El nuevo manual de diagnósticos psiquiátricos de la Academia Norteamericana de Psiquiatría

Sergi Raventós

23/05/2010

La Academia Norteamericana de Psiquiatría prepara una nueva edición, la quinta ya, del Manual de diagnostico estadístico de los trastornos mentales (DSM en inglés). Está previsto que aparezca en el 2013 después de varios aplazamientos (1). La última versión es la cuarta revisada (DSM IV-R) y es de 1994.

Este manual siempre ha ido acompañado de mucha polémica desde sus inicios que datan de 1952. Y es que no es un libro cualquiera. Es la guía que establece cuales son los trastornos mentales y la necesidad de tratamiento y de medicación.

La primera clasificación internacional de las enfermedades mentales la publicó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 1948. Los dos sistemas de clasificación de los trastornos psicológicos más utilizados y difundidos a nivel mundial son CIE-10 y DSM-IV.

La CIE es la clasificación europea y la que utiliza la OMS. Los criterios diagnósticos del DSM y de la CIE representan en la actualidad los principales parámetros para decidir qué es normal y qué es patológico en la práctica clínica y en las investigaciones.

El concepto de trastorno mental según el CIE-10 es la presencia de un comportamiento o de un grupo de síntomas identificables en la práctica clínica que en la mayoría de los casos se acompañan de malestar o interfieren en la actividad del individuo. Este concepto es uno de los fundamentos de la psiquiatría como especialidad médica y constituye el núcleo de las discusiones eruditas y públicas sobre qué estados mentales han de ser considerados patológicos y cuáles como situaciones de padecimiento normal o problemas de la vida.

Si consultamos los manuales psiquiátricos de los trastornos mentales en vigor, como son el DSM IV-R (estadounidense) o el CIE-10 (europeo) veremos que ni tan solo existe una definición satisfactoria que especifique los límites precisos del concepto de trastorno mental.

Llegados a este punto hay que advertir al lector no avezado en estos mundos de la psiquiatría que muchas de las decisiones que aparecen en los DSM, según varios autores, son el fruto de pactos, presiones y del consenso político, y esto da lugar a un problema epistemológico muy grave (2).

A favor de estos manuales estaría el hecho de que el lenguaje clasificador ha contribuido a que todo el mundo sepa de qué se habla cuando tratamos la depresión, la esquizofrenia o el trastorno bipolar, por citar sólo algunos. 

Uno de los problemas que ha tenido siempre más polémica en el ámbito de la salud mental es el diagnóstico. El peligro del abuso, la aplicación de categorías que no se corresponden, el problema que supone para estas personas el riesgo de padecer los efectos perjudiciales del diagnóstico psiquiátrico que pueden arrastrar durante años y años. Entre estos efectos, juntamente con la pérdida de la libertad personal y tratamientos psiquiátricos determinados, hay la posibilidad de quedar “etiquetado” para siempre y padecer desventajas sociales y legales, desde la pérdida de un puesto de trabajo hasta ser catalogado como incapacitado.

Otro aspecto a destacar es el hecho de que han aumentado el número de diagnósticos a medida que pasan los años: en el DSM-I de 1952 eran 106 diagnósticos, en el DSM-II se pasó a 182, en el DSM-III a 265, en el DSM-III-R se llegó a 292 y en el DSM-IV-R, la edición revisada del año 2000, casi a 400. El aumento, como puede apreciarse, ha sido muy considerable. Algunos autores lo han atribuido especialmente a la presión de la industria psicofarmaceútica y a determinados grupos de presión de la sociedad para aumentar los diagnósticos de trastornos mentales y su correspondiente tratamiento.

Un ejemplo paradigmático de esto sería la creación del “Trastorno de estrés postraumático”, categoría creada desde hace unos pocos años en el DSM-IV. Debido a las movilizaciones de los propios interesados, los veteranos del Vietnam, así como a las nuevas formulaciones psiquiátricas, algunos argumentos judiciales y a la presión política, finalmente se reconoció la problemática de los mencionados veteranos del Vietnam como caracterizada de adaptación a la vida civil, con sus problemas de depresión, ansiedad, miedo, esquizofrenia, insomnio, alcoholismo, etc. A pesar de que estos problemas psicológicos ya estaban tipificados, la sociedad no se hacía cargo de los veteranos de la misma manera que lo hacía con los que tenían “traumas físicos”, y hacía falta crear un nuevo diagnóstico de “trauma psicológico” debido a los actos de servicio en la guerra. A partir de entonces este “cuadro psiquiátrico” contempla y canaliza la diversidad de problemas presentados por los veteranos de la guerra del Vietnam.

Otro ejemplo curioso, que citan Héctor González y Marino Pérez en su libro La invención de los trastornos mentales, es el de “fobia social”. La timidez clásica sería vista como un problema que requiere de ayuda. La timidez ha pasado a ser un “trastorno de ansiedad social” en el DSM-III a la “fobia social” en el DSM-IV. De ser una característica personal y tal vez un problema en alguna ocasión, ha pasado a ser ya un trastorno psiquiátrico reconocido.

Tal vez el caso más escandaloso, para acabar, fue considerar a la homosexualidad como trastorno mental, antes de que finalmente se retirase en la tercera edición ¡de 1980! 

Algunos autores apuntan que no se trata de pensar que hay una “mano negra” que mueve los hilos. Se trata de un sistema de márquetin. Para promover un medicamento hay que potenciar un trastorno. Un ejemplo de esto lo tenemos con la compañía Glaxo-SmithKline, que contrató una agencia de publicidad, Cohn & Wolfe, para promover el trastorno de ansiedad social como una condición grave. 

El próximo DSM-V ya viene acompañado de una gran polémica por lo que dicen algunos expertos y como bien explica un documento hecho por el psiquiatra Allen Frances, uno de los principales creadores e impulsores del anterior DSM-IV. La inclusión de determinados trastornos muy polémicos y el hecho que incrementará las tasas de enfermedad mental a unos niveles altísimos son algunos de los principales problemas.

También alguna prensa se ha hecho eco de la incorporación de nuevas enfermedades por parte de “la biblia de la psiquiatría”.

En definitiva, se avecina una gran pandemia de trastornos mentales.

NOTAS: (1) www.DSM5.org. (2) González, H. Pérez, M. (2007): La invención de los trastornos mentales. Madrid, Alianza Editorial.  

Sergi Raventós es licenciado en Sociología y actualmente trabaja en una fundación sociosanitaria de salud mental en Barcelona.  

Fuente:
www.sinpermiso.info, 23 mayo 2010

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