México: las extensiones de la violencia

Víctor Orozco

06/03/2011

Hay una coincidencia general en el número de homicidios en México vinculados al crimen organizado desde 2007 a la fecha: en números cerrados son treinta y cinco mil. Muy poco se sabe sobre cuántas de las víctimas pertenecían a las bandas de delincuentes y cuántas cayeron sin deberla ni temerla en el “fuego cruzado” como titula a su libro la periodista Marcela Turati. Esta sangría no viene sola, sino que se acompaña de muchas otras secuelas igual o peor de perniciosas y tampoco se debe a una causa que provoque sus terribles efectos y luego cese, como la erupción de un volcán, sino aparece como una máquina que se reproduce a sí misma sin parar nunca. Prácticamente no existen ámbitos de la vida colectiva y aún de la privada que no hayan sido alcanzados por las ramificaciones de esta -hasta ahora imparable- ola de homicidios, secuestros, extorsiones que se extiende por vastas regiones de la república. En los intereses de la sociedad no está el minimizarla u ocultarla, porque haciéndolo, lo único que se consigue es agudizar y acrecentar la atroz problemática que hoy aqueja a los mexicanos. Con el propósito de dibujar el panorama general de estas extensiones de la violencia, puede intentarse hacer una enumeración que desde luego no pretende ser exhaustiva:

-          Quizá medio centenar de miles de huérfanos, niños o jóvenes que han quedado en general desamparados o en las peores condiciones de sobrevivencia. De no ser atendidos, una buena porción de ellos será carne de cañón para engrosar las filas del crimen. En Ciudad Juárez, diversas investigaciones asumen como una cifra real ocho mil quinientos huérfanos.

-          Cientos de miles de negocios, sobre todo pequeños y medianos, arruinados o clausurados por las extorsiones y los ataques a sus instalaciones. Cómo se trata de los que ocupan más trabajadores, el hecho ha contribuido a incrementar dramáticamente el desempleo.

-          Modificaciones a la estructura de clases, sobre todo en las ciudades y regiones más castigadas. “Ciudad Juárez una ciudad de pobres”, cabeceó hace unos días el Diario de Juárez. Y es que, efectivamente la violencia ha hecho huir en primera fila a víctimas reales o potenciales de secuestros y extorsiones, es decir a quienes poseen un cierto nivel de ingresos.

-          Gradual aislamiento del país, por el temor de los extranjeros a pisar el territorio nacional. Las declaraciones oficiales que postulan un aumento del turismo se encuentran sesgadas y manipuladas, según voceros de ese sector industrial. La prensa informa un día sí y otro también que autoridades extranjeras alertan a sus connacionales para que no visiten México.

-          Varios cientos de miles de emigrados al extranjero o adentro del país, el grueso de ellos en circunstancias desastrosas.

-          Millones de habitantes viviendo bajo el miedo y la zozobra, encerrados en sus casas o atrás de vallas y cercas que cierran el paso en las colonias y fraccionamientos.

-          Cientos de miles de casas habitación abandonadas por sus dueños. En Ciudad Juárez y en Tijuana cerca de la cuarta parte de las casas-habitación (111,103 en la primera y 111,482 en la segunda) se encuentran solas, según los datos arrojados por el último Censo de Población y Vivienda. En cinco años, este número se incrementó en casi 60%.

-          Desconfianza creciente de la población hacia las instituciones nacionales, provocada en buena medida por la impunidad que reina en el país y por la corrupción de los organismos encargados de procurar y administrar la justicia.

-          Existencia de un clima de inseguridad que impide u obstaculiza el despliegue de esfuerzos en las esferas de la economía, de la cultura o de la inventiva general. “No tiene caso” “¿Para qué?” “Mejor no”, son expresiones ahora muy comunes y reveladoras de este desánimo, fatal para cualquier sociedad.

-          Aumento en el número de científicos mexicanos o de estudiantes posgraduados que deciden permanecer en el extranjero en lugar de incorporar sus talentos a instituciones y proyectos nacionales.

-          Modificaciones en los patrones de comportamiento político, que son negativas por su origen, aunque no faltará necio que pueda considerarlas benéficas. La organización política que ha resentido con mayor impacto esta alteración es el Partido Acción Nacional, porque ha visto drenarse rápidamente al sector más relevante de sus bases sociales, esto es la clase media alta. Es previsible que en Ciudad Juárez, prototipo y laboratorio social a la vez, este partido no vuelva a ganar una nueva elección en el futuro ¿próximo?, toda vez que entre los 230 mil emigrados están muchos grandes y pequeños empresarios de quienes en el pasado recibió toda clase de apoyos. Ello incluye a connotados dirigentes panistas.

-          Descapitalización del país. La huída de recursos hacia Estados Unidos encuentra una de sus manifestaciones en un hecho insólito: los bancos mexicanos ahora deben establecerse en territorio de aquel país para volver a captar el dinero de los empresarios mexicanos instalados en el otro lado.  

-          Crecientes gastos del presupuesto público empleados en la compra de armamentos, salarios y sostenimiento de policías, etcétera.  Ello implica el descuido de otras áreas relacionadas con la productividad general o con la inversión educativa, vitales para el desarrollo.

-          Estancamiento demográfico en aquellas entidades y ciudades afectadas con mayor rigor. El estado de Chihuahua por ejemplo, era uno de los que ostentaba mayor tasa crecimiento poblacional hasta hace menos de un lustro, gracias a la atracción que ejercía por mejores niveles salariales y posibilidades de hacer negocios. Hoy, nos dicen expertos, su tasa es muy cercana a cero.

-          Efectos sicológicos que pueden ser funestos. Desde hace algún tiempo, prospera una fuerte tendencia a ubicar a los países según el grado de bienestar o felicidad que brindan a sus habitantes, dejando atrás a las tradicionales medidas económicas como el tamaño del producto interno bruto o del ingreso per cápita. Así, nuevos indicadores como la capacidad para librarse de los diversos tipos de estrés, para relacionarse con familiares y amigos, para reírse y disfrutar en general de la vida, se van imponiendo. Desde este ángulo, la violencia no sólo nos empobrece materialmente, sino que nos aleja del bien-estar o del buen-vivir.

-          Enlisto una última consecuencia en forma de preguntas: ¿Cuál será el impacto en las futuras generaciones? ¿Qué huella dejará en los adultos de mañana?

La anterior relación pretende ilustrar sobre una crisis a cuya localización, diagnóstico y propuestas de superación, debemos de contribuir todos, en especial las instituciones de educación e investigación. Éstas deben concentrar mayores recursos materiales e intelectuales para estudiar la problemática, sobre todo aquellas localizadas en las zonas que hoy son golpeadas con dureza por la violencia.   Encontrar vías de solución y reflexión a estos formidables desafíos, tiene que ser una tarea ejecutada por varios agentes y desde diversas responsabilidades. La primera de ellas desde luego, le corresponde a los gobiernos de la república y de las entidades federativas, únicos que tienen la capacidad para enfrentar los retos directamente. A la academia, a los intelectuales, a los científicos, la gravedad de la situación obliga a trabajar con seriedad y objetividad, describiendo, identificando causas y proponiendo alternativas, con libertad e independencia de criterio. Hay ejemplos de este tipo de esfuerzos. 

Uno es el observatorio ciudadano instalado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez en el cual se examina el complejo de problemas con enfoques e instrumentos interdisciplinarios. Otro, en la misma institución, es el seminario filosófico inaugurado hace una semana sobre el tema “Ética de la Frontera” o “Ética de la Crisis”, una atalaya que nos permite ver más allá de nuestras narices. En la Universidad Autónoma de Nuevo León, se ha organizado el Centro de Reflexión para la Elaboración de Alternativas, que tiene entre sus tareas el análisis de los impactos de la violencia delictiva. Esperemos que estos esfuerzos cundan en toda la república.

Víctor Orozco es un analista político mexicano, profesor de historia en la Universidad de Juárez.

Fuente:
www.sinpermiso.info, 6 marzo 2011

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