Los trabajadores derrocaron a un dictador en Egipto, pero podrían acabar silenciados en Wisconsin, EEUU

Harold Meyerson

20/02/2011

En Egipto, los trabajadores pasan por un febrero revolucionario. En los Estados Unidos, por contra, febrero parece perfilarse como el mes más cruel que hayan conocido los trabajadores en muchas décadas. El golpe de gracia que derribó a Hosni Mubarak se produjo cuando miles de trabajadores egipcios se declararon en huelga el martes pasado. Para el viernes, cuando los mandos del ejército decidieron aparentemente que los disturbios habían alcanzado un punto tal que Mubarak debía marcharse, los egipcios que hacen funcionar el Canal de Suez y sus compañeros trabajadores de la siderurgia, el textil y las plantas embotelladoras, de hospitales, museos y escuelas; más los conductores de autobuses y tranvías, habían abandonado sus puestos de trabajo para protestar por sus condiciones de empleo y gestión. Tal como advirtió Jim Hoagland en el [Washington] Post, Egipto se deslizó por el sendero que en su día tomaron Polonia, Alemania Oriental y las Filipinas, la senda en la que los trabajadores se unen a los estudiantes que protestan en las calles y juntos barren un régimen autoritario.

 

Pero aunque hubiera trabajadores que contribuían a derribar el régimen en El Cairo, el gobierno de un estado en particular se movilizaba para demoler las organizaciones de trabajadores aquí en los Estados Unidos. El viernes pasado, Scott Walker, nuevo gobernador republicano de Wisconsin, proponía despojar a los empleados públicos de la mayoría de sus derechos de negociación colectiva. De acuerdo con su legislación, agilizada a tal velocidad en la nueva asamblea legislativa republicana del estado que podría llegar a votarse el jueves, los sindicatos que representan a profesores, trabajadores sanitarios, médicos, y enfermeras de hospitales públicos, y todo un conjunto de empleados públicos, perderían su derecho a un convenio colectivo en su cobertura sanitaria, de pensiones y otras prestaciones. (Para hacer su propuesta más aceptable políticamente, el gobernador ha exceptuado de su lista de objetivos a los sindicatos que representan a bomberos y policías). Lo único en lo que los demás trabajadores del sector público podrían plantear una negociación colectiva sería su sueldo base, y dadas las restricciones fiscales que acosan a los estados, apenas hay gran cosa que negociar. 

 

Se podría pensar que Walker llegó a esta medida tan extrema como consecuencia de un callejón sin salida en las negociaciones con los sindicatos del sector público. Lo cierto es que esas discusiones no han tenido lugar. "No tengo nada que negociar" es lo que declaró Walker al Milwaukee Journal Sentinel la semana pasada. Para subrayar lo consumado de sus hechos, prometió llamar a la Guardia Nacional si los trabajadores que protestaban abandonaban el trabajo o interrumpían los servicios del estado.   

 

Esto significa un retorno a la Norteamérica del siglo XIX, cuando las huelgas se suprimían por la fuerza de las armas. O, bien pensado, al Egipto de Mubarak o a la Polonia y Alemania Oriental comunistas. 

 

Ahora bien, no es que nuestros estados no tengan que ocuparse de una crisis fiscal, y  Walker insiste en que son las arcas vacías de Wisconsin las que le han llevado a recortar los derechos de los trabajadores. Pero hay otras opciones: gobernadores demócratas como Jerry Brown en California y Andrew Cuomo en Nueva York han propuesto reducir servicios públicos, salarios y prestaciones sin hacer peligrar los derechos fundamentales de los trabajadores a la negociación colectiva. Está claro que el derecho a esa negociación es cosa aparte. Sin embargo, los gobernadores republicanos recientemente elegidos pueden llegar a la misma conclusión que Walker y utilizar la crisis fiscal inducida por la recesión para alcanzar un objetivo político partidista: eliminar del panorama a los sindicatos, la fuerza más potente de la maquinaria electoral de los demócratas. "Si nos paramos ahora y remediamos el problema de las pensiones, no vamos lo bastante lejos", afirmó Steve Malanga, del City Journal del  Manhattan Institute [for policy Research] en la Conservative Political Action Conference de la semana pasada. 

 

El verdadero objetivo de la derecha norteamericana consiste en reducir a los sindicatos de empleados públicos al nivel de los sindicatos del sector privado, que representan hoy el 7% de los trabajadores norteamericanos. La propuesta de Walker no sólo limita a los sindicatos del sector público a la negociación colectiva anual sobre aumentos salariales sino que restringe los incrementos de los empleados del estado al alza según el índice de precios al consumo y obliga a todos esos sindicatos a celebrar una votación anual entre sus miembros para determinar si el sindicato puede seguir representando a los trabajadores. Tiene la clara intención de destruir por completo estas organizaciones. 

 

¿Qué se conseguiría con ello? Nuestros sindicatos ya se han visto diezmados en el sector privado, los resultados a la vista están. Los beneficios empresariales alzan el vuelo, mientras la inversión interna, los salarios y prestaciones (sobre todo en empresas no sindicadas) se congelan en el mejor de los casos. Sin nadie que negocie en favor de los trabajadores, Norteamérica se convierte cada vez más en una utopía económicamente estancada y plutocrática. ¿Todo el mundo está contento? 

 

Los conservadores norteamericanos profesan a menudo gran admiración por la valentía de los trabajadores extranjeros cuando protestan y minan regímenes autoritarios. Que los trabajadores ejerzan sus derechos en casa, sin embargo, amenaza con socavar algunos de nuestros regímenes (los de los republicanos, mayormente) y eso no puede permitirse. Ahora que el gobernador de Wisconsin ha ordenado marchar a la Guardia, podemos discernir cómo surge un patrón nuevo de solidaridad represiva global: del faraón escarmentado del Medio Oriente al faraón cabezaqueso [1] del Medio Oeste.  

 

NOTA T.:[1] "cheesehead", "cabezaqueso" es un apodo humorístico usado en ocasiones para referirse a los habitantes del estado de Wisconsin, conocido por su abundante producción quesera. Meyerson hace un juego de palabras entre "chastened", "escarmentado" y "cheesehead".

Harold Meyerson, columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect, está considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas mas influyentes de Norteamérica. Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de Democratic Socialists of America y, según propia confesión, "uno de los dos socialistas que te puedes encontrar caminando por la capital de la nación" (el otro es Bernie Sanders, combativo y legendario senador por el estado de Vermont).   

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Fuente:
The Washington Post, 16 de febrero 2011

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