La democracia no es ningún descubrimiento europeo

Thomas Wagner

06/03/2011

El colonialismo no ha desaparecido todavía de la teoría política, como demuestran las reservas hacia la voluntad democrática del mundo árabe. En este artículo, Thomas Wagner muestra la influencia que los iroqueses –una nación india que, por cierto, interesó superlativamente a Charles Darwin y a Karl Marx— tuvieron sobre los demócratas radicales y las feministas estadounidenses.

Viendo la cadena ininterrumpida de levantamientos populares en el mundo árabe, muchos observadores en el mundo occidental se preguntan: “Pero, ¿puede ser verdad?” Incluso generaciones después de la emancipación de estos pueblos del opresor yugo europeo, sobre estos pueblos soberanos proyecta su sombra el persistente prejuicio de que la democracia es un descubrimiento exclusivo del hemisferio occidental y que sólo él entiende realmente, de que los países orientales están condenados en un futuro próximo a seguir reformas que conducirán a nuevas formas de gobierno despóticas.

Que el escepticismo hacia la voluntad democrática de la población árabe acaba trocando en las caricaturas coloniales que siguen transmitiendo hasta la fecha muchas teorías políticas y culturales es algo que mostró hace años Edward Said en su conocido estudio sobre el tema, Orientalismo . A ellos sumánse además el discurso de la lucha de culturas, del choque de “el islam” con “el” mundo occidental, de la supuesta civilización contra la supuesta barbarie.  

Prueba de ello son las identidades fijadas, resultado de una larga evolución histórica, a menudo apenas instantáneas en un flujo constante de nuevas mezclas culturales. Sobre ello han llamado la atención Ilia Troyánov y Ranjit Hoskote en su ensayo Kampfabsage (2007). Lo mismo vale también para la democracia, cuyo significado y práctica Occidente no puede de ningún modo reclamar como propia.

El pensamiento político en Norteamérica, por ejemplo, estuvo desde el siglo XVIII y durante generaciones marcado por las duraderas relaciones de intercambio económicas y diplomáticas entre los colonos ingleses y las sociedades indígenas. En la llamada “diplomacia de bosque” (Waldlanddiplomatie), los recién llegados aprendieron que a quienes llamaban salvajes eran capaces de vivir comunidades y confederaciones ordenadas sin jefe ni estado. La experiencia desembocó en una “fascinación por los indios” republicana que espoleó considerablemente los anhelos de independencia de los revolucionarios contra la madre patria inglesa. 

Aún décadas después las sufragistas estadounidenses tuvieron en cuenta la influencia de las mujeres indias en las sociedades “salvajes” para poner en práctica sus demandas de igualdad política y jurídica en la “civilización”. A finales de un intenso debate de casi 20 años sobre la influencia de los iroqueses en la constitución estadounidense la pregunta dejó de ser si hubo alguna influencia para convertirse en hasta qué punto tuvo efecto realmente en la historia de las ideas políticas.

El tema experimentó un renovado interés con los esfuerzos de la actual teoría política por aprender de la experiencia histórica de la solución, en América del norte, de los conflictos entre los nuevos estados formados por colonos europeos y las minorías que vivían en aquellos mismos territorios. 

La hace unos pocos años fallecida politóloga feminista Iris Marion Young reforzó esta idea en su último libro Global Challenges (2007), y a través de la discusión de influyentes tesis sobre la comprensión de la democracia, amplió y pluralizó claramente este debate en los Estados Unidos. El punto de vista híbrido de la historia política abre oportunidades para superar las dicotomías creadas por el dominio colonial entre los etiquetados como “salvajes” y los “civilizados” y la categorización como enemigo subsiguiente.

La lucha de los actuales iroqueses y otras sociedades indígenas en Canadá en los años noventa impulsó al filósofo James Tully a desarrollar una teoría política propia sobre la libertad, cuya decidida dirección antiimperialista dejó clara en su libro Politische Philosophie als kritische Praxis (Filosofía política como praxis crítica) (2009). Todos estos autores se despiden finalmente de la idea de que Occidente es tiene la responsabilidad exclusiva en materia de democracia.

Thomas Wagner es autor del libro Irokesen und Demokratie (Los iroqueses y la democracia) editado por Lit en 2004. Su último libro es Die Einmischer. Wie Schriftsteller sich heute engagieren (Los entrometidos. Cómo los escritores se comprometen hoy) editado por Argument el año pasado.

Fuente:
Freitag, 28 febrero 2011

Subscripción por correo electrónico
a nuestras novedades semanales:

El responsable de tratamiento de tus datos es Asociación SinPermiso y la finalidad del tratamiento es hacerte llegar nuestras novedades. Puedes ejercer tus derechos en materia de protección de datos contactando con nosotros*. Para más información consulta nuestra política al respecto (*ver pie de página).