Fukushima: no hay motivos para la calma

Bernhard Potter

20/03/2011

Por lo común, cuando mejor se está informado sobre un tema, más difícil es que se caiga en el pánico. En cuestiones medioambientales ocurre exactamente lo contrario: cuantos más detalles del cambio climático se conocen, más se palidece si se habla sobre el tema. También en la catástrofe de Fukushima ocurre algo semejante: cuanto más sabemos sobre las condiciones reales del lugar, más nos horrorizamos.

Los hechos hablan por sí solos: tres reactores amenazados por la fusión del núcleo, liberación masiva de radiación, la vasija de contención en llamas y quienes habían de acudir en ayuda, en franca huida. Si a todo ello se añade que las autoridades japonesas y las empresas de energía nuclear proporcionan una información muy escasa, a uno no pueden más que temblarle las rodillas.

Obvio es decirlo: el miedo es mal consejero y no ayuda a frenar el pánico. Y lógicamente, es ridículo abastecerse con pastillas de yodo en la segura Alemania. Pero quienes, prestos, nos acusan de sembrar el pánico, quizá no se hayan informado lo suficiente y celebran una tranquilidad que no se corresponde con los hechos. O eso, o han aprendido muy bien de George Orwell: “La ignorancia es la fuerza.”

Si un terremoto ha arrasado un país industrial como Japón, cuya infraestructura es, como la de Alemania, bastante susceptible a los accidentes, a uno se le hace un nudo en el estómago. Si un tsunami lleva a cientos de personas a la muerte frente a las cámaras de televisión, uno puede compadecerse de ellos. Pero cuando una central nuclear como las que se encuentran también en Brunsbüttel o Phillipsburg pasa a estar fuera control, entonces uno puede admitir tranquilamente que tiene un miedo del carajo.

Muchas personas han entendido muy bien que con esta catástrofe se materializa uno de los riesgos residuales de nuestra sociedad. A diario obviamos todas aquellas cosas que amenazan a nuestra seguridad: los cultivos transgénicos, la nanotecnología, los productos químicos que consumimos y que nos rodean cada día. Situaciones como la de Japón nos compelen a recordar los peligros que nos rodean.

Mucha gente sabe suficientemente que se engaña a menudo, que deseamos hacer nuestra vida más segura de lo que es. Quien a diferencia de otros, no utiliza su cabeza para enterrarla en el suelo, con justicia puede admitir que a menudo duerme mal. La disciplina que domina en Japón es admirable, sí. Pero razones para la calma las hay pocas hasta el momento.

Bernhard Potter es un columnista del diario alemán de izquierza Tageszeitung.

Fuente:
Tageszeitung, 16 marzo 2011
Traducción:
Àngel Ferrero

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