de libros empapados en aceite de cocina: ésa es la última proeza de los fanáticos sionistas que atacan con regularidad a personas y propiedades en París y después se dan a la fuga.

A primera hora de la tarde del 3 de julio, viernes, cinco hombres, la mayoría enmascarados, irrumpieron en la librería “Resistances” del tranquilo barrio residencial del distrito XVII al noroeste de París. Anunciaron a las asustadas dependientas y a los dos clientes que pertenecían a la Liga de Defensa Judía y acto seguido comenzaron a tirar los libros de las estanterías y volcar mesas, empapándolo todo generosamente con aceite de cocina, para luego destrozar cuatro ordenadores antes de abandonar rápidamente el local en un vehículo que esperaba a la puerta.  

La librería pertenece a Olivia Zemor y Nicolas Shashahani, líderes del muy militante CAPJPO-EuroPalestina (CAPJPO son las siglas de Coordination des Appels pour une Paix Juste au Proche Orient). Además de una amplia colección de libros sobre el Oriente Medio y otros temas, incluyendo ficción, la librería dispone de una sala de lectura y de una biblioteca, en ella se dan cursos de inglés y de árabe, y posee una modesta pero bien cuidada sala de conferencias donde los autores son invitados a hablar.

Dos años y medio antes, el 7 de diciembre de 2006, un grupo atacante parecido lanzó granadas de gas lacrimógeno al público que se estaba reuniendo para oír a la escritora israelí Tanya Reinhart y a su compañero, el poeta israelí Aharon Shabtai. En aquella ocasión, Shashahani hubo de recibir atención médica por los efectos del gas lacrimógeno, pero los daños materiales fueron pocos. Esta vez la tienda entera quedó patas arriba, con un sinfín de libros echados a perder, y los daños alcanzan las decenas de miles de euros, de acuerdo con Shashahani.

Pero, señala, ésta es tan sólo una de las “cientos de acciones violentas” que ha llevado a cabo la versión francesa de la prohibida en los EE.UU. Liga de Defensa Judía en los últimos años. No hay ninguna razón para esperar que se detengan mientras cuenten con la indulgencia de parte de las autoridades francesas y de los medios de comunicación. Del vandalismo en la librería “Resistances” informó la agencia de prensa francesa AFP, pero la nota de prensa aparentemente fue reproducida únicamente por el pequeño tabloide Le Parisien y no por los diarios de gran tirada, aún menos por la televisión. Normalmente, por lo común las únicas personas que informan sobre estos sucesos son los círculos políticamente activos que son objeto de su intimidación.  

La opinión pública permanece ignorante a estas agresiones, mientras es regularmente informada por la televisión de incluso actos relativamente menores de antisemitismo, algunos de ellos imaginarios (como el famoso caso, hace unos pocos años, de una joven que se inventó por completo una historia  en la que era víctima de un “asalto antisemita” a manos de negros en el tren de cercanías suburbano para conseguir atraer la atención de su familia, y consiguió la atención de todo el mundo en Francia hasta llegar al presidente de la República). Ocurren realmente “actos antisemitas”, pero la mayoría no están más organizados que los insultos en el patio de una escuela. Sin embargo, la publicidad que reciben sirven para mantener viva la noción de que la misma existencia de los judíos se encuentra bajo amenaza perpetua: la coartada fundamental utilizada por la Liga de Defensa Judía. La falsa afirmación de que “el gobierno francés no hace nada para proteger a los judíos” es utilizada como pretexto para una “autodefensa” agresiva. 

Como discípulos de Meir Kahane, la LDJ no sólo favorece la purificación de árabes de un Eretz Israel ampliado, sino que quiere traer la lucha contra los árabes y el “islamofascismo” a la Francia misma. El debate no va con ellos. Después de entrenarse en artes marciales israelíes, libran su combate físicamente, atacando a árabes, musulmanes y defensores de la causa palestina. La LDJ es un grupo informal de unos cuantos cientos de integrantes, y no una organización registrada con sede oficial. La policía francesa, tan aficionada a infiltrarse en toda suerte de grupos políticos, debe desde luego conocer quiénes son y dónde están, pero no parece que les molesten demasiado después de cada uno de sus ataques. Es más, a menos que los agresores se identifiquen, las víctimas no pueden estar seguras de si quienes les atacó fue la LDJ o Betar, una antigua organización juvenil sionista fundada en 1929 por Vladimir Jabotinsky y cercana al Likud. Ambas usan métodos similares, y probablemente se solapen la una a la otra, aunque la LDJ, siendo la más radical de las dos, está         atrayendo a miembros de Betar.

En los raros casos en que los fanáticos sionistas son arrestados y juzgados, son tratados por lo común con una indulgencia poco frecuente. En diciembre de 2003, un grupo de estudiantes propalestinos fueron atacados por los sospechosos habituales. Un estudiante palestino sufrió graves daños oculares. Al encontrarse con una política indolente, los estudiantes llevaron a cabo su propia investigación, que llevaron a la condena el 16 de septiembre de 2004 de un tal Anthony Attal. Se le condenó a penas de prisión de diez meses, que por lo tanto no hubo de cumplir.   

Los miembros de la LDJ o Betar también tienen la ventaja de contar con un “santuario”: Israel. El 25 de octubre de 2006, una militante radical propalestina de 68 años, Ginette Hess Skandrani, fue atacada en su propia casa por tres desconocidos que la golpearon salvajemente, diciéndole solamente: “tú ya sabes por qué”. Hospitalizada, sus heridas en la cabeza requirieron varios puntos. El pasado 4 de febrero sus agresores fueron juzgados y condenados, pero:

- uno de ellos, Ruben Colleu, fue condenado a dos años de prisión, de los cuales no cumpliría 18 meses, pero para entonces ya había huido a Israel.

- el segundo, Stevel Elie, fue condenado a tres años de prisión, pero el tribunal francés ya le había concedido el permiso para ir a Israel a “realizar el servicio militar” en el Tsahal.

- sólo el tercero, Mike Sfez, se encontraba aún en el país. Como Colleu, 18 meses de sus dos años de sentencia fueron suspendidos, y los seis meses restantes fueron convertidos en trabajo social.

Recientemente, numerosos grupos de supuestos matones de la LDJ han atacado a los asistentes a un espectáculo teatral en beneficio de los niños de Gaza y atacaron a las personas de aspecto árabe que iban a una reunión de diversos grupos que tenía como objetivo debatir sobre el movimiento de “boicot – retirada de inversiones – sanciones.”

La LDJ tiene a sus propios apologistas en la policía. El 5 de junio de 2006, el cabeza de un pequeño sindicato católico derechista, “Action Police CFTC”, Michel Thooris, elogió a la LDJ y Betar por “efectuar una misión de servicio público defendiendo al pueblo y a la propiedad.” No fue reprendido públicamente por su entonces jefazo, Nicolas Sarkozy, a la sazón ministro de Interior.

El doble rasero de la política de “ley y orden” Sarkozy es demasiado obvio. Su ostentosa política, entre el tradicional equilibrio francés en el Oriente Medio a un apoyo sin fisuras a Israel, no puede más que avivar el sentimiento de impunidad de la LDJ. Esta primavera, un escritor de éxito comercial, Paul-Eric Blanrue, no pudo publicar en Francia su libro sobre “Sarkozy, Israel y los judíos”, y se vio obligado a buscar editor en Bélgica. Aún peor: el distribuidor francés habitual de su editor belga rechazó distribuir el libro en Francia. A su rueda de prensa en París no asistió ningún periodista, y su libro, que documenta rigurosamente la política de Sarkozy de buscar el apoyo judío en Francia alineándose con Israel y atacando a la “canalla” suburbial, ha sido ignorado por los críticos franceses. 

Incluso aunque el mercado está saturado, siempre hay espacio en los medios de comunicación, sin embargo, para los lamentos acerca de que la tradición secular de Francia está amenazada por el “comunitarismo” de los... musulmanes. Las provocaciones ideológicas y violentas de los fanáticos sionistas raramente son señaladas como la principal razón de esta inquietante tendencia. Por supuesto, los muchos intelectuales militantes sionistas franceses no recurren a los métodos de la LDJ y Betar. Pero la cuestión de la victimización de los judíos, que está constantemente en las escuelas, en los cines, en el discurso político y en los medios de comunicación, proporciona una atmósfera receptiva a la violencia patológica de las milicias judías en Francia, y de la indulgencia con la que son tratados.  

La situación poco mejora por la extrema fragmentación del movimiento de solidaridad con Palestina, que puede verse como un aspecto del sectarismo endémico de la izquierda francesa. Las diferentes víctimas de la violencia de la LDJ o Betar --como el CAPJPO, Ginette Skandrani, Diuedonné, etc., etc.-- a menudo no mantienen relaciones las unas con las otras, de modo que incluso aunque todas profesan solidaridad con Palestina, hay muy poca o ninguna solidaridad entre ellas.

Sin embargo, puede esperarse que el ataque del 3 de julio a la librería “Resistances” provoque una protesta más amplia que la producida por otros recientes ataques, simplemente por las fuertes connotaciones que tiene la destrucción de libros. Una manifestación en protesta se ha convocado para la tarde de este miércoles, 8 de julio, para pedir al gobierno que prohíba definitivamente la JDL, como ya ha sido prohibida en Estados Unidos e Israel. Ésta será una oportunidad para mostrar la solidaridad con la resistencia a la más activa forma de fascismo en la Francia de hoy.  

Diana Johnston es una escritora y periodista estadounidense especializada en temas de política exterior europea y occidental. Fue una participante activa del movimiento contra la guerra de Vietnam. Entre sus últimos trabajos se encuentra Fool’s Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions, (Monthly Review Press, 2003) un alegato contra la guerra emprendida en los Balcanes en 1999.  Es colaboradora habitual de la revista Counterpunch.

Traducción para www.sinpermiso.info: Àngel Ferrero

 



Fuente:
Counterpunch, 6 de julio de 2009
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