Caja Madrid

Juan Francisco Martín Seco

08/11/2009

Las crisis no sólo acarrean males; tienen al menos la virtud de descubrir y poner en claro las contradicciones y los vicios ocultos en circunstancias normales. La algarada que protagoniza Caja Madrid está dejando a la luz el contrasentido en que se basa el régimen de las cajas de ahorro. ¿Por qué la cuarta entidad financiera del país tiene que estar en manos de una Comunidad Autónoma? Por otra parte, el que el alboroto sea en Caja Madrid tiene una ventaja y es que, al menos, se pueden denunciar las incoherencias sin que nadie se escude en el victimismo o se envuelva en la bandera patria, lo que sin duda ocurriría si nos estuviésemos refiriendo a la Caixa. De inmediato nos acusarían de anticatalanistas.

Caja Madrid igual que la Caixa son entidades financieras nacionales y son los intereses de todos los españoles los que se encuentran en juego. Sus oficinas se extienden a lo largo y ancho de toda la geografía del Estado y sus depósitos y créditos también. A menudo controlan empresas de servicios públicos de interés general. Todo ello es evidente en el caso de las dos entidades financieras citadas, aunque también es predicable -en mayor o menor medida- de todas las otras cajas de ahorro. Exaltamos la globalización y el mundo sin fronteras, pero si nos interesa estamos prestos a encerrar las instituciones en el corralito de nuestra Comunidad Autónoma, cuando no de nuestra provincia o de nuestro pueblo.

¿Por qué el nombramiento del presidente de Caja Madrid tiene que depender de doña Esperanza Aguirre? El discurso de la presidenta de la Comunidad de Madrid afirmando que ella no nombra a nadie y que son los órganos de la caja quienes lo eligen, no puede ser más cínico. Habría que preguntarle quién designa a estos órganos.

El haber entregado las cajas de ahorro a las Comunidades Autónomas las ha empobrecido y constreñido en el ámbito provinciano y raquítico de la política de las autonomías. Y que nadie se confunda. De ninguna manera estoy a favor de las privatizaciones. Todo lo contrario. Situaciones como la de la crisis económica que estamos padeciendo aconsejan bien claramente que una gran parte, si no la totalidad, del sector financiero estuviese nacionalizado, pero no autonomizado.

El presidente de la Junta de Extremadura, muy cargado de razón, denunciaba la existencia de una ofensiva que pretendía echar a los políticos de las cajas de ahorros. ¿Para entrar quién?, se preguntaba. El capital, el poder económico, ¿quién si no?, volvía a preguntarse. Pues el Estado, le contesto yo. Porque, señor Fernández Vara, los políticos no son el Estado. El Estado es mucho más. Es institución, normas, procedimientos, controles, administración. El problema surge cuando los políticos toman el Estado, las Comunidades Autónomas, y no digamos los ayuntamientos, como su cortijo, y se ponen a realizar nombramientos entre sus deudos por la sola razón de ser de su tribu, de su feudo o de su panda.

La ofensiva contra las cajas de ahorros existe. Siempre ha existido. El objetivo es su privatización. Constituyen un bocado apetitoso para el poder financiero. El argumento empleado es que deben estar en manos de profesionales. De acuerdo, pero ¿es que acaso los profesionales sólo existen en el sector privado? No hay ninguna razón para ello. Más bien todo lo contrario. No hace mucho que la mayoría de los que pasaban como buenos profesionales en el sector privado provenían del sector público. Por otra parte, ¿acaso en el sector privado, especialmente en el ámbito de las grandes empresas, los nombramientos no obedecen en buena medida al amiguismo, a las relaciones, al compadreo y a otros motivos menos confesables?

Las cajas de ahorro deben ser, sí, públicas (en los momentos actuales su naturaleza jurídica no está nada clara), y estar sometidas a todos los mecanismos de control, objetividad y legalidad que deben caracterizar al sector público. Deben ser estatales puesto que su actividad se orienta a la totalidad del Estado, y regidas, es cierto, por profesionales y libres de politiquillos de tres al cuarto cuyo único mérito y capacidad consiste en haberse sabido mover e intrigar en la agrupación de su pueblo.

Juan Francisco Martín Seco es un reconocido analista económico español.

Fuente:
Estrella Digital, 4 noviembre 2009

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